¿En qué te convirtieron, Javier?

Golpe contra la Constitución, atropello a los trabajadores y estafa electoral

 

Javier Milei es, conforme con su declarado e inaceptable propósito, el Presidente con más poder en la historia argentina, no sólo porque cuenta con los sectores económicos más poderosos, tanto nacionales como internacionales, que fungen como grandes beneficiarios de todas sus políticas y principales aportantes de su campaña, sino porque –insólitamente– por primera vez en la Argentina gobiernan dos fórmulas presidenciales juntas, más un ex Presidente; ergo, tenemos tres Presidentes ejerciendo el alto cargo (Milei, Bullrich y Macri) y dos Vicepresidentes (Villarruel y Petri).

También hay que decir, con específica claridad, que ya no es sólo el gobierno de la autodenominada La Libertad Avanza, toda vez que se trata de un lamentable e inaceptable co-gobierno que Milei ejerce con el ala dura del PRO, agrupación que ha usurpado impúdicamente los lugares de decisión más importantes del gobierno, relegando por completo a los que fueron leales (con mérito o sin él), que creyeron en el actual Presidente y hoy deben limitarse –como decimos cotidianamente– a mirar el partido desde la tribuna.

Esto recibe meridiana confirmación ni bien se analiza el decreto de necesidad y urgencia dictado el 20 de diciembre (a todas luces inconstitucional) y la “Ley Ómnibus” ingresada recientemente en la Cámara de Diputados, que patentizan de manera ostensible que el Presidente Milei intenta asumir, sin eufemismos, la suma del Poder Público, avasalla la Constitución Nacional, usurpa, anula y desconoce funciones primigenias del Congreso de la Nación y atenta desfachatadamente contra el patrimonio nacional, afectando la propiedad y los derechos de la mayoría del pueblo argentino.

Como grosera contrapartida y haciendo gala de una total desmesura y aversión a la sociedad argentina, se dedica a imponer un brutal ajuste contra los ingresos de las familias argentinas en indisimulado favor a los grandes formadores de precios y acreedores externos como el FMI.

Lo hace desde una mega devaluación que licúa salarios, jubilaciones, ahorro e ingresos, declara diversas emergencias de dudosa o inexistente necesidad y urgencia pero no declara la emergencia alimentaria para garantizarle al menos la comida a todas y todos los argentinos.

Siempre se pensó y se sostuvo que los gobernantes, especialmente los elegidos conforme al sistema democrático, existían para defender a sus pueblos, aliviar sus padecimientos y trabajar para su bienestar; el presente autocrático de Milei, sus desplantes cesaristas y su soberbia mesiánica, que echa mano a entelequias tales como “las fuerzas del cielo”, señalan delirantemente a quien se siente y se cree superior a sus conciudadanos hasta el punto de convertirse en enemigo del pueblo que lo ungió a la primera magistratura de la República. Porque el ser primer mandatario no significa, bajo ningún aspecto, excusa o consideración, ser el primer mandamás. Es preciso hablar con propiedad y no limitarse a creer, rayando ya en la obscenidad política, que circunstanciales mayorías electorales consienten la instauración del poder absoluto y la destrucción de vectores y valores comunitarios que son legítimo patrimonio de ese pueblo que la altanería a ultranza ilusoriamente pretende ignorar.

Tan así es que de manera inverecunda plantea alegremente la privatización de las empresas del Estado, disponiendo del patrimonio nacional por decreto, so pretexto de la ineficiencia y déficit de las mismas, para lo cual falsea manifiestamente la verdad, en el peor de los casos y, siendo generosos, atribuyéndolo a una supina ignorancia o, con derecho a la duda (casi certeza), haciéndolo desde su malicia y necesaria justificación de hechos para favorecer a sus amigos, que serán los futuros adquirentes.

En el caso del Banco de la Nación Argentina, por ejemplo, la calificadora de riesgos Fix SCR, perteneciente al grupo Fitch, otorgó a dicha señera institución la máxima calificación, reconociendo su solvencia, relaciones técnicas y eficiencia, además del hecho cierto de haber generado fuertes ganancias en dólares; esto es: que cualquier intento de privatización está encaminado solapadamente a favorecer a algún aportante de campaña o a algún “hermano de la vida”, o a premiar alguna singular o muy particular relación con el beneficiado, tal como viene sucediendo con todas las medidas que toma el señor Milei en uso de una Presidencia que a todas luces aparece enfrentada con el pueblo argentino y sus legítimos e irrenunciables derechos.

Tanto el decreto como el proyecto de ley que envió al Congreso Nacional podría decirse que son a la carta o a pedido de los supuestos aportantes de su campaña, puesto que no hay una sola medida que le mejore la vida a la clase trabajadora con empleo o sin empleo; son lisa y llanamente un plan de negocios. Donde hay un artículo, hay un negocio.

