Escenario de catástrofe

Entrevista a Enio García, jefe de asesores del Ministerio de Salud bonaerense

 

Como si se tratara de una serie de suspenso, el gobierno de la provincia de Buenos Aires había anticipado que después de Semana Santa empezaba un nuevo capítulo de la pandemia. Pues bien: esta semana empezó. Con un tsunami que parece arrasar.

–¿Se puede saturar el sistema de salud? –preguntó El Cohete a la Luna a Enio García, jefe de asesores del Ministerio de Salud de Buenos Aires.

–Sí, es posible. Si en una semana no bajamos la velocidad de crecimiento del virus en la población, entonces no podremos ganar tiempo en la vacunación. Pero si de acá a tres semanas logramos 2 millones y medio de bonaerenses vacunados, llegaríamos a la meta de cubrir el total de los mayores de 70. La clave es bajar la circulación viral, y las primeras mediciones dan un consenso en la población de respetar las nuevas restricciones. Tenemos una realidad alarmante, no lo podemos negar. La mayoría de las terapias de los hospitales públicos del AMBA están al límite. Con el oxígeno estamos bien, con un plus de reservas. Al igual que con la medicación, donde estamos haciendo compras estratégicas. Es muy costoso y luchamos con el presupuesto. Una terapia consume cerca de 25.000 pesos por día por paciente, son muchas ampollas.

Epicentro de la disparada de casos en el país, este viernes Buenos Aires alcanzó un récord absoluto, con 12.452 casos –de los 24.130 del total del país– aunque el índice de mortalidad todavía se mantuvo bajo, con 125 personas.

“El nuevo capítulo es crítico. En primer lugar, con el decreto presidencial entramos oficialmente en el capítulo de la segunda ola. No sólo de forma epidemiológica sino en término de medidas concretas a partir de los anuncios del presidente para frenar los contagios”, continuó describiendo García.

Y asumió que reforzaron el trabajo de comunicación para la nueva concientización social sobre esta fase de la pandemia. “La máxima es la de vacunar, vacunar y vacunar. A fines de abril y mayo seguramente tendremos una buena cantidad de dosis. Entonces, hasta ese momento, lo que buscamos es parar la curva de contagios. Es un escenario de calamidad mundial. Si no tenemos efectos rápidos con las medidas, no podemos escapar de lo que ha pasado en Europa o ahora en Chile, Paraguay y Brasil. La gente no sólo se muere por Covid-19 sino por otras enfermedades, porque los hospitales colapsan. Cuando la capacidad de atención se agota, repercute en toda la salud”, dijo García, una de las voces más autorizadas del ámbito provincial, en una entrevista exclusiva con El Cohete a la Luna.

Lo que suceda en la región más poblada del país, en efecto, es clave para leer el mapa nacional de las próximas semanas. Así lo reconoció el Presidente Alberto Fernández en su última conferencia de prensa: el virus ataca primero al AMBA y después se irradia al resto del país, pese a que los grandes conglomerados del interior también parten de casos altos a diferencia de la primera ola.

Al cierre de esta edición, el panorama en el Gran Buenos Aires ya superaba cualquiera de las peores proyecciones. La dimensión del drama, con sus matices, se expresa en números:

  • Los casos aumentaron tan abruptamente en la última semana, que algunos especialistas estimaron un posible panorama de 40.000 contagios diarios. “Cualquier número puede ser cierto. Si a nosotros se nos dispara a 30.000 sería un desastre”, asumió García.
  • El crecimiento de casos es tan rápido que en el Conurbano hay un 65 por ciento de ocupación sanitaria. Hay hospitales que ya no reciben pacientes y derivan para traslados. Si la curva de contagios no se frena, para el 21 de abril se proyecta un 80 por ciento. Lo cual sería estar al borde del abismo.
  • La ocupación de camas de terapia intensiva llegó a un 80 por ciento en el sector público de Buenos Aires. En las últimas horas se agregaron 200 camas y 8 nuevos dispositivos extra hospitalarios para internar pacientes leves. “Con esta velocidad de contagios, eso permite estirar una semana. Pero no más”, admitió el ministro Daniel Gollán. Otro dato: el sector privado de salud, en Capital Federal, reconoció que está al 95% de ocupación en terapia.
  • En el gran Buenos Aires se están aplicando 90.000 vacunas por día, a un ritmo intenso. Pero a ese nivel, sólo hay dosis hasta el miércoles: se espera ansiosamente el arribo de los nuevos aviones de Rusia y de China. Para la última semana de abril se aguardan las de Astra Zeneca. Si se retrasaran los desembarcos, la campaña de vacunación tendría que bajar de forma notable su ritmo. Pero no es que faltarían vacunas, como se informó en algunos medios.
  • La población de mayores de 70 años llegó a un 66 por ciento de vacunación. En la de entre 60 y 69 años, sólo alcanzó el 30 %. Más del 95 por ciento del personal de salud, según reconocieron oficialmente, ya está vacunado. “Todos ellos son la gran preocupación, porque representan el 82 por ciento de la mortalidad”, enfatizó Enio García

