Fascismos de ayer y de hoy

Ni gobernantes ni opositores tienen idea de cómo apaciguar la inflación que carcome el ingreso popular

 

Mientras que mes a mes el avance a tasas considerables de la inflación mantiene firme su rasgo creciente y carcome los muy deteriorados ingresos de las mayorías populares, no se observa que el gobierno –que tiene la principal responsabilidad de ponerle el cascabel al gato– y la oposición tengan alguna idea factible para apaciguar la persistencia en el alza del nivel general de precios y recomponer el poder de compra de los salarios. Irla de guapo no cuenta. Por cierto, el sector mayoritario de los opositores al gobierno ha declarado abiertamente que su objetivo es que los salarios sigan bajando. Hasta los fuegos artificiales que pretenden detonar los unos y los otros, un aspaviento para encubrir la desnudez política de ambos, se encuentran tan humedecidos que ni una chispa de aunque sea resignada aquiescencia logran encender. Al gobierno, según las encuestas, la ciudadanía no le cree ni el altísimo 60% de inflación proyectada en el Presupuesto recientemente aprobado para 2023, incluso teniendo en cuenta que se calcula un pobretón crecimiento del PIB del 2% en 2023.

Para que el ánimo inflacionario no decaiga en el terruño, en relación con el ámbito internacional, las señales coyunturales y de tendencia que emite la economía mundial son del tipo que hacen olas en estas playas. El sábado 29 de octubre, Rusia anunció que abandonaba el pacto en el que se había establecido que no se interpondría a que los barcos que transportan trigo y otros cultivos salgan de Ucrania y acusó a Kiev de atacar con drones a sus buques de guerra en el Mar Negro. Hasta ese momento, el acuerdo alcanzado en medio de la conflagración posibilitó que más de 9 millones de toneladas de productos agrícolas ucranianos lleguen a los mercados internacionales, alejando –pero no disipando– la amenaza de una crisis alimentaria mundial. El miércoles siguiente, a instancias del Presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que tuvo activa participación en lograr el acuerdo original, el pacto volvió a entrar en vigencia. Erdogan dijo que ese mismo día se reanudaban las operaciones. El premier ruso, Vladimir Putin, dijo que Rusia “no obstaculizaría el suministro de granos de Ucrania a Turquía en ningún momento en el futuro”, destacando la postura neutral de Turquía sobre la guerra y los esfuerzos de Erdogan para representar a los “países más pobres”. Putin advirtió que Moscú “se reservaba el derecho de salir del trato” si –otra vez– se violaban las garantías dadas por lo ucranianos de no convertir en un escenario de batalla las rutas de exportación de granos.

Los mercados globales de futuros de granos comenzaron la semana operando con alzas de entre el 7 y el 10% la tonelada en el precio del trigo, y algo similar pasó en el de maíz. Las aseguradoras de barcos no atendían los teléfonos de los armadores que operan en el Mar Negro. Algunos analistas de estos mercados, para deslizar la opinión de que Putin mantendría la decisión de salirse del pacto, enfocaban su mirada hacia el índice bursátil MOEX Rusia. Los estrategas de mercado de Deutsche Bank todos los meses clasifican el rendimiento de más de 70 activos financieros de todo tipo de actividades que juegan en primera. Por ejemplo, desde el oro hasta el crudo, pasando por los futuros del cobre, están comprendidos en ese ranking.

 

 

 

La cola al aire

Durante octubre, el MOEX fue el activo financiero de mayor rendimiento global, tanto en rublos como en dólares. Aumentó un 16,5%, aunque pese a ese incremento (o gracias a él), el lunes 31 de octubre estaba un 38,1% más bajo que a principios de enero. Esta buena performance resalta aún más si se considera que octubre fue un mes en el que los principales recintos bursátiles de los países desarrollados mejoraron su rendimiento, a los que no les hizo mella la abrupta caída de la cotización de los valores chinos. Esperaban que la Reserva Federal norteamericana (la Fed) bajara el ritmo al que subía la tasa de interés con el objetivo declarado de llevar a la inflación en el objetivo del 2% anual, que hoy es cuatro veces más alta que ese parámetro. En la jerga, ese deseo se denominaba “pívot de la Fed”. El miércoles pasado, su chairman, Jay Powell, anunció que la tasa de interés subía otros tres cuartos de punto (75 puntos básicos en la jerga). Acciones y bonos cayeron, y el dólar volvió a revaluarse. El mismo día, las especies financieras chinas subieron y arrastraron al resto de las bolsas del sudeste asiático alza, pero porque corrió el rumor de que por fin en unos días se levantaba la cuarentena del Covid-19, que allí sigue.

Desde ese número del MOEX, inferían que el efecto del embargo a los rusos se estaba atenuando en gran forma. Especulaban que Putin, pasadas las midterms norteamericanas, quería poner en la mesa de negociación la vuelta al acuerdo de granos para atenuar el embargo y, también, una menor suba del crudo ordenada por la OPEP Plus. El rumor es que los sauditas pactaron con el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aguantar el precio del crudo hasta después de las legislativas. La llegada de las tropas de asalto rusas al mando del temido General Invierno haría el resto.

De lo segundo habrá que ver. De lo primero ya no. Ni bien Erdogan anunció que el pacto seguía vigente, además de comenzar a correr de nuevo los seguros para los barcos que surcan el Mar Negro, la tonelada de trigo bajó unos 21 dólares, alrededor del 6,4%, y el maíz 2,4%. De todas formas, los mercados están algo inquietos por las sequías y las secuelas del Covid, y el trigo en los mercados mundiales bajó del pico de marzo y junio –respecto de enero–, pero está un cuarto más alto que a principios de 2021 y un 14% más alto que de principios de este año. Eso a pesar de que la tasa norteamericana en alza desinfla el precio de las materias primas. A todo esto, no hay que perder de vista que entre el 3 de enero y el 30 de septiembre de 2022, el peso argentino se devaluó 42% en el mercado oficial respecto del dólar. De haberse negado Rusia a volver al pacto del Mar Negro o salirse nuevamente (cosa que no está descartada), y sin retenciones y con el peso devaluándose mes a mes, el precio del pan y derivados, que para el empobrecido ciudadano argentino de a pie desde hace meses significa austeridad a la fuerza, pasaría a la categoría de prohibitivo. Tan con la cola al aire andamos.

Bajo este cúmulo de circunstancias es al menos patético que, ante aumentos desmadrados de los precios globales y devaluaciones propias continuas (realzadas por la revaluación global del dólar), se declare que no hay ánimo de poner retenciones y se convoque a los ciudadanos a no comprar si los precios suben por arriba del promedio (o sea: que no coman y no se vistan). Suponen que los asediados argentinos conservan intacto el poder de compra del ingreso, posterior al aumento de precios. Hasta queda boyando la duda de si se habrán enterado de que la recomposición de ingresos corre bien por detrás de la inflación y de que el 50% de los argentinos anda a los saltos por un bizcocho. La alfombra roja suele generar esas distracciones de la realidad. Si quieren congelar precios, mejor que llamen a Mr. Freeze.

Para explicar la inflación, la narrativa de la desmedida codicia empresarial es una saga que cuenta cada vez con más partidarios en el planeta, a raíz de los mamarrachos de las teorías monetaristas. A falta de pan, qué malas son estas tortas. Entre las incongruencias lógicas de las cuales parte la historieta de McPato (no confundir con la palmípeda que amenaza con romper caras), posee dos especialmente inconsecuentes. Uno, que si los precios suben por la codicia empresarial, para hacerla efectiva, los precios a los que las empresas compran los insumos deberían permanecer sin aumentar. No hace falta recordar que los Reyes son los padres. Dos, mostrar aquí y allá balances con ganancias mayores al promedio olvida que justamente para que haya una media, tiene que haber desvíos por debajo de su valor y por encima de su valor. A esto de aclarar que de noche está oscuro y el agua moja se le suma que el bajón de los salarios es causado por la política económica y no por las empresas. El salario es un precio extra-económico, un precio político. Para las empresas, bajar su nivel o subirlo no es posible sin la mediación del Estado.

