Fuego al Negro

"Teníamos que disparar siete veces adentro del cuadrado para estar aprobados"

 

Cuando escucharon las órdenes muchos se estremecieron. Se les venían a la memoria los diálogos que habían registrado una y otra vez, entre el ejército de gendarmes que había entrado violentamente al Pu Lof en Resistencia de Cushamen, el día de la desaparición de Santiago Maldonado. Sucedió días atrás. En el espeso territorio patagónico: el 10 y 11 de mayo, durante una práctica de manejo de armas de fuego a unos cuarenta guardaparques de todo el país, ordenada por la dirección de Parques Nacionales como "nueva modalidad de entrenamiento".

"Durante la práctica pusieron una hoja A4 a distancia con un cuadrado negro en el medio", explicó uno de los asistentes. "Dos instructores daban las órdenes. Y la orden era: ¡Fuego al negro! Teníamos que acertar a disparar adentro de ese cuadrado por lo menos siete veces para estar aprobados, que era lo que pedían. Digamos que esa era la manera de evaluarte. Muchos se descompusieron. Había compañeras con bebés. Una les dijo a los instructores: ¡Pará, que me dan nauseas! Y muchos tuvieron que volver a repetir los disparos porque no alcanzaron al negro las siete veces".

 

Captura de pantalla: imagen del vídeo con el ingreso de Gendarmería al Pu Lof en Resistencia de Cushamen.

 

Históricamente hubo dos líneas en el mundo de las políticas públicas de Parques Nacionales. Una más militarista, con guardaparques calzados con pistolas entre la camisa y cinturón del uniforme, donde las armas son parte del atuendo permanente y habitual. Y una línea que piensa las políticas de áreas protegidas sin armas, a partir de la búsqueda de consensos con distintos actores y comunidades de un territorio, una dinámica en la que el uso de armas se reserva a casos especiales. Esa última linea prevaleció durante los últimos quince años. En esos años, el gobierno de Néstor Kirchner cambió la reglamentación de Parques para prohibir la portación de las armas. Durante los últimos meses de la gestión de Cristina Kirchner, el último presidente de Parques Nacionales, Carlos Corvalán, volvió a habilitar el uso de las armas aunque con una política pensada sobre todo en el uso destinado a las llamadas zonas calientes en los parques y áreas protegidas ubicados cercanas a la Triple Frontera. Desde la asunción del gobierno de Mauricio Macri, en el contexto de la persecución a las comunidades mapuches y del nuevo paradigma de parques diseñados como reservas destinadas al acceso de sectores privilegiados, la dirección de Parques desempolvó esa reglamentación para plantear una militarización.

La escena descripta más arriba es una imagen del último curso de manejo de armas, realizado en el área del lago Mascardi. El curso se realizó entre el 7 y 11 de mayo y tuvo como destinatario al contingente de trabajadores de parques que hicieron base en uno de los edificios del Departamento del ICE (Incendios, Comunicaciones y Emergencias) de Bariloche. Entre el lunes y el martes fueron sometidos a test psicológicos y exámenes físicos de vista y oído, aparentemente tomados por personal de Policía Federal que opera como trabajador del AnMAC (Agencia Nacional de Materiales Controlados). El miércoles tuvieron clases teóricas de uso de armas. Y jueves y viernes se los llevaron en autobombas a un polígono de tiro, para las prácticas donde escucharon Fuego al negro repitiéndose una y otra vez.

Hicieron el entrenamiento con dos guardaparques de carrera. Instructores. Pablo Rosso y Pablo Agnone, dos buenos profesionales según sus compañeros, pero que en este nuevo contexto parecen haber encontrado aire para alentar sus costados más belicosos, de control o disciplina milica. Los entrenados hablan de hostigamientos. Y cuando los describen mencionan órdenes susurradas en algunos casos muy cerca del oído, incluso sobre algunas mujeres guardaparques. Y diálogos donde los apuraban a cargar y recargar las armas con velocidad, a no tardar, no demorar con las recargas, porque cualquier demora les podía hacer perder la vida.

 

Parques trasladó a los guardaparques en autobombas para las prácticas de tiro.

 

Este es el tercer curso que se hizo a lo largo del año, después del primero en Cuyo y otro en NOA. Son cursos que deberán repetir a partir de ahora una vez al año. La aspiración es que pasen los 600 guardaparques del país. A quienes se negaron a disparar o cayeron en estado de tensión ante las órdenes, no les aprobaron el examen. Y cuando volvieron a sus lugares de trabajo comenzaron a ser sancionados con el alejamiento de algunas funciones. Según la línea que baja Parques Nacionales, los cursos se hacen porque como ellos no son integrantes de las fuerzas de seguridad sino civiles, el RENAR exige ese tipo de exámenes para habilitarlos en la portación de armas. El problema es que esas exigencias no son nuevas. Siempre estuvieron. Y se cumplieron con más o menos restricciones. El dato que sí es nuevo es que se adquirió una enorme cantidad de armas para los guardaparques.

"El capacitador venía y te gritaba en el oído. Te decía: Dale, dale, apretá. Y te gritaba fuerte. Y a unas tres o cuatro personas les gritaba todavía con más ahínco, una cosa de mayor persecución. ¡Dale! ¡Dale! Te van a matar, si no recargás te van a matar. La situación era como un pelea. Yo llevó muchos años en Parques y esto no era una dinámica de entrenamiento propia de un Parque Nacional, donde está justificado el uso de las armas para matar ciervos o vacas o a un toro que te va a atropellar. Acá había otra cosa: planteaban un escenario en el que te estabas enfrentando con un furtivo o alguien que estaba por matarte".

No es la primera vez que usan armas. Los guadaparques reciben instrucción en su manejo pero acotada a los cursos de formación básica. Todos pasaron por su curso para graduarse. El punto es que hasta ahora esos cursos nunca se actualizaban, y menos con un programa que plantea entrenamiento progresivo. Los guardaparques más viejos pero también ex funcionarios de Parques consultados por El Cohete a la Luna dicen que es la primera vez que ocurre, que nunca los habían obligado a usar armas y que esto es una locura.

A los guardaparques les dijeron que van a recibir una 9 mm y una escopeta 1270. La 1270 es para lo que llaman control biológico: armas con alcance largo que les sirve para atacar o matar animales depredadores, una práctica que hasta ahora requería de una evaluación caso por caso. Con la 9 mm, la cosa no está tan clara. La hipótesis de conflicto blanquaeda en los entrenamientos es el uso contra los "furtivos". Tradicionalmente los furtivos eran pescadores o cazadores en zonas protegidas, pero también un niño que roba palmitos de un árbol en un Parque Nacional Iguazú. ¿Por qué no pensar en este nuevo contexto que los furtivos pueden ser también las poblaciones mapuches o alguna de sus organizaciones, luego de la agitación del fantasma del terrorismo entre la RAM? El relato de los guardaparques de la Patagonia trae a la memoria una reunión realizada el último verano entre las autoridades de Parques, Gendarmería y Ministerio de Seguridad, donde les decían que tengan cuidado porque los mapuches podían ir a marcar sus casas particulares.

—¿De quiénes deberían cuidarse?

—La hipótesis es la presencia del furtivo —explica uno de los participantes—, es decir, el que viene a depredar el Parque, esa es la persona contra la que hay que prepararse. Evidentemente tienen que construir un enemigo. Muchos de los que estuvimos en esos cursos nunca habíamos usado armas y nunca tuvimos un enemigo que se llame furtivo y te haga encontrar ante una situación de vida o muerte. Nunca fue así, existen otras lógicas y sistemas. Pero ahora aparece esta cosa descontextualizada de lo que normalmente debería ser el clima en un Parque. El instructor cada tanto pedía disculpas: Disculpen si estoy un poco agresivo, ustedes tienen que tener en cuenta tal cosa y tal otra. Ellos lo justifican todo a través del reglamento, que más o menos dice que las armas serían parte de nuestro uniforme. Pero a ciencia cierta todos sabemos que ahí no dice que nosotros tengamos que portar armas. No hay nada de esta obligación. Pero ellos lo plantearon de esa manera.

Pese a las advertencias de ATE, las autoridades obligaron a participar a las mujeres en período de amamantamiento. En Bariloche, una de ellas tuvo que asistir a las prácticas de tiro mientras su hijo esperaba en la camioneta con su marido que su madre termine con las prácticas. "Estaba con el bebé que empezaba a llorar y se tenía que ir urgente a darle la teta. Por más que le ponían onda a la cosa, la verdad es que el contexto era tremendo: un bebé rodeado, en el lugar donde se escuchaban tiros todo el tiempo".

En la zona del lago Ruca Choroi de Neuquén existe una experiencia de co-administración de un parque que las comunidades entienden que fue construido sobre territorio mapuche. Uno de los guardaparques mapuches se negó a hacer el curso y a usar el arma contra quienes entiende que es su pueblo. A trabajadores de Los Alerces que no pasaron los exámenes psico-físicos para portar arma les restringieron el trabajo y les sacaron las tareas de control y de vigilancia. El control y la vigilancia en esos lugares se ejerce habitualmente en el control de pesca. Esa actividad que ya no pueden hacer porque se negaron a disparar, no sólo les genera un problema en la carrera o en materia laboral en un contexto como este contexto, sino que está quebrando el deseo de los más pibes, dice Salvador Vellido, guardaparque durante treinta años, ex presidente de la Asociación de Guardaparques Argentinos, intendente del Parque Nacional Lanín, secretario de Turismo y Producción de San Martín de los Andes, ahora retirado pero una de las voces más respetadas de su mundo.

"Todo esto se da en medio de un cambio de paradigma —dice—. Los parques pensados desde una lógica de seguridad. A fines de los '90 se produjo una discusión que ganamos durante quince años, no sólo en términos de portación de armas, sino de cómo iban a ser estos espacios, para quiénes, qué hacer con las personas que viven en los parques y vecinos y turistas. La ganamos por cuestiones políticas internas y externas del país. Pero eso no modificó una cultura de base en parques que es el concepto de los parques de elite para un sociedad de elite, para visitantes pulcros, adinerados y bien vestidos. Parques sin gente. A contramano de lo que sucede en la región o en el mundo, ahora explotan el tema mapuche. Lo hace el gobierno pero también los gobernadores de Neuquén, Chubut y Río Negro, hay que decirlo; es un tema que en veinte años nunca necesitó el uso de la fuerza pública para debatir o discutir tensiones".

Vellido viene recibiendo datos de todo el país. Aunque está retirado, sabe quién aprobó los exámenes. Cómo se están haciendo. Dónde. Entre los datos, discute incluso los números. Dice que no existe ninguna estadística que justifique el uso de armas. "Siempre hay cuestiones personales e ideológicas, por eso hablo de un terreno fértil, pero el problema no es la gente sino las autoridades políticas". Ahora, dice, "las autoridades actuales se agarraron de aquella resolución (de Corvalán) e hicieron compra de armamento nuevo que yo creo innecesario, porque el 80 % de las armas distribuidas en Parques Nacionales debe tener un máximo de 20 tiros a lo largo de 15 años. Se habrán usado alguna vez contra un chancho jabalí. Lo que quiero decir es que las autoridades actuales promueven la portación de armas desde una lógica técnica mentirosa, porque en términos estadísticos en todo el sistema de Parques el uso de armas no tiene una incidencia mayor al 5 %, y en algunos casos de 0%. Desde el punto de vista técnico, esto demuestra que no existe ninguna justificación. Sólo se puede pensar en las armas para procedimientos especiales de controles nocturnos, o para lo que en realidad hay que articular con las fuerzas de seguridad, o para zonas calientes pero en circunstancias calientes. Yo estuve diez años en el Lanín, jamás ningún guardaparque tuvo que portar armas. Por lo tanto, las cuentas no dan. Y hasta es un riesgo enorme, porque expone al guardaparque a accidentes".

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