EL SUEÑO ARGENTINO

Tiene lógica hablar del sueño americano, porque es algo en lo que sólo podés creer mientras dormís

 

Estoy enganchado con George Carlin y no puedo soltar. La mayoría de ustedes no lo habrá sentido nombrar, siquiera, y es lógico. Carlin era lo que hoy definiríamos, de modo simplificador, como un standapero. Uno de esos tipos que sube solo a un escenario, cuenta chistes y cosas graciosas durante un rato mientras bebe agua —o algo que parece agua—, agradece los aplausos y se va. Existen muchos maestros del stand-up que después incursionaron en formatos de ficción, como series y películas, y así se hicieron famosos: Richard Pryor, Steve Martin, Eddie Murphy, Robin Williams, Jim Carrey, Chris Rock, Jerry Seinfeld y siguen las firmas. Pero aunque Carlin lo intentó, su producción más relevante —su energía creativa— se conservó siempre dentro del formato del stand-up. (Denominación que deriva, se habrán percatado, del detalle de que el comediante actúa de pie — standing up.) De hecho, Carlin aceptó ser el presentador de la primera emisión de Saturday Night Live, programa cómico de la TV neoyorquina que lleva ya 48 años al aire —te van pisando los talones, Mirta—, con la condición de hacer el monólogo de apertura mas no actuar en ninguno de los sketches. El surgimiento de la TV por cable le permitió colarse en los medios sin apartarse del juego que más le gustaba. Fue de los primeros en permitir que se filmase su show para ser emitido tal cual, cosa que hizo en sociedad con HBO a partir del '77.

 

Carlin en "Saturday Night Live".

 

 

Carlin evolucionó durante una época particular. Nacido en 1937, le tocó en suerte la era en que los comediantes de stand-up actuaban en clubes y, si tenían suerte, los invitaban a los shows de TV, donde aparecían de traje, decían cuatro o cinco chistes y hacían mutis por el foro. Así empezó su carrera, de hecho, convirtiéndose en uno de los invitados más frecuentes del Tonight Show en su apogeo, cuando lo conducía Johnny Carson. Pero claro, cuando Carlin tenía todavía veintipocos, el mundo empezó a cambiar. Y la comedia standapera no pudo resistirse a ese cambio. De hecho, Carlin estaba presente en el club donde actuaba Lenny Bruce cuando fue arrestado y denunciado por obscenidad. La policía empezó a reclutar al público como testigo pero, al dar con Carlin y pedirle documentos, se topó con una negativa. Carlin dijo que no creía en las identificaciones que emite el Estado, y la policía lo arrestó a él también. De hecho, lo subió al mismo camión que ya albergaba a Bruce. Dos genios de la comedia contemporánea, metidos en el mismo vehículo policial. Durante el viaje a la comisaría, los canas que los acompañaron deben haber sido testigos de un show irrepetible.

 

 

Lenny Bruce camino al vehículo policial, con George Carlin pisando en sus huellas.

 

 

Cuando me enteré de la anécdota pensé en el Indio por dos razones. Primero, porque siempre profesó el mismo desprecio a los documentos de identidad. (De hecho, consta en la biografía que le ayudé a escribir, Recuerdos que mienten un poco.) Pero además, porque el Indio también es fan de Carlin. Últimamente, cada vez que nos juntamos el tipo aparece en la conversación sin que nos lo propongamos: lo tenemos muy presente.

Cambiaba la música, cambiaban las modas, cambiaban las costumbres, y Carlin se dejó llevar por ese viento. Fue de los primeros comediantes en cultivar el pelo largo, la barba y en subir a escena vestido con jeans y una remera o un suéter, dirigiéndose a un público más joven que el tradicional. Y consecuentemente, fue de los primeros en redireccionar su material hacia la crítica social y política. Es decir, empujó el formato del stand-up hacia la sensibilidad de la incipiente cultura del rock. El tipo que a fines de los '60 actuaba en lo de Carson con pelo corto y corbata finita, a comienzos de los '70 era ya el desmelenado que llevaba adelante rutinas escandalosas que le valieron, como a Lenny Bruce, arrestos y juicios por obscenidad.

 

 

Carlin y una de sus primeras sesiones de fotos... en cana.

