El mercado del amor

Deseo y relaciones al calor de las nuevas tecnologías

Ilustración: Volcánicas, Colombia.

 

"Motor psico": el mercado de todo amor.

Lo que debes, cómo puedes quedártelo.

Voy jugando de acuerdo al dolor,

fichando de más.

Mi dios no juega dados, quizás

esté a mi favor.

Los Redonditos de Ricota

 

 

Ghosting, love bombing, mankeeping, gaslighting, son algunos de los anglicismos que se hicieron populares a la hora de intentar describir situaciones o identificar sentimientos en las relaciones, generalmente heteropatriarcales. Una nueva terminología parece haber surgido al calor de las nuevas tecnologías de la comunicación, las redes sociales, las aplicaciones de citas y las múltiples maneras que existen para interactuar con otro/as. El mundo de la virtualidad multiplicó las posibilidades de conocer gente al mismo tiempo que proliferaron nuevos términos para dar cuenta de abusos y manipulaciones, rechazos y conductas extrañas que surgen cuando mujeres y varones se relacionan. Las mujeres se sienten heridas por la ambivalencia de los hombres, que muestran sus deseos y luego dicen sentirse confundidos, o lo que es más común, no dicen nada más. No hablan, dejan de interactuar produciendo una incertidumbre y un desconcierto que hace necesario poner palabras para lo que no se comprende: el derrotero que transita el varón en su relación con el deseo. La queja en los encuentros entre amigas es un signo de época, un elemento narrativo que se puebla de material de lectura, de análisis, de productos culturales populares. Girls, versión feminista de Sex and the City, creada por Lena Dunhan en el año 2012, le puso voz a una generación que empezó a hablar de estos tormentos.

 

Nombrar en el intento de asir la desorientación

En Fragmentos de un discurso amoroso, un texto emblemático del año 1977, Roland Barthes examina la experiencia subjetiva de la historia de amor, define a la aventura amorosa como “el tributo que el enamorado debe pagar al mundo para reconciliarse con él” y agrega que “nace, crece, hace sufrir y pasa”. El texto que sigue siendo citado por académicos y aclamado por lectores motivó la burla de sus colegas en aquellos tiempos, por tratar temas “menores” para la semiótica. Si bien en los años ’70 no existía el WhatsApp como vehículo que configura el ghosting, por excelencia, Barthes dedica muchas de sus “figuras” (retazos del discurso amoroso) al estado al que llega el amante cuando no es correspondido. Escribe sobre el tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado frente a la posibilidad de pequeños retrasos (llamadas telefónicas, cartas, atenciones recíprocas), lo hace en el capítulo que titula “La espera”. Además, asegura que la pérdida del objeto amado provoca todos los efectos de un pequeño duelo. “Fading” es otro capítulo o figura en la que el autor disecciona el extrañamiento que puede producir la falta de respuesta en un intercambio amoroso; define fading como la prueba dolorosa por la cual el ser amado parece retirarse de todo contacto: “Las voces van, vienen, se eclipsan, se superponen; si la voz se pierde, toda la imagen se desvanece”. Cuando se produce “el fading del otro, la angustia parece sin causa y sin término. Como un espejismo triste el otro se aleja, se transporta al infinito y yo me consumo esperándolo”.

¿Desde cuándo los hombres aparecen tan erráticos en el camino del deseo? ¿Cuánto de la avanzada feminista influye en la dificultad que les surge a los hombres al tratar con las mujeres? ¿Es un fenómeno siglo XXI o antes pasaba desapercibida la desidia masculina?

