El 29 de junio de 1935, en un sótano de Lavalle 1725 y con la firma de un centenar de miembros, nació la agrupación FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). La novel organización buscaba levantar las banderas del antiimperialismo y proclamar el regreso al yrigoyenismo tras el golpe de 1930 y el fallecimiento de Hipólito Yrigoyen en 1933. Su composición incluía figuras que trascenderían en la escena nacional como Arturo Jauretche, Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz, y su misión, plasmada en el manifiesto de septiembre de 1935, era nítida: “Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”.
El 17 de octubre de 1945, FORJA –expresión de los primeros vasos comunicantes entre el radicalismo y el peronismo que perduran hasta la actualidad– adhirió al movimiento de masas por la liberación del coronel Juan Perón y, al poco tiempo, se disolvió, dejando en libertad de acción a sus afiliados. Tras el triunfo electoral de Perón en 1946, varios dirigentes forjistas se incorporaron al peronismo y ocuparon distintos puestos de gobierno y en la legislatura, en particular con el gobernador bonaerense Domingo Mercante (1946-1952).
Fue en el seno de esta organización que Jauretche y sus correligionarios acuñaron el término “Estatuto Legal del Coloniaje” para referirse al Tratado Roca-Runciman, que, según FORJA, articulaba “los instrumentos legales para el retorno a la economía colonialista de dependencia” [1]. Efectivamente, en pocos momentos de la historia –hasta la llegada del experimento Milei– se había procurado construir un dispositivo administrativo, político, judicial y legislativo al servicio de la expoliación de las riquezas nacionales. En gran medida, la denominada Ley Bases y el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), tal como fueron pergeñados, abrevan en esta larga tradición argentina que se remonta a la década infame.
En este marco, el gobierno de Javier Milei añade a su agenda de dependencia para-colonial un nivel desconocido de condescendencia con el Reino Unido y de menosprecio a la cuestión Malvinas, que lo convierten en articulador de un novedoso “Estatuto del coloniaje 3.0”. A su convicción de subordinación económica –tan presente en la actualidad como en el Pacto Roca-Runciman– adiciona la dimensión geopolítica, con concesiones inéditas a Londres en el plano diplomático y en el estratégico-militar.
Festival de aquiescencia
La enumeración de hechos y declaraciones que se detalla a continuación no constituye una típica hipérbole mileísta. Se ajusta a datos empíricos perfectamente contrastables, en los que convergen desde los gestos del Presidente y su canciller, el pensamiento de sus socios políticos y candidatos, hasta las posturas de funcionarios de tercer o cuarto nivel. A saber:
- La reciente foto de Milei con la Presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani, divulgada el 29 de septiembre, constituye un papelón diplomático que socava los cimientos de la causa Malvinas. Al establecer contacto formal con una unidad política no reconocida por la Argentina y que declaró su independencia de Serbia unilateralmente con respaldo británico, el gobierno parece avalar de facto el principio de autodeterminación por sobre el de integridad territorial, debilitando el argumento central de Buenos Aires frente al Reino Unido. Las implicancias negativas del encuentro se potencian por el hecho de que Kosovo no es solo una entidad con un conflicto territorial apoyada por Londres, sino que mantiene un acuerdo que permite la rotación de efectivos militares de la Fuerza de Seguridad de Kosovo (KSF) en las Islas Malvinas para realizar ejercicios con la potencia ocupante. Adicionalmente, este grave retroceso horada el vínculo con Serbia, país en el que desde febrero de 2012 existe el “Grupo de Apoyo con la Cuestión de las Islas Malvinas”, que en junio de ese mismo año envió una carta oficial al Presidente del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas en Nueva York, calificando la ocupación británica como un ejemplo de herencia colonial aún vigente en el siglo XXI; y solicitando el reinicio de negociaciones directas entre la Argentina y el Reino Unido.
- El propio Milei ha manifestado su admiración por Margaret Thatcher, a quien calificó de “gran líder” durante el debate presidencial de 2023, y con quien se siente “muy identificado”, a pesar de que la ex premier británica fue responsable de la muerte de 649 soldados argentinos durante el conflicto bélico de 1982. En línea con esta minimización, Milei, durante el acto de homenaje del 2 de abril de 2024, evitó criticar la usurpación británica y vinculó la posibilidad de sostener el reclamo con la ausencia de déficit en la economía argentina. Esta óptica económica se da de bruces con la causa soberana, perspectiva que ya había sido adelantada por su revitalizado socio [2] Mauricio Macri en 1997, cuando sostuvo que las Islas constituían un “fuerte déficit adicional para la Argentina”.
