El Mundial que vino del frío

Arranque desabrido, para la competencia y para Argentina. ¿Nos salvará el fútbol?

España dejó caer como la pimienta sobre un plato desabrido, la discusión y el primer asombro del Mundial. Hasta ahora se trataba de caminar, confluir en la Plaza Roja convertida en el ombligo de la fantástica ciudad. Cantar de a ratos con hinchas de cualquier país. Arrastrar los pies por las inmensas avenidas. Anudar banderas en un gesto que los hace sentir más grandes, más universales. Sin embargo no pasaba nada, para los hinchas y sobre todo para los periodistas. Pero España echó a su técnico y ese mismo día se supo que el 2026 tendrá la triple sede de EEUU, México y Canadá. Entonces ese dato corrió entre las hortensias fucsias, blancas y violetas del Parque de Alejandro, gambeteó al Kremlin y se metió en las tertulias del Hotel Metropol y en el Bar del Four Seasons, pegado al palacio donde se hizo fuerte Lenin. El día pareció salvarse. Un sol tibio se asoció en la grandilocuente capital de orgullo imperial, cerrando los paraguas de las lluvias aisladas pero recurrentes de la semana. Por cierto la contrariedad de los españoles les atañe a  ellos, pero estaba tan tediosa la espera que no hubo quien quisiera permanecer afuera de la discusión, salvo los rusos. Ellos miran, recelan, sonríen menos que el Papa a Macri y se refugian en el olímpico desconocimiento de otros idiomas y la imposibilidad de los visitantes de abordar el de ellos. Ese mínimo dato —un técnico que pierde su puesto, una anécdota perdida entre miles de recuerdos de los mundiales—, vino a salvar el día previo al comienzo de la competencia. Decir esto y que el lector presuma que nada de interés ha sucedido aun sería un éxito para quien escribe.

El anuncio de un mundial en tres países, ese disparate marketinero propio de quienes venden fútbol como les daría igual el petróleo o la soja, quizás merezca una consideración a cuenta de lo que se hablará en el futuro. Dos países sin pasión futbolera designados porque seguramente el negocio  puede ser redituable, pondrán grandes estadios, infraestructura, tecnología de asombro y tribunas sin pueblo, sin alma de futbol. Dejémoslo por ahora, falta bastante para eso.

Y desde el mediodía argentino estarán  jugando Rusia y Arabia Saudita, perfectamente ubicable entre los asuntos que menos le han importado al hincha de esta comarca. Y luego la FIFA ha programado como siempre una competencia modestísima de series de dos buenos y dos malos, con alguna pequeña sorpresa posible. Todos debutarán y moverán el interés de sus países. El Mundial verdadero luego tarda como veinte días en ponerse en marcha. Será cuando queden 16 de los cuales no menos de diez serán buenos equipos. Los grandes como Argentina tienen una franquicia que no se puede desaprovechar y luego es a suerte y verdad. Más animado, eso sí.

La Argentina está por debajo de lo que ha sido, pero no es la del partido con España. El asunto terminó siendo peor para ellos que para los albicelestes. Allí mismo el equipo de la España-España, el Real Madrid,
decidió tras el seis a uno que el día que se fuera Zidane, ese técnico de la selección sería su hombre. Y se lo robó, nomás.

Los muchachos de Sampaoli capearon del temporal de una mentira que el Grupo Clarín saco a relucir porque le parece que el técnico es de otro palo político, si es que el grupo tiene uno. Y le metió acoso sexual, algo más grave que perder España por el fichaje del Madrid. El infundio no prosperó, pasó como un tornado que dobla antes de llegar a la ciudad, y la vida siguió igual.

Ahora esperan el debut con Islandia, algo que no tiene sentido, que no resiste análisis. No hay rival allí, y si esto fuese desmentido, habrá que preocuparse en serio. No obstante, hay que crear expectativa, jugar a que el partido puede tener complicaciones, analizar la formación y polemizar.

Un mundial más está en marcha. Las horas invertidas estos días frente a los canales para desmenuzar la infamia contra Sampaoli, saber si juegan Mercado o Salvio y apostar a Messi, puede que se justifiquen. Quizás el juego nos salve.

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