Fuego amigo

La voracidad del establishment compromete la estabilidad de los gobiernos amigos

 

A mediados del 2016, cuando el aumento de tarifas de servicios públicos decidido por el gobierno de Cambiemos se hacía palpable en el bolsillo de muchos de sus votantes, la Mentalista Carrió decidió arrojarse sobre la granada. En una entrevista asombrosa aún para su generoso estándar, la por entonces socia de Mauricio Macri denunció ante el Pauta Fantino, personaje entrañable de la picaresca mediática local, la existencia de un plan de sabotaje lanzado por hackers al servicio del kirchnerismo. El objetivo era enviar boletas de servicios con aumentos exorbitantes para generar descontento entre los usuarios. “Hay informáticamente gente que está trabajando mal. Porque a alguien que le llegaban 40 pesos no le pueden llegar 150. Ahí están trabajando para crear un escenario de desestabilización”, afirmó.

Cuando Fantino le señaló que el sistema de facturación era auditado por el gobierno, Carrió insistió: “El sistema informático lo maneja el gobierno, pero el operador informático no. El operador informático puede alterar, podés mandar unas facturas a Recoleta, donde por ejemplo a algunos le llegó menos que antes (...) Puede haber infiltrados en el sistema”. Con la libertad que sólo otorga la ausencia absoluta de pruebas e indicios, la fundadora de la Coalición Cívica y termómetro moral de la República agregó: “Vos alterás el sistema informático y ves que un tipo de Recoleta que estaba sin subsidio, le aumentás y le llega una factura de 300 pesos cuando le llegaban 3.000. Alterás otro que está, suponete, en La Matanza, y hacés que a un pobre jubilado le lleguen 40.000. Y después mostrás las facturas ‘miren los ricos y miren los pobres, los pobres 40.000 y los ricos 300’. Y esto les cierra el relato de Moreno y etcétera”.

 

 

El etcétera es importante ya que, según su investigación, tan pormenorizada como imaginaria, el hackeo informático sería solo una parte del plan maestro de desestabilización: “Hay todo un movimiento, el paro de camioneros de Moyano no es casual. Moyano juega con Piumato, Moyano y Piumato juegan con Vera, Vera juega con Pocino, Pocino juega con Milani y Moreno juega con Milani”. Además, según sus propias palabras, “el vocero de Jorge Bergoglio en la Argentina es Gustavo Vera, que está con Milani” y “el Papa, en vez de convertir al papado en una jefatura espiritual, lo convirtió en una unidad básica”. Realmente preocupante.

Hace unos días, el ministro de Economía Luis Caputo, el Toto de la Champions, escribió en su cuenta de X: “Las prepagas le están declarando la guerra a la clase media”. El mesadinerista devenido funcionario hacía referencia al brutal aumento de medicina prepaga (153% en tres meses) propiciado por el Presidente de los Pies de Ninfa a través del DNU 70/23, que derogó los topes a los aumentos de sus cuotas.

 

 

La periodista Mara Pedrazzoli puso en contexto histórico ese aumento: “En el año 2013 el gasto en un plan básico de medicina prepaga insumía el 11% del salario formal promedio, pero en abril de 2024 pasa a tener una incidencia del 30%”.

Con tono viril, Toto advirtió a quienes buscan lucrar en exceso: “Nosotros desde el gobierno, vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para defender a la clase media”. Por su lado, Javier Lanari, periodista independiente y apolítico devenido subsecretario de Prensa del gobierno de la motosierra –manteniendo la misma independencia y similar apoliticismo– subió el tono en las redes sociales: “El capitalismo tiene instrumentos legales para hacer respetar la competencia, evitar posiciones dominantes, oligopolios y cartelización. Los que creen que pueden pasar por arriba del sistema se atendrán a las consecuencias”.

 

Al coro de lamentos se sumó la Superintendencia de Servicios de Salud: “Estos aumentos no pueden ni deben ser consensuados por las distintas empresas que componen el mercado, ya que ello atenta contra la libre competencia que promovemos”. No sin cierto candor, la Superintendencia mencionó una “presunta cartelización” entre las empresas de medicina prepaga, lo que “constituiría un delito”.

 

 

En realidad, alcanzaba con escuchar a Claudio Belocopitt, dueño del Swiss Medical Group, cuando, luego de la publicación del DNU 70/23, sostuvo que acordaría los aumentos correspondientes con el resto de los prestadores de servicios, e incluso anunció que “la medicina prepaga va aumentar todos los meses”. Un mercado realmente competitivo en el que las decisiones se toman en grupo.

 

 

El propio Presidente cargó contra Belocopitt al repostear un tuit que calificaba al dueño del Swiss Medical Group de “garca y sorete”. Al parecer, los entusiastas de un marco teórico conformado por alucinaciones austríacas nunca aplicadas sobre seres vivos descubrieron al unísono que eso que adoran y llaman mercado no es más que un conjunto acotado de empresas con posición dominante. Sin que les tiemble la motosierra, amenazaron con regularlo con el mismo Estado que describen como violador.

En realidad, así como es improbable que la Mentalista Carrió creyera en la existencia de hackers kirchneristas con apoyo celestial, del mismo modo podemos inferir que ni el Toto de la Champions, ni el Presidente de los Pies de Ninfa, ni sus voceros toman en serio sus amenazas contra los prestadores de medicina prepaga. En ambos casos se trata de sobreactuaciones frente a lo que perciben como fuego amigo hacia sus electores y entusiastas.

En 2015, el candidato Macri logró convencer a un sector de la clase media de la necesidad de aumentar las tarifas de los servicios públicos; pero eso no impidió que dichos aumentos, aun aceptados ideológicamente, comprometieran las economías domésticas y explicaran, al menos en parte, la derrota del oficialismo en 2019. Lo mismo ocurre con la medicina prepaga, un servicio al que tan sólo accede el 15% de la población, según cifras del propio Belocopitt. Es probable que el gobierno considere, con razón, que la mayoría de los usuarios de la medicina prepaga son electores suyos, de primera o segunda vuelta. Y por eso se enfrenta al mismo dilema que no pudo resolver Macri hace ocho años: responder a las exigencias de mandantes y socios sin perder apoyo electoral.

Ocurre que en estas casi cinco décadas de hegemonía neoliberal, nuestro establishment no ha logrado establecer un sistema injusto pero sostenible, como el que consiguieron sus pares chilenos, al menos hasta el estallido social del 2019. Su voracidad y su impaciencia son de tal magnitud que comprometen una y otra vez la estabilidad política y electoral de los gobiernos amigos.

Ese es su eterno fuego amigo.

 

 

 

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