- En un reciente acto de abierta funcionalidad a Londres, el canciller Gerardo Werthein optó por mantener en un silencio absoluto –como bien describió el ex secretario de Malvinas, Guillermo Carmona– el respaldo unánime que recibió la Argentina el pasado 1° de octubre por parte del Grupo de los 77 más China (G77+China) sobre la Cuestión de las Islas Malvinas. Según la Declaración Ministerial de la 49ª Reunión Anual del bloque, los 134 Estados miembros reafirmaron explícitamente la necesidad de reanudar las negociaciones de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido, respaldando el histórico posicionamiento nacional, hecho que el empresario a cargo del Palacio San Martín y ex embajador ante los Estados Unidos ha optado por mantener disimulado.
- A lo enumerado, se suman las tristemente célebres expresiones de los candidatos –los que están en carrera y los caídos en el intento– de La Libertad Avanza en dos de los principales distritos electorales del país. La ministra de Seguridad Nacional y candidata a senadora por la ciudad de Buenos Aires, Patricia Bullrich, afirmó, en plena pandemia por el Covid-19, que sería capaz de entregar las Malvinas a cambio de que la compañía farmacéutica Pfizer desembarcara con vacunas en el país. Por su parte, el frustrado primer candidato a diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, el “narconsultor” José Luis Espert, afirmó en 2019: “Las Malvinas no son argentinas. Las perdimos en la guerra. Basta de nacionalismos”.
- Por su parte, la banquera y ex canciller Diana Mondino ha sido explícita en desmantelar el reclamo desde el ámbito diplomático, al avalar la “autodeterminación” de los habitantes de las Islas Malvinas –la postura histórica británica–, argumentando, antes de asumir su cargo y ante el medio británico The Telegraph, que “no se puede imponer ninguna decisión a otras personas”. Mondino incluso sugirió que la única forma de avanzar es “seducir” a los isleños con concesiones, como permitir a Gran Bretaña un “uso razonable de los recursos” en la zona; y ya como titular del Palacio San Martín, despreció las quejas formales (las “cartitas”) como ineficaces ante el Reino Unido. Asimismo, ante la consulta de una periodista respecto de cuáles serían las acciones del Ministerio a su cargo frente al viaje del canciller británico David Cameron –en febrero de 2024– a las Malvinas, la ex ministra libertaria dijo que “no había muchas opciones” porque “no pasan por territorio argentino para ir”, sin advertir el pequeño detalle de que Cameron aterrizó, precisamente, en suelo nacional. Cosas que suceden cuando el inconsciente se expresa a flor de piel, sin filtros ni represiones.
- Menos conocido por el gran público que sigue la agenda política nacional es el círculo de estrechos colaboradores periféricos [3] que apuntalan, desde su trabajo político-burocrático, el papel aquiescente del gobierno argentino con Gran Bretaña en torno a la cuestión Malvinas. En ese grupo se ubican la actual embajadora argentina en Londres, Mariana Plaza; la NO secretaria de Malvinas, Antártida, Política Oceánica y Atlántico Sur, Paola Di Chiaro; y el secretario de Asuntos anglo-norteamericanos del Ministerio de Defensa, Juan Erardo Battaleme. El nivel de condescendencia y de desprecio a la cuestión Malvinas es tan grande que hasta el lopezmurphismo le objetó a este último sus conocidos vínculos con el Royal United Services Institute (RUSI), think tank británico cuyo “enfoque principal se centra en la defensa, la seguridad y los asuntos internacionales del Reino Unido”. El último servicio prestado por el funcionario al debilitamiento del reclamo argentino es un artículo publicado en el libro Hacia una estrategia marítima argentina, casualmente compilado por la NO secretaria de Malvinas, Di Chiaro, y editado por la Fundación Argentina Global. Allí sostiene: “Es en este ámbito [el Atlántico Sur] donde se llevan a cabo ejercicios como el Unitas (…) de los cuales las autoridades del Ministerio de Defensa de la administración Fernández decidieron no participar en los últimos años como consecuencia de no querer realizar ejercicios con la Armada británica y las unidades desplegadas en las Islas Malvinas” (pág. 267). Así como lo leen: “Unidades desplegadas”. El inconsciente a nivel Mondino. Por supuesto, el funcionario no cometería jamás el error de hablar de “enclave colonial” (como sostiene la Directiva de Política de Defensa Nacional 2021) o de una base militar británica en el Atlántico Sur; y prefiere referirse a la cuestión Malvinas con el eufemismo “situación territorial irresuelta”.
