Centrados en atender la curiosidad pública por conocer cómo llegó María Corina Machado a Oslo para recibir su premio, poco se ha informado sobre las controversias generadas por su designación como Nobel de la Paz. El día anterior a la entrega, el Consejo Noruego de la Paz —un grupo de 19 organizaciones que promueven el desarme y la resolución de conflictos— se negó a celebrar su tradicional procesión de antorchas en honor de la galardonada, alegando que Machado no se ciñe a sus “valores fundamentales”.
Machado le había dedicado en octubre el Nobel al Presidente Trump, bajo cuyo mandato han sido asesinadas 87 personas en ataques contra sus embarcaciones en el Caribe, incluidos sobrevivientes que fueron rematados. Para muchos organismos internacionales, esto equivale a crímenes de guerra. Además, Machado apoya el uso de la fuerza militar para derrocar al gobierno de Maduro. Consultada en Oslo sobre una eventual invasión militar de Estados Unidos a su país, dijo que Venezuela ya estaba invadida por China, Rusia, Irán y Cuba, además de por organizaciones terroristas como Hamás y Hezbollah que, señaló, operan libremente a pesar de que no hay evidencia verificada de que realicen operaciones en Venezuela.
Los cuatro gobiernos mencionados por María Corina ocuparon el espacio que dejó abierto Estados Unidos con las innumerables sanciones que le aplicó a su país. Esto lo llevó a la ruina y generó, deliberadamente, un éxodo de su población, que sirvió para armar el relato de la huida de la dictadura y de la ineficiente gestión del gobierno venezolano. Ninguno de ellos desplegó buques de guerra, portaaviones nucleares ni decretó el cierre del espacio aéreo de su país. No se robaron aviones, reservas de oro, ni un barco cargado de petróleo. Tampoco amenazaron con incursiones militares por la vía terrestre, ni mucho menos, arrebataron la vida a ciudadanos venezolanos, colombianos y trinitarios al bombardear sus lanchas. Estas acciones perpetradas por militares estadounidenses en el Caribe dieron lugar a la renuncia del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, quien discrepaba del secretario de Guerra, Pete Hegseth, respecto de la legalidad de dichos ataques. Esta fue anunciada en octubre y se hizo efectiva el viernes.
Democracia, divino tesoro
El Comité Nobel noruego, con sede en Oslo, anunció en octubre que María Corina había sido seleccionada “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Parece que el Comité no revisó todos los antecedentes. En 2002 participó en el golpe contra Chávez y meses después fundó la ONG SÚMATE financiada por entidades estadounidenses como la National Endowment for Democracy, la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y el National Democratic Institute, desde donde impulsó el paro petrolero (diciembre de 2002 a febrero de 2023), en un intento más de asfixiar la economía. En 2004 estuvo al frente de la recolección de firmas para lograr un referéndum revocatorio en su contra, que Chávez ganó con el 59% de los votos, proceso auditado por el Centro Carter, que lo calificó de impecable; en 2005 se reunió con el Presidente George W. Bush y solicitó apoyo para acabar con el gobierno de su país; y en 2014, siendo diputada electa, se presentó ante una Asamblea de la OEA, en Panamá, con el cargo de “embajadora alterna”, para exigir que se endureciera la oposición al gobierno venezolano. Aquella vez fue destituida como diputada y se ganó su primera inhabilitación para ocupar cargos públicos, por un año.
María Corina estuvo implicada en la entrega a manos extranjeras de activos como CITGO y Monómeros, filiales de la petrolera estatal PdVSA y el bloqueo de 31 toneladas de oro en el Banco de Inglaterra. Un estudio reciente de la encuestadora Datanálisis reveló que su rol como dirigente opositora es rechazado por el 64,6% de los venezolanos. La mayoría, al igual que en Estados Unidos, rechaza las amenazas de una invasión y ello explicaría las importantes marchas de la ciudadanía convocadas por Maduro. Sindicatos, estudiantes y empresarios, igual que la generación Z, no apoyan una intervención. La gran mayoría aspira a vivir en paz.
La Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se ha abstenido de comentar el otorgamiento del Nobel de la Paz a Machado y ha reafirmado su posición de “no intervención” y “autodeterminación de los pueblos”, así como de “utilizar el diálogo para poder resolver cualquier conflicto”. Cuando este fue anunciado en octubre, Sheinbaum tuvo la misma posición.
Gustavo Petro dijo que la posición de Machado era propia de alguien despreciable y que cualquier persona que invita a invadir su propio país es un traidor. Además, pidió explicaciones por una carta enviada en 2018 al Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y al entonces Presidente de la Argentina, Mauricio Macri, solicitándoles ayuda para restaurar la democracia en Venezuela. Al respecto, dijo no entender “por qué usted solicita ayuda a un criminal contra la humanidad, con orden de captura internacional, para llevarle democracia a Venezuela”.
Preparando el terreno
El Presidente Trump ha dicho que Maduro tiene los días contados, lo que ha sido corroborado por María Corina al decir que “la transición es irreversible”, pues ha quedado muy claro que el conflicto venezolano es absolutamente prioritario en materia de seguridad nacional de los Estados Unidos y en materia de seguridad hemisférica”. Según la CNN, la administración Trump estaría trabajando en “planes para el día después” que dependen de si Maduro se va voluntariamente, como parte de una salida negociada, o se ve obligado a irse después de ataques estadounidenses a objetivos dentro de Venezuela.
Si bien Trump ha amenazado repetidamente con una escalada militar, que incluye ataques terrestres, todo parecería indicar que la opción elegida es ahogar a la economía venezolana a niveles jamás vistos: cerrar el espacio aéreo, robar buques cargados de petróleo, intervenir los activos del gobierno con miras a hambrear a la población. Paralelamente, declararían a Edmundo González Urrutia como Presidente legítimo en el exilio (una suerte de Juan Guaidó 2) y a María Corina con un cargo que le permita ser la que realmente manda. De hecho, Machado ha contado en Oslo que González Urrutia le ha pedido ser la Vicepresidenta del país, toda vez que en Venezuela ese cargo es designado por el Presidente. Machado dice tener la confianza de que la inmensa mayoría de las fuerzas armadas y de las policías venezolanas, en el instante que inicie la transición, acatarán órdenes, lineamientos, instrucciones de los superiores que serán designados por la autoridad civil debidamente electa por los venezolanos.
Probablemente instarían a algunos gobiernos a apoyar a González y a Machado mediante la conformación de algo parecido al Grupo de Lima, pero a nivel internacional, mientras instrumentan un bloqueo total a la espera de una reacción interna, como el quiebre de la unidad de las fuerzas armadas o revueltas populares contra Maduro. La presión militar se agudizaría e inclusive podría haber alguna provocación desde Guyana o Trinidad.
La semana pasada Estados Unidos ordenó el cierre del espacio aéreo, violentando los acuerdos de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), organización que ha rechazado la medida. Este miércoles, el mismo día que se hacía entrega del Nobel de la Paz, militares estadounidenses capturaron un enorme buque petrolero en aguas próximas a Venezuela e impusieron sanciones a otros seis buques que exportan petróleo venezolano. Consultado sobre qué haría con el petróleo, Trump dijo que se quedaría con él. La Asociación Americana de Juristas (AAJ) repudió la incautación ilegal del buque petrolero venezolano por parte de Estados Unidos y la calificó de un acto de agresión que viola los principios soberanos y la Carta de las Naciones Unidas. Además, instó a la comunidad internacional a exigir el cese de agresiones y que se libere la tripulación, actualmente detenida, así como la restitución del buque.
El gobierno venezolano dijo en un comunicado que “han quedado finalmente al descubierto las verdaderas razones de la agresión prolongada contra Venezuela. No es la migración. No es el narcotráfico. No es la democracia. No son los derechos humanos. Siempre se trató de nuestras riquezas naturales, de nuestro petróleo, de nuestra energía, de los recursos que pertenecen exclusivamente al pueblo venezolano”. En efecto, la escalada de las agresiones de Estados Unidos contra Venezuela constituye una provocación que busca excusas para una invasión y la apropiación de sus recursos.
