El sindicalismo en la caída de Macri

El mensaje de Hugo Yasky en el Congreso provincial de la CTA en Santa Fe

 

Cuando convocamos al Congreso Nacional de la CTA para el 3 de octubre, entendíamos que necesitábamos proyectar la reflexión y, sobre todo, el balance de estos cuatro años, en un momento en que ya sabíamos, por el resultado de las PASO, que empezaba la cuenta regresiva para el gobierno que nosotros caracterizamos desde el principio como el gobierno de los ricos para los ricos. Las reflexiones que van a hacer ustedes acá, las que están haciendo los compañeros en Corrientes, ayer estuvimos en Córdoba y en San Luis, y que van a seguir en todas las provincias, son necesarias porque a veces, en el fragor de la lucha, nos pasa como en esas imágenes que veíamos recién en el video, una sucesión de marchas, de luchas, de actos, que tuvieron en estos cuatro años un ritmo vertiginoso.

Nosotros quisimos hacer, y se lo encargamos a la Secretaría de Comunicación, una línea histórica de estos cuatro años. Terminó siendo un documento de 221 páginas. Un documento que refleja todas nuestras luchas desde la primera vez que salimos en el tórrido día de enero, cuando cortamos el Puente Avellaneda porque nos habíamos enterado del encarcelamiento de Milagro Sala en el campamento donde estaban, frente a la Casa de Gobierno jujeña, hasta las últimas, o sea, las que hicimos hace poquito en relación con la situación de los compañeros y compañeras de Chubut.

Nosotros creemos que el movimiento social en la Argentina tuvo una fortaleza que explica gran parte del fracaso y de la derrota electoral del gobierno que encabeza Mauricio Macri.

No podemos pensar que somos el ombligo del mundo, que todo se explica porque fuimos capaces de sostener nuestra presencia en las calles en la Ciudad de Buenos Aires, en las capitales de todas las provincias, en distintos momentos. No podemos explicarlo solamente desde ahí, pero fue un factor importantísimo. Y esto hay que atesorarlo y hay que inscribirlo como parte del cierre de esta etapa histórica porque el gobierno de Mauricio Macri, desde el primer día, puso en la mira al movimiento sindical.

Para ello se dio una política muy agresiva y a la vez muy inteligente, la típica política de la zanahoria y el garrote: al mismo tiempo que para algunos había determinados tipos de premios, para otros había castigo; al mismo tiempo que algunos no eran convocados, otros quedaban marginados; unos eran beneficiados con alguna medida de gobierno, otros eran perseguidos, difamados, atacados, sus familias amenazadas. Si hubiese sido palos para todos, seguramente nos hubiéramos unido mucho antes distintos sectores del movimiento sindical y de los movimientos sociales.

 

 

La mosca blanca

Macri no pudo hacer lo que sí pudieron hacer otros presidentes de la región y, lamentablemente hoy, junto al PIT CNT de Uruguay, somos la mosca blanca en un escenario donde la mayoría de las centrales sindicales está en una situación de absoluto retroceso. Hay países como Colombia, Honduras, Costa Rica, donde la expresión más fuerte del movimiento sindical es la de los empleados públicos y los maestros, lo cual significa de por sí una anomalía. Sería una desgracia para nosotros que en la Argentina lo más fuerte y lo más importante del movimiento sindical fuésemos los maestros y los empleados públicos, no porque tenga nada contra mi gremio y contra los empleados públicos, sino porque habla del tremendo retroceso del movimiento obrero organizado. Y ese retroceso no fue producto de la naturaleza, fueron las políticas con que fueron agredidos y perseguidos.

En América Latina existe lo que aquí se intentó imponer con Mauricio Macri, que es el Estado manejado por los empresarios, o por los CEOs de las corporaciones empresarias. Le decíamos la ceocracia de Mauricio Macri. Un Estado que se convierte en el largo brazo de las corporaciones y que pretende manejar el país como si fuese una empresa, con ese cálculo de beneficio: tanto rendís, tanto valés.