 

 

 

Aquí y ahora

En nota del domingo pasado, el director de El Cohete destaca que “es imprescindible encuadrar los hechos en un marco regional y global”. Se refiere a los hechos en los que, de forma directa o indirecta, se constatan ataques a la democracia y al bienestar de las mayorías o aquellos otros en los que se observa desentendimiento de lo que está en juego.

De acuerdo a lo que informa el sitio Axios, una importante empresa del sector financiero norteamericano llamada Natixis Investment Managers encargó un par de encuestas de las que se deduce que a los mercados le interesa, por lejos, mucho más lo que hizo y haga la Fed que el resultado de las midterms legislativas de la semana entrante en Estados Unidos. El 70% de los 300 asesores financieros de Estados Unidos encuestados estuvieron de acuerdo con la siguiente declaración: “Los resultados de las elecciones son menos importantes que la política de la Reserva Federal”. Y en una encuesta separada a 34 administradores de inversiones, el 88% dijo que la política de la Fed es un importante impulsor de los mercados, mientras que solo el 6% dijo que las midterms lo son.

Edward Luce, uno de los corresponsales del Financial Times en Washington, entiende que las próximas “pueden ser la madre de todas las elecciones intermedias estadounidenses”, en vista de que “ha puesto en la boleta electoral al propio sistema político estadounidense”, a causa de la persistente creencia de que “a Donald Trump le robaron las elecciones en 2020”. Luce señala que “la ansiedad sobre el espectro de una guerra civil en Estados Unidos ha ido en aumento desde la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. El intento de ataque del viernes pasado contra el esposo de Nancy Pelosi, de 82 años, en el que un posible secuestrador irrumpió en su casa de San Francisco y lo hospitalizó, ha avivado tales temores. El hecho de que Trump y muchos republicanos de alto rango no hayan condenado el ataque no es tan sorprendente como inquietante”.

De esta desagradable realidad, infiere Luce que “el peligro para la democracia liberal estadounidense es más de arriba hacia abajo que de abajo hacia arriba. Proviene de las legislaturas de los Estados y del Poder Judicial, no de la proliferación de ejércitos de ciudadanos. Esto último sigue siendo muy improbable. El primero está en la boleta electoral de la próxima semana”. Entonces, se pregunta: “¿Por qué a tantos votantes parece no importarles? La brutal realidad es que la mayoría de los votantes ven una democracia sana (…) Proteger a la república estadounidense de sí misma es principalmente una preocupación de elite. Los precios de la nafta y la seguridad física ocupan un lugar mucho más alto en las prioridades de los votantes. Sin embargo, millones de derechistas se han tragado la patraña de que las elecciones estadounidenses están plagadas de fraude masivo. Este es el tipo de creencia que se arraiga entre aquellos que se meten en la madriguera de las conspiraciones de Internet. Sus candidatos afirman defender la “integridad electoral”, que es el código para “si perdemos, es que nos hicieron fraude” (…) Si 2024 se convirtiera en otra elección disputada, el sentimiento popular contaría poco. La Corte Suprema de los Estados Unidos decidiría”. Está a la vista que el retrato de esta familia disfuncional incluye a los lejanos parientes argentinos y brasileños, entre otros.

