El SECRETO DE LA PIRÁMIDE DE POBLACIÓN

El gatomacrismo afecta seriamente las perspectivas del crecimiento sostenible de la Argentina

 

Siguen pasando cosas y, en verdad, nunca podrían dejar de pasar. El pan de cada día es amasado con los acontecimientos que se suceden en tropel. A su tiempo, son reunidos y ordenados para entenderlos como historia. Bueno enterarse para el “pasaron cosas” con que el gobierno justifica su desangelado manejo del país, culpando exclusivamente a los malos vientos en el mercado internacional de capitales. La engañifa del albur esquivo, además, vela que por debajo de la superficie en los asuntos de todos los días pasan transitando las cosas de fondo. Es, precisamente, la reaccionaria y anti-estratégica respuesta que el gatomacrismo le da a los desafíos que plantean las segundas la que lo vuelve un peso muerto para los primeros.

Entre esas cosas que están pasando en lo cotidiano, Euromonitor pronostica que en los Estados Unidos, entre 2015 y 2020 aumentará el 48% las ventas de pañales para adultos, en comparación con el 2,6% de los pañales para bebés. Ya viene ocurriendo en Japón desde el 2011 y en el resto de los países centrales, consigna Quartz, medio especializado en tendencias de los mercados. Es la expresión en la cotidianeidad del marcado proceso de envejecimiento en los países desarrollados, en particular, y más atenuado para la humanidad en general. En 2017 se calculaba que el 13 % de la población mundial tenía 60 años o más. Esos 962 millones de personas de 2017 se proyecta que sean 2100 millones en 2050 (21% de la población mundial calculada para entonces). En 2017 se estimó que en el planeta había 137 millones de seres humanos mayores de 80 años. En 2050 se prevé que sean 425 millones. La poco más que duplicación hacia el 2050 de las sienes plateadas ocurrirá mientras la población mundial crezca hasta ese año a lo sumo 35%, desde su magnitud actual. La Argentina está comprendida dentro de las generales de esta ley con números más o menos alineados a los globales.

Inequívoco en sus hazañas, el gatomacrismo se monta en la tendencia que ve con completa desazón el aumento de la proporción de adultos mayores que implica en el plano demográfico —y como contracara— una baja automática en la proporción de niños y adolescentes. Para respaldar esa visión entra a escena, explícita o implícita, la certeza de que el peso del gasto para atender la vejez liquidará cualquier perspectiva del Estado del Bienestar. El tono lo oscurece la decadencia que supone no tener en buen número músculos jóvenes y mentes lúcidas y la imposibilidad de financiar las erogaciones del sistema jubilatorio. Suena la alarma para una temida catástrofe en ciernes que el gobierno anterior agravó a su máxima expresión al haber posibilitado que el sistema jubile a 95 de cada 100 personas que están en edad de jubilarse, mientras que en 2003 de cada 100 sólo 65 estaban jubiladas. El gatomacrismo ve una única salida: bajar las jubilaciones y las prestaciones sociales y que la biología se encargue de lo que la economía no puede, a riesgo de colapsar. FMI y gatomacrismo, un solo corazón.

 

Ficciones y metáforas indebidas

La brevedad en que pasan las cosas la cronometra el tiempo de cronos. El de las cosas de fondo que generan los dilemas estructurales que impelen a tomar decisiones estratégicas –morales—, el del kairos. Así diferenciaban el transcurrir del tiempo los griegos clásicos, rememora Immanuel Wallerstein. Tiempo de kairos, entonces para el envejecimiento que grafica las proyecciones de la pirámide poblacional. Tiempo de kairos para enfrentar los mitos y ficciones con que se quiere menoscabar el positivo avance social que comportó la honda reestructuración de las edades de los seres humanos ocurrida durante el siglo pasado.

En vez de ver en el envejecimiento demográfico la manifestación que resume el avance logrado por la humanidad en materia social y económica, la reacción sigue alimentando el fantasma del apocalipsis. De lo contrario, debería aceptar que erogar los costos de la supervivencia de los pasivos no implica otra cosa que mayores impuestos y un piso para los gastos, y que en el capitalismo realmente existente eso es muy beneficioso, porque cuanto más generoso y mejor efecto distributivo tiene un sistema jubilatorio, tanto mejor es para el nivel del producto bruto. En otras palabras, cuando el sistema impositivo grava a los que más ingresos tienen y lo transfiere a los que por sus menores ingresos todo lo gastan, el sistema tributario deviene expansivo. En vista de que sus intereses son afectados, la reacción predica exactamente lo contrario a causa de una profunda tara ideológica, muy alejada de cualquier racionalidad económica. Han logrado vacunar con ese virus el debate público sobre jubilaciones de tal forma, que en vez de reconvenir esos mitos se los tiende a aceptar con resignación, como si trazaran el curso inevitable de los acontecimientos.

Y la verdad es que rectificar una situación que así como va promete la consolidación de la angustia de la existencia para el promedio de la vejez en la Argentina, no es una cuestión que dependa de la bondad sino de la estricta racionalidad económica. Explica con toda claridad el economista brasileño Carlos Pinkusfeld Bastos, en un artículo posteado en el blog Circus (23/12/2016) que ”los ingresos de las jubilaciones y pensiones pueden surgir de diferentes formas de impuestos en función de una decisión de la sociedad pactada a través de sus cuerpos con deliberación y decisión política”. Hecho ese arreglo, Pinkusfeld Bastos señala que “un primer punto importante a destacar es que si, por una parte, las contribuciones para la jubilación pueden aumentar la presión fiscal, sus ‘gastos’, o pagos, vuelven a la sociedad en casi su totalidad. Como su nombre lo deja claro, la transferencia de pensiones sólo reasignan los ingresos dentro de la sociedad y su impacto neto en el conjunto de esta es virtualmente cero […] Recuérdese también que los cambios demográficos no sólo operan en la suba de los gastos. A medida que la población envejece, una serie de gastos relacionados con los niños y otros servicios, por ejemplo, se reducen. Hay que tener en cuenta ambos efectos y no sólo a aquellos que representan un aumento del gasto y las transferencias”.

Pinkusfeld Bastos al expresar que en la perspectiva keynesiana / kaleckiana, “la producción y el empleo dependen de la demanda efectiva; es decir, es el resultado de los gastos (y los impuestos) del gobierno, del sector privado y del sector externo, sin ninguna tendencia natural al pleno empleo de los factores de producción”, está diciendo en términos de la cuestión previsional que bien gestionadas las jubilaciones estimulan la actividad económica, no que son una pesada carga y un freno como el mito lo establece.

Lo interesante del caso, además, es que Pinkusfeld Bastos identifica que estos resultados “sólo se vuelven claros a medida que la verdadera naturaleza de un sistema público de contribución es explicitado, apartándose de los debates de comparaciones o ‘metáforas’ indebidas que se refieren a los sistemas de seguros individuales; sistemas en los que las personas acumulan riqueza en su período activo para gastarlos en el tiempo de inactividad […]  Una vez que se entiende que las jubilaciones y pensiones configuran un sistema de contribución y transferencia en un período determinado de tiempo, no un sistema seguro intertemporal, se revela la posible naturaleza redistributiva que envuelve a su debate, y los ataques que sufre por ciertos sectores de la sociedad”.

El economista brasileño da cuenta de que “esta falta de comprensión de la verdadera naturaleza del sistema de seguridad social no es nueva; es tan antigua como el origen del sistema. Bismarck, el pionero en la implementación de la seguridad social en Alemania, refutaba la idea de vincularla a un seguro personal puesto que negaba así la propia razón de ser: la caracterización del Estado como benefactor, que cuida del bienestar de sus ciudadanos”. En tanto que la ficción de presentar como un seguro de retiro lo que por naturaleza no lo es, “fue combatida vehementemente tanto por economistas que simpatizaban con tal régimen, como Abba Lerner, como por sus críticos, tal el caso de Milton Friedman. Ambos se opusieron al intento de representar de forma equívoca un sistema público de tributación y transferencias con el objetivo de convertirlo en más ‘aceptable’ políticamente”.