Hace un tiempo hicimos un encuentro en América Latina para formar una red que accionara en caso de flagrantes violaciones a los derechos humanos contra dirigentes sindicales, ya que en otra parte del mundo es muy común que un dirigente sindical sea asesinado, que desaparezca, que sea baleado un miembro de su familia. En la Argentina existen anticuerpos que todavía impiden que se llegue a esos umbrales de la violencia, generalmente ejercida a través de paramilitares. En ese encuentro Zaffaroni decía: “Estamos entrando en un mundo en el cual ya la contradicción no es entre explotados y explotadores, que era una contradicción que entrañaba una dialéctica, en la que unos y otros términos de una disputa de lucha de clases de alguna manera se necesitaban. El explotador necesitaba de los explotados y los explotados también necesitaban del factor empresario. Pero hoy la contradicción es entre incluidos y excluidos". Hablan de las sociedades “30-70”, 30% adentro, incluidos, y 70% afuera. Éstas son las sociedades que maximizan el esquema rentístico. Un Estado apropiado por los grupos empresarios para garantizar el máximo de renta con el mínimo de inversión posibles. Entonces entramos en esta etapa que en la Argentina hemos visto con un frenesí de financierización de la economía.

Ayer estuve en una ciudad muy chiquita de Córdoba, Los Cerrillos; esa localidad tiene 100 años de vida. Cincuenta años fue la Forestal. El ferrocarril llegó hasta Los Cerrillos, solamente para llevarse toda la madera de algarrobo y quebracho. El intendente contaba que el día que no quedó ni un solo árbol para dar sombra, el tren desapareció. Era un capitalismo que tenía algún atisbo civilizatorio, llegaba el tren, cierto que después con la lógica predatoria les dejaron un desierto, donde los 50 años posteriores se plantó papa. Es el monocultivo que justifica la vida de estos compañeros.

 

 

La exclusión absoluta

Hoy el capitalismo admite la existencia de una parte de la humanidad en carácter de excluida absoluta. Hoy no necesitan explotar a todos esos que sí les sirven para imponerles condiciones a la baja a los que todavía tienen trabajo, que es lo que hacía Mauricio Macri. Él decía: ustedes, los que tienen sindicatos, son corporaciones que defienden privilegios de los que tienen convenios, salarios asegurados, derechos y le impiden a los que no tienen nada de eso conseguir empleo. La única manera de que todos tengan empleo es que ustedes renuncien a los privilegios para repartir ese bien escaso, ser competitivos, poder competir con Brasil, que ya eliminó todos los derechos, todas las plataformas laborales, todas las leyes, competir con Colombia, Perú, Paraguay. Ese es el punto en el que nosotros estamos insertos.

Por supuesto, esto no nació espontáneamente. Son las corporaciones y es el papel que juega Estados Unidos. Es el papel que hoy juega Donald Trump en este continente. Hoy Estados Unidos ha vuelto sobre sus propios pasos y trata de marcar a fuego el patio trasero como el territorio de su dominación y lo hace a través de todos los medios. Por supuesto los primeros son esas corporaciones, esas multinacionales. El proceso que nosotros vivimos a partir del 2015, y antes, cuando empiezan, pinchan la burbuja financiera de la soja y el petróleo, porque en un momento los yankis deciden pinchar esa burbuja. ¿Se acuerdan del aumento de la soja? Aquí lo vivimos en pleno conflicto de la 125, el aumento del precio del petróleo. Todo eso posibilitó una gran acumulación en países como Venezuela, como los nuestros, una gran entrada de divisas. En un momento los yankis decidieron que eso se acabara y se acabó. Hoy, estructuralmente no vamos a tener ni el precio del petróleo, y mucho menos el de la soja en los niveles que alguna vez tuvieron en el momento en que nuestra economía tuvo la posibilidad de crecer con esas tasas chinas.

El macrismo cometió el error de no leer este mundo. Pensó que ganaba Obama y que seguía ese esquema de globalización, pero Trump le cambió el mundo a Macri y a todos nosotros. Comenzó con una política agresiva a profundizar una disputa con medidas proteccionistas. Empezó a decirles a sus multinacionales esparcidas en el mundo “ustedes tienen que venir a dar trabajo acá”. Y cuando pinchó la burbuja de las commodities, les permitió a los farmers, como le llaman ellos a los productores de granos, recuperar posiciones en la competencia en la cual estaban perdiendo con Brasil, con los argentinos y volvieron a tomar la sartén por el mango. Cuando lo hicieron, a nosotros se nos hizo todo cuesta arriba. Esta es la realidad que hoy tenemos.

Entonces vamos a rescatar como positivo que el pueblo argentino no fue doblegado. Lo podría haber sido. En 2017, cuando Macri ganó la elección, La Nación y Clarín hablaban de 20 años de gobierno de Mauricio Macri y la pregunta que se hacían los diarios de Estados Unidos, de Inglaterra, de Europa, era si Macri, fortalecido por ese triunfo, iba a decidir avanzar para partirle el espinazo a la resistencia del movimiento sindical. La pregunta era cuánto tiempo le iba a llevar a Mauricio Macri quebrar la resistencia del movimiento sindical y social. Esto nos hizo sentir que podíamos estar entrando en un ciclo largo de hegemonía de los sectores más reaccionarios de la sociedad, que podía ser el principio del fin de ese movimiento sindical fuerte, popular, de los organismos de Derechos Humanos. En ese momento Macri, envalentonado, explica la crisis desde los errores de los últimos 70 años. Iba por la aniquilación del movimiento nacional, iba al núcleo, a liquidar al peronismo, a proclamar que todo lo que se hizo en estos 70 años explicaba nuestra decadencia y que había que ir a la Argentina de la Década Infame, la Argentina preperonista.

En esos años estuvimos en serio peligro de ser derrotados. Muchos dirigentes sindicales, antes de salir a la calle, sacaban el dedito por la ventana para ver si hacía frío, si estaba templado, si caía lluvia, si se iban a despeinar. ¡Cuántas marchas y contramarchas de muchos dirigentes sindicales! Eran los años en que otro dirigente sindical, Luis Barrionuevo, intervenía el PJ en una jugada armada por Peña, Durán Barba y Mauricio Macri. Interventor del PJ, un dirigente sindical que hace los homenajes consabidos el 17 de Octubre, seguramente canta la marcha y por ahí hasta se le cae una lagrimita. ¡Hizo un locro con Macri!

 

 

La unidad en la CGT

Estas cosas no hay que olvidarlas, porque necesitamos construir la unidad del movimiento sindical en la Argentina, aunque parezca contradictorio lo que estoy diciendo, pero necesitamos que la construcción de esa unidad, que nos permita llegar a una sola central en la Argentina y esa sola central en la Argentina tiene que ser la CGT. ¿Por qué la CGT? Porque nosotros vinimos de la CGT. No nacimos de un repollo en la CTA. Éramos parte de la CGT, Víctor De Gennaro, Mary Sánchez, todos nuestros compañeros fueron parte de esa CGT de Ubaldini y dejamos de ser parte de la CGT en el momento que la CGT fue cooptada por el gobierno de Menem, en el momento en que empezaron a ser cómplices de la entrega del movimiento obrero.

Así como hemos sido capaces de construir el Frente de Todos, tenemos que intentar construir esa unidad. Porque así como no hay derrotas a perpetuidad, y esto nos lo demostró la experiencia que estamos viviendo ahora, tampoco hay victorias eternas.

Esa idea de que íbamos a evolucionar de formas inferiores a superiores permanentemente desapareció del mundo, no existe. Podemos tener avances, pero también podemos tener retrocesos. Y algo hemos aprendido. Pudimos derrotar a este gobierno porque pudimos construir espacios de unidad que hicieron que nuestra fuerza tuviera más potencia que la que objetivamente tiene si sumamos lo que somos nosotros, lo que son los compañeros de la Corriente Sindical Federal, los Camioneros, y esa suma se fue operando en las provincias. Ustedes acá tuvieron un papel importantísimo impulsando las acciones unitarias con los sindicatos de la CGT. Otras provincias aportaron lo suyo también en ese terreno. Ahora hay que tratar de construir esa unidad, que no puede ser cualquier unidad, no es volver a la CGT, no es ir a tocar timbre a la calle Azopardo y que nos atienda Luisito Barrionuevo y nos pregunte qué queremos. Se trata de construir una unidad con aquéllos que están dispuestos a que el sindicalismo sea la herramienta de lucha de una clase trabajadora que tiene que disputar con mayores niveles de protagonismo en la definición de las políticas del país.

Cuando decimos ir hacia la unidad, no decimos que sea hacer un trámite, seguramente va a llevar mucho tiempo, pero tenemos que planteárnoslo como objetivo, ir construyendo las correlaciones de fuerza que nos permitan avanzar hacia ese objetivo y no tenemos que dar por perdido nada antes de tiempo.

