Empoderar y endeudar

Ivanka Trump trajo el feminismo neoliberal y rellenó facturas

Ivanka Trump no parece real. “Ella fue muy cordial, hasta tocó las prendas que hacemos”. Hasta fue capaz de tocarnos, ¡a nosotras! Muy buena y suelta, probó nuestras facturas”. Ivanka no es real, es de otro mundo, su altura, su rubiez y blancura, la lengua gringa, el vestido a medida, los stilettos de princesa, la nariz modelada, Ivanka parece recortada de una película de los años dorados de Hollywood, por eso verla en Jujuy, con una manga de dulce de leche rellenando con delicadeza una bola de fraile, nos deja mareadas, nos parece un regalo del cielo y un privilegio que se anime a respirar cerca nuestro. Pero al día siguiente, al despertar, ¿que hacía esa mujer acá?

Ivana Trump, nombrada desde chica Ivanka en su casa familiar, visitó durante 8 horas la provincia de Jujuy. La mujer de 37 años, alta como su madre, también Ivana, yugoslava y primera esposa de Trump, llegó a la provincia donde Milagro Sala cumple prisión domiciliaria y fue recibida por su carcelero, Gerardo Morales. El motivo de la visita es la gira que Ivanka realiza por Latinoamérica como “Primera Hija” del Presidente Donald Trump (así la denomina la prensa estadounidense, dado que su actual esposa, Melania, no oficia de Primera Dama). Buena chica, la heredera, la preferida de su padre, Ivanka juega a ser la voz de la buena conciencia, de la moderación, de un Trump conocido mundialmente por su intransigencia. 

Así la construye la prensa, y ella se deja construir. La carrera de Ivanka como economista incluye una marca de ropa propia, modelaje, un libro de autoayuda para mujeres de poder (se llama Women Who Work, pero no se refiere al trabajo, sino a construir poder) y, desde 2017, ser asesora presidencial de su papá. Dentro del abanico de buenas acciones que Ivanka realiza para colaborar con el gobierno de Trump se encuentran los programas de empoderamiento económico de mujeres. Ella habla mucho de las mujeres, se dice a sí misma feminista e incluso deslizó que su padre, uno de los misóginos más famosos del mundo, también lo sería. 

En febrero de 2019, Donald Trump presentó la Iniciativa para el Desarrollo y la Prosperidad Global de las Mujeres (Women's Global Development and Prosperity, W-GDP) de la Casa Blanca. El programa tiene el objetivo de transferir poder (empowerment es la palabra que usan) a 50 millones de mujeres en todo el mundo para 2025 a través de créditos y capacitaciones para mujeres emprendedoras. Con la finalidad de promover este fondo Ivanka viajó a la Argentina, Paraguay y Colombia. En la Argentina sólo estuvo 8 horas en Jujuy, conoció un hotel céntrico, visitó una panadería y una casa de ropa autóctona (justo un día antes del Día de la Mujer Indígena, efeméride de la que nada se mencionó) y las oficinas de ProMujer, organización de microfinanzas para mujeres que funciona en el norte de nuestro país. 

La voz dulce y serena de Ivanka echa brillitos como una Campanita que sobrevuela sobre su padre, es la Trump con conciencia social. O eso es lo que intenta transmitir, con resultados desparejos. Permanentemente se le recuerda la hipocresía que destilan sus discursos sobre creación de empleo y mejoras en la calidad de vida de los trabajadores, cuando (como la Primera Dama argentina, Juliana Awada) son conocidas las pésimas condiciones de trabajo de los empleados de su marca de ropa. O, por ejemplo, cuando durante el G20 la Primera Hija intentaba involucrarse en una conversación adulta con Christine Lagarde, Theresa May, Emmanuel Macron y Justin Trudeau, pero no le prestaron mucha atención. Ese video se viralizó y le valió cientos de burlas y memes. Aquí compartimos el tuit de Alexandria Ocasio-Cortez, referenta demócrata y progresista, aún más joven que Ivanka.

