En la senda de Alfonsín

La capital debería mudarse a una ciudad que entienda la democracia federal como una responsabilidad

 

Mempo Giardinelli escribía tiempo atrás sobre la necesidad de descentralizar la sede de Buenos Aires como capital de la Argentina por múltiples razones históricas, políticas y hasta sanitarias, y buscar una alternativa más federal. Compartimos esta reflexión. La ciudad de Buenos Aires es cada vez más una capital de sí misma.

En un contexto más amplio, no ha logrado resolver uno de sus principios fundantes cuando se aborda la contradicción entre unitarios y federales más allá de lo económico. En su libro El pueblo sin atributos, la escritora Wendy Brown explicita que “en la razón neoliberal y en los dominios que gobierna solo somos homo economicus”, y de esto proviene el debilitamiento de la democracia provocado por la economización normativa de la vida política.

En esta etapa está claro el desafío de presentar un programa de gobierno (CFK dixit, Teatro Argentino de La Plata, 27.04.2023). También de un proyecto de país. Se presenta hoy una oportunidad para debatir sobre el destino de la ciudad capital, que se ha transformado en un territorio con privilegios. En este sentido, se realizaron pocos procesos políticos que pudieran contribuir a que nuestra orilla del Río de la Plata tuviera una interacción con la otra orilla del mar argentino más sudamericana. El canal Magdalena es parte de ello.

Para fundar Buenos Aires, en 1580, Juan de Garay trajo desde Asunción a centenares de guaraníes caminando con las vacas por la orilla del Paraná. La fundación de la después tan europea Buenos Aires sobre el estuario-Río de la Plata –río que los pueblos originarios emparentaban con la “Tierra sin mal” y que la última dictadura degradó a cementerio– estuvo integrada por una mayoría guaraní. Hoy, a lo largo de 16 kilómetros de costa de CABA, solo hay una tercera parte disponible para un acceso franco al río. A pesar de ello, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta intenta acotar aún más ese acceso con urbanizaciones invasivas como Costa Salguero (siempre emprendimientos inmobiliarios).

Buenos Aires creció con enormes zonas suburbanas que la divisoria de la Capital Federal ha destinado a ser de “segunda categoría”, frente a una ciudad autónoma de “primera”. Es tiempo de corregir esta lamentable diferenciación. Dice Paul Virilio: “Hoy en día nuestra cultura opone el centro de la periferia, el centro de la ciudad del suburbio, y esta oposición hace pesar una amenaza sobre la democracia y sobre la cultura” (El cibermundo, la política de lo peor, 1997).

En resumen, aparece luego de este resumido recuento la integración de los territorios y con ello los vínculos con la orilla del Río de la Plata y la orilla al Mar Argentino. Las orillas de una Argentina, la del río (pampa verde) y la del mar (pampa azul).

La propuesta de una nueva capital que asuma los sueños de la Argentina completa, sin grietas, puede ser ubicada con los requisitos de integrar una orilla metropolitana industrializada con la orilla marítima y la inmensa potencialidad del mar argentino.

Existen a tal efecto múltiples alternativas y antecedentes de contar con un puerto-ciudad: desde Mar del Plata, pasando por Bahía Blanca, Viedma y Comodoro Rivadavia, hasta Río Gallegos. Lo que aquí se destila es la promoción de un proyecto territorial renovado. Hubo un intento con Viedma pero el peso político de Raúl Alfonsín no fue suficiente para llevarlo a cabo.

Mar del Plata es sin dudas un lugar más interesante. Posee infraestructura y conexiones apropiadas. Su ubicación en la provincia de Buenos Aires le da posibilidades de canje con CABA y de ubicar un predio de jurisdicción nacional. No es necesario asumir urbanismos innovadores (caso de Brasilia) sino planificadores para proponer alternativas integradoras. La reactivación de la actividad constructiva de la ciudad puede contar con múltiples pymes existentes.

El hecho de ubicarse a una distancia de 400 kilómetros de Buenos Aires facilita los vínculos, inclusive es posible estructurar un tren ultrarrápido sobre las vías existentes. Posee un excelente aeropuerto y un puerto con muy buen calado. La muy probable explotación offshore de gas y petróleo a 300 kilómetros será un ingrediente especial. En temas urbanísticos se puede contar con aportes de arquitectos e ingenieros avezados, proveedores de nuevas estructuras y materiales, servicios de todo tipo que hagan a una funcionalidad óptima. Sin duda debería poseer aspectos de diseño urbano de avanzada, en particular en el consumo integral con energía renovable.

Está claro que la necesidad del traslado y la reafirmación del lugar deberán ser aprobados mediante un amplio plebiscito nacional.

Con base en una genuina alianza entre el trabajo y la producción, la nueva capital puede ser un ejemplo de proyección territorial más federal y así enfrentar también la descomposición social, la discriminación y la violencia de todo tipo que se genera en una metrópoli agrietada con injusticias. Una capital que entienda la democracia federal como un bien y una responsabilidad, con creaciones organizativas adecuadas para el futuro, que permita la extensión y protección de nuevos derechos y nuevas igualdades. Que defienda la educación, los derechos humanos y la Patria Grande sudamericana. El debate está abierto para considerar una nueva capital, una urbe adjunta e integrada a una gran Mar del Plata.

Una hegemonía electoral peronista podría lograr alianzas para una verdadera y duradera democracia popular, con la decisión política de trasladar la capital a un lugar menos condicionado por los poderes y por la aglomeración metropolitana. Es una tarea de esa democracia nacional y popular para iniciar en el 2024.

 

 

 

* El ingeniero Andrés Repar es ex consejero del Consejo de Planeamiento Urbano Ambiental (COPUA) de CABA y vicepresidente del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz (IIESO).

 

 

 

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