El mejor Polaco

La música que escuché mientras escribía

 

La semana pasada repasamos parte de la historia de Goyeneche, desde que manejaba un colectivo hasta su encuentro en la orquesta de Horacio Salgán, con Ángel Díaz, El Paya, con cuyo consejo comenzó su aprendizaje de cantor popular. Te dije entonces que para mi gusto su mejor época, la que hizo de él uno de los grandes, que se codea con Fiore, Berón, Vargas o Leonel, fue en las décadas sucesivas de 1960 y 1970, con dos orquestas de gran calidad.

  • la de Armando Pontier. Este bandoneonista ya había dejado atrás su valioso emparejamiento con el violinista Enrique Francini y formó su orquesta propia , y
  • con Troilo, el gran especialista en extraer lo mejor de cada cantor, como lo prueban, ya cerca del final, sus grabaciones con Tito Reyes y Roberto Rufino. Hasta entonces eran dos cantores del montón, a pesar del éxito que Rufino había tenido muchos años atrás con la orquesta de Carlos Di Sarli. Lo nombro con reverencia y sin temor. También pasó por la orquesta de Pontier, donde compartió el rubro con Julio Sosa, otro de los famosos, que yo detesto, como cantante y como persona. Lo llamaban El Varón del Tango, lo cual corresponde bien a una idea de la masculinidad que era aceptable entonces, cuando en el cine Rita Hayworth era abofeteada por Glenn Ford, Vivien Leigh por Clark Gable, Sofía Loren por Marcelo Mastroianni y eso se interpretaba como prueba de amor. Lo conocí a mis veintipico, acosando con groserías a mi amiga Maysa Matarazzo. La extraordinaria cantante brasileña se vengó con su bellísima voz, cantando en el ascensor del hotel Alvear una y otra vez la palabra eufónica del español que amaba: "Pe-lo-tu-do".

 

 

Con Pichuco recreó muchos de los mayores éxitos que la orquesta había tenido desde la década de 1940 en adelante, con sus mejores cantores. Había que bancársela, y lo hicieron en forma impecable.

 

 

En 1969 cantó incluso con la orquesta de Pantaleón. Creo que no se lo propusieron, pero a partir de Balada para un loco y Chiquilín de Bachín ambos tuvieron un descomunal éxito popular, merecidísimo, con las letras atípicas de Horacio Ferrer.

 

 

Cada vez que escucho estas cosas siento que soy un privilegiado por haber nacido en este país y gozado de esa cultura admirable que no todos valoran como deberían.

 

 

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