ENVIDIA Y GRATITUD

Lo de la praxis del gobierno no es locura, sino el goce de la perversión

 

 

Imagen principal: Rufino Tamayo, 'Dos caras', 1973.

 

 

El mundo está loco, loco, loco

A fuerza de confundir la razón ciudadana, el discurso pro del liberalismo posmoderno ha quedado enredado en la confusión propia de sus interpretaciones retro de la realidad. Hay una larga hilera de arcaísmos que revelan el rancio abolengo del cuerpo neoliberal, en la senilidad vetusta de unas imágenes y palabras que no hay cambio cosmético que  pueda ocultar.

Al delirema de Patricia Bullrich sobre una Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) queriendo adueñarse de la Patagonia con financiación de un grupo del Reino Unido para el uso de sus utensilios de labranza como armas de guerra, con una desmesura sólo comparable en estrambótica reminiscencia a aquella del Ejército Simbiótico de Liberación que con doce estudiantes pretendía alcanzar una revolución planetaria asaltando un banco estadounidense con la participación de Patty Hearst, la nieta del verdadero Ciudadano Kane; ahora el turno le toca a Miguel Angel Pichetto, queriendo descubrir en Axel Kicillof a un camarada comunista que cual Lenin y Trotski tomando el Palacio de Invierno, se propondría ahora implantar un soviet bonaerense.

La locura consiste en ver “lo que no es donde es”. Hay personas que en un delirium tremens ven asomarse monstruos descomunales por la puerta de su departamento y en su pánico se arrojan al vacío por la primera ventana que encuentran. Es una locura psiquiátrica. A esas personas hay que cuidarlas y tratarlas en su trastorno para que no se dañen. Pero la locura política, si bien comparte algunas semejanzas con ella, se diferencia en que en ésta es el ciudadano el que se tiene que cuidar de un monstruo —llamado Leviatán por Hobbes— para que no lo dañen.

 

Rufino Tamayo, 'Dualidad', 1964.

 

 

Las tablas de la Ley

Al hablar de “locura” para el discurso y la acción política del gobierno actual, por su semejanza con la falta de percepción psicótica de la realidad, aún en su sentido figurado o metafórico, debemos ser más claros. Se ha dicho muchas veces y por muchas voces que ese discurso y esas acciones son “perversas” y no “locas”. Que el gobierno hace lo que vino a hacer. Que no está loco y tampoco actúa con mala praxis. Y si aceptamos esos dichos, deberíamos decir que no es que el gobierno ve lo que no es (lo peor ya pasó) en una realidad que es angustiante y dolorosa, sino que ve “lo que es donde es”, pero, a diferencia de la gran mayoría de la población,  que se lamenta y sufre por lo que pasa, al gobierno parece no afectarle nada, o, peor aún, cabe suponer, “goza” con ello. Y  decimos esto en el sentido del “goce” que caracteriza al actuar perverso en el psicoanálisis lacaniano, por diferencia con el sufrimiento neurótico.

Pero hay otra diferencia que resulta de interés para esos puentes de significación entre el hablar cotidiano, la cultura, los conceptos psicoanalíticos y el discurso político: es la existencia de una norma dada en modo previo y necesario a toda razón. El relato bíblico ya había hablado de la existencia de un mandato divino que por haber sido transgredido por la primera pareja había instaurado el pecado original como fundamento de la especie humana.

Pero el psicoanálisis reintrodujo esa noción de una norma –la Ley del Padre— como significante fundamental en la  génesis del psiquismo, a través del concepto de “castración” en Freud y de “la falta” en Lacan. El registro de este significante fundamental como constitutivo del universo Simbólico en su diferencia con lo Real y lo Imaginario, se verificaría en la aceptación del mandato edípico –no cohabitarás con tu madre- que en su metáfora hace posible la dimensión simbólica del lenguaje.

Aún con sus diferencias, el relato bíblico y el psicoanálisis afirman que el lenguaje y la acción humana se constituyen en su condición sensible al sufrimiento con la aceptación o rechazo de una Ley, mandato o inscripción original, que está presente en todo ser humano. Es lo que se muestra en la alegoría de las cuatro tablas o monolitos de la película 2001 Odisea del espacio, que se inician con la transformación del mono en hombre pero que siguen presentándose hasta el momento de la muerte.

 

2001, Odisea del Espacio.

 

 

Gozar el ajuste

Desde ese marco se puede profundizar en la diferencia entre lo psicótico y lo perverso, porque los primeros niegan esa Ley dando lugar a una fractura en la que se invaden una a otra lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Es el psiquismo desestructurado. Es la locura. Así es posible el delirium tremens.

Pero el perverso, aunque acepta la existencia de esa Ley, actúa en un continuo desafío de la misma y goza en su permanente transgresión. El perverso no está “loco” y por eso tiene una capacidad de daño para otros que el loco no tiene. El loco ve “lo que no es donde es”, pero el perverso, que ve “lo que es donde es”, goza en la transgresión desafiante de sostener “lo que no es donde es”. Parece loco, pero es perverso.

La desbordante locura/perversión política de varios funcionarios del gobierno de Cambiemos consiste entonces en no aceptar esas tablas de una Ley que nos constituye (la Ley moral la llamó Kant) para hacernos sujetos humanos que viven en comunidad, ese espacio que es materia de la política y a la misma vez de la ética, o de la distinción entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto.

El Presidente dijo querer ser juzgado por su capacidad para erradicar la pobreza, pero el único juicio que le cabe por aumentarla concluye en su condena. Sin embargo se postula a un nuevo mandato para acelerar lo ya hecho, y así continuar dañando con su garrote rosa. No es locura, es goce.

 

Liam Fallon, 'Love Club', 2018.

 

 

 

Pecho bueno y pecho malo

La confusión retro no es sólo política sino también mediática. La revista Noticias publicó como tapa una imagen de Cristina Kirchner amamantando a Alberto Fernández y a Sergio Massa –Los Cristinos—, como una suerte de Madona palaciega acompañada de la frase: “Ambos volvieron al ‘seno materno’ del kirchnerismo. Recelo, desconfianza mutua y el miedo a las traiciones”. Las críticas fueron inmediatas y numerosas.

El mensaje de la imagen era cuando menos ambiguo. Y no ya porque el término “seno materno” había representado durante décadas del Código Civil al útero en la concepción y no a las mamas durante la lactancia, dado que podía tratarse de una intencionada polisemia. De hecho, el dibujante Pablo Temes, que hace las tapas de Noticias, ha dicho que “el dibujo editorial político, es una manera de opinar, en lugar de escribir se dibuja” y que al hacer las tapas “me pongo del lado del lector para que vea algo que lo atrape. Que diga: por qué este tipo pensó eso o qué quiso decir. Eso es cautivante”.

La ambigüedad de la imagen no era por falta de claridad, cuestión que verá el autor en cuanto a lo que pensó o quiso decir, sino por la bondad/maldad de la representación. Por eso mi sensación mayor fue de una cierta perplejidad ante una imagen que por un lado era considerada de “mal gusto”, “monstruosa”, “misógina” e “hiriente”, y en cualquier caso no podía considerarse benévola –aunque Temes haya dicho que si bien le gusta transmitir una acidez crítica nunca pretende pasarse de la raya o ser ofensivo—; pero que a la vez tomaba de modelo a una figura del arte sagrado –la Virgen de la Leche— que representa a la bondad nutricia de la Virgen María amamantando al Niño Jesús.

 

Anónimo de un Maestro de Brujas, 'Madonna Lactans', siglo XVI.

 

Aunque la utilización de la iconografía cristiana como fuente para la representación de Cristina Kirchner se ha repetido en las tapas de la revista Noticias mostrándola en una suerte de goce místico como el de “El éxtasis de Santa Teresa” de Bernini (en “El goce  de Cristina”), o crucificada (en “Vía Crisis”), en la ambigüedad de la imagen actual se asocian de inmediato pecho bueno/pecho malo, dos conceptos fundamentales en la teoría de la psicoanalista inglesa Melanie Klein (1882-1960).

 

Envidia y gratitud

Dice Melanie Klein que cuando el niño tiene hambre y la madre está presente para amamantarlo, el pecho de la madre se vuelve el objeto bueno primario que forma el núcleo del yo: “El pecho, en su aspecto bueno, es el prototipo de la bondad, la paciencia y generosidad materna inagotables así como el de la facultad creadora. Son estas fantasías y necesidades instintivas las que tanto enriquecen al objeto primario, de modo que éste permanece como fundamento de la esperanza, la confianza y la creencia en la bondad”.

Cuando el niño tiene hambre y el pecho de la madre está ausente: “Los sentimientos del niño parecen ser de tal naturaleza, que al faltarle el pecho éste se convierte en malo porque guarda para si la leche, el amor y el cuidado que estaban asociados con el pecho bueno.  El niño odia y envidia lo que siente como un pecho mezquino y que se da de mal grado”. Por eso “…la envidia al atacar la más temprana de las relaciones -aquella que tenemos con la madre- es uno de los factores más poderosos de socavamiento, desde su raíz, de los sentimientos de amor y gratitud”.

Es el conflicto primario amor/odio, la “grieta”original entre la capacidad para amar y los impulsos destructivos: “La envidia se duele al ver que otro tiene aquello que se quiere para uno mismo... El hombre envidioso se molesta ante la satisfacción ajena. Solamente se siente tranquilo al contemplar la miseria de otros”.

En el sentido de lo dicho, no hay duda alguna que la imagen de la tapa de Noticias representó a una Cristina/pecho bueno, muy probablemente sin intención alguna del dibujante, al menos si tenemos en cuenta el conjunto de las tapas y notas que esa revista le ha dedicado a lo largo de los años. Y aunque no sabemos quién pueda representar al pecho malo, ni sabemos cuál será el resultado de las próximas elecciones, es de desear que entonces triunfe la gratitud frente a la envidia.

 

 

 

 

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