El mamerto y la cultura mafiosa

La trampa del megajuicio contra la 'Ndrangheta de Vibo Valentia

 

El miércoles 13 empezó en Lamezia Terme (Calabria) el proceso relativo a la investigación “Rinascita Scott” -síntesis de más o menos una década de historia criminal- impulsada por el fiscal general de Catanzaro Nicola Gratteri (a quien vimos al lado del disminuido Bolsonazi italiano, Matteo Salvini, en campaña, que lo elogiaba: “Total apoyo al fiscal general, símbolo de la lucha contra la ‘Ndrangheta, con todos los medios necesarios”, ANSA). Se trata de un maxi proceso que focaliza la ‘ndrangheta de la zona de Vibo Valentia. Pues en Calabria existen varias zonas ‘ndranghetistas o mandamenti, que se puede traducir como secciones. Mandamento refiere a una estructura territorial intermedia de la ‘ndrangheta, activa particularmente en Calabria y que sirve de nexo entre el Crimine (Crimen) -órgano colegiado que se ocupa de dirimir los desacuerdos y prevenir los conflictos entre las ‘ndrine- y los locales que integran la organización, desparramados por todo el territorio calabrés y el mundo.

Uno de los lugares más poderoso del mandamento tirrenico es Oppido Mamertina (provincia de Reggio Calabria), un pueblo construido sobre la ciudad mítica de Mamerto (esa palabra que en la gran lengua irónica argentina está nexada con el uso y abuso de las reposeras, también viene de Calabria), que encontramos citada por ejemplo en el Rerum geographicarum de Strabone. Si con Google Earth buscan una vista aérea de la plaza Humberto I (símbolo monárquico) de Oppido, ubicada delante de la fachada de la Catedral (símbolo religioso), verán una enorme rosa dei venti. En “Meaning and Mayhem”, Roberto Saviano, uno de los mayores estudiosos italianos de la Camorra, dice que ese símbolo ‘ndranghetista quiere decir “dondequiera que vayas, la omertà irá con vos”. Es la explicitación del poder de la ‘ndrangheta que se visibiliza invisibilizándose. Son signos que deben ser descifrados, decodificados, y las claves que tenemos a menudo no son suficientes para volver intelegible su sentido.

 

En diciembre de 2019, la Procuraduría antimafia de Catanzaro conducida por Gratteri identificó 416 personas: 260 fueron encarceladas, 70 terminaron con arrestos domiciliarios, 82 fueron investigadas. Se trata de hombres de la famiglia Mancuso de Limbadi (Vibo Valentia) y de otros que revistaban en otras ‘ndrine relacionadas con ese clan. Dentro de la muchachada, acaso el mafioso más notable fuera don Luigi Mancuso que hasta la década del 1990 era una especie de vocero de las familias calabresas. Pero encontramos también hombres de la política nacional y regional: un ex parlamentario de Forza Italia de Berlusconi, el abogado Giancarlo Pittelli, otro ex parlamentario y ex asesor regional de Partido Democrático, Nicola Adamo, acusado de tráfico de influencias, otro asesor -Luigi Incarnato, jefe de los socialistas locales- del ex gobernador de Calabria, Mario Oliverio, que se había ocupado de dirigir SORICAL, la institución que gestiona el suministro de agua potable en la región. Otros notables también involucrados en la redada son el alcalde de Vibo-Pizzo, Gianluca Callipo, el ex alcalde de Nicotera (pueblo vecino de Limbadi), Salvatore Rizzo, ex consejero regional, Pietro Giamborino, Vincenzo De Filippis, un hombre del MSI y de Alleanza Nazionale (traducido, un fascista “democrático”) que se desempeñó como asesor ambiental en la Alcaldía de Vibo-Pizzo.

En la larga lista de nombres investigados figuran también varios empresarios: Antonio Prestia, dueño de una empresa de construcción, Gianfranco Ferrante, del sector de la alimentación, Mario Artusa, del sector de la vestimenta. Y también un par de policías: el comandante de los Carabinieri de Catanzaro, Giorgio Naselli y el comandante de la Policía municipal de Pizzo Calabro, Enrico Caria. Los delitos que según el caso se les imputan son: asesinatos, tráfico de droga, extorsiones, lavado de activos, abuso de poder, detención de armas y explosivos, asociación mafiosa. Esta operación de 2019 se activó en Calabria y en paralelo en la parte más opulenta de Italia: Lombardia, Piemonte, Veneto, Liguria, Emilia Romagna, Toscana, Lazio, como así también en otras regiones del meridione: Sicilia, Puglia, Campania e Basilicata, y en el extranjero: Alemania, Suiza y Bulgaria.