 

 

La primera y más legendaria es aquella que versa sobre las siete malas palabras que nadie podía decir en TV. Las citaré en inglés, porque algunas son intraducibles y porque además, de otro modo, arruinaría su música original: shit, piss, fuck, cunt, cocksucker, motherfucker and tits. En ese monólogo ya aparece algo esencial al arte de Carlin: su amor por el lenguaje. "Amo las palabras", dice allí. "Son mi trabajo, son mi arte, son mi pasión... Pero hay alguna gente que no siente lo mismo. Gente que preferiría que no usásemos ciertas palabras... Existen 400.000 palabras en el idioma inglés, pero hay sólo 7 que no podés decir en la tele. ¡Vaya proporción! 399.993 a 7. Deben ser malas de verdad. Deben ser indignantes, para que se las margine de un grupo tan grande. ...Son las verdaderamente heavies. Las que infectarán tu alma, te darán escoliosis e impedirán que el país gane la guerra".

En 1972 lo arrestaron en Milwaukee por interpretar esa rutina y lo procesaron ante la ley. Al año siguiente volvieron a denunciarlo. El caso ascendió hasta la Corte Suprema, que no tuvo más remedio que fallar que lo de Carlin podía ser indecente pero no obsceno, y que la autoridad nacional en materia de comunicaciones sólo estaba habilitada para prohibir su material en horarios diurnos —cuando los niños podían estar escuchando—, pero no por las noches.

Lo que importa aquí es que a partir de entonces Carlin metió quinta para acelerar en dirección a la crítica más ácida del mercado. Una de las rutinas que más nos hace reír con Solari es aquella en la que define la religión como la más grande mentira jamás contada. "Piénsenlo un minuto", dice Carlin. "La religión nos ha convencido de que existe un tipo invisible que vive en el cielo y que mira cada cosa que hacés, cada minuto de cada día. Y ese tipo invisible cuenta con una lista especial de diez cosas que no quiere que hagas. Y si hacés alguna de esas diez, tiene un lugar especial, lleno de fuego y humo y ardor y tortura y angustia, donde te va a mandar para que sufras y te quemes y te ahogues y grites y llores para siempre, ¡hasta el fin de los tiempos! ...Pero Él te ama. ¡Te ama, y necesita dinero! ¡Siempre necesita plata! Es todopoderoso, perfecto, omnisciente, pero por alguna razón no sabe manejar su guita. La religión se chupa miles de millones de dólares, no paga impuestos y aun así necesita siempre más".

 

 

George Carlin & Friends.

 

 

"He tratado de creer que existe un Dios que nos creó a su imagen y semejanza, que nos ama y nos cuida de cerca", sigue diciendo. "Pero cuanto más vivís y le prestás atención a las cosas, más comprendés que algo está jodido de verdad. Guerra, enfermedad, muerte, destrucción, hambre, mugre, pobreza, tortura, crimen, corrupción y Holiday On Ice. Algo está definitivamente mal. Esto no es lo que yo llamo un buen trabajo. Si esto es lo mejor que Dios puede hacer, me considero decepcionado. Resultados así no deberían figurar en el curriculum de un Ser Superior. Esta clase de mierda se espera de un empleado temporario con mala actitud, y gracias. En cualquier universo decente, a este tipo le habrían dado una patada en su culo todopoderoso hace mucho tiempo. Y digo 'tipo' porque, a la luz de los resultados, está claro que si Dios existe tiene que ser un hombre. Ninguna mujer arruinaría las cosas de semejante manera".

Durante otro show, expresó la misma idea sobre los géneros de un modo alternativo. "Esto es todo lo que tienen que saber sobre los hombres y las mujeres: las mujeres están locas y los hombres son estúpidos", dijo. "Y la razón principal por la cual las mujeres están locas es porque los hombres son estúpidos".

 

 

 

El standapero escritor (o el escritor standapero)

Me cuesta pensar en Carlin tan sólo como un comediante de stand-up. Entre otras cosas, porque su dominio del lenguaje es excepcional. Y lo es tanto en su escritura como en su delivery, la forma en que lo va profiriendo, regando, disparando. Carlin en escena es garantía de un texto que tiene valor en sí mismo y de una interpretación musical. Lo veo como a un solista de jazz. Suele decirse que Sarah Vaughan cantaba como quien sopla un instrumento de viento, Carlin hablaba como quien interpreta una pieza de jazz, con sus motivos melódicos, su deriva improvisacional y su rítmica. Aunque no entiendas inglés, lo escuchás y lo que suena es música.

Su amor por las palabras no podía sino inducir una mutación, su metamorfosis: el impulso que lo llevó de un estado larval al del imago, el del adulto completamente desarrollado. Porque el lenguaje ha funcionado durante milenios como el precursor de la Internet. Si valorabas las palabras, si las acariciabas y las tratabas amorosamente, cada una de ellas te llevaba a otra y ese encadenamiento detonaba una idea. Desarrollar el músculo del lenguaje propelía la superación de tu pensamiento, lo elevaba a otro nivel. Vale la pena, para entenderlo, estudiar la evolución de los textos shakespearianos, el modo en que esa mente prodigiosa le sacó el jugo a toda la estantería de su idioma y, cuando palpó sus límites, no dudó en inventar palabras nuevas para no verse obligado a frenar su crecimiento.

 

 

El George Carlin "square" de los comienzos, con esposa Brenda e hija Kelly.

 

 

No estoy diciendo que Carlin sea Shakespeare. Quiero sugerir, sí, que no hay modo de entender la evolución de su pensamiento si se la aisla de su amor por las palabras. Es de los standaperos que importan no sólo por la eficacia de su humor, sino ante todo por su pensamiento, por las ideas que desgrana y finalmente articula en un todo coherente. Por supuesto que los standaperos son artistas por definición, pero Carlin elevó la forma a una plataforma distinta: el stand-up como una de las bellas artes. Cuando imagino a los filósofos originales —a Sócrates o a Diógenes, por ejemplo—, los visualizo como una suerte de Carlins con túnica y sandalias. "Si rascás a un cínico —decía—, lo que vas a encontrar por debajo es a un idealista desilusionado".

Ese impulso vital a ir comprendiendo siempre más y mejor, más allá del abismo que se vislumbre desde la lucidez, lo llevó a hablar de los temas más incómodos. En uno de sus últimos shows —murió en 2008 a los 71—, salía a un escenario decorado como si fuese un cementerio, con tumbas y todo. "Tengo buenas noticias para los ciudadanos de la tercera edad", decía. "¡La muerte está cerca!" Y cuando tenía que evaluar cómo empleamos el tiempo que nos separaba de la muerte tampoco se andaba con chiquitas.

 

 

 

"Bebemos demasiado, fumamos demasiado, gastamos irreflexivamente, reímos poco y nada, nos enojamos de más, trasnochamos a lo pavo, nos levantamos cansados, leemos apenas, miramos demasiada TV y rezamos cada muerte de obispo. Multiplicamos nuestras posesiones pero redujimos nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos raramente y odiamos a menudo. Aprendimos a ganarnos la vida, pero no a vivir. Agregamos años a la vida pero no vida a los años. Fuimos a la luna y volvimos pero nos cuesta cruzar la calle para conocer al vecino nuevo. Conquistamos el espacio exterior, mas no el interior", decía.

"Hemos hecho cosas más importantes, pero no mejores. Limpiamos el aire pero ensuciamos el alma. Conquistamos el átomo pero no el prejuicio. Escribimos más, pero aprendemos menos. Planeamos más, pero conseguimos menos. Aprendimos a apurarlo todo, mas no a esperar. Construimos más computadoras que almacenan más información, producimos más copias que nunca, pero nos comunicamos cada vez menos. Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, grandes hombres y mínima moral, ganancias profundas y relaciones superficiales... Es el tiempo en que hay mucho en las vidrieras y poco en las despensas".

 

George & George: del idealista al cínico.

 

 