Con respecto al tema de la reforma laboral, se trata, por donde se la mire, de un retroceso inaceptable para los trabajadores; modifica la Ley de Contrato de Trabajo a gusto y piacere del sector empresario, formula un decálogo de quita de derechos jamás visto, en particular destroza el artículo 14 bis de la Constitución, modifica la Ley de Asociaciones Profesionales en detrimento de la representación de los trabajadores y despedaza el sistema solidario de salud para favorecer a las empresas de medicina prepaga. Asimismo, en otro desconsiderado golpe, deroga la fórmula de actualización de las jubilaciones, siendo que la misma pasaría a depender del arbitrio de su lapicera para recibir un incremento en los haberes jubilatorios, asaltando además de manera aviesa e imperdonable el Fondo de Garantía y Sustentabilidad del Sistema Provisional, rapiñando esos fondos –que son de los jubilados– al Tesoro Nacional, vaya uno a saber con qué objetivos.

Los regímenes que el gobierno estigmatiza nacieron y crearon una realidad laboral normada regularmente por los legisladores como representantes del pueblo, tal como lo determina la Constitución y la división republicana de poderes, habiendo funcionado de manera absolutamente compatible con la producción y posibilitando la paz social y el crecimiento económico del país.

Es dramáticamente claro, entonces, que estamos ante un burdo y gigantesco atropello no sólo a los principios liminares del derecho del trabajo, sino –como ya adelantáramos– a la Constitución, a la democracia y a la república. Mientras, se vulnera groseramente el artículo 29 de nuestra Carta Magna que fulmina con la nulidad insanable los actos por los cuales la vida, el honor y las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Y aquí englobo, porque así corresponde, el protocolo de Patricia Bullrich, sucedáneo del estado de sitio y elaborado con el claro objetivo de impedir la libre difusión de la protesta ciudadana.

Podría escribir ríos de tinta desgranando artículo por artículo de este calamitoso decreto o de la no menos perniciosa “Ley Ómnibus”, pero para eso existen sobrados informes de personas muy idóneas en cada materia, lo cual me lleva a considerar que, más allá de enumerar los violentos abusos e inconsistencias, únicamente me resta expresar que no es el camino legítimo, ni aceptable, apretar a gobernadores para que voten la derogación de la ley que nos permitió a los trabajadores no pagar ese injusto impuesto al salario, mal llamado impuesto a las ganancias, gravamen cuya derogación –para colmo– votó siendo diputado en los tiempos en que se publicitaba fementidamente un paladín anti-impuestos. No, señor Milei, no es así como usted debe gobernar, ya que la legitimidad primigenia de los votos no autoriza la traición ni la retaliación a los pueblos.

Hay que estar muy atentos a lo que resuelva la Justicia con respecto al DNU, ya que el mismo subvierte el orden jurídico de la Argentina. Si el Poder Judicial da por correcto el DNU, cada cuatro años habrá un cambio del orden jurídico. Incluso se podrá avanzar en una reforma del propio sistema judicial por la vía de un decreto de necesidad y urgencia y el Poder Judicial habrá perdido legitimidad y autoridad moral y legal para oponerse a tanta aberración.

Señor Presidente: retome y cumpla con su promesa de que el ajuste no lo iba a pagar el pueblo ya que, de lo contrario, pasará a la Historia –aunque a usted hoy no le preocupe– como la triste caricatura de un mentiroso y un cínico, o algo peor, que estafó electoralmente a la sociedad.

A esta altura podríamos parafrasear a Macri preguntándole a usted: ¿En qué te convirtieron, Javier? En verdad, es el león de dientes afilados con los más débiles y el gatito mimoso del poder, como tan correctamente lo describió Myriam Bregman en el debate presidencial.

Está a tiempo señor Presidente, retire el DNU y envíe leyes al Congreso que no lo entronicen como un monarca y no sigan perjudicando al pueblo argentino. Recuerde que los monarcas iniciaron su paulatina inexistencia a partir de 1789 y hoy son un resabio indigerible de la Historia, repudiados y suprimidos por el pensamiento, el avance cultural y político, que los relegó a ser tan sólo el polo nostálgico de los reaccionarios.

Una última reflexión que viene a medida de lo expuesto. Resuenan en mi memoria las veces en que el titiritero mayor de su gobierno, el monje negro en la sombras, el que perdió estrepitosamente las últimas elecciones, léase el señor Mauricio Macri, blanqueó (entre otras cosas) su anhelo de retrotraer a la Argentina a los tiempos del Centenario (1910) obviando, para que la infamia no fuera tan descarnada, que la supuesta “celebración” de la efemérides fue con estado de sitio, persiguiendo y masacrando trabajadores en huelga que luchaban por los derechos que opresivamente les eran negados y a los que se consideraba, en su mayoría e igual que hoy por este gobierno, como elementos extranjeros, indeseables y carentes de la vergonzosa caracterización de los gárrulos ministeriales de ser “personas de bien”.

Por el contrario, ejerza usted noblemente y con altura moral, personal y cívica, la alta distinción que la ha sido conferida subrayando con hechos palpables lo que prometió; entre otros ítems, que el ajuste no lo pagaría el pueblo y que dedicaría sus esfuerzos a beneficiarlo y no a castigarlo, como viene sucediendo en el presente. De lo contrario y penosamente, quedará inscripto en la Historia como un farsante, cínico y mentiroso y solo será recordado por sus diatribas insolentes y sus arranques hilarantes que únicamente germinaron y dieron, están dando, los inadmisibles frutos del odio y la violencia.

