Emboscada

Los agresores del ministro de Seguridad son militantes de la oposición

 

Luego del crimen de Daniel Barrientos y de la golpiza al ministro de Seguridad bonaerense, las sospechas por el modus operandi en el asalto al colectivo en La Matanza pasaron a tener visos de conspiración. La comprobación de que los actores de la protesta son militantes opositores determinó el cambio de actitud con respecto a denunciarlos.

A los indicios acerca del tipo de arma (una Beretta calibre 40 robada a la policía en Ciudad Evita) y del apoyo de un auto (que esperaba cerca), se sumaron imágenes de archivo que exhiben la coincidencia entre las personas más exaltadas tanto en la protesta como en los actos del PRO que preside Patricia Bullrich.

Lo que siguió pareció desplazar del centro informativo a la víctima del homicidio, un padre de familia que estaba a un mes de jubilarse. El mero enunciado del hecho ameritaba el respetuoso silencio de los funcionarios, desde la intendencia hasta la gobernación, pasando por el antipático ministro, a quien –pese a su habitual prepotencia– no se le escapó que estaba ante una tragedia humana que inhibía cualquier especulación.

No fue ese el cálculo opositor.

Las primeras voces de la protesta por el crimen parecían de meros habitantes indignados, hasta que fueron reconocidos en las imágenes de actos proselitistas, todos del mismo signo. El que trompea había sido uno de los voceros de un video de campaña.

 

 

 

 

 

Varios de los colectiveros rodean sonrientes a Bullrich para que su equipo de campaña pueda filmar la propaganda sobre la que imprimieron el slogan “La fuerza del cambio”, como se corrobora en la difusión que propiciaron por las redes digitales.

 

 

 

 

Otra que grita su indignación por el asesinato, insulta a una abuela que busca a los nietos de personas asesinadas, pero nunca a los políticos de derecha. Su cara fue identificada en un acto proselitista por el canal C5N.

 

 

 

 

El que protesta contra el crimen a manos de los ladrones le robó una frase a los movimientos populares para hacer un estandarte que llevó a un acto de Bullrich, quien lo buscó entre la muchedumbre para elogiarlo: “Ahí veo un cartel: ‘Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo’”. Es el mismo que portaban en la manifestación por quienes acorralaron al ministro para golpearlo entre varios. (Pegarle en grupo a una persona sola y desarmada no equivale precisamente a coraje.)

 

 

 

 

Sergio Berni y sus actitudes histriónicas no facilitan la suma de solidaridades ni empatías; eso explica las primeras burlas hacia el karateca funcionario que se reprodujeron por las vías habituales de estos tiempos:

 

 

La sorna contra el funcionario quedó por encima del contexto.

 

 

El bonaerense no usó la fuerza contra nadie, a diferencia del policía del lado porteño que sumó su aporte al diálogo al arremeter con su escudo sobre la cara de un trabajador, como se pudo apreciar por televisión.

 

 

 

 

 

Al gobierno bonaerense no se le escapa que el crimen ocurrió en el distrito de la vicegobernadora Verónica Magario, el más populoso de la sección electoral más grande del país, y que se vio amplificado por lo que siguió a la presencia del ministro que siempre busca ser rutilante. Sugestivo no es probatorio.

Lo que sí está probado es que hay una diputada, “Maru” Sotolano, del PRO de Quilmes, que tenía a su chofer robando en casas, como se expuso en la nota La diputada y el ladrón.

 

 

En Quilmes, Berni fue recibido por Mayra Mendoza, cuyo equipo de prensa no tomo fotos de las heridas.

 

 

A partir de la sola sugerencia de que pudo tratarse de una operación (que pudo incluir o no el asesinato), varios salieron al cruce. Ante la duda del ministro (“no sé si nos tiraron un muerto”), el diario del Grupo Clarín lo llevó a la tapa como una maniobra k para zafar de la crisis, a lo que sumaron sus definiciones los pacifistas Federico Pinedo (“psicótico”), el ex ministro de Seguridad Cristian Ritondo (“payasesco”), y su par de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro, quien viene de abandonar el puesto luego de que todos escucharan sus charlas telefónicas en las que encubría o bien incurría en varios delitos.

 

 

 

 

El ministro de Justicia bonaerense, Julio Alak, se presentó en Comodoro Py junto con la abogada Valeria Carreras para pedir que se investigue el “atentado contra la autoridad, lesiones graves e intimidación pública”, denuncia que por sorteo recayó en el Juzgado Federal 9 que subroga Eugenia Capuchetti.

Berni, quien en principio se había mostrado comprensivo (es falsa su supuesta declaración de que “pegaban como mujeres”), viró en pos de proseguir la investigación sobre quienes le tendieron “una emboscada”. Lo hará desde una causa abierta por la Policía de la Ciudad en la Fiscalía de Carlos Rolero, ya que los episodios se dieron en el límite entre la provincia y la ciudad.

Por el homicidio, en tanto, el fiscal de La Matanza Gastón Duplaá indagó a Alex y Gabriel Barone, de 19 y 24 años, detenidos como presuntos partícipes en el asalto (que ellos y sus familiares niegan), a quienes sería ocioso preguntarles algo de política.

 

 

El colectivero Daniel Barrientos.

 

 

 

 

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