EXTRACTOS

Un poder supremacista se enfrenta una pospandemia en la que se diluya el poder neoliberal

 

En Nueva York se organiza un seminario para debatir el tema del acceso universal a las vacunas como necesidad sanitaria e imperativo moral ante la pandemia, y al día siguiente Donald Trump anuncia el fin de la relación de los Estados Unidos con la Organización Mundial de la Salud (OMS). El gobierno argentino avanza en la negociación de la deuda mientras aumentan los casos de infectados por coronavirus en las villas del AMBA, y trescientas personas publican una solicitada en la que dicen que un anuncio del Presidente Fernández describe un fenomenal avance en la concentración del poder. En el Reino Unido queman mástiles de telefonía celular creyendo que la tecnología celular 5G ayuda a transmitir el coronavirus, y en la Argentina alguien repite en una manifestación anticuarentena los supuestos conspirativos de una falsa epidemia que difunden los movimientos antivacunas desde el 4 de mayo con el video Plandemic, visto en una semana más de ocho millones de veces. Mientras, en Minneapolis, un  hombre negro, George Floyd, muere bajo la rodilla de un policía blanco, Derek Chauvin. Una paradoja: el apellido de ese policía fue el origen, dos siglos antes, de un término que denomina a la quintaesencia racista del patriotismo discriminador y paranoide de los supremacistas blancos vindicados por Griffith en El nacimiento de una Nación (1915).

 

 

 

 

 

Acceso universal a la salud vs seguridad nacional

El seminario organizado por la New School for Social Research, en Nueva York, puso en discusión el acceso a las vacunas que se encuentren eficaces y seguras contra el coronavirus de la pandemia, un tema que diez días antes ya había sido discutido en la Asamblea de la OMS con una fuerte iniciativa de Costa Rica por la universalidad del acceso. China sostiene que la vacuna que consigan desarrollar estará a disposición de todo el mundo, pero a Trump no le interesa el acceso universal. Estados Unidos no reconoce a la salud como un derecho porque no ha firmado el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y no le cuesta abandonar a la OMS como lo ha hecho antes con la UNESCO porque su política tradicional ha sido ir socavando el poder de las Naciones Unidas. A Trump le interesa tener la vacuna para su país aunque también le interesa ganar contra China la carrera por ser el primero en obtenerla. Trump quiere tener para enero 2021, 300 millones de dosis para poder vacunar al 90% de la población. Su epidemiólogo asesor, Anthony Fauci, declaró más modestamente que para principios del próximo año esperaban tener 100 millones de dosis. En cualquier caso, es por eso que el miércoles pasado se supo que el gobierno ha seleccionado a los proyectos de cinco compañías entre todos los que están en desarrollo.

La primera de ellas es Moderna, que trabaja sobre un nuevo tipo de vacuna basada en material genético (ARNm) del virus. Hace un par de semanas la compañía anticipó que había logrado buenos resultados en 8 voluntarios sanos, pero su información era poco precisa y se abrieron dudas sobre esos datos. Ahora se afirma que el mes que viene esa vacuna entrará en la última fase (III) de ensayos clínicos.

Otro de los proyectos seleccionados es el del laboratorio Astra Zeneca en combinación con la Universidad de Oxford, también en fase II. Y los otros tres son de poderosas compañías farmacéuticas cuyas ventas mundiales de medicamentos recetados fueron de miles de millones de dólares en el año 2016 según Gonzalo Basile (CLACSO, 2019): Johnson & Johnson (31.7), Merck (35.7) y Pfizer (45.9).

 

 

Ventas mundiales de medicamentos recetados. Tomado de Gonzalo Basile y otros, Estudio caracterización del Complejo Médico Industrial Farmacéutico Financiero hoy, CLACSO, 2019.

 

 

Moderna, Johnson&Johnson y Astra Zeneca/Oxford, ya han recibido 2.200 millones de dólares del gobierno estadounidense para sus investigaciones con el fin de asegurarse la provisión de la vacuna. A eso se suma el contrato de 628 millones con Emergent BioSolutions para ampliar la capacidad de producción de vacunas.

El gobierno republicano ha pasado así a una iniciativa industrial público/privado, denominada Operation Warp Speed (Operación Rapidísima), dejando de lado su política previa exclusivamente librada a lo privado. La operación es dirigida por el inmunólogo Moncef Slaoui, que fuera directivo en Moderna antes de ocupar su cargo, y había sido presidente del área en uno de los mayores productores mundiales de vacunas, el laboratorio GlaxoSmithKline. Por esa razón es que Peter Marks, científico que lideraba el proyecto antes que él, al saber de su incorporación renunció denunciándolo por conflicto de intereses.

 

 

Vacuna de la compañía MODERNA.

 

 

La operación también es dirigida por el general Gustave Perna, especialista en logística y adquisiciones del Ejército de los Estados Unidos, con lo que el entramado del Estado, sus organismos militares y las corporaciones biotecnológicas es explícito. Pero pese a tanto alarde, muchos científicos advierten que no resultará nada fácil tener la vacuna en tan poco tiempo. En los últimos 25 años, la FDA sólo ha autorizado siete vacunas. Y una vez aplicada masivamente, hay que ver la seguridad que ofrece a gran escala.