Su necesidad de comprender el fenómeno de la vida humana y su importancia (o no) en el contexto del universo lo empujaba al filo del stand-up metafísico. "Nos creemos tan importantes", decía. "Todo el mundo tiene que salvar algo, ahora. ¡Salven a los árboles! ¡A las abejas! ¡A las ballenas! ¡A esos caracoles! ¿Me están jodiendo? ¿Salvar al planeta? ¡Si todavía no sabemos ni cómo cuidar de nosotros mismos! ...Además, no pasa nada malo con el planeta. El planeta está bien. ¡La que está jodida es la gente! Comparado con la gente, AL PLANETA LE ESTÁ YENDO BÁRBARO. ¡Ha estado acá 4.500 millones de años! ¿Hicieron las cuentas alguna vez? El planeta está acá desde hace 4.500 millones de años y nosotros estamos acá... ¿desde hace cuánto? ¿100.000? ¿200.000, ponele? Y sólo estamos involucrados con industria pesada desde hace 200 años y monedas. ¿200 años contra 4.500 millones de años y somos tan engreídos de creer que podemos ser una amenaza? ...El planeta sobrevivió a cosas peores que nosotros. Terremotos, volcanes, placas tectónicas, derivas continentales, erupciones solares, tormentas magnéticas, la inversión magnética de los polos, cientos de miles de años de bombardeos de cometas, asteroides y meteoros, inundaciones planetarias, incendios planetarios, erosión, rayos cósmicos, edades de hielo recurrentes, ¿y unas bolsas de plástico y unas latas de aluminio van a marcar la diferencia?"

"La Tierra seguirá acá mucho, mucho, MUCHO después de que nos hayamos ido. Y se curará a sí misma, porque eso es lo que hace: es un sistema auto-correctivo. El aire y la tierra se recuperarán, el planeta se renovará, y si el plástico no se biodegrada, la Tierra lo incorporará dentro del nuevo paradigma: será la Tierra más el plástico. Porque la Tierra no tiene nuestros prejuicios contra el plástico. ¡El plástico salió de la tierra! Probablemente lo vea como otro más de sus hijos. Tal vez sea la única razón por la que estamos acá: quería plástico, no sabía cómo hacerlo, nos necesitaba. Podría ser la respuesta al dilema milenario. '¿Por qué estamos acá?' '¡PLÁSTICO!'"

"Somos parte de una sabiduría más grande que no podemos comprender, algo de otro orden", concluía. "Llamala como quieras. Yo la llamo el Electrón Gigante. No te castiga, no te recompensa. Simplemente es, así como nosotros simplemente somos... por un rato, nomás".

 

 

 

 

 

 

 

 

Carne argentina para el mundo

Pero el hecho de poner el fenómeno humano en perspectiva cósmica no le impedir ver, sentir y padecer lo que nos hacemos unos a otros en la superficie de lo que llamaba "esta bella pelotita verde y azul que flota alrededor del sol". Y era inclemente con sus conciudadanos en particular, porque no se le escapó en qué clase de país le había tocado vivir. "Sólo una población de coeficiente intelectual bajísimo puede haber tomado este hermoso continente —decía—, este magnífico paisaje americano que heredamos... Bueno, en realidad se lo choreamos a los mexicanos y a los indígenas pero, hey, cuando se lo choreamos se veía muy bien. Era prístino. El paraíso. ¿Le han echado un vistazo, últimamente? Es una puta vergüenza. Sólo una nación de tarados ignorantes puede haber tomado este bello lugar para convertirlo en lo que hoy es: un shopping, milla tras milla de un shopping tras otro".

"Esta gente —precisaba Carlin, definiendo a sus compatriotas— no tiene entidad más que como consumidora. Consumen de la manera más eficiente, profesional y compulsiva. Es su deber cívico. ¡Consumir! El nuevo deporte nacional. A la mierda con el béisbol. Comprar cosas, de eso se trata. Gente gastando dinero que no tiene en cosas que no necesita. Y así revientan sus tarjetas y pasan el resto de sus vidas pagando 18 por ciento de interés por algo que les costó 12 dólares y medio y ni siquiera les gustó cuando el delivery llegó a casa".

 

 

 

 

 

Pero por supuesto, como era un tipo muy inteligente, no le bastaba con criticar a la gente que, como él, estaba en el llano. También se preguntaba quién los había hecho así, a quién beneficiaba tanta estupidez. "Existe una razón por la cual la educación apesta", decía. "PORQUE LOS DUEÑOS DE ESTE PAÍS NO QUIEREN QUE MEJORE. Y hablo de los dueños de verdad. Los enormes intereses corporativos que controlan las cosas y toman las decisiones importantes. Olvídense de los políticos. Son irrelevantes. Están puestos ahí para sugerir que tenemos libertad de elegir. No la tenemos. No hay opción. Vos tenés dueños. Sos su posesión. Ellos son los dueños DE TODO. Toda la tierra valiosa. Todas las corporaciones. Hace rato que compraron al Senado, al Congreso, a los ejecutivos provinciales y a las intendencias. Tienen a los jueces en su bolsillo trasero. ¡Y son dueños de todos los medios grandes, a través de los cuales controlan las noticias que te van a dejar oír!"

