Gente de bien

Danza de nombres y presiones para acceder al Ministerio de Economía

 

Ya definida la contienda electoral con el contundente triunfo de Javier Milei, la Argentina entró en un nuevo capítulo de su historia. ¿Qué deparará la perspectiva del autodefinido “primer Presidente liberal-libertario de la historia de la humanidad”?

La pregunta cabe para analistas y estudiosos en todo el mundo interesados en observar el llamativo hecho que ha ganado el cargo estatal más importante de un país quien ha afirmado que “el Estado es mi enemigo”. El interrogante es de llamativo interés circunstancial para observadores lejanos, pero directo y sensible para la sociedad argentina. Se asienta en la incertidumbre por la cotidianeidad inmediata, el horizonte de la vida personal/familiar y del futuro del país.

Por lo pronto, de considerarse la imagen más fuerte y representativa de Milei, sin dudas la motosierra, es de suponer que se vienen tiempos confrontativos. También que serán duros si tomamos en cuenta que, aun siendo una fórmula repetida de gobiernos nuevos el responsabilizar en lo económico y lo social a la “herencia recibida”, el Presidente electo ha hecho hincapié en la última semana en que “es la primera vez que gana alguien que dice que va a hacer ajuste. No lo va a pagar la gente de bien, lo va a pagar la política, la casta, los empresarios prebendarios, los medios corruptos y los profesionales que dependen de los políticos”.

Las referencias de fuerte efecto mediático, ventajosas en campaña por la facilidad de ser oposición a un gobierno con serios problemas y en retirada, pasan a tener otra entidad ante la necesidad de definir medidas y acciones concretas inmediatas, ya con la perspectiva de asumir la responsabilidad de gobierno.

 

De ida y vuelta

Como sea, para todo gobierno las promesas y expectativas se ponen a prueba con la realidad. Medidas y acciones concretas evidencian rápidamente prioridades, disputas e intereses en juego. En la Argentina que se viene: ¿quiénes están incluidos entre “la gente de bien” que no va a pagar el ajuste? ¿Quiénes forman parte de la “casta” –que se supone no incluye al 55,7% que lo votó– que deberá hacerse cargo en forma total de los costos del ajuste?

Notoriamente, los primeros anuncios de nombres del equipo ministerial a acompañar al nuevo Presidente a partir del 10 de diciembre no incluyeron a la cartera de Economía. Las referencias en relación a este tema clave igualmente quedaron a cargo del propio Milei, que afirmó: “Vamos a hacer un muy fuerte ajuste fiscal para llegar directamente al déficit financiero cero, lo que significa que la deuda no crece más, que vamos a ser solventes inter-temporalmente y que vamos a pagar la deuda”. Ya hay una definición: pagar la deuda es prioritario.

La indefinición pública inicial de con quién y cómo hacer el ajuste ha sido llamativa. Es posible, como indica el editorialista del diario La Nación, Joaquín Morales Solá, que “Milei está optando por personas con probada aptitud para la función pública… consciente de sus propias limitaciones”. La idas y venidas de nombres de candidatos a ocupar el ministerio de Economía dejaron en ridículo las referencias de cuando se avalaba desde el periodismo militante la figura de Milei, suponiendo que era una táctica sagaz el no exponer al imaginario equipo económico que, en total secreto, trabajaba intensamente desde hacía meses en las medidas económicas y sociales.

 

El plan secreto, dos meses atrás.

 

Es muy llamativa la danza de nombres para ocupar el despacho del quinto piso del Palacio de Hacienda, funciones claves o bien asesoramientos privilegiados. En su mayor parte se trata de referentes que formaron parte de los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999) y Mauricio Macri (2015-2019). Parecieran ser elencos estables, ya más viejos y con serios fracasos en sus trayectorias, aunque siempre a disposición de nuevas aventuras de grandilocuentes planes económicos.

Los movimientos alrededor de los nombres reflejan las presiones para la definición de prioridades de lobbies –incluido el adherido PRO de Macri/Bullrich– y grupos de influencia e interés, hoy definidos como el misterioso “Círculo Rojo”, al existir intereses y expectativas contrapuestas. Claro está que todas se presentan con un libreto grotesco, para simular hacerlo en forma patriótica y desinteresada. Ante la existencia de una sábana corta en el reparto, el propósito de estos referentes habituales del poder para seguir siendo prevalentes es, en primer lugar, no ser incluidos en la anunciada poda estatal “para todos”. Desean sí ser considerados dentro de la “gente de bien”. Se auto-consideran también parte del elenco permanente y, extrañamente, pese a la simple evidencia de recurrencia y antecedentes, pretenden afirmar no integrar ninguna casta.

 

Presupuesto mío

La referencia inicial de Milei a una reducción estrambótica del déficit fiscal en un 15% del PBI, que llevaría a conformar en forma completa los requerimientos del exorbitante cronograma de pagos al FMI y a acreedores privados para 2024, ha sido ahora lateralizada. Representaría el achicamiento del 60% del total del gasto público, con efecto de colapso en la actividad económica y aumento abrupto del desempleo.

El electo primer mandatario habría centrado ahora su intención en recortar el déficit fiscal a un 5% del PBI, es decir una drástica caída del 20% del gasto público en 2024. Más allá de la repetición del argumento efectista de campaña de centrado en la eliminación del “gasto político”, o la definición actual de que “toda la obra pública se termina porque no hay plata, nosotros no tenemos plata, por lo cual esas obras pueden ser entregadas al sector privado y que la terminen ellos”, sus indicaciones resultan ambiguas e improvisadas:

  1. ¿Se trataría del presupuesto del Poder Legislativo, que representa el 0,5% del gasto público nacional?
  2. ¿Del Poder Judicial, que equivale al 1,1%?,
  3. ¿Del Ministerio del Interior, el 0,4%?
  4. ¿Se confirmaría la suspensión total de las obras públicas nacionales eliminando todo el presupuesto para el ministerio de Obras Públicas, que representa poco más del 2% de las erogaciones públicas?
  5. ¿O el propósito en realidad sería reducir más aún erogaciones centrales de enorme impacto social que ya vienen en baja, como las prestaciones sociales (jubilaciones, pensiones, planes sociales), los subsidios por servicios públicos o los salarios estatales (55%, 12% y 11,5% del gasto público respectivamente)?

Más allá de lo enunciativo y efectista, como si estuviera aún en campaña, Milei ha referido que su objetivo es avanzar hacia la liberalización cambiaria con fuerte devaluación –su proclamada dolarización ha quedado en un cajón– y frenar la bola de nieve del Banco Central con la ilusión de lograr el apoyo de otra ola de endeudamiento externo –que conseguiría el conductor del desastre financiero del macrismo, Luis “Toto” Caputo, seguramente poniendo como garantía los recursos naturales del país–, pero que previamente debe equilibrar las cuentas públicas.

El FMI, en su primera comunicación pública luego del triunfo mileísta, declaró: “Esperamos trabajar estrechamente con él y su administración en el próximo período para desarrollar e implementar un plan sólido para salvaguardar la estabilidad macroeconómica y fortalecer el crecimiento inclusivo para todos los argentinos”. Es un mensaje elegante en su forma, el FMI incluye en los últimos años referencias a los sectores más desplazados, aunque sigue exigiendo las recetas de siempre.

 

Sin más requerimiento que hacer cuentas simples, queda abierto entonces el interrogante evidente de otro escenario repetido: ¿es la intención del líder libertario avanzar entonces sobre otros rubros presupuestarios tal como lo exigen el FMI, fondos de inversión especulativos y acreedores de deuda pública?

Como se ha observado en forma reiterada en los 21 acuerdos anteriores de la Argentina con el FMI, un achicamiento regresivo del gasto público implica la caída de la actividad económica, el empleo y los ingresos de la mayor parte de la población, afectando así mismo los ingresos fiscales y alejando el propósito de reducción del déficit fiscal y de la inflación, al generarse mayores desequilibrios.

Lo novedoso puede pasar a ser repetido, aunque en forma más decadente y con una mayoría de la sociedad mucho más desorientada y castigada, que no puede ser ajena.

 

 

 

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