Finalmente, resulta interesante hacer hincapié en una frase de la Canción Panic Show de La Renga, esa de la que el Presidente intentó apropiarse durante su campaña electoral. En un tramo dice: Por favor no huyan de mí, yo soy el rey de un mundo perdido, soy el rey y te destrozaré, todos los cómplices son de mi apetito”. Dejando de lado la premonitoria y descriptiva canción de La Renga y la rescatable postura de la banda en cuanto a no permitir que se usara su canción para la campaña de Milei, debemos admitir que en algún sentido éste fue dando señales de sus verdaderas y ocultas intenciones durante la campaña electoral (y antes también), las cuales algunas no fueron percibidas por el común de la gente y otras tantas no fueron tenidas en cuenta bajo el falso lema de “no va a poder hacer todo lo que dice” o “está sólo, no tiene los votos en el Congreso”, etc.

Pues bien, lamentablemente las advertencias realizadas oportunamente no fueron tenidas en cuenta y fueron atribuidas por un sector de los medios de comunicación –quienes ayudaron en la creación del candidato– a una campaña del miedo. Hoy más que nunca se requiere de la unión, el compromiso, la militancia y la concientización de la sociedad toda para que la intentona radicalizada del Presidente no se lleve puesta los destinos y los recursos de la Patria.

Por ello es necesario hacer un llamamiento a toda la dirigencia de nuestro país para que esté a la altura de las circunstancias. El futuro del país depende, entre otras cosas, del firme compromiso, sea cual fuere nuestra filiación partidaria, para anteponer los intereses del conjunto de la sociedad al avance de un gobierno con sesgos tiránicos, más cercanos a un rey poderoso (como el de la canción de La Renga) que a un Presidente de la Nación legítimamente elegido por el voto popular. Lo afirmo convencido de que la sociedad nos puso en el Congreso para defender al país y a la democracia de los ataques perpetrados hacia ellos.

Que el gobierno no crea que el 56% de los votos que obtuvo en el ballotage le da carta libre para hacer lo que se le dé la gana con el país, porque no todos sus votantes lo eligieron para eso. No fue elegido para que el feroz ajuste que viene realizando (y el que aún resta por venir) recaiga sobre los más necesitados, la clase media, los jubilados y los trabajadores. Milei llegó al poder prometiendo que el ajuste lo iba a hacer la casta, pero lo que no nos dijo fue que la casta éramos todos.

El país que pretende imponer por decreto (o a como dé lugar) el Presidente Milei es un país donde el 10% sea rico y el otro 90% sea pobre. Un país donde los trabajadores no tengamos derechos y si los mismos se ven atacados no tengamos la posibilidad de reclamar, imponiendo protocolos y reglas muy cercanas a un estado de sitio. Pretenden gobernar un país que odian, cancelando la democracia que tanto tiempo nos llevó conseguir y que no estamos dispuesto a negociar.

Proyectan un país donde el Estado desaparezca de escena y un grupo de empresarios codiciosos se queden con todo. Si finalmente logran imponer lo que pretenden (por DNU o por leyes) será el final del país en el cual crecimos y vivimos, un país donde la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política sean reemplazada por la meritocracia estéril de un solo sector de la sociedad, donde los recursos naturales y la soberanía sean entregadas al mejor postor. La Argentina que nos proponen es una Argentina para unos pocos; una Argentina donde cambien el sol de nuestra bandera por las estrellas del país del norte.

Asimismo resulta imperioso distinguir, entre toda la maraña de leyes, regulaciones y DNU, las cosas que realmente importan de aquellas que posiblemente hayan sido instaladas como señuelos para correr el foco de atención y ponernos a discutir la cosmética de lo importante.

Se pretende dar vuelta al país como un guante. Llevarnos, como antes dije, a las épocas del centenario donde los derechos no existían y quienes los reclamaban eran reprimidos a sablazos por los policías montados a caballo que el pueblo llamaba “los cosacos”. Nuestros abuelos y abuelas saben muy bien de qué estoy hablando. Y a nadir puede escapársele que estamos transitando un golpe blando, cuya consumación se traducirá en la abrogación de todos los derechos y del que sólo sobrevivirán obligaciones.

En suma, pues, del conjunto de la sociedad, de los dirigentes sindicales, políticos y de la justicia, depende la defensa a ultranza de la verdadera libertad y no la libertad (que no es tal) que vociferan desde el gobierno, del primero al último de sus integrantes y de sus corifeos antisociales y apátridas.

El decreto debe ser declarado nulo antes de que tenga consecuencias irreversibles para la Patria argentina y su pueblo, y la “Ley Ómnibus” debe ser analizada bajo la estricta lupa parlamentaria, conforme los márgenes hasta aquí detallados.

 

 

 

* El autor es secretario general de la Asociación Bancaria y diputado nacional por el Frente de Todos.

 

 

 

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