- Como si esto fuera poco, el Ministerio de Defensa y sus asesores militares, no satisfechos con este nivel de condescendencia, han ofrecido algo más “para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero”. Se trata de actividades que estaban planificadas para los días 14 de octubre (en la embajada británica) y 16 de octubre (en la Universidad de la Defensa Nacional), relativas a la temática “Modern Warfare: Perspectivas y lecciones del conflicto en Ucrania”. A ellas estaba previsto que concurriesen funcionarios políticos y militares por instrucción del ministro Luis Petri y del jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, brigadier general Xavier Isaac. Sorprendente: en la embajada de una potencia ocupante de nuestro territorio, y en la misma universidad en la que no se estudia el informe Rattenbach sobre las lecciones del conflicto del Atlántico Sur, autoridades políticas y uniformados argentinos preveían internalizar las enseñanzas para la OTAN de la guerra ruso-ucraniana. Finalmente, y producto del escándalo que generó, la conferencia pública en la UNDEF fue cancelada. Al cierre de esta nota, las fuentes consultadas no sabían qué ocurriría con la actividad cerrada a desarrollarse en la embajada británica.

No debe perderse de vista, en este sentido, que la última Revisión Estratégica de Defensa 2025 (máximo documento de la Defensa británica), presentada en Glasgow el pasado 2 de junio, plantea como imprescindible “extraer lecciones del conflicto en Ucrania, con Rusia señalada como la principal amenaza para el Reino Unido”. Asimismo, sobre Malvinas, el documento estratégico británico afirma: “Las bases del Reino Unido en el extranjero siguen siendo un elemento fundamental (…) para defender la soberanía del territorio británico (…) La soberanía sobre los territorios debe protegerse contra cualquier desafío para que quienes viven en ellos como ciudadanos británicos puedan ejercer su derecho a la autodeterminación”. Y concluye: “Esto incluye: mantener una postura militar defensiva en las Islas Malvinas [Falkland en el original], Georgias del Sur y Sándwich del Sur, así como en otros intereses británicos, incluyendo la defensa del sistema del Tratado Antártico” (pág. 79). Mientras tanto, y ante la férrea postura de Londres, nuestros militares absorben doctrina en la embajada británica y se convierten en una policía de fronteras desplegada en el norte argentino con funciones “anti-narcomenudeo”.
Vale la pena, ante semejante festival de aquiescencia, recordar las expresiones de dos grandes pensadores: el teórico palestino-estadounidense Edward W. Said y el militar prusiano Carl von Clausewitz. El primero señalaba, respecto del imperialismo británico, que este “consistía no sólo en un aparato militar, sino también en una red intelectual, etnográfica, moral, estética y pedagógica que servía tanto para persuadir a los colonizadores de su función (…) como para intentar asegurar la aquiescencia y el servicio de los colonizados” (pág. 37).
Por su parte, Clausewitz, en Vom Kriege (De la guerra), sostenía que el objetivo último de la contienda es quebrar la voluntad del enemigo de resistir. Para el estratega prusiano, la guerra es una continuación de la política por otros medios, y su finalidad esencial no es simplemente la destrucción física del enemigo, sino procurar que abandone su lucha y se someta a la voluntad del vencedor. La derrota argentina, según este criterio, no habría ocurrido en 1982, sino que estaría materializándose ahora, en el marco de las concesiones del gobierno de Milei instrumentadas por funcionarios exitosamente cooptados por el soft power británico.