Después del robo del barco se supo que el Presidente Lula había hablado por teléfono con Maduro. La conversación, la primera entre ambos desde las elecciones venezolanas del año pasado, buscaba restablecer puentes con el gobierno. Lula le dijo a Trump el 2 de diciembre que una operación militar estadounidense para derrocar a Maduro tendría consecuencias negativas para la región, como el aumento del flujo de refugiados y el fortalecimiento de grupos criminales. El Presidente brasileño defendió la vía diplomática y afirmó creer "más en el poder de la palabra que en el poder de las armas".
En medio de la escalada de tensiones, también el Presidente ruso, Vladimir Putin, habló con Maduro, a quien le expresó su solidaridad con el pueblo venezolano y reafirmó su apoyo al rumbo de su gobierno, "destinado a defender los intereses nacionales y la soberanía en condiciones de creciente presión exterior”.
El viernes, China rechazó las sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos en contra de seis buques petroleros en el Caribe, remarcando que no tienen ninguna base en el derecho internacional y tampoco están autorizadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Las medidas punitivas han sido decretadas contra seis compañías navieras que transportan crudo venezolano, lo que dificulta aún más a la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), acosada desde 2019 durante la primera administración de Trump. El gobierno ha interpuesto una demanda formal ante la Organización Marítima Internacional (OMI).
Calladitos
Las acciones de Estados Unidos contra Venezuela se enmarcan dentro de la Estrategia Nacional de Seguridad Nacional del país del norte, que establece el retorno a una política imperial para nuestra región que incluye la presencia militar, con el fin de garantizar el acceso libre y exclusivo de sus recursos naturales. El jueves, por ejemplo, el Presidente Petro dijo que la verdadera razón detrás de las hostilidades de Washington en el Caribe y el Pacífico con su inédito despliegue militar tiene que ver con el acceso al petróleo de Venezuela. Trump le respondió que podría llevar a cabo acciones directas en su contra por haber sido bastante "hostil" con Estados Unidos, a lo que agregó que esperaba que lo escuchara, pues él será el siguiente si no entra en razón.
Las amenazas a los Presidentes de Colombia y México, la injerencia y amenazas a los gobiernos de Brasil y Colombia por los procesos judiciales a Jair Bolsonaro y Álvaro Uribe, la injerencia en las elecciones legislativas de medio término en la Argentina y en las presidenciales de Honduras, que incluyeron el indulto del narco ex Presidente Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de cárcel por un tribunal de Nueva York, así como la reciente denuncia del Presidente Petro de que Estados Unidos pretende interferir en los próximos comicios presidenciales de su país, no son más que el retorno agravado del ejercicio de una política imperial de Estados Unidos en la región.
Al Presidente Trump no le interesan la democracia, los derechos humanos ni el narcotráfico, salvo como escudos para intervenir en países cuyos gobiernos intentan un ejercicio soberano del poder. Este es un proceso que recién se inicia y solo estarán exentos de presiones los gobiernos obsecuentes como el de Javier Milei, José Raúl Mulino de Panamá, Daniel Noboa de Ecuador y Santiago Peña de Paraguay, todos ellos presentes en Oslo para aplaudir a María Corina Machado. Al grupo probablemente se agregará Chile, donde hoy tienen lugar las elecciones presidenciales entre la candidata izquierdista, Jeannette Jara, y el favorito José Antonio Kast, de la extrema derecha. Cabe destacar que el ex Presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, no fue invitado a la celebración.
Mientras tanto, los gobiernos observan en silencio, sin ser conscientes de que esto recién empieza y que las políticas de Trump podrían llevar al fin de las estructuras multilaterales y al desmantelamiento de la coexistencia pacífica. Es inadmisible que el premio Nobel de la Paz se haya otorgado a María Corina Machado, que respalda invasiones militares y fomenta la asfixia económica de un país, con el consiguiente sufrimiento de su población. Al menos, el premio tendría que cambiar de nombre.
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