"¡Te tienen por las pelotas! Gastan miles de millones al año haciendo lobby para conseguir lo que quieren. Bueno, ya sabemos lo que quieren. Quieren más para ellos y menos para los demás. Pero además te voy a decir lo que no quieren. No quieren una población que sea capaz de tener pensamiento crítico. No quieren a gente educada que también esté bien informada. Eso no les sirve. Va en contra de sus intereses. No quieren gente lo suficientemente despierta como para sentarse ante la mesa de la cocina y darse cuenta de cómo la ha cagado un sistema que la tiró por la borda hace 30 putos años. ¿Sabés lo que sí quieren? Trabajadores obedientes. Gente que sea todo lo inteligente que requiere manejar las máquinas y hacer el papeleo y lo suficientemente idiota como para aceptar esos trabajos cada vez más malos, de bajo sueldo, más horas de servicio y beneficios reducidos".

"Y ahora —insisto, esto lo decía Carlin hace años, y en los Estados Unidos— vienen por la guita de tu jubilación. ¡Para dársela a sus criminales amigos de Wall Street! Y lo van a conseguir, tarde o temprano, porque son los dueños de este puto lugar. Es un club importante... ¡del cual no sos socio! ...El juego está arreglado y nadie parece advertirlo. ...Seguí eligiendo a estos ricos de mierda, nomás, a quienes no podés importarle menos. NO LES IMPORTÁS UN CARAJO. NADA. EN ABSOLUTO. ...Porque los dueños de este país saben la verdad. Por eso la llaman el sueño americano. Porque tenés que estar dormido para creer en él".

 

 

 

 

 

Resulta doloroso hablar de todo esto en la ciudad más rica del país, donde muere una criatura en situación de calle mientras el intendente gasta 50 palos en desarrollar "una experiencia digital inmersiva" en espacios de Buenos Aires. Resulta doloroso hablar de todo esto en el país vergel con 40 % de pobres. Dieciocho millones de personas. Si los acostásemos en una línea recta, con los pies de uno tocando la cabeza del anterior, armaríamos un cinturón humano que cubriría —la cuenta puede fallar, las matemáticas no son mi fuerte— dos tercios del planeta. Y lo peor de todo es que la superación es cuestión de tiempo. ¡Si seguimos con las mismas políticas económicas —y no les digo nada si gana la derecha—, vamos a tardar poco y nada en cubrir toda la bella bola verde y azul! Porque en materia económica el discurso es único, se basa en el mismo absurdo lógico: para que estés mejor, primero tenemos que ayudar a que estén mucho mejor los que ya están recontra mejor. (Lo cual me recuerda a otro aforismo de Carlin: "Pelear por la paz es como coger en nombre de la virginidad".) Todo indica que en el futuro mediato el prestigio de nuestras reses cambiará. Cuando alguien diga "carne argentina", el mundo pensará más bien en el cinturón de carne humana pobre con el que estaremos en condiciones de ceñir al planeta.

Y lo peor de todo, lo que empujaría a cualquiera del idealismo al cinismo, es el desatino que está en el fondo de la cuestión. Porque todo se reduce a una cuestión de poder, de probar quién la tiene más larga —somos estúpidos, ya se dijo— en un mundo donde ese tipo de longitud se mide en guita. Cuando, como decía Carlin, "la propiedad es un robo. Nadie es dueño de nada. Cuando morís, todo se queda acá".

Aun así, me impresiona que a pesar de su desgarradora lucidez, Carlin todavía fuese capaz de decir cosas como esta: "Me encanta cuando una flor o una mata de pasto asoman desde una rajadura en el cemento. Es simplemente heroico".

No sé cuán lejos estoy de quedar recubierto por una capa de impermeable cinismo. De momento pienso todavía que, como la Tierra que nos cobija y donde se verifica el fenómeno de la vida, los humanos también formamos parte de un sistema auto-correctivo, capaz de alumbrar un nuevo paradigma.

Pero para eso, claro, deberíamos desear corregirnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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