Esta proliferación geográfica hay que entenderla en función de que la ‘ndrangheta es una mafia globalizada. Decir mafia calabresa es hablar del gran crimen organizado. En el contexto del juicio relativo a “Rinascita Scott” testificarán 58 arrepentidos pertenecientes a la organización calabresa, pero también otros de la Cosa Nostra siciliana, de la Sacra Corona Unita pugliese y los Basilischi de Basilicata. El juicio será largo, se habla de unos dos años. Seguramente aparecerán muchas informaciones relativas a la ‘ndrangheta en Calabria y en otras latitudes también. Deberemos prestarle mucha atención de aquí en más.

 

El clan Mancuso -una de las siete famiglie que pueden decidir las grandes líneas políticas de toda la organización- no es ajeno a la Argentina: posee intereses comerciales en Puerto Madryn, desde donde salen hacia Europa cargas de cocaína escondidas en containers de “camarones y pórfido”. De hecho, en setiembre de 2014, Pantaleone Mancuso, el “ingeniero”, originario de Limbadi, fue detenido en Misiones mientras trataba de entrar a Brasil desde la Argentina. Y entre 2013 y 2014 la Direzione centrale per i servizi antidroga (DCSA) interceptó en Italia 1500 kg de cocaína proveniente de la Argentina, que habrían salido especialmente hacía allí desde los puertos de Madryn, Buenos Aires y Zárate (Gratteri, Nicola y Nicaso, Antonio, Oro bianco, Milano: Mondadori, 2015).

 

En cuanto a la composición plurisectorial  de la banda perseguida y apresada en la operación “Rinascita Scott”, -quiero decir, mafiosos, empresarios, políticos, policías-vale explicar un par de cuestiones. La mafia calabresa está compuesta por dos cuerpos que establecen entre ellos una relación dialéctica: la sociedad mayor y la sociedad menor. La primera tiene un perfil criminal-empresarial; la segunda es tendencialmente criminal-militar. La primera entiende el Estado como una estructura a ocupar para hacer crecer exponencialmente poder y negocios, y como forma de volver legal a la organización criminal; la segunda, entiende el Estado como un enemigo, sobre todo porque la estatalidad con la cual se enfrenta es aquella de las fuerzas del orden. El juez Di Bella, presidente del Tribunal de menores de Reggio Calabria, sostiene que “se está difundiendo la moda de tatuarse efigies de la policía o caras de policías en la planta del pie. Una manera de expresar plenamente el deseo de pisar, paso a paso, la imagen de la legalidad, del Estado” (Dina Lauricella, Il codice del disonore. Donne che fanno tremare la ‘ndrangheta, Torino: Einaudi, 2019, p. 26).

En función de esta división aparentemente binaria pero que en realidad supone una dialéctica, es preciso agregar que se cree -y se nos hace creer- que la mafia es ante todo y sobre todo violencia, homicidios, amenazas, extorsiones y tráfico de droga. Y es verdad, pero sólo en parte. El 10 de enero, La Nación publicó otra nota de su corresponsal en Italia y el Vaticano: Elisabetta Piqué, “Espantoso crimen ligado a la mafia italiana: ‘Fue triturada y dada de comer a los cerdos’”. Ahí cuenta una historia por cierto dramática que parece sacada de una escena de Hannibal the cannibal. Es la de Maria Chindamo, empresaria agrícola calabresa desaparecida en 2016 por resistirse a ceder un terreno a la famiglia Mancuso de Limbadi. Cinco años más tarde, en función de las declaraciones de un arrepentido -Antonio Cossidente, ex integrante los Basilischi, la quinta mafia italiana, ubicada en la región de Basilicata, una suerte de colonia de la ‘ndrangheta- se descubrió que la mujer fue secuestrada, asesinada, triturada y dada de comer a los cerdos.

Pues bien, vale la pregunta: ¿cuál es la función de una nota de este tipo en la Argentina? ¿Informar acaso sobre prácticas ancestrales, traumáticas y repelentes? Habría que leerla menos bajo el signo de lo informativo-sensacionalista que como un gesto que apunta a confundir a la opinión pública nacional, sembrando una imagen incorrecta -por lo parcial- del fenómeno mafioso. Las prácticas que relata Piqué son aquellas que lleva a cabo la parte militar de la mafia calabresa. No se corresponde con los actos desarrollados por su sector más sofisticado: la sociedad mayor. La Nación y Piqué en la Argentina trabajan enfáticamente para la instauración de un sentido común mafioso sesgado, cuya difusión tiene la finalidad de ubicar en nuestras retinas hechos terribles que, sin embargo, no son los más relevantes ni los más peligrosos de los cuales es capaz la organización criminal calabresa operante fuera de las fronteras de Calabria. Pues a la mafia, y en lo específico la ‘ndrangheta, hay que buscarla en el aparato político, en la conducción del gobierno de los Estados y en los tres poderes republicanos. Y en la Argentina es preciso poner la lupa sobre el gobierno del Estado entre 2015 y 2019, en una parte más que considerable de la política nacional vinculada con Cambiemos y en fragmentos políticos desparramados que hoy carecen de una conducción única.