Hace un año, los diarios de la derecha de este país decían que íbamos a una derrota segura porque el campo popular en la Argentina no se podía unir porque Cristina no se podía juntar ni con Massa ni con Fernández y que íbamos a una derrota. Y, sin embargo, hubo una decisión estratégica de Cristina Kirchner, que ninguno de nosotros hubiese estado en condiciones de reclamársela, ni Máximo hubiera estado en condiciones de decirle a la madre “vos tenés que ir segunda”. Nadie podía hacerlo, porque sólo ella podía tomar esa determinación y lo hizo cuando ninguno de nosotros imaginaba que esa podía ser la jugada. Hasta la imaginábamos fuera de la lista, pero no segunda de Alberto Fernández. Y eso cambió el tablero político, pero eso fue porque la resistencia social no pudo ser derrotada y crecía. Si hubiese sido en un país con un movimiento social derrotado tampoco eso hubiese dado el resultado que dio en términos electorales. Porque cuando el pueblo siente que no está derrotado busca los caminos de salida mirando para adelante. En cambio, cuando el pueblo está derrotado trata de huir de la zona de conflicto yendo para atrás. Eso explica que algunos personajes como Hitler hayan ganado elecciones.

Además tenemos que ser conscientes de que si bien el sindicalismo fue el núcleo, el movimiento social fue por mucho más que el movimiento sindical y sobre todos los pañuelos verdes y el feminismo le dieron una potencia enorme al movimiento social. Un nuevo sujeto colectivo. El mundo miró con asombro las marchas de los pañuelos verdes, las marchas cuando fue el asesinato de Maldonado, la marcha que hizo recular a Mauricio Macri con el 2x1, las marchas multitudinarias de cada 24 de Marzo. Ese despliegue enorme de energía social los traspasó a estos tipos, aun con el manejo de todos los medios de comunicación, la persecución a Cristina, los encarcelamientos de Luis D’Elía, Milagro Sala, de todo el resto de compañeros, aun con la violencia simbólica.

Poner a los sindicalistas como enemigos públicos de la sociedad. Poner a los que reciben un plan social como una lacra parasitaria que no merece ser parte de la sociedad, toda esa violencia simbólica enorme, en un momento en el que a través de los medios de comunicación se va horadando la defensa de mucha gente de nuestro pueblo, no pudo sin embargo derrotar la resistencia del movimiento social.

 

 

Reivindicación de la militancia

Y en eso reivindico la militancia. Hay muchos que nos dicen, que nos ven de afuera, pero ustedes hablan mucho, hacen asambleas donde se anotan 30, 40, 50; después votan en la asamblea y después votan con el sobrecito en la escuela, en los lugares de trabajo. Todo eso que para muchos es un trámite demasiado dilatado, para nosotros es parte de la militancia, porque hemos construido la fortaleza desde ahí y la militancia implica tener cuadros de conducción y la posibilidad de incorporar a las camadas jóvenes a la construcción colectiva de esas nuevas conducciones.

Somos una parte del sindicalismo que tiene la posibilidad de renovar sus cuadros de conducción de manera permanente, de dialogar con los jóvenes. Hay muchos sindicatos donde eso se hace difícil. También he visto con mucha alegría sindicatos de la CGT que tienen en su juventud sindical cuadros de enorme valía, pibes jóvenes resueltos. Los ves y decís: ¿de dónde salieron? Porque a veces los dirigentes que tienen arriba no se corresponden con eso. He visto a los compañeros de la UOM. He estado en encuentros de juventud sindical y es verdad que hay compañeros que tienen mucha fuerza, conciencia de clase. Tenemos una gran oportunidad por delante.

Para el 3 de octubre ya lo invitamos a Alberto Fernández y va a ver la votación en la que vamos a definir nuestro apoyo a la fórmula que él encabeza. Y lo vamos a decir una vez más: con ese acto no renunciamos a la autonomía de clase que debe tener nuestra Central; lo que definimos es que cuando dos modelos se enfrentan, gana uno o gana el otro. No estamos eligiendo entre los liberales de derecha y los de centroderecha, como se eligió en Colombia en la última elección. Acá son dos modelos distintos. Es un país o es otro país. No hay mediación posible. Y cuando una definición es de ese tipo la clase trabajadora no puede ser neutral. No podemos decir con independencia de clase vamos a luchar lo mismo con uno o con el otro. No va a ser lo mismo.

El 27 de octubre, que fue el día de la muerte de Néstor Kirchner, tendremos la posibilidad de recordarlo derrotando en las urnas –creo que de una manera aplastante y tenemos que militar para que sea así— a este nefasto engendro que fue una máquina de hacer daño, de ajustar. Porque no es que en un momento falló algo y empezó a funcionar mal. No, el programa que tenía lo aplicó desde la A a la Z. Es el programa que los grupos de poder de este país le exigieron durante ocho años a Cristina Kirchner. No se equivocaron en una sola medida. La apertura de la economía, pagarle a los fondos buitre, facilitar la fuga de capitales, la especulación financiera, la dolarización de las tarifas, de los precios de los alimentos, la eliminación de retenciones, todo hicieron. Todo lo que los grupos de poder les pedían.