Ese es uno de los milagros de la riqueza abstracta. El S&P 500, el índice bursátil más representativo de la economía norteamericana, ha ganado más del 400% desde el nadir del mercado bajista de la crisis financiera de 2008-2009. Es lo que importa. Pasarse papeles unos a otros y que todo el mundo crea que se es más rico conforme suben las cotizaciones sin ninguna referencia a la base material o mejor dicho abstrayéndose de la misma, es lo único relevante en este mundo alienado. Y eso que según lo que Joe Nocera infiere en el DealBook del New York Times (05/11/2022) “Con los republicanos favorecidos para tomar el control de la Cámara de Representantes (…) El G.O.P. (Great Old Party, el viejo gran partido, jerga para denominar a los republicanos) y las grandes empresas, felizmente casadas durante tanto tiempo, se encuentran en medio de un feo divorcio, que según las encuestas recientes es probable que se desarrolle en una Cámara baja liderada por los republicanos. No es solo que docenas de empresas se retiraron de donar a los republicanos que votaron para anular las elecciones presidenciales de 2020 (una retirada, sin duda, que no duró mucho) (…)".
A raíz de esta situación Nocera especula que "aquí está el escenario más vertiginoso de todos. Supongamos que los demócratas conservan el Senado y los republicanos la Cámara baja. En un día, una empresa (…) podría ser cuestionada agresivamente por un comité del Senado sobre por qué no están presionando más sobre el cambio climático. Luego, al día siguiente, el mismo grupo podría ser llamado ante un comité de la Cámara y cuestionado con la misma agresividad sobre por qué están desperdiciando el dinero de los accionistas en iniciativas sobre el cambio climático". De estas potenciales circunstancias Nocera establece que "Lo que más quiere la actividad empresarial, lo que siempre quiere, es estabilidad y previsibilidad. Dada la ruptura entre los republicanos y las empresas, si los republicanos toman la Cámara, eso es lo único que las empresas pueden estar seguras de que no tendrán”.

El historiador inglés Adam Tooze (en la actualidad en Columbia), en su Chartbook #166 (30/10/2022) reflexiona, a partir de los 100 años de la “Marcha sobre Roma” de los fascistas de Benito Mussolini, sobre el ensayo próximo a salir de Clara E. Mattei, una economista de la New School de Nueva York, titulado The Capital Order. How Economists Invented Austerity and Paved the Way to Fascism (El orden del capital, cómo los economistas inventaron la austeridad y pavimentaron el camino al fascismo). Aún en gateras, ya está haciendo mucho ruido, y no es para menos. Mattei afirma, con documentos en mano, según adelantos y comentarios que se dieron a conocer –además del de Tooze–, que los motivos originales intelectuales de la austeridad fueron los de proteger al capital, y de hecho al capitalismo, en tiempos de agitación social desde abajo.

Tooze comenta que “como era de esperar, leyendo a Mattei como lo hago, desde la posición de un liberal inclinado a la izquierda, encuentro su descripción de las elecciones de los economistas liberales no tanto confirmatoria como profundamente inquietante (…) Se podría decir que un compromiso con la economía keynesiana lo inmunizaría contra el tipo de austeridad autoritaria que promovieron Alberto de’ Stefani y Luigi Einaudi después de la “toma del poder” de Mussolini. Yo diría que ese es el caso, pero en un sentido más complicado de lo que podría parecer a primera vista”. Los fascistas tuvieron que abrazar el keynesianismo porque la austeridad los deslegitimaba para convocar a las masas a la guerra.

El historiador sopesa que “cien años después de 1922, los problemas de esa época no son nuestros problemas. No vivimos en una era de lucha de clases intensa y politizada, en las secuelas de una guerra total, o bajo la sombra de una hegemonía angloamericana ascendente. Nuestra realidad es la de la policrisis. Pero, pensar en 1922 y las elecciones hechas entonces por gente como Einaudi y de' Stefani debe llevarnos a preguntarnos, ¿dónde están las trampas hoy?”

Los fascistas de hoy provienen y honran una tradición que durante más de un siglo impulsó a los gobiernos a enfrentar las crisis recurriendo a políticas económicas de austeridad –recortes de salarios, gastos fiscales y beneficios sociales– como salida. Estas políticas han tenido efectos devastadores en el bienestar social y económico en países de todo el mundo, incluida la Argentina, como si hiciera falta aclararlo. Hoy, los electorados confundidos recurren al fascismo (el que desea analgésicos lo puede llamar derecha dura) para salir de la malaria. El actual, a diferencia de su antecesor, está inhibido por definición de recurrir al keynesianismo. Tiene enemigos internos, no externos. Y a esos horrores se seguirán abocando si capitalizan nuestros errores. Dice Tooze que, en ese ayer dictado por la experiencia de Mussolini, “la única forma de escapar de tales confrontaciones ruinosas que crearon el escenario para la desastrosa colaboración entre el liberalismo y el autoritarismo iba a convertir tanto al centro como a la izquierda democrática de la política en una visión keynesiana expansionista de la economía”. Parece una buena enseñanza de la historia.

 

 

 

 

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