 

Pero La Nación, con motivo de “Rinascita Scott”, dice otra cosa, usando como fuente a Antonio Nicaso, quien junto con Gratteri abrió una pyme del libro antimafia en Mondadori (la editorial más grande de Italia, controlada por el Grupo Fininvest, de Berlusconi): “La Argentina es una suerte de agujero negro para la ‘ndrangheta porque, pese a que hasta se habla de ‘modelo argentino’ [...] no existe ningún proceso o investigación que pueda confirmar el rol de la ‘Ndrangheta en la Argentina” . La tribuna doctrinaria sigue apostando a la confusión, puesto que en diciembre de 2019, hace poco más de un año, era enfática al sostener que la ‘ndrangheta es “una mafia ‘presente desde siempre en la Argentina’, país que fue meta de inmigración calabresa y hoy es zona de tránsito del narcotráfico”. En otro pasaje extraordinario señalaba que “si se sigue a este paso, el poder económico de la ‘Ndrangheta se transformará en poder político”. ¿Cuál era la fuente de Piqué en ese pasado remoto?: el “desconocido” Antonio Nicaso.

 

¿Es posible combatir a la mafia con coraceros, maxiprocesos televisados y números conspicuos de imputados? Es una hipótesis plausible. Gratteri lo cree, pues es un hombre del aparato judicial (en la Argentina, sospecho, suponiendo acertar, estaría en Comodoro Py) que cree que la ‘ndrangheta se combate con investigadores/servicios que hacen inteligencia. Tengo algunas dudas paradojales: si pudiera encerrarse en una cárcel de máxima seguridad toda Calabria, la ‘ndrangheta seguiría existiendo y no por la presencia de las famiglie repartidas en los cinco continentes de este mundo pandémico sino porque es una cultura. La mafia es una cultura.

Otro maxi proceso se hizo en la década de 1980 en Sicilia, en contra de Cosa Nostra, conducido por dos magistrados antimafia emblemáticos: Falcone y Borsellino. Se desarrolló en un aula búnker de la cárcel del Ucciardone, en Palermo, entre principio de 1986 y fines de 1987. Pues bien, hubo muchos encarcelamientos de boss reputados: Totò Riina, Pippo Calò, Michele Greco, Binnu Provenzano fueron condenados a cadena perpetua. Pero la Cosa Nostra sigue ahí, porque es una cultura, junto a las otras ramas mafiosas italianas.

¿Qué es una cultura?

Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quisiera explicarlo a quien indaga, no lo sé (decía San Agustín acerca del “tiempo”). Pienso en la cultura como fundamento de una identidad, como esencia misma de la vida, como una racionalidad que determina el actuar cotidiano de toda una amplia comunidad, una lengua, un modo de ser y una relación con la naturaleza y el mundo social. Al menos, por lo que concierne a la Argentina, que no cuenta con una estructura jurídica antimafia, es preciso aumentar nuestro volumen de conocimiento y conciencia, sensibilidad y atención para identificar los ámbitos, los sectores, los intereses y las terminaciones nerviosas sensibles que la mafia es capaz de tocar: institucional, económica, política y socialmente.

Aquí necesitamos crear herramientas eficaces de control respecto de las formas de (i)legalidad mafiosa y es preciso dotar a la Argentina de una nueva disciplina conceptual-militante que, a falta de categoría mejor, podría nombrarse hipotéticamente filosofía antimafia. De haberla tenido, colectivamente habríamos entendido que el diputado Leopoldo Moreau  recibió una amenaza de muerte en el bar Casablanca no porque preside la Comisión bicameral de fiscalización de los organismos y las actividades de inteligencia, sino porque está enfrentando a una mafia. Esa disciplina, por otra parte, deberá ser capaz de fomentar la creación de una lengua en estado de diálogo con un movimiento social antimafia que logre fomentar una cultura de lucha contra las mafias. Esa filosofía antimafia por ahora es la búsqueda de los nombres sin nombre que en algún momento de nuestra historia terminarán configurándola.

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