–El gobernador Axel Kicillof lo definió como un tsunami más que una segunda ola, ¿es ajustada esa metáfora?

–Sí. En el AMBA estamos viviendo un escenario de catástrofe. Veníamos de un relajamiento social después del verano, es entendible, porque fue un año muy difícil de pandemia, los casos se habían disparado a fin de año en las fiestas. La gente cumplió durante un largo tiempo con muchas restricciones y esfuerzos y eso tiene su costo no sólo en lo psicológico sino en lo económico y social, los cuatro años del macrismo tuvieron un impacto gravísimo. Entonces hubo un veranito económico, una circulación masiva de gente que entró y salió del país, y ahora entramos en una situación muy compleja.

 

La ocupación de camas de terapia intensiva llegó al 80% en el sector público de la provincia de Buenos Aires. Foto Télam.

 

–En Capital Federal, sin embargo, no hubo un consenso respecto a las medidas. ¿Cómo se hace para acordar lo sanitario?

–Lo primero para resaltar es que las medidas no son en contra de la economía sino que es la pandemia lo que nos altera todo. No hay país en el mundo que se haya recuperado en su economía si al mismo tiempo no tomó restricciones. Lo de Juntos por el Cambio fue repudiable cuando en su comunicado afirmaron que no querían cerrar nada. Dijeron que tomábamos medidas excesivas. ¿Dónde está lo excesivo? Las evidencias desmienten el cuadro que pintan. Es una consigna ideológica que no tiene un sentido práctico. ¿Cómo hacer para tener un control de la pandemia? En todo el mundo está ocurriendo. La mayor normalidad posible de la que hablan hoy desde Cambiemos es una ficción. Lo vemos absolutamente al revés: porque cuidamos la economía, entonces debimos tomar estas limitaciones, que no son un cierre, sino un tope de horarios y de prohibiciones específicas. ¿Quién va a ir a tomar un café o a comer a un restaurante si la gente empieza a morir en los pasillos de los hospitales? Todos se irían a guardar en sus casas y no queremos llegar a eso. Hoy los comerciantes siguen trabajando, los espacios están abiertos. Sólo buscamos poner un freno y aquietar la circulación social porque el nivel de contagios es alarmante. Desde lo sanitario tenemos diálogo con Capital, coincidimos en el diagnóstico, pero la diferencia es política. En CABA hay criterios raros: a los que vuelven de viaje los hisopan en Costa Salguero, pero a los que van a los hospitales con síntomas los mandan de vuelta a su casa y les dicen que esperen.

–Todos los días hay un nuevo récord de contagios, ¿cuál es el perfil de la pandemia que se vive en Buenos Aires?

–Hay que entender que entramos en una nueva fase de la pandemia porque las nuevas variantes son más contagiosas. Eso nos exige estar todo el tiempo en alerta, monitorear día a día el impacto. Lo interesante es que la experiencia acumulada nos da otro sostén. Si volvemos al cuadro del año pasado, Europa quiso estar lo más abierta posible pero colapsó. Aprendimos sobre eso. El año pasado la posibilidad de mantener aperturas, para nosotros, era imposible porque teníamos la obligación de reforzar un sistema de salud que estaba notablemente débil y obsoleto. Nadie sabía mucho qué hacer en esa primera ola, nos fuimos instruyendo sobre la marcha. Pero evitamos el colapso de las terapias y eso fue un gran logro. Ahora, con este nuevo perfil de la pandemia, tenemos un sistema de salud más robustecido y capacitado, entonces existe mayor capacidad de respuesta. Lo negativo es que mientras en la primera ola se tardó más de 70 días en llegar al pico, ahora fue en 20 días. Y esa realidad es la que nos hace temer sobre el colapso de las terapias, pese a que el sistema de salud tiene buenas bases.

–¿Por qué hoy se está en un tsunami? ¿Cuál es el peor escenario posible?

–Si el comportamiento del virus fuera el mismo que el del año pasado, estaría todo controlado. El tema son las nuevas variantes y que nos agarró en un momento de relajación social. Las nuevas variantes producen infecciones con alta carga viral casi de forma inmediata, con aumento de la transmisibilidad y de la gravedad en algunos casos. Comprobamos que la cepa Manaos, que ya está en circulación comunitaria en La Plata, es 70 veces más contagiosa que la anterior. Además están las variantes de California y Reino Unido, que se están expandiendo en toda la provincia y también son peligrosas, requieren nuevos estudios de laboratorio que tardan en llegar. No es casual que las tres variantes sean de tres países neoliberales que se apoyaron en la idea de preservar la economía por sobre la salud. El virus circuló suelto, no hubo restricciones y fue mutando en nuevas variantes, con una frecuencia altísima. Es como un cáncer: vos lo podés diagnosticar, pero si no tomás ninguna decisión para evitar que se siga expandiendo, entonces te toma todo el cuerpo.

–Dentro del panorama de catástrofe, ¿qué cosas positivas se rescatan?

–La relación entre fallecidos y casos es mejor que el año pasado. No hay estudios específicos por ahora, pero sabemos que son el primer impacto de la vacuna. El esfuerzo del año pasado para reforzar el sistema de salud, además, lo estamos viendo recién ahora. Por otro lado, se hablaba de dos semanas de restricciones, pero con tres semanas ganamos más tiempo y eso es positivo. Hay varios interrogantes que sólo con el tiempo podremos ir respondiendo. Por ejemplo, ahora comprobamos que es la población entre 50 y 69 años la que más tuvimos que internar. Los mayores de 70 están más estables, porque se cuidan más y por el impacto de las vacunas. De 10 a 19 años, el crecimiento es exponencial y las nuevas variantes tienen alta incidencia. Las escuelas no son lugares de contagio, el tema es el traslado y en especial el transporte público. Además, los chicos después se van a hacer las tareas juntos, se encuentran por fuera en grupos. Lo otro positivo es que pudimos frenar los viajes de egresados: de 150 volvían 120 enfermos. Nos preocupa el aumento de casos en la juventud. Sabemos que en Brasil la mortalidad de los jóvenes se triplicó, pero porque siguieron como si nada. Y nosotros detectamos el problema y tomamos medidas de prohibición de forma inmediata, como también una batería de medidas de contención para evitar un escenario fatal que pondría en riesgo las actividades comerciales en sí mismas, como el sector gastronómico en su faz nocturna. Tenemos que rescatar que la campaña de vacunación viene siendo muy buena. Si en pocos meses toda la población de riesgo llegara a estar protegida, lo cual no quiere decir que esté a salvo de la enfermedad, sería un gran logro. Es lo que pasa con la vacuna de la gripe, no es que uno no se pueda enfermar, pero al menos reduce la gravedad y mejora notablemente la recuperación. Con eso evitaríamos que desborde el sistema de salud.

–La demanda sanitaria también se ve en la cantidad de personas que está yendo a testearse masivamente. ¿Qué tipo de respuesta prevén ante eso?

–Nosotros subimos de 6 a 80 laboratorios y logramos llegar actualmente a una capacidad de 20.000 PCR por día. Hubo un avance grande con la incorporación de tecnología que desarrolló el CONICET. Y el salto lo dimos con el agregado de los test de antígenos, que en media hora ya dan el resultado. En los próximos días vamos a llegar a una capacidad de 50.000 personas testeadas por día. Y todo esto con un notable esfuerzo del personal de salud. Se nota el cansancio y el agotamiento pero a su vez hay mejores capacitaciones. Todavía estamos lejos de Brasil, donde a la fecha faltan tubos de oxígeno y medicaciones en algunos estados. Sabemos que nuestro personal no es suficiente, que falta rotación, pero no hay cómo ir en contra del agotamiento. Es una carrera contrarreloj.

 

 

 

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