EL PAYRÓ SE REINVENTA

El teatro Payró ofrece alternativas para transitar la pandemia

 

Una historia de resistencia y compromiso

A lo largo de 67 años de vida, el Payró se constituyó como ineludible referente de nuestra historia teatral. Reconocido por sus producciones comprometidas con el entorno político y social, albergó en su recorrido numerosos hitos, entre los que sobresalen ciclos de música popular, en los que participaron creadores como Mercedes Sosa, Víctor Heredia y Víctor Jara y puestas teatrales de autores consagrados como Eduardo Pavlovsky, Agustín Cuzzani, Roberto Arlt, Eduardo Rovner y Javier Daulte. Testigo y protagonista de los momentos más oscuros de nuestra patria e incluso destinatario de distintos atentados, no solamente ha sobrevivido, sino que continúa vitalizando la escena teatral contemporánea. 

 

Una apuesta que no se detiene

Fiel a un historial caracterizado por la superación de distintos desafíos a lo largo de tantas décadas de actividad, originariamente de la mano de Jaime Kogan  y actualmente de su hijo Diego Kogan, a cargo de la gestión como director artístico y presidente de la Cooperativa de Trabajo Los Independientes (también integrada por su hermana Luchy Kogan), el Payró inaugura el Ciclo de obras teatrales online y anuncia el lanzamiento de la Payroteca.

Se trata de una apuesta a la continuidad, a la permanencia del contacto con el público, en medio de un momento difícil en que los teatristas manifiestan su preocupación por la supervivencia del sector.  

El ciclo comienza con uno de los hitos más significativos de la sala, Marathon de Ricardo Monti, dirigida por Jaime Kogan en el año 1980, disponible desde el 26 de junio hasta el domingo 28 de junio a la medianoche. De esta misma inolvidable dupla podrán verse también Visita, del 24 al 26 de julio y La oscuridad de la razón, del 28 al 30 de agosto.

La modalidad es a la gorra virtual, a través del sitio Alternativa Teatral, a total beneficio de la Obra Social de Actores.

De este modo se da inicio a la puesta en marcha del proyecto Payroteca, que según definen sus creadores “es el archivo de documentos, sonidos e imágenes del Teatro Payró, que busca conservar la memoria cultural de un período central de la historia del teatro independiente y convertirse en una fuente valiosa para la investigación teatral, tanto para historiadores, como para periodistas, estudiantes y productores. Además del registro audiovisual documental de las obras, el acervo está constituido por documentos escritos, cuadernos de trabajo, diarios de dirección, bocetos, gráficos y dibujos, material periodístico (reportajes, notas, críticas de obras), fotografías, registros sonoros, registros de video, afiches, catálogos, materiales de investigación… y hasta pequeños objetos (utilería de obras, recuerdos personales, etcétera)” .

 

Primer afiche de Marathon.

 

 

 

La historia continúa

En ocasión de estos anuncios conversamos con Diego Kogan, quien tiene a su cargo la gestión artística de la sala en la actualidad. 

—¿Cuáles son los primeros recuerdos de los hermanos Kogan en el Payró?

—Nuestros viejos y sus compañeros tomaron las riendas del Payró a fines del año 1967. Yo tenía tres años, Luchy no había nacido. Los recuerdos de la infancia están teñidos por la presencia de ese teatro. Es un asunto casi inextricable. Íbamos mucho. Jugábamos, como hacen los niños, donde fuese. En nuestro caso en los pasillos, las escaleras, los camarines, la boletería, la cabina, la platea, con los vestuarios, las pelucas, la utilería. Y en el escenario. Nos prendían un par de tachos y era magia. De una topografía que ya no existe, no sólo porque el recuerdo tiene otras reglas sino porque el Payró fue reformado por completo en su momento, en el año 1992. Los paseos incluían visitas a las jugueterías de las viejas Galerías Pacífico y a veces a Harrod's; al bar de los gallegos de la esquina. Íbamos en colectivo, volvíamos en taxi, casi nunca tuvimos auto. Y las personas. El recuerdo de tanta pero tanta gente que habitó ese lugar. Es una bendición seguir en contacto con muchísimos de ellos y ellas. Otros muchos ya no están. Esas familias que suelen armarse en los trabajos, al menos en los teatros, y que, con idas y vueltas, siguen vivas. ¡Si se nos ocurriera hacer una asociación de amigos del Payró, no nos faltarían adherentes!