Refutar la metáfora indebida de la plata de los jubilados (que es de los empleados activos que se la transfieren a los pasivos) es tan importante para el interés de los trabajadores, y de ahí para el interés nacional bien entendido, como avanzar en la trama política que impida en nombre de mitos y ficciones, en todo el trayecto muy reaccionarios, abatir las prestaciones sociales. Las decisiones políticas estructurales no tienen ninguna necesidad de salir al cruce de lo que la naturaleza manda.

Por otra parte, en el esquema de reparto carece de completo sentido plantear que puede ir a la quiebra. Eso solo sería posible si los compromisos asumidos sobre ingresos futuros sobrepasaran, de acuerdo a los cálculos actuariales relevantes, los activos financieros que se poseen. Pero ese no es el caso en un sistema cuyos ingresos tributarios de hoy se transfieren a los beneficiarios de hoy. Los que abogan por el ajuste a la baja en las jubilaciones viven de haber inventado en su momento el absurdo de una crisis imposible.

 

 

Las cuatro sombras de gris

El gobierno, en tanto mandatario del FMI, más por las cosas que pasan en las tendencias profundas de la sociedad actúa por las que pasan en lo inmediato. El gobierno no está solo en el emprendimiento maltusiano. “Hay que tocar el sistema previsional, las jubilaciones. Por eso es muy importante cómo le va al ministro de Hacienda de Brasil Paulo Guedes", con el cambio en la legislación previsional que lleva adelante en su país, dijo Miguel Ángel Broda, en una reunión de un club social de hace una semana, según las noticias en las que se informaba que el economista liberal había revelado en ese mismo ambigú que "hay un conjunto de economistas viejos que estamos trabajando para entregarle al próximo Presidente un programa". "Somos (Domingo) Cavallo, (Guillermo) Calvo y (Ricardo) López Murphy. Somos los que iniciamos la idea en noviembre, que está en etapa embrionaria", informó. En declaraciones posteriores, López Murphy dijo que había más economistas involucrados en la tarea de delinear el programa que con el amague trate de encorsetar al próximo gobierno.

Por lo poco que se conoce, el programa es una típica hipótesis de máxima de los intelectuales orgánicos de la derecha argentina ligada a las finanzas globales, que mediante un shock pretenden consolidar la baja generalizada de los ingresos de los argentinos, flexibilizando la legislación laboral y abriendo de par en par la economía. Pobreza del cero peso. No se sabe hasta ahora si lo hacen por sus fervores ciudadanos o están financiados por sus habituales clientes. Lo que si se deja entrever objetivamente es que están expresando los intereses de los acreedores externos que necesitan una baja en el gasto de la Argentina para que los dólares del saldo exportable mayor que resulta del desempleo en las nubes, les evite el mal trago de una reestructuración. A la vista no hay argamasa que pueda unificar semejante grado de violencia política que suponen los objetivos someramente enunciados. Se trata de una compadreada.

La mezcla de convicción y necesidad inmediata del gatomacrismo que los induce a actuar también contra los ingresos de los jubilados, está afectando seriamente las perspectivas del crecimiento sostenible de la Argentina, máxime frente a la tendencia —con visos de irreversible— del envejecimiento demográfico. La inteligencia artificial y los robots son parte del legado de ese avance formidable de la condición humana que es la buena perspectiva del envejecimiento. Es lo que va a permitir que opere un aumento de la productividad del trabajo para producir lo esencial en tiempos de trabajo acotados. Aún así, la economía tendría siempre que crecer, si no es a través del PIB per cápita, al menos por el producto generado por cada trabajador activo. Para que todo eso sea posible hay que gastar siempre más, no menos. En cualquier fase del desarrollo los problemas económicos son por su naturaleza cuantitativos y medidos por el tiempo de cronos. En el ámbito del kairos son siempre políticos. El kairos le marca la cancha al cronos.

 

 

 

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