Entre la subordinación y el realismo mágico
La estrategia actual del gobierno de La Libertad Avanza en torno a la cuestión Malvinas se caracteriza, antes bien, por una “subordinación que avanza”. El elemento desconocido para la tradición de nuestra política exterior es la presunción de que, gracias a la aquiescencia con los Estados Unidos y la OTAN, el Reino Unido desarrollará una mayor disposición a negociar, permitiendo así que la Argentina alguna vez pueda restablecer la soberanía sobre las islas. Algo que solo puede caber en la cabeza de funcionarios que anhelan, una vez que termine de explotar el experimento Milei, ser formalmente contratados por los think tanks británicos a los que reportan desde sus “cargos menores” actuales.
Esta estrategia, que prioriza la alianza acrítica con Washington y Londres, se evidencia en acciones como la adquisición a Dinamarca de aviones de combate de origen estadounidense (que no pueden ser empleados en el Atlántico Sur por el veto británico); la incorporación al Grupo de Contacto sobre Asuntos de Defensa de Ucrania (Grupo Rammstein); y la solicitud de la Argentina para ser Socio Global de la OTAN (un proceso que requiere el voto del Reino Unido). Esta mirada conlleva, paradójicamente, considerar a aquellos que colaboraron con Londres durante el conflicto de 1982 como los mejores aliados para asegurar el ejercicio de la soberanía futura.
Sin embargo, la estrategia de seducción basada en la alianza con potencias occidentales y la OTAN contrasta marcadamente con los casos exitosos de recuperación territorial: ese no fue el derrotero que siguió China para reintegrar Hong Kong en 1997; Panamá para recuperar su Canal en 1999; o Mauricio, en mayo de este año, para lograr la firma británica que da inicio al proceso de restitución del archipiélago de Chagos. Asombra que funcionarios que se dicen “realistas” no hayan leído concienzudamente al padre del neorrealismo en Relaciones Internacionales, Kenneth Waltz, cuando refiere en su fenomenal Teoría de la Política Internacional (1979) a la “fuerza de competencia”, es decir, a la idea de que la competencia es generadora de orden en el comportamiento de las unidades políticas, de manera tal “que el sistema internacional seleccionará favorablemente las prácticas más exitosas y aceptables (…) cuyos comportamientos serán emulados”.
En definitiva, se trata de hacer los esfuerzos necesarios para replicar el recorrido exitoso de China, Panamá y Mauricio en cuanto a la recuperación de sus territorios soberanos, más que hacer alineamiento dogmático y desplegar –para sorpresa de propios y ajenos– argumentos del liberalismo más prosaico, como los esgrimidos por un funcionario con terminal en Agote 2412, cuando sostiene, respecto de la posibilidad de operar los cazas F-16 en el Atlántico Sur, que “estaríamos violando un acuerdo bilateral con Londres”, en referencia a los Acuerdos de Madrid I y II. Una explicación, sin dudas, de puro realismo. Pero del “realismo mágico” de la tradición de Gabriel García Márquez.
Según se aprecia, el digesto colonialista denunciado por FORJA y Jauretche hace 90 años sigue más vigente que nunca. Presidente, ministros, candidatos y funcionarios técnicos hacen todos los esfuerzos necesarios por mantener encendida la llama de la subordinación.
* Luciano Anzelini es doctor en Ciencias Sociales (UBA) y profesor de Relaciones Internacionales (UBA-UNSAM-UNQ-UTDT).
[1] Jauretche, A. (1961). FORJA y la Década Infame, Buenos Aires, Editorial Peña Lillo, págs. 87-88.
[2] Según cronistas bien informados, Mauricio Macri le habría exigido a Javier Milei una serie de condiciones para asegurarle el apoyo del PRO en el Congreso durante sus próximos dos años de gobierno. Entre las demandas se encuentran la conducción de empresas energéticas como YPF, Yacyretá y Nucleoeléctrica, así como el manejo de la Administración General de Puertos, la gestión de la Hidrovía del Río Paraná y la embajada argentina en China.
[3] Nos referimos a sectores dirigenciales o académicos del país periférico plenamente consustanciados con el proyecto de la potencia ocupante. Ya sea que expresen una suerte de falsa conciencia –en los términos de la sociología marxista– o de etnocentrismo invertido, se trata de grupos que experimentan una subordinación que los convierte en un engranaje decisivo de las relaciones de dominación entre centro y periferia. John Gallagher y Roland Robinson trabajaron pormenorizadamente el papel de las estructuras de colaboración periférica en su clásico The Imperialism of Free Trade (1953).
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