El mundo según Garegnani

Cálculo diferencial y reglas lógicas en la astronomía y las ciencias sociales

 

No había pensado en esto hasta que almorcé hoy con Anwar Shaikh. Conozco personalmente a Anwar desde hace al menos diez años. Pero recién hoy me di cuenta de que estaba conociendo a un héroe de mis primeros años de vida intelectual, aunque la diferencia de edad entre Anwar y yo no es tan grande. Pero él era mi héroe mientras yo no era nadie.

A principios de los años ‘80, gracias a mi mentor Branko Horvat, teníamos un muy buen grupo de economistas neo-ricardianos en Belgrado que solían reunirse aproximadamente una vez al mes, presentar artículos y discutirlos. Se trataba de un grupo pan-yugoslavo con reuniones alternadas entre Belgrado, Zagreb y Ljubljana. Fue cuidadosamente organizado, con presentaciones, disertantes y comentaristas asignados. Todo fue muy amigable, colegiado y no competitivo. Discutíamos y discrepábamos y luego íbamos a un buen restaurante. La literatura que estudiamos era enteramente marxista y sraffiana. Leíamos a muchos escritores neo-ricardianos / neo-marxistas pero entre todos ellos, por alguna razón (quizás debido a la claridad de su escritura), me gustaba más Anwar Shaikh. Esto es lo que recordé hoy.

El miembro más inteligente de nuestro pequeño grupo de neo-ricardianos, tiempo después se suicidó. Recuerdo juntarme mano a mano con él en cenas que duraban horas. Luego nos dirigíamos a su muy amplio y cómodo apartamento en el centro de Belgrado, donde me explicaba detalladamente por qué la ecuación (6) de (Pierangelo) Garegnani en su artículo de 1972 estaba equivocada; cuán matemáticamente no tenía sentido. Tomaba una hoja de papel y escribía la derivación correcta. No era un farsante. Sabía muy bien las matemáticas, pero no sabía redactar rápido y con facilidad. Le llevaba meses –e incluso años– escribir un par de páginas. Al discutir un solo borrador de su artículo, debimos pasar cinco o seis cenas, beber diez botellas de vino y reunirnos en intervalos de uno o dos meses, donde cada vez me enteraba de que había avanzado un párrafo en su trascendental paper sraffiano. Creo que finalmente, tal vez diez años después, se publicaron un par de sus papers. Pero dan sólo un pálido reflejo de la brillantez del hombre.

Los neo-ricardianos en Serbia existían en un mundo que no tenía relación con nada que los rodeara. Ellos discutían las relaciones de producción capitalistas, mientras que nosotros teníamos las socialistas. Se centraban en la relación π / w (π: ganancias / w: salarios), mientras que las ganancias eran una categoría innombrable. Hablaban de negociación salarial mientras el Estado decidía los salarios. Así que el suyo era el mundo de las ecuaciones, el cálculo diferencial y las reglas lógicas que bien podría haber sido el mundo de la astronomía como el mundo de una ciencia social.

Un 1º de mayo (es decir, accidentalmente, en día festivo) almorcé con varios amigos, y después de terminar el almuerzo salí en busca de un taxi para regresar a casa. Estaba lloviendo. Me encontré con una de mis profesoras socialistas, y en este caso neo-keynesiana. Ella también estaba buscando un taxi. En aquellos tiempos en Belgrado había dos empresas de taxis: una privada y otra estatal. Encontramos un coche de una empresa de taxis privados. Pero ella se negó a subir. Quería ser llevada por un vehículo de la empresa estatal y un trabajador que no fuera ni pequeño-burgués ni asalariado. El problema fue que no pudimos encontrar uno así. Finalmente apareció un taxi estatal pero el conductor no quiso parar y llevarnos (lo más probable es que se iba a su casa a descansar). Sin embargo, mi profesora golpeó el techo de su coche con su paraguas y el taxi se detuvo.

Entonces los dos compartimos el viaje e insistí en que debía pagar. Ella no sólo se negó, sino que pronunció la frase que he repetido varias veces desde entonces: “Nunca dejaré que mi estudiante pague por mí”.

Durante el viaje me dijo que estaba terminando el libro que demostraba formalmente la superioridad del modo de producción socialista y el próximo fin del capitalismo. Pensé que era extraño que tuviéramos que golpear al taxista socialista con un paraguas para que nos llevara a casa, pero no dije nada.

Al igual que los economistas neoclásicos de Occidente que vivían en su propio mundo inventado, nosotros vivíamos en el nuestro. Con ecuaciones correctas y golpeando a los taxistas para que nos lleven.

 

 

 

* Publicado originalmente en el blog del autor.

 

 

 

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