 

El mandato de los distraídos

Ahora algunos empresarios se reúnen y se hacen los distraídos. Ahora no saben de dónde salió este engendro, quién le dio a esta criatura el mandato que ferozmente aplicó. Fueron ellos. Que no se hagan los desentendidos. Frente a eso, nosotros debemos proponer, para salir de esa dictadura del poder corporativo, eso que plantea Cristina que es refundar en la Argentina el contrato social. Necesitamos que los trabajadores organizados, los organismos de derechos humanos, los rectores, gobernadores, los pequeños productores rurales, de las pymes, podamos definir en un marco tripartito, es decir, gobierno, empresarios, trabajadores y los distintos sectores de la sociedad, la política para que nuestro país, una vez que hayamos garantizado que todo el mundo coma, empiece a desarrollar la fuerza productiva que permita darle empleo digno a su gente.

No nos podemos conformar pensando que todo el mundo va a tener para comer, porque esta solución de tres meses va a pasar más por los comedores barriales, escolares. Lo que necesitamos es que nuestros hijos coman en nuestros hogares. Necesitamos desarrollar la economía popular, el trabajo cooperativo, pero sobre la base del empleo. No podemos conformarnos con que la gente tenga planes. Eso es un paliativo, para salir del pozo, porque esa Argentina sostenida en base a planes es absolutamente funcional al proyecto de las corporaciones financieras. Stanley no se sentía incómoda en su ministerio. Y ellos generaron una política, que no es muy distinta a la que existe en otras partes de América Latina. Con toda la cuota y la carga de clientelismo que entraña. Esa es la otra línea que vamos a trazarnos en nuestro Congreso. Proponer un nuevo Contrato Social, reivindicar el tripartismo. Esto es lo que plantea la Confederación Sindical Internacional en su último congreso del año pasado en Dinamarca. Ellos dicen o es la dictadura de la corporación financiera que hoy ha hecho que líderes de derecha y exponentes de la xenofobia más reaccionaria lleguen a gobernar países, como sucede en Europa, en Estados Unidos, o es el tripartismo, el protagonismo de los sectores de la sociedad para enfrentar esto.

En el Congreso vamos a tener la oportunidad de mostrar, como parte de nuestra madurez como Central, de nuestro protagonismo político en estos años, que hay compañeros y compañeras que van a llegar a las bancas siendo parte de las listas del Frente de Todos. Y esto es muy importante, porque no es que colamos un compañero o una compañera porque en algún momento pudimos cerrar un buen acuerdo. Esos compañeros y esas compañeras: Jorge Hoffmann, Edgardo Depetri, como intendente, Pedro Waziejko, Natalia Ocampo, la compañera Juana Carmona, de Mendoza, María Reigada, que va a entrar como senadora en la provincia de Buenos Aires. Hay algo más de 100 compañeras y compañeros entre concejales y consejeros escolares en distintas provincias, en su mayoría Buenos Aires. Todo eso forma parte de nuestros avances.

Y nosotros tenemos que ser parte de una nueva construcción política del movimiento nacional y popular en la Argentina. El Frente de Todos está todavía para construir; hoy es un frente electoral, nosotros necesitamos consolidar ese instrumento del campo popular en la Argentina y el movimiento sindical tiene que ser parte de esa construcción. Los compañeros y compañeras que van asumir sus puestos en las bancas, tienen que ser los que estén, de alguna manera, en la mesa chica de la discusión de esa nueva construcción política en la Argentina, que por supuesto va a tener un núcleo, así como el movimiento social tiene el sindicalismo, el peronismo, sin duda el núcleo de esa nueva unidad del campo popular es el kirchnerismo, pero tienen que estar las fuerzas de la izquierda, las fuerzas sociales, de los partidos progresistas.

Esa unidad es absolutamente necesaria, porque así como inventaron este títere que se convirtió en una máquina de hacer daño, mañana pueden inventar otro y nosotros no podemos dejar que esta oportunidad que tenemos sea fallida. No tenemos margen para el error. Tenemos que mostrar que aprendimos de las lecciones del pasado, que sabemos lo que significa la unidad del campo popular y lo que significa ser parte de un pueblo, que pese al genocidio, a los ataques, a las tantas veces que caímos y nos volvimos a levantar y estamos de pie.

Fuerza. A pelear, a demostrar que la CTA es parte de esta historia y es parte del futuro.

 

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