En desorden

La música que escuché mientras escribía

 

Marcelo Figueras me embocó para siempre. Soy ese tipo raro que en la duermevela de la madrugada, en vez de contar ovejas piensa en pianistas de jazz. Hice la lista la semana pasada de los diez que más me gustan y comencé con Duke Ellington y Bill Evans.

Entre los comentarios hubo algunos que me señalaron olvidos u omisiones. Recuerdo ahora las menciones de ustedes a Keith Jarret, Chick Corea y Brad Meldhau. Pues no, ni olvidos ni omisiones. Sólo que los diez que nombré me producen más placer. No digo que son mejores, porque no soy quien para emitir juicios críticos en esta materia y porque no asocio el arte con una competencia donde unos ganan y otros pierden. Por supuesto que Jarret y Corea me parecen grandísimos pianistas y tengo enorme admiración por ellos. Para que no dudes, aquí te los pongo en este concierto de Mozart para dos pianos. Una delicia absoluta.

 

 

Con Meldhau es otra historia. Escuché sus tríos e incluso lo vi en persona, pero no me mueve un pelo. Una de las veces que vino a Buenos Aires, presentó a su novia belga, Fleurine, quien le hizo creer que podía cantar sobre un escenario. A la tercera desafinación estridente, el público empezó a abuchear y la forzó a callarse, para que él siguiera solo.

Como ya te dije en el caso de la pelirroja Antonia Bennett y su papá, que la trajo a Buenos Aires como telonera, el amor es sordo.

Pero en el caso de Tony Bennett, único e insuperable, me da una enorme ternura, cosa que no me ocurre con los enconches juveniles. Las sábanas no van bien con el piano.

En fin, al que le guste, que escuche a Meldhau y lo disfrute. No es mi caso.

Hoy quiero compartir con vos un pianista impresionante, que en los 80 años de su vida recorrió casi completa la historia del jazz hasta su muerte, en 1983. Dizzy Gillespie, quien integró una de sus orquestas junto con Charlie Parker, dijo que Earl Hines cambió el estilo del piano y marcó a fuego el camino para Bud Powell o Herbie Hancock. El enorme Lennie Tristano (que sí está en mi lista) escribió que Hines "es el único de nosotros capaz de crear verdadero jazz y verdadero swing tocando solo". Parco de palabras como de notas, Count Basie lo llamó el "más grande pianista del mundo". Lo mismo opinó seis veces la revista Down Beat.

Fue el pianista y arreglador de los Hot Five de Louis Armstrong, lo cual le asegura un lugar único en la historia. También entró por una puerta más complicada, como el pianista de la Grand Terrace de Chicago, propiedad de Al Capone. El be bop nació en la orquesta juvenil que Hines formó a comienzos de los 40, cuando muchos de los músicos que lo acompañaban fueron reclutados por el Ejército. Además de Parker y Gillespie por allí pasó Sarah Vaughan, que además de cantar le daba al teclado. Durante una enfernedad, Elllington le pidió que dirigiera su orquesta. Si lo eligieron para tocar nada menos que en el funeral del Duke es porque lo consideraban el más grande.

 

 

 

El otro de hoy es uno de esos discípulos que recorrieron aquel sendero marcado a fuego por Hines. Tal vez viste la película Round Midnight, dirigida en 1986 por Bertrand Tavernier, con el saxofonista afroamericano rubio Dexter Gordon en el papel protagónico. Está inspirada en la vida de Powell, quien pasó muchos años en Europa. No te voy a contar más de su vida, porque es bastante triste y, si te interesa, le preguntás al Doctor Google, que lo sabe todo. Su música es maravillosa y eso es lo que importa.

 

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