 

 

 

El individuo frente al Estado

En 1946, Borges escribió “Nuestro pobre individualismo”, incluido en el libro Otras inquisiciones (1952). Me abstengo de referencias obvias a su posición ante el peronismo que es conocida por todos. Sin embargo me interesa considerarla para encontrar una palabra inteligente desde esa posición, frente a los firmantes de la solicitada titulada “La democracia está en peligro”, que aunque coinciden desde sus residuos actuales con aquel temprano antiperonismo del escritor, se expresan hoy con el desprecio antisocial de la más oscura y decadente vulgaridad.

Dice Borges que “el argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado” porque “lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano”. Y ya en el final, el nudo de su tesis: “El más urgente de los problemas de nuestra época (…) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo (…) Sin esperanza y con nostalgia, pienso en la abstracta posibilidad de un partido que tuviera alguna afinidad con los argentinos; un partido que nos prometiera (digamos) un severo mínimo de gobierno”. Es  la antigua idea de Herbert Spencer reformulada en los '70 por Milton Friedman y Robert Nozick como Estado mínimo.

 

 

 

 

 

Pero la solicitada es un extracto de gorilismo destilado en los alambiques del macrismo y salpicado así de una retórica de falsedades y proyecciones grandilocuentes. Se dice que “la primera reacción del gobierno fue negar la existencia del problema” (la pandemia), pero hoy desde el mismo espacio afirman que es la cuarentena más larga de la historia y por tanto una reacción temprana del gobierno. “El Presidente (…) describe un fenomenal avance en la concentración del poder para eludir cualquier tipo de control institucional”, pero no hay siquiera un acto gubernamental que valide esa afirmación. “En nombre de la salud pública, una versión aggiornada de la ‘seguridad nacional’, el gobierno encontró en la “infectadura” un eficaz relato legitimado en expertos”, pero pandemia, imposición de cuarentena y asesoramiento científico de la política pública es un modelo repetido desde el siglo XIV. “El desdén por el mundo productivo no tiene antecedente”, pero basta ver el desmantelamiento de la producción durante los gobiernos de Menem y Macri, sin pandemia, para darnos cuenta de la disociación ideo-pragmática del texto.

Es de una obviedad escolar de las Américas la asociación buscada a través del título “La democracia está en peligro”, el llamamiento a “redoblar una actitud crítica y vigilante hacia al poder gubernamental”, y la firma de 300 ciudadanos, con la defensa espartana de la democracia griega frente al imperio persa en la segunda guerra médica. Sin embargo, ya lo adelantó Marx: "La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". En realidad, estos trescientos firmantes al acompañar con su individualismo al imperio globalizado de un neoliberalismo feroz, están más cerca de asociarse con 300 de los guardias de Jerjes, el Gran Rey del imperio aqueménida, que con los espartanos.

 

Los arqueros de Susa, Louvre.

 

 

 

El perfume del minarquismo

La pandemia no ha provocado tan sólo una emergencia en salud pública sino que ha problematizado dos cuestiones políticas mayores: la de quiénes han de ser los que concentran el poder y la de cuáles han de ser los fines de esa concentración. Problematizado, se entiende, por la emergencia de nuevos hechos, explicaciones y predicciones que han puesto en cuestión —en un nivel distinto— a la noción de Estado de la expansión neoliberal y al extracto económico de su concentración de poder.

Las capas concéntricas que en la situación de pandemia se superponen desde una amplia superficie de fenómenos hasta ese núcleo denso, ponen en evidencia una sucesión de alteraciones en el campo del orden mundial. Una alterada sucesión que permite observar en todo lugar y en la inmensa mayoría de las poblaciones, que el miedo a la muerte por la pandemia y la conciencia de desamparo ante la misma  despertaron la necesidad vital de un cuidado por y de los otros. Un despertar que hace apoyar y a la vez reclamar una mayor presencia del Estado como el mayor poder para poder lograr organizar ese cuidado.

Por otro lado, sin embargo, la amenaza de muerte de la pandemia en tanto límite mayor a todo individualismo se asocia, en el minarquismo de los trescientos, al “severo mínimo de gobierno” que pedía Borges acompañado de algún remanente anarquista. Pero esto se hace con un desafío reactivo ante el Estado por quienes desde la autopercepción o la utopía de una libertad sin límites y el goce de un poder supremacista en lo individual y/o en lo social, se enfrentan al temor de una pospandemia en la que se diluyan, aunque sea en mínima parte, las gotas concentradas de los extractos del poder neoliberal. Es como la violencia femicida del machismo cuando descubre su impotencia. Es el costo que Jean-Baptiste Grenouille hace pagar a las muchachas que asesina en su búsqueda del perfume perfecto en la novela de Patrick Suskind. Son los muertos de Brasil. Es George Floyd.

 

 

 

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