—Luego de una etapa de alejamiento, volvieron hace poco a la gestión de la sala. ¿Qué los impulsó a una y otra decisión?

—En el año 2012 empezamos a sentir la necesidad de otras búsquedas, profesionales y personales. Cuestiones personales, de salud en mi caso, nos llevaron a aquella decisión de dejar la tarea de dirección de la sala en otras manos, por un tiempo. Pero siempre dentro de la Cooperativa de Trabajo Teatro de Los Independientes, fundada con la sala en 1952 con la conducción de Onofre Lovero. Se incorporaron Rubén Schumacher y sus socios de El Kafka y acordamos un plazo de prueba, que se prorroga y se prolonga en cuatro años y medio, y entonces son ellos quienes necesitan tomarse un descanso. Pero en verdad, siguen ligados a la Cooperativa o al teatro. La vuelta fue hace menos de un año, en circunstancias inciertas (gobernaba Macri, bah), pero con mucha alegría y empuje. Estábamos renovados y felices. El del 2019 fue un semestre magnífico, lleno de actividad en la sala. Terminamos el año en plenitud, llenos de proyectos. Y ahora…

—¿Cómo pensás que se reinventa el teatro en pandemia y cuáles serían los próximos desafíos?

—Creo que el teatro se reinventa o intenta reinventarse siempre. No necesariamente ahora. Y creo también que volverá tal como lo conocemos y disfrutamos hoy en su aspecto de encuentro y acontecimiento, porque es así desde siempre. Y ha pasado por peores situaciones. Habrá que esperar meses, tal vez un poco más, no sabemos, pero volverá. Mientras tanto es otra cosa. Porque existe el deseo, pero también la necesidad. O las necesidades. Y me preocupan las necesidades básicas de mucha gente que, mal o bien, vivimos del teatro. El desafío es pelear con mucha fuerza para pasar este momento tan difícil. Que no quede nadie en el camino. Pero ya hay salas que cerraron definitivamente sus puertas. 

Nosotros encontramos en el desarrollo de la Payroteca un modo de enfrentar el contexto, de seguir en contacto con el teatro y nuestro público. 

 

 

—¿Qué expectativas tienen a futuro, tomando en cuenta las dificultades económicas generales y en particular del sector cultural?

—El futuro es muy preocupante, más que el presente. Por lo que ya dije: que quedan espacios y personas en el camino. Y la post-pandemia habrá que transitarla también con mucha unidad para que, desde los organismos que por ley nos amparan, lo hagan. Remontar este parate va a ser escarpadísimo, solos no vamos a poder. Nos tienen que ayudar más que antes. Esta circunstancia dejó al descubierto la informalidad y precarización del sector cultural en general y teatral en particular, de las instituciones y de los trabajadores.

—¿El Payró es parte de los programas de asistencia prometidos e incumplidos por parte del gobierno de CABA? 

—Sí. Y son los subsidios de funcionamiento ordinarios comprometidos por ley, más un plus. Y estamos a mediados del año de la pandemia y la cuarentena, y no se han articulado los mecanismos para que todos cobremos en tiempo y forma. Hay salas que deben pagar alquileres, servicios, ¡hay gente que trabaja en nuestros espacios! Nosotros mismos, que los llevamos adelante con mucho esfuerzo y amor. Lo nuestro no es un pasatiempo.

—¿En qué consisten la Payroteca y el próximo ciclo de teatro a la gorra virtual que están presentando?

—La Payroteca es como hemos dado en llamar ni más ni menos que al archivo histórico del Payró. Cajas y cajas de material de todo tipo, desde programas, fotos, prensa escrita, sonidos, videos, hasta objetos y memorabilia. Es un proyecto a largo plazo, muy ambicioso, de hecho está pensado como parte del 70º aniversario de la sala en 2022. Pero aprovechando las condiciones en que nos encontramos, hemos puesto nuestras energías creativas en esto y decidimos compartir una partecita del material audiovisual. Elegimos tres espectáculos de la dupla Monti-Kogan porque hace exactamente cuarenta años, también en circunstancias difíciles, se estrenaba un hito: Marathon, una obra que se grabó y editó en el año 1981 y así tal cual la vamos a mostrar. Ya habrá tiempo más adelante, cuando se pueda, de mejorar aspectos técnicos. 

—La elección de Ricardo Monti y de Marathon, muestra la vigencia de una problemática social y política aún no resuelta, en relación con la manipulación del ciudadano por parte del quienes detentan el poder.

—Creemos que tiene un valor agregado. Y es realmente una curiosidad. Una muy impactante. Una obra magnífica de Ricardo. Las palabras del animador a esos, estos seres desesperados, todavía nos interpelan. Luego vamos a retroceder a 1977-1978 para a fin de julio revisitar Visita, y a fines de agosto vamos a saltar al 1993-94 con La oscuridad de la razón. En ellas, además, hay nombres de fundamentales de actores, actrices, escenógrafos, vestuaristas, músicos, asistentes, que se repiten: esto habla del valor que se le dio al trabajo en equipo. Eso era el Equipo Teatro Payró. Esta trilogía es una suerte de presentación de lujo de la Payroteca.

 

Balas en el frente, balas en la sala, pastillas de gamexane, más balas, bomba de la Triple A, prohibiciones, amenazas, amenazas de desalojo, planes económicos, intentos de usurpación… Son demasiados, no importa detenerse más. Somos resistentes.

 

—¿Qué nos podés contar sobre la dupla creativa Ricardo Monti-Jaime Kogan y su forma de trabajar las puestas? 

—Tengo unos cuantos privilegios en mi laburo en teatro. Uno es haber sido asistente de dos obras de esa dupla: La oscuridad y Rayuela, la versión que escribió Ricardo de la novela de Cortázar. Participé entonces como testigo en muchísimas charlas entre ambos. Había una profundidad de conocimiento del mundo de uno por el otro, que era muy nutritivo comprobar el nivel al que puede (debe) llegar el diálogo entre los creadores de teatro. En esas dos experiencias la presencia de Ricardo en el trabajo era muy asidua. Y hablaban mucho por teléfono, también. Y tomaban cafés. Ambos eran seres muy sensibles y su relación era entrañable. Tuvieron sus chispazos y desencuentros, pero se reencontraban. Hicieron juntos, ellos y el Equipo Teatro Payró, cinco espectáculos: Historia tendenciosa…, Visita, Marathón, La oscuridad…, Rayuela; además de la versión operística de Marathon en el Colón. Mi viejo se fascinaba con el mundo poético de Ricardo. Y Ricardo veía en mi padre a un intuitivo capaz de darle vida escénica a ese mundo.

 

 

Programa de la puesta de Marathon en 1981.

 

—¿Considerás que esta etapa de  soporte virtual forzada por las circunstancias podría capitalizarse hacia la incorporación de nuevos públicos e incluso posibilitar, quizá, incorporar las obras como material educativo? 

—Si se hacen cosas de calidad, seguramente. Si usamos las herramientas posibles del momento honesta y creativamente. Si no, al contrario, aburriremos y alejaremos al potencial público. El tema es que esas herramientas no están democratizadas. Y ya aparecieron los kioskitos “todo para tu streaming”. Y otra deuda de los organismos. La ciudad pide desesperadamente material para sus plataformas, pero a cambio no da nada, ni ofrece los medios para producir contenidos.

—¿Algo que quieras agregar?

—Resistamos. Cuidémonos. Cuidemos a les otres. Nos volveremos a encontrar en el teatro.

 

 

 

 

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