Muy atrás en el tiempo, Soren Kierkegaard, filósofo danés (1813-1855) escribe en 1845 el Diario de un seductor, en el que analiza el arte de la seducción (masculina). Trasmite con tanta exactitud la estrategia de seducción que el tratado convirtió al protagonista en un personaje mítico. Juan teje las estrategias necesarias para que las mujeres se enamoren de él, posteriormente las abandonará para ir en busca de una nueva aventura, un nuevo mar en el que surfear la ola de la conquista. Cordelia es el sujeto amoroso que Juan busca captar. “Lo primero es conducirla a la situación de abandonarse por entero al ser amado… cuanto más tense el arco del amor, más profunda será la herida”. Una vez que es abandonada, Cordelia escribe varias cartas que él devuelve sin abrir. Sin encontrar un compañero para seguir jugando el juego del amor, Cordelia queda subyugada por su propio rumiar: “No sé, Juan, si tu verdadero espíritu puede tener tan cruel indiferencia”, le escribe desconsolada. “Es una especie de baile de dos, pero bailado por uno solo”, escribe el seductor en su diario, frase que viene a pintar por medio de una metáfora lo que se juega después de un encuentro entre varón y mujer. Un juego que comienza de a dos, pero termina jugándose en un tablero sin dados. Los dados se los lleva el que ghostea. El baile queda incompleto. Claro que este arquetipo descripto por Kierkegaard en 1845 no refleja al varón de este siglo, más confundido que seguro, más perdido en su propia ansiedad que diseñador de estrategias. El varón de este tiempo no sabe o no puede relacionarse, en principio lo que aparece es una dificultad de hacerle lugar al deseo. ¿Dónde lo pongo? ¿Cómo acomodo esta ansiedad? Luego de identificarlo, un poco a ciegas, no puede, no sabe o no quiere sostenerlo y, en el momento en que éste se apaga, no sabe, no puede o no quiere manifestarlo.

Una nota del New York Times del 24 de julio último, titulada El problema de desear a los hombres y escrita por Jean Garnett, puso en carpeta otro término que ya empieza a circular para hablar de la decepción y el desgaste que produce en las mujeres vincularse con varones: el heteropesimismo, término que definió Asa Seresi en 2019 en una columna para The New Inquiry.

En aquel momento, la experta en temas de género y sexualidades definió este nuevo estado como las “desafiliaciones performativas en la heterosexualidad expresadas normalmente en forma de arrepentimiento, vergüenza o desesperanza sobre la experiencia heterosexual”. El heteropesimismo suele centrarse en los hombres como raíz del problema. En la nota del New York Times, Garnett retoma palabras de las memorias de Vivian Gornick, Apegos feroces, en la que describe la angustia de su amiga al ser ignorada por un amante: “Lo que no asumo –escribe– es que nos haya hecho volver a caer en la crueldad de la desfasada dinámica hombre-mujer, convirtiéndome en una mujer que espera una llamada que nunca llega y a él en un hombre que debe evitar a la mujer que espera”. La revista chilena The Clinic definió al heteropesimismo o heterofatalismo como el agotamiento que sienten las mujeres que buscan relacionarse en un escenario marcado por el ghosting, las expectativas desacopladas y los desencuentros en la comunicación. La nota, escrita por Isabel Plant, habla de las mujeres desesperanzadas ante el romance del siglo XXI, cuenta que, en enero pasado, el sitio Buzzfeed publicó un compendio de los chats viralizados que ejemplificaban la pesadilla de los intercambios virtuales, los comportamientos que sucumben después del coqueteo de la primera cita. Como resultado de este padecimiento siglo XXI, cada vez hay más mujeres que prefieren estar solas antes que con hombres que no las satisfacen. El tributo que están pagando las enamoradas, las sujetas deseantes, resulta cada día más alto. No alcanza con el consenso logrado sobre que a las mujeres no se las mata ni se las viola, no alcanza con el amplio reconocimiento de que las tareas domésticas son trabajo no remunerado. No alcanza con el acuerdo de que el cuerpo de las mujeres solo nos pertenece a nosotras. Las grandes demandas de los movimientos feministas que se han visibilizado en este siglo han logrado conquistas, por lo menos en la consideración y reconocimiento de estas demandas, pero sigue habiendo micro comportamientos que a través de las nuevas modalidades de relacionarse con el mundo repiten esquemas que reproducen comportamientos culturales ancestrales. Se siguen perpetuando conductas. ¿Será que subyace en los cimientos de la socialización el mandato “los hombres no lloran” y en el acto de moderar esta emoción también aprenden a moderar el deseo? No es por el avance de las mujeres, no es por el feminismo, no es que las mujeres son inaccesibles; no pueden explicarse los desencuentros en las relaciones donde media el deseo, no puede entenderse la fallida comunicación debido a logros sociales que redundan en un bienestar de todos y todas. ¿Será porque los varones no conversan lo suficiente? Cuando puedan conversar se acomoda todo, decía un meme en las redes sociales.

 

 

 

* Valeria Berman es licenciada en periodismo, especializada en Comunicación y Género por el Instituto Internacional de periodismo José Martí, La Habana, Cuba. Integrante de Rivpg (Red Internacional de periodistas con visión de género).

 

 

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí