El Rubicón de la claudicación

Malvinas, el gobierno de Milei y la defensa nacional

"César cruzando el Rubicón", Adolphe Yvon (1875).

 

La administración Milei tiene una relación problemática con el principal objetivo de la Argentina: la recuperación de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, cuya ocupación militar por parte del Reino Unido (RU) constituye el 25% del territorio nacional [1]. Una lección realista de la política internacional es que nunca, en la historia de la humanidad, un país con una gran porción de su territorio bajo ocupación militar logró recuperar su soberanía colaborando militarmente con la potencia ocupante.

El gobierno de Milei, cuya pretensión es que la Argentina “vuelva” a ser una “potencia mundial”, tiene una política internacional hacia Malvinas definida por la colaboración militar con el Reino Unido. En 2025 se aprobaron por Decreto de Necesidad y Urgencia (292/2025) dos ejercicios combinados que incluyen a la potencia ocupante: el de operaciones especiales Estrella Austral 2025 y el multilateral Tradewinds 2025. Esto marca una diferencia con la gestión anterior, ya que, como bien menciona un alto funcionario actual del Ministerio de Defensa, en lo relativo a algunos ejercicios combinados, “las autoridades del Ministerio de Defensa de la administración Fernández decidieron no participar en los últimos años como consecuencia de no querer realizar ejercicios con la armada británica y las unidades desplegadas en las Islas Malvinas”.

En este escenario de impulso en la colaboración militar con la potencia colonial, también se pueden enmarcar acciones secundarias, como el pedido de ingreso de la Argentina como socio global de la OTAN en 2024 y su incorporación, en dicho año, al Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, donde el Reino Unido tiene un protagonismo central. Junto con la aprobación de ejercicios combinados sin el necesario aval del Congreso nacional, otro punto destacable de la administración Milei es la realización de diálogos militares entre la Argentina y el Reino Unido, que habían sido interrumpidos en el primer año de la gestión Fernández. En esta línea, en febrero de 2024, agregados de defensa de la potencia ocupante en Buenos Aires visitaron el Ministerio de Defensa y, en enero de 2025, una delegación argentina visitó Londres. La próxima reunión militar bilateral está programada para 2026 en Buenos Aires.

La deferencia y el perfil aquiescente de la Argentina también se reflejó en la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas, realizada en Mendoza en 2025, y en la Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC 2025) realizada en Buenos Aires en agosto del mismo año. En ellas, la Argentina se mostró cercana a los Estados Unidos en lo vinculado a la identificación de amenazas externas. Específicamente, en ambos foros se destacó la relevancia de las amenazas no estatales, como el terrorismo y el narcotráfico, en detrimento de aquellas amenazas estatales convencionales [2]. Este énfasis en el plegamiento a las amenazas identificadas por los Estados Unidos es problemático, dado que le otorgan atención política a actores que pueden ser abordados por el Ministerio de Seguridad nacional y aleja al Ministerio de Defensa de la amenaza central de la Argentina: el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que desde el final de la guerra de Malvinas no para de expandirse en el Atlántico Sur.

A estas acciones materiales se les incorporan maniobras británicas de poder blando que afectan a la cultura estratégica de la Argentina y limitan los horizontes de posibilidad percibidos por los militares y funcionarios argentinos, al buscar convencerlos de lo imposible. A saber, que el Reino Unido es nuestro aliado. Evidencia de esto es la participación en el festejo del Bicentenario de la relación bilateral [3], organizada por la Embajada británica en 2025, del jefe de Estado Mayor General de la Armada junto con el secretario general de la Armada. Otro ejemplo es la colaboración entre la Universidad de la Defensa Nacional argentina y el Ministerio de Defensa del Reino Unido para organizar una conferencia titulada “Modern Warfare: Perspectivas y lecciones del conflicto en Ucrania”. Esta iba a realizarse el jueves 16 de octubre en la sede de la universidad argentina en Buenos Aires, pero finalmente fue cancelada producto de la difusión de la actividad y el consecuente rechazo social.

Como explica muy bien Sergio Eissa en un reciente artículo, el sistema de creencias de los funcionarios argentinos y la disonancia cognitiva que manifiestan en los aspectos vinculados a la disputa de poder mundial y el conflicto territorial— han contribuido a la subordinación argentina frente a la potencia colonial. Dicho de otro modo, el fortalecimiento de la cooperación militar se enmarca en un lineamiento general de acercamiento al Reino Unido. La piedra angular de esta colaboración asimétrica durante la administración Milei es la firma de la Declaración Conjunta Mondino-Dammy, en septiembre de 2024. En ella se destaca la reactivación de los vuelos entre San Pablo y Puerto Argentino con una escala mensual en Córdoba y la puesta en práctica del intercambio de datos en materia pesquera, actividad que representa el 90% de los ingresos de nuestras islas y que permite que la dominación colonial británica sea autosuficiente.

Ahora bien, como fue mencionado, nunca en la historia un país recuperó territorio que estaba bajo ocupación militar colaborando militarmente con la potencia ocupante. La cuestión central radica en que la colaboración militar y la cooperación diplomática con el Reino Unido refuerzan el statu quo presente en el Atlántico Sur, que es favorable a la potencia ocupante y perjudicial para la Argentina. En consecuencia, llevar adelante esas acciones de colaboración militar implica ser funcionales a la estrategia de dominación colonial británica. Esta es, como menciona Altieri, aislar artificialmente las islas del Atlántico Sur del territorio continental argentino y construir su legitimidad en dicho escenario estratégico a partir de la cooperación militar de facto con los actores de la región. Este es el Rubicón de la claudicación: reconocer su ocupación militar de hecho en 25% de nuestro territorio y cooperar producto de la propia impotencia política.

Los pilares de esta estrategia se reflejan en la “estabilidad logística” y la “interoperabilidad incremental” construida por la potencia colonial ante la aquiescencia de la Argentina. En la práctica, esto incluye la histórica cooperación logística y doctrinaria entre la Real Armada Británica y la Armada de Chile, el rol del Reino Unido como proveedor de sistemas de armas a Brasil, especialmente aquellos vinculados al dominio marítimo, y la coordinación militar con Uruguay en materia logística. Además, los tres países sudamericanos funcionan como sostén logístico operativo británico, al ser un punto de apoyo entre Londres y Puerto Argentino, permitiendo el abastecimiento de las unidades militares británicas apostadas en nuestras islas. En definitiva, Brasil, Chile y Uruguay, al actuar de este modo, reducen los costos de la ocupación militar británica. El problema no está en nuestros vecinos, sino en la pasividad argentina, que se manifiesta en la ausencia de una política activa capaz de ofrecer incentivos —tangibles e intangibles— para que los socios sudamericanos cooperen con la Argentina y no con el Reino Unido.

En 1932, el teórico político alemán Carl Schmitt planteaba en El concepto de lo político [4] que la lógica amigo-enemigo es la distinción fundamental que define a "lo político" como esfera de la vida humana. La noción de "enemigo" no es metafórica, es existencial. Enemigo es aquel que constituye una amenaza pública a mi existencia e intereses. No necesariamente es malo, simplemente es antagónico a la posición política propia, por lo que su abordaje político es inseparable del conflicto.

El Reino Unido entiende, de forma correcta, que la Argentina es su enemigo permanente en el Atlántico Sur. Es el propio accionar militar británico en dicho escenario estratégico lo que fuerza la rivalidad o enemistad entre la Argentina y el Reino Unido. La administración Milei no quiere ver esto, pero la potencia colonial lo tiene muy en claro y actúa en consecuencia. Como destaca Anzelini, en su Strategic Defence Review 2025, el Reino Unido hace hincapié en la vigencia de los conflictos convencionales interestatales y la necesidad de prepararse para actuar en dichos escenarios. En tal sentido, en el documento estratégico remarcan su férreo interés en mantener una postura militar que defienda el statu quo vigente en las islas del Atlántico Sur y, en función de ello, su pretensión de seguir promoviendo los "diálogos estratégicos" con Brasil y Chile. Nuevamente, la estrategia británica es el aislamiento artificial de nuestras islas y la construcción de legitimidad a partir de la interacción de facto con los actores políticos con incidencia político-militar en el Atlántico Sur.

Por lo dicho, la “prudencia estratégica”, categoría utilizada por la administración Milei [5] para calificar sus vínculos militares con el Reino Unido, bajo ningún punto de vista puede incluir la colaboración militar con la potencia colonial. Tampoco puede incluir la adquisición de sistemas de armas que, como señaló en 2023 un actual alto funcionario del Ministerio de Defensa en su reporte para el think tank británico Royal United Services Institute (RUSI) [6], sean inofensivos o estén destinados a colaborar con el Reino Unido en el control del espacio aéreo en el Atlántico Sur. De nuevo, hacer esto es cruzar el Rubicón de la claudicación. Es normalizar, mediante la colaboración material de facto, su ocupación militar de nuestras islas del Atlántico Sur.

En parte, como se deduce de la nota del RUSI, esta posición subordinada al Reino Unido se explica por el objetivo argentino de suavizar y/o eliminar el veto británico a la adquisición de sistemas de armas. Dicha meta es correcta y, de hecho, compartida por gobiernos anteriores. No obstante, no puede ser lograda siendo funcionales a la estrategia británica en el Atlántico Sur y renunciando a nuestro deber asociado a reequipar nuestras Fuerzas Armadas con la intención de que recuperen capacidad de daño frente a la potencia colonial que ocupa militarmente el 25% de nuestro territorio. La “prudencia estratégica” sin capacidad de daño y/o con voluntad de colaboración militar contribuye a fortalecer el statu quo favorable al Reino Unido y perjudicial para nuestro país.

Dicho esto, es bien sabido que la Argentina tiene severos problemas estructurales, desde el final de la guerra de Malvinas, en lo referido al adiestramiento, alistamiento, sostenimiento y financiamiento de su política de defensa. Como identifica Jorge Battaglino, estos pueden ser explicados a partir del “déficit de atención” de la sociedad a los asuntos militares, lo que dificulta destinarle recursos públicos a una política cuyo financiamiento es vital para los intereses de la patria. Asimismo, como se desprende de la presente nota, esto se agudiza notablemente si consideramos, como también destaca Battaglino, que “el principal problema de defensa que tiene la Argentina es la existencia de una base militar británica en nuestras Islas Malvinas”. En relación con los intereses argentinos en el Atlántico Sur, a este enorme desafío también se le suman las complejidades geopolíticas asociadas a la preponderancia militar de los Estados Unidos, explicitada en detalle por Juan Gabriel Tokatlián, y la influencia militar británica en América del Sur y el Sur de África.

Estos son obstáculos que se le presentan a cualquier país con intereses serios, respetables y definidos de forma soberana. Cualquier estrategia nacional de largo plazo debe evaluar cómo cumplir los objetivos nacionales sin subordinarlos a los intereses, necesidades y estrategias de potencias extrarregionales. Especialmente si dichas potencias ocupan militarmente el territorio propio.

El Rubicón de la claudicación está en la aceptación de facto de la presencia militar británica y su normalización política por parte de la Argentina. La posición política que sostiene que “las Islas Malvinas son argentinas, pero dado que los británicos las ocupan militarmente y son una potencia, conviene cooperar con ellos para no quedar fuera del ‘lado correcto del mundo’” resulta inaceptable bajo cualquier punto de vista. Internalizar ese pensamiento en la cultura estratégica argentina y, en consecuencia, rutinizar el accionar del Ministerio de Defensa y de la Cancillería sobre esa base equivale a dar un paso irreversible y claudicar definitivamente. El Reino Unido ocupa por la fuerza militar una cuarta parte de nuestro territorio; por definición, eso lo convierte, como mínimo, en un rival. Las alianzas internacionales y su intensidad deben ser definidas en función del logro del interés nacional, no sacrificándolo. El mayor consenso nacional es recuperar pacíficamente, de una vez y para siempre, nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Ese es el fuego sagrado de las nuevas generaciones que entran en política.

 

 

 

[1] El porcentaje incluye todas las zonas en donde la Argentina reconoce sus derechos soberanos y derechos vinculados a la explotación económica, como la Zona Económica Exclusiva (200 millas náuticas desde la línea de base) y la Plataforma Continental (350 millas náuticas) (establecidos en su ley 23.968 y su modificatoria 27.557). Con esto en consideración, el total de km² de la Argentina es de 10.524.885. De esos km², el 4.144.810 (39%) están bajo soberanía efectiva de la Argentina, mientras que 3.778.597 (36%) están bajo la normativa del Sistema del Tratado Antártico y 2.601.477 (25%) están bajo ocupación militar y colonial del RUGBIN.
[2] Este posicionamiento político-estratégico se evidencia en la derogación del Decreto 727/06 que reglamentaba la Ley de Defensa 24.554 y su reemplazo por el Decreto 1112/2024.
[3] Cabe mencionar que el vínculo bilateral formal entre la Argentina y el Reino Unido comenzó con la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en 1825. Para aquel año, la Argentina ejercía, de forma pública y conocida por todas las potencias, soberanía efectiva sobre las Islas Malvinas. No obstante, el Reino Unido no realizó ninguna observación ni reserva en el Tratado que estableció el vínculo formal entre ambos Estados, lo que refuerza el argumento de que las Islas Malvinas son argentinas y, por lo tanto, el 3 de enero de 1833 la potencia colonial las invadió y ocupó militarmente de forma ilegal, ilegítima y colonial.
[4] Schmitt, C. (1932). Der Begriff des Politischen. Duncker & Humblot.
[5] Véase el Informe 144 de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Agosto de 2025. Páginas 685 y 928.
[6] El RUSI es un centro de estudios británico cuyo objetivo principal es fortalecer la política de defensa y seguridad del Reino Unido mediante el análisis estratégico y el asesoramiento a las autoridades gubernamentales y militares.
* Ezequiel Magnani es profesor de Relaciones Internacionales (UNSAM-UTDT-UA). Miembro de Fundación Meridiano. "Esta línea de investigación es financiada por el CONICET, organismo fundamental para incentivar, con recursos públicos, investigaciones y perspectivas que promuevan los intereses de la Argentina".

 

 

 

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