GUÍA 1980 PARA CREAR FAKE NEWS

Un manual de la SIDE de la dictadura sobre cómo instalar falacias, construir enemigos y elevar la moral de la tropa

 

Fue hace algo más de un mes, en el edificio de la AFI. En un cajón de un escritorio que no se revisaba hacía mucho tiempo, debajo de unos papeles, sin que nadie lo buscara, apareció una carpeta de tapa dura. El óxido en el gancho que atrapaba las hojas mostraba el paso del tiempo. Su título estaba impreso en el centro de la portada: Guía para el planeamiento de Acción Psicológica “S”. La letra entre comillas se refiere al carácter secreto de esas operaciones. Se trata de un manual de 1980, en el que se detalla cómo la SIDE de la dictadura llevó adelante sus acciones de comunicación y propaganda y la inoculación de rumores para lacerar el discurso de quienes entonces eran ubicados en el lugar de enemigos. El documento muestra de qué manera en esos años se planificaban las campañas para combatir a un objetivo interno y mimetizