¿Está en peligro la democracia?

Macri es un líder poco propenso a respetar las instituciones de la democracia

 

En  2018 los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblat publicaron el libro Cómo mueren las democracias. Los autores sostienen que “las democracias pueden fracasar en manos no ya de generales, sino de líderes electos, de Presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder”. Agregan que esto no sucede de un día para el otro, sino que las democracias son erosionadas lentamente, “en pasos apenas apreciables” (p. 11), porque "el retroceso democrático empieza en las urnas" (p. 13).

Como ejemplo de este lento proceso señalan que, luego de llegar legalmente al poder en enero de 1933, Adolf Hitler hizo aprobar en el Reichstag (Parlamento alemán) la Ley para el Remedio de las Necesidades de Pueblo y Estado el 23 de marzo de 1933. Esta ley —aprobada por 444 votos a favor y 94 en contra del Partido Socialdemócrata Alemán—  cedió al Poder Ejecutivo todos los poderes legislativos. A partir de esta norma, el Reichstag se limitó a aprobar en 1937 la prórroga indefinida de esta ley.

En primer lugar, los autores, que escribieron este libro preocupados por los rasgos autoritarios del nuevo gobierno de Donald Trump (2017 a la fecha), señalan tres aspectos claves para evitar la erosión de las democracias:

  • Si surgen en la sociedad líderes autoritarios, “la elite política y, sobre todo, los partidos políticos, se esfuerzan para impedirles llegar al poder”. Un ejemplo exitoso de este punto es lo ocurrido en Suecia este año cuando los socialdemócratas (oficialistas) se aliaron con la oposición de centroderecha (Partidos del Centro y Liberal) para impedir que la extrema derecha (Partido Demócratas Suecos que había obtenido el tercer lugar) llegara al poder. La centroderecha resistió la tentación de aliarse con ellos para desplazar a la socialdemocracia (https://elpais.com/internacional/2019/01/13/actualidad/1547399818_237367.html); o cuando el Partido Socialista de Francia, a través de su Primer Ministro Lionel Jospin, llamó a los franceses a rechazar a la extrema derecha de Jean-Marie Le Pen y apoyó a su adversario de centroderecha Jacques Chirac en el año 2002 (https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/izquierda-llama-parar-pen-votando-chirac_0_S1w4YNBgRtl.html).
  • Las instituciones no alcanzan para frenar a los líderes autoritarios electos democráticamente. Por eso “hay que defender la Constitución, y esa defensa no sólo deben realizarla los partidos políticos y la ciudadanía organizada, sino que también debe hacerse mediante normas democráticas” (p. 16). Nunca un golpe de Estado o el recurso de la violencia pueden ser herramientas para defender a la democracia. El pasado 31 de marzo, el presidente de Turquía Recep Erdogan anuló las elecciones, a través de una Junta Electoral adicta, realizadas en Estambul, alegando que se había cometido fraude. Esas elecciones fueron realizadas nuevamente el pasado domingo 23 de junio y la oposición volvió a ganar las elecciones, esta vez, por una mayor diferencia (https://www.elmundo.es/internacional/2019/06/24/5d10da97fc6c8322648b465d.html). La democracia se defiende con más democracia.
  • Tal vez el argumento más importante que señalan estos autores es que en los Estados Unidos “dos normas básicas han reforzado los mecanismos de control y equilibrio (…): la tolerancia mutua, o el acuerdo de partidos rivales de aceptarse como adversarios legítimos, y la contención, o la idea de que los políticos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas constitucionales” (p. 17). Es decir, “las democracias cuentan efectivamente con reglas escritas (constitucionales) y con árbitros (los tribunales). Pero estos funcionan mejor y sobreviven durante más tiempo en los países donde las constituciones escritas están apuntaladas por reglas no escritas de juego. En este caso los autores señalan dos ejemplos de los Estados Unidos que están siendo erosionados por Donald Trump. Durante años los Federalistas consideraron a los Demócratas-Republicanos de Thomas Jefferson como “traidores” y pensaban que nadie podía oponerse a ellos porque los Federalistas “se consideraban la personificación misma de la Constitución”. Al revés, los futuros Republicanos acusaban a sus adversarios de conservadores y de estar preparando una restauración monárquica. No obstante, de manera gradual, ambos partidos comenzaron a considerarse adversarios y que podían alternarse en el poder. En cuanto a la “contención”, los Presidentes de los Estados Unidos solo pueden ser elegidos por una única vez más. Esta regla no escrita siguió un precedente instaurado por George Washington que fue adoptado por sus sucesores. Recién en 1951 entró en vigencia la Vigésimo Segunda Enmienda, luego de que Franklin Delano Roosevelt fuera elegido para cuatro mandatos sucesivos (1933-1937; 1937-1941; 1941-1945; y 1945-1949, aunque falleció al poco de asumir su cuarta presidencia) (pp. 123, 124 y 128).

En segundo lugar, ¿cómo distinguir a un líder autoritario a los efectos de aplicar lo señalado más arriba? Los autores entienden como que aquel político que rechaza o acepta débilmente las reglas de juego democráticas; niega legitimidad a los adversarios políticos; tolera o fomenta la violencia; y está predispuesto a restringir las libertades civiles de la oposición y de los medios de comunicación es potencialmente un líder autoritario.

 

¿Estamos frente a ese peligro?

Analicemos únicamente el primer punto para el caso argentino; es decir, un líder autoritario rechaza o acepta débilmente las reglas de juego democráticas.

El 15 de diciembre de 2015, el Presidente Mauricio Macri intentó nombrar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia a través de un decreto presidencial, violando flagrantemente el procedimiento dispuesto en la Constitución Nacional. El rechazo de la oposición y de prestigiosos juristas impidió esta maniobra (https://elpais.com/internacional/2015/12/15/argentina/1450152368_167921.html).

La Reforma Constitucional de 1994 reglamentó el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia que ya se venían usando escasamente desde 1853, pero que el Presidente Carlos Menem (1989-1999) había utilizado intensamente. La cláusula constitucional prohíbe expresamente el uso de este instrumento en temas fiscales, penales y electorales. Sin embargo Macri firmó un DNU de extinción de dominio el pasado 22 de enero de 2019 (https://www.perfil.com/noticias/politica/claves-decreto-extincion-de-dominio-mauricio-macri-bienes-corrupcion.phtml). Asimismo ha recurrido al uso de los DNU en más oportunidades que Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) y Raúl Alfonsín (1983-1989): un promedio de 15 por año (https://chequeado.com/el-explicador/macri-dicto-mas-dnu-por-ano-que-cfk-y-alfonsin-pero-no-lidera-el-ranking/). Más grave aún es que, habiendo prometido el respeto a la República y, en consecuencia, a la división de poderes, el gobierno ha modificado y/o anulado leyes claves sancionadas por el Congreso de la Nación: eliminación del AFSCA; la ley de servicios de comunicación audiovisual; la ley migratoria; y el Código Procesal Penal.

Por último, desde comienzos de este año el gobierno de Cambiemos ha alterado y buscado cambiar las reglas electorales en un año electoral. El 12 de abril de 2019, el Presidente suspendió por decreto la posibilidad que un mismo candidato a gobernados vaya colgado de varias boletas presidenciales (las llamadas “colectoras”). Pero el 4 de junio de 2019, el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció la intención del gobierno de habilitar las colectoras para favorecer a la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal; candidata a la reelección por el oficialismo (https://www.politicargentina.com/notas/201906/29319-pena-da-marcha-atras-con-el-decreto-de-macri-y-habilita-las-colectoras-para-favorecer-a-vidal.html). El 7 de enero de este año, el gobierno comunicó que cada escuela transmitiría digitalmente los resultados al Centro de Cómputos Oficial. Asimismo estableció que los argentinos residentes en el exterior, las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas afectadas al operativo de seguridad y las personas privadas de su libertad podrían votar en las elecciones de este año. En cuanto a la primera decisión, el  29 de marzo pasado, la Cámara Nacional Electoral, en una decisión salomónica, mantuvo el sistema tradicional de escrutinio, pero acepto la propuesta del gobierno de que los telegramas fueran enviados digitalmente al Correo Argentino (https://www.lanacion.com.ar/politica/elecciones-digitalizaran-telegramas-pero-se-mantiene-registro-nid2233395). Por último, el gobierno anunció, a través de sus aliados radicales, la intención de suspender las Primarias Abiertos Simultáneas y Obligatorias (PASO) porque las consideraban un gasto excesivo. Un día después el candidato a vicepresidente oficialista, Miguel Ángel Pichetto, se pronunció en contra y sostuvo que las regla están para ser cumplidas (https://www.clarin.com/politica/pichetto-cuestiono-propuesta-radical-suspender-paso_0_AZsI6Vvrz.html).

Claramente Mauricio Macri es un líder autoritario en tanto que es poco propenso a respetar las instituciones de la democracia, de la república (como la división de poderes) y las reglas de juego electoral.

El sistema de controles del hiperpresidencialismo argentino es muy débil; nuestra Constitución, que en su forma se parece a la de Estados Unidos, pero que, en el caso de las atribuciones presidenciales, siguió el modelo de la chilena de 1833; las ha visto reforzadas por la falta de “contención” de los Presidentes, tanto conservadores, radicales como peronistas. En este punto, Cambiemos tampoco cambió nada.

Tampoco ha ejercido la moderación: buscó deslegitimar al adversario político desde que se hizo cargo del gobierno en el año 2015 (proceso iniciado en el 2009, por lo menos), incentivando el odio al peronismo como responsable —un dato claramente falso— de los males de la Argentina; ha utilizado al Poder Judicial para perseguir a los opositores (ya sean políticos o medios de comunicación), recurriendo a peritajes truchos y fotocopias de cuadernos que nadie ha visto y donde —según revela el D'Alessiogate— han presionado también a empresarios; y está intentando proscribir a un candidato presidencial que supuestamente le restaría votos en las elecciones.

¿Está en peligro la democracia en Argentina? La respuesta es no. El freno a la deriva autoritaria del oficialismo ha provenido de la sociedad argentina, de algunos medios de comunicación y miembros del Poder Judicial e, incluso, de los líderes políticos, tanto oficialistas y opositores, que entienden que las diferencias políticas, el agonismo —tan saludable para la democracia— debe dirimirse a través de los mecanismos democráticos.

Mauricio Macri y su gobierno y la coalición oficialista Cambiemos habían prometido un cambio; el respeto de las instituciones; de la libertad de prensa; y la unión de los argentinos, entre otras cosas. Cuatro años después no ha cumplido estas promesas, de la misma manera que el país se encuentra actualmente peor económicamente de lo que estaba en el año 2015. En este sentido, y siguiendo el pensamiento de Raúl Alfonsín, ambos aspectos —el deterioro institucional y el económico— degradan la calidad de nuestra democracia.

El Presidente quiso emular a Sarmiento, Alberdi y Roca, pero a meses de la finalización de su mandato es apenas un esbozo político e intelectual de Roca (hijo) con las ínfulas artísticas de Menem y los resultados económicos de Martínez de Hoz.

 

 

  • Doctor en Ciencia Política (UBA)

 

Libro citado: Levitsky, Steven & Zibalt, Daniel (2018), Cómo mueren las democracias. Buenos Aires: Editorial Ariel.

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