 

("A algunos puede impresionarles, pero ser la hija de alguien  no es una calificación profesional.
Daña nuestra posición diplomática que el Presidente llame y el mundo acuda.
Estados Unidos necesita que nuestro Presidente trabaje en el G20.  Designar a un diplomático calificado tampoco le haría mal a nadie").

 

¿Que sea hija de nos habilita a criticarla? ¿Acaso no la prejuzgamos bajo la vieja premisa de que si linda y joven será tonta y sumisa? ¿Nos ponemos la gorra cuando le pasamos el feministómetro y explota el aparatejo? Sí y no. Ivanka Trump no es LulyPop. Y su feminismo no es cualquier feminismo blanco. Como dicen las feministas del 99%, lejos de celebrar que ahora haya mujeres con cargos altos en esas típicas oficinas de vista panorámica, lo que queremos es que ya no haya más cargos altos ni oficinas con vistas panorámicas.

Ivanka Trump vino a dar plata para otorgar microcréditos a mujeres de Jujuy. Sabemos lo que significa eso. Una pequeña suma de dinero para que ellas la devuelvan con intereses, “tus deudas te harán grande” parece ser la premisa que también podemos ver en la macroeeconomía argentina, con políticos y opinólogos desesperados por quedar bien con quienes deben prestarnos dinero para devolver en cuotas, también con intereses. “Sé tu propia jefa”. Suena bien. ¿Pero qué pasa con los derechos laborales y de protección social? ¿No será que ya estamos empoderadas pero necesitamos que haya leyes que protejan los derechos de las trabajadoras y modelos económicos que no ahoguen las economías locales? ¿No será que justamente la propuesta republicana genera el escenario de pobreza para el que luego trae soluciones mágicas que solo provocan más dependencia y deuda?

 

 

 

Ivanka Trump, la feminista que no habla de derechos reproductivos ni de patriarcado ni de capitalismo, propone así una política aparentemente feminista pero asentada sobre pilares conservadores. “Cuando las mujeres tienen poder económico, reinvierten en sus familias y comunidades, produciendo un efecto multiplicador que estimula el crecimiento económico y contribuye a la paz y la estabilidad mundiales”. En eso coincidimos todas, de izquierda a derecha, del norte al sur, incluso de blancas a negras, la diferencia es el diagnóstico de las causas de esa inequidad y las soluciones posibles. La política feminista de los créditos de la Casa Blanca se centra en administrar incentivos económicos a self made women, habilitando una dependencia y conformando una deuda que vincula el programa más a las prácticas del FMI que a las de la economía feminista.  

La inequidad y la dependencia aparecen como realidades naturales de las que debe salir una mujer fuerte y sola, como un desafío personal, y, por lo tanto, de responsabilidad individual. Muy lejos están Ivanka y sus créditos de pensar el origen de la dependencia y la desigualdad. La lectura económica de Ivanka despolitiza al feminismo y la propia concepción neoliberal de la economía impide que esto que vino a hacer la rubia cuya única travesura fue teñirse una vez de azul por 2 horas (además de convertirse al judaísmo para casarse) podamos llamarlo feminismo.

Según The Washington Post, la administración Trump “ha recortado por lo menos un 35 % en los programas de igualdad de género; reinstauró la polémica Ley Mordaza Global, que restringe el acceso de las mujeres a la atención de salud reproductiva, y ha cambiado las reglas de asilo para negar el refugio a mujeres que huyen de la violencia doméstica”, esto sin contar las machiruleadas públicas por parte del Presidente. Aun así, su hija se calla y juega al feminismo. Su silencio modosito también le valió el mote de "cómplice", como en esta parodia de Saturday Night Live protagonizada por Scarlett Johansson haciendo de Ivanka:

 

 

 

Ivanka, adalid de las mujeres emprendedoras del mundo, quién podría dudarlo, es la hija perfecta: propone cambios que no necesitan una transformación estructural de la sociedad, sino que repiten el remanido esquema de sálvese quien pueda. Pero no sólo eso, además de repetir ese proyecto subjetivo y colectivo, su línea de créditos a mujeres tiene el plus de perpetuar un modelo de colonialidad, que ningún republicano se animaría a criticar. Ella es de otro mundo.

 

 

 

 

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