El jazz argentino desciende del Mono

Disquisiciones sobre la fusión

 

En varias entregas previas hablamos de los resultados desparejos de la fusión. Tanto Jacques Lousier como John Lewis son músicos de jazz que tocan Bach, pero no hay punto de comparación entre lo que logra cada uno.

En nuestro país, el primer registro teórico que recuerdo es la intención de Rodolfo Alchourrón, a comienzos de los ’60, de repetir con el tango el fenómeno que la MPB logró en Brasil con el jazz. Con todo el cariño que tuve por Rodolfo, me parece que no logró el objetivo. Hubo que esperar a que llegara Adrián Iaies para que algo sonara bien como jazz y bien como tango. Son cosas que se dan o no se dan. Alchourrón lo concibió pero Adrián lo hizo.

De las piezas de fusión que recuerdo, una que me fascinó fue la metamorfosis de los preludios de Chopin que grabaron Enrique Villegas, Jorge López Ruiz en el bajo y Eduardo Casalla en batería. Cometí el error de prestarle el casete a un cabrón que nunca me lo devolvió, y para peor ni me acuerdo quién era. Lo busqué en CD cuando Trova empezó a reeditar toda la obra del Mono, pero no lo encontré. Ahora descubrí que casi todo lo que grabó el mayor pianista argentino del siglo pasado está en YouTube. Después de hacerme un festín, preparé esto para que vos lo descubras o, si ya lo conocías, lo disfrutes. Es un gran Chopin y un jazz exquisito.

No resistí la tentación de armar una selección más extensa del Mono, que también incluye la versión de las Baladas de Amor, donde lo acompaña en el bajo Jorge López Ruiz, el hermano mayor de Oscar y otro tipo de primera; Porgy & Bess en piano solo que suena tan Gershwin y al mismo tiempo es tan personal; sus tributos a Monk y Jerome Kern (con Oscar Alem y Osvaldo López), su Encuentro con Paul Gonsalves y Willie Cook y, para terminar o como dicen los gringos last but not least, la entrevista que le hizo Antonio Carrizo, donde repasa su vida musical.

Releo y enmiendo. El primero que intentó la fusión entre la música académica y el folklore fue Alberto Williams, cuyos primeros frutos tienen  ya un siglo. Tampoco sería justo olvidarse de otros gigantes como Alberto Ginastera, Juan José Castro y Carlos Guastavino, a quienes aprendí a escuchar en la infancia en los programas de Radio del Estado, que en la abominada década peronista hizo una obra cultural admirable. Ginastera, que estudió en el Conservatorio Williams, fue maestro de Piazzolla y el propio Alberto Williams formó a nuestro homenajeado de hoy. Me distraigo en estas vías laterales porque creo que uno de los fracasos argentinos es la discontinuidad cultural, el desconocimiento de un rico pasado que se proyecta en el futuro. Asocio con una frase extraordinaria de Rodolfo Walsh:  “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires…”. En síntesis: que no tengan memoria y que cada lucha deba recomenzar de cero. Vale tanto para la política como para la cultura.

Para datos biográficos del Mono, también tenés lo que dice Wikipedia, que es útil si lo tomás con pinzas. Luego de resistir el peligro de anécdota que acecha a todos los que lo evocan, porque era un tipo ocurrente y divertido como pocos, me despido con una frase suya. Si la adoptás no podés equivocarte:

“Mis pasiones son la música, el cine y el amor de una mujer”.

 

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