El mapa electoral y sus polos

Entre el odio K de Cambiemos y el peronismo no K, la centralidad de Cristina

 

Lentamente se va diagramando el mapa de actores, estrategias y alianzas para encarar el año electoral 2019, con tres grandes polos políticos. Tratemos de abordarlos para vislumbrar la configuración general del proceso.

 

Polo kirchnerista

Es uno de los polos dominantes de la escena política actual. De hecho, su centralidad es tal que los otros dos polos se estructuraran de manera reactiva frente a él: el principal motor de cohesión del macrismo (y prácticamente lo único que todavía sostiene al gobierno) es el “odio k”, mientras que los sectores del peronismo que resisten a subordinarse al kirchnerismo se hacen llamar simplemente como “peronismo no k”.

A pesar de su centralidad y de tener un alto piso electoral, al kirchnerismo se le suele remarcar su principal debilidad: lo niveles de rechazo que le impedirían ser una opción de mayorías. Además, el poder mediático, empresarial y judicial lo suelen ubicar como el peor demonio de la Republica, lo cual terminaría por habilitar a cualquier opción que pudiera derrotarlo. El juego de la grieta hasta ahora fue la principal y casi única fortaleza del macrismo. Así, hasta hace poco las encuestas mostraban que Macri sólo podía imponerse en un ballotage frente a la figura de Cristina Kirchner y sería derrotado en cualquier otra opción.

Sin embargo, los tiempos están cambiando y reconfigurando esas lógicas, esencialmente por dos motivos. Por un lado, la crisis económica está ubicando al gobierno en su peor momento, en el cual Macri tiene niveles de rechazo superiores a los de Cristina. Si bien el kirchnerismo durante los últimos meses fue escalando en su intención de voto hasta situarse como la primera minoría, donde más avanzó fue en bajar sus niveles de rechazo. Con lo cual el grueso de los sondeos lo muestra empatando o incluso venciendo al oficialismo ahora en un ballotage. Y la perspectiva es que esto continúe su marcha.

El segundo motivo de la mejora  tiene que ver con las tácticas que está desarrollando. Por un lado, parece estar aplicando el lema que repetía Perón en los '70 para volver al gobierno: “Grano a grano me voy comiendo todo el costal de maíz”. Así, el kirchnerismo está realizando una estrategia de alianzas amplias y reconciliaciones: además de sus fotos con Moyano y Pignanelli –antes enemigos declarados—, se volvió a acercar a Felipe Solá y Alberto Fernández, tejió un acuerdo con el Movimiento Evita, los Rodríguez Saá y Juan Grabois, está en tratativas con Pino Solanas, el randazzismo y varios sectores más.

Cristina Kirchner está manteniendo un estratégico silencio que le ayuda a bajar sus niveles de rechazo y a dejar solo a Macri en el medio de la escena, haciendo que éste reciba todos los golpes por la pésima situación actual. En línea con esto, el kirchnerismo también está adoptando una posición menos confrontativa para no despertar temor ni oposiciones viscerales, sino más bien apaciguar los ánimos. Su ala económica, encabezada por Axel Kicillof, no se muestra amenazante con el mercado, no habla de romper con el FMI ni de defaults o cepos. Incluso varios empresarios de peso han comenzado a acercarse a él, entendiendo que después de todo con sus políticas intervencionistas estaban bastante mejor que ahora, incluso que eran algo preferible al desastre macrista.

Todo este panorama se cierra con una suerte de intento de reinventar el espacio: en su última aparición, CFK se mostró más sonriente, menos batalladora y dispuesta a unir y reconciliar (dijo que hay que recuperar la figura del pueblo, dejar de lado las divisiones entre izquierda y derecha, como también aseguró que en su espacio convivían pañuelos verdes y celestes). Así se quiere presentar a una Cristina “más buena” y que “aprendió de sus errores”, que ya dejó atrás el tiempo de las peleas y que ahora será diferente. Esa estrategia se remite a atrapar más moscas con miel que con vinagre.

 

Polo peronista no K

Con su lanzamiento a comienzos de octubre a través del video de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (Massa, Urtubey, Pichetto y Schiaretti), este polo intenta reconstruir una vez más la famosa “ancha avenida del medio”, pero cada vez más con un tono federal, conservador y complaciente con el poder económico de turno. Quieren ser el peronismo no amenazante para el capital concentrado. Una suerte de macrismo peronista, cada vez más parecido a lo que fue el PJ en los '90.

El gran problema de este polo es que ninguna de sus figuras o ni siquiera todas ellas juntas tienen espesor electoral (en general están por debajo de los dos dígitos en los sondeos). Para colmo de males, el avance kirchnerista les está inclinando la cancha y haciendo que se desinflen, existiendo un pase por momentos en aluvión de varios de sus dirigentes a las filas K.

Para no terminar de pasar a la intrascendencia, buscan construir un armado territorial amplio, donde este polo ha salido a buscar aliados y a ensanchar sus bases. Está intentando tejer acuerdos con Ricardo Alfonsín, Margarita Stolbizer y el Socialismo santafecino. Con ello se intenta balancear su faceta cada vez más derechista para mostrarse también como una suerte de Frente Progresista.

Quizás la mayor fortaleza que han tenido en el último tiempo se el apoyo de ocho gobernadores peronistas. Pero esa supuesta fortaleza puede más bien ser una debilidad: el grueso de los gobernadores no están convencidos de este proyecto, sino que han adelantado las elecciones en sus provincias para asegurarlas y desentenderse de la situación nacional. Por lo cual, las maquinarias territoriales podrían funcionar, en el mejor de los casos, a media potencia. Pero lo más importante de todo es que esos gobernadores no son profundamente anti-k como los Cuatro Jinetes quieren hacer creer. Ante todo son equilibristas que aspiran a sobrevivir.

Si se sacan una foto con los Cuatro Jinetes, es más bien por mostrar cierta independencia y distancia con el kirchnerismo pero sin romper con él. Así se pueden subir el precio, para negociar hacia adelante.

 

Polo macrista

Es el otro polo dominante, pero por su tamaño, pretensiones y esplendor se asemeja al Titanic.

La crisis económica está avanzando a pasos cada vez más acelerados y lo único que hasta ahora pueden festejar desde el macrismo es o bien no haberse caído o bien que la economía no ha explotado aún, por más que ambas amenazas no han desaparecido.

Este polo es el que más complicaciones internas está teniendo, con una guerra de guerrillas entre sus integrantes. El Canciller Jorge Faurie le hizo una zancadilla a la vicepresidente Gabriela Michetti para que dejara esperando al Presidente francés Emmanuel Macron, Emilio Monzó celebró su reelección en la cámara de Diputados cargando contra Marcos Peña y Durán Barba, hay una rebelión latente de varios intendentes, Elisa Carrió y varios radicales están más cerca de abandonar el barco que de quedarse en él, mientras que empresarios, medios amigos, Martín Lousteau, Carlos Rosenkrantz y hasta Alfredo Casero amagan pasarse a las filas de la oposición. El macrismo a esta altura es indefendible.

Pero lo peor de todo es la aceleración del “sálvese quien pueda”. Los pilares políticos centrales del gobierno lo están dejando cada vez más solo. Horacio Rodríguez Larreta todavía no aseguró que unirá las elecciones de su distrito con las nacionales por miedo a ser arrastrado por la contundente caída en las encuestas que viene sufriendo Cambiemos. Hasta el hada buena de Vidal comenzó su estrategia de diferenciación y abandono: el proyecto de desdoblar las elecciones incluso en la provincia de Buenos Aires viene ganando peso y algunos ya lo dan como un hecho.

Las versiones oficiales quieren vender esto con la idea de darle impulso a la candidatura presidencial de Macri, ganando primero la provincia antes que la Nación. Pero en realidad los motivos son bien otros:

  1. La imagen de Macri en la provincia, especialmente en el conurbano, es la peor de todo el país. Allí el presidente es un yunque que amenaza con perjudicar a cualquier candidato que decida acompañarlo.
  2. En función de esto varios intendentes están en pleno proceso de rebelión y aseguran que no van a arriesgar sus territorios por simple servilismo o complacencia con Macri. Por eso amenazan con romper si es que no se separan los comicios.
  3. Las proyecciones económicas y electorales son cada vez peores para el macrismo. Por eso, a esta altura, los planes de simple supervivencia son los que se imponen: con una elección nacional cada vez más difícil de ganar, se intenta retener los espacios de poder todavía salvables. Vidal, Larreta y varias estructuras políticas de Cambiemos no quieren ser arrastrados con el naufragio macrista: ya no aspiran ni siquiera a expandirse o a ganar, sino simplemente a no perder todo. Incluso, con el avance del peronismo, especialmente el kirchnerista, el gobierno está estudiando cómo derogar las PASO porque esa es la mejor manera de impedir la unificación territorial que pueda terminar de sepultarlos.

A la derrota electoral cada vez más cierta, hay que sumar dos fantasmas que sobrevuelan el ambiente. Por un lado, el fantasma de la explosión económica. No sería de extrañar que al instalarse el clima de campaña electoral (en marzo/abril del año próximo) las corridas, la fuga de capitales, la dolarización masiva de carteras, el default o una disparada del dólar terminen por destruirlo todo. Por otro lado, en función justamente de esto, el fantasma de un estallido social en marzo/abril es una posibilidad cierta. Si bien quieren instaurar las fechas de los comicios nacionales emitidos por la Cámara Electoral como si fueran una certeza, hay un dato que a la mayoría se le escapa pero es central: esas fechas no son validas hasta no ser ratificadas por el Boletín Oficial que la Presidencia de la Nación debe emitir. La pregunta entonces es: ¿por qué el propio gobierno no las confirmó? La respuesta es sencilla: porque no sabe si de apuro, de un momento a otro, tendrá que adelantarlas para descomprimir una situación económico-social que se le pueda ir de las manos. Su supervivencia, tal cual confiesan al no asegurar las fechas electorales, no está garantizada. El temor a estos fantasmas lo invade todo.

 

 

* Economista. Doctor en Ciencias Sociales. Autor del libro 'Camino al colapso. Cómo llegamos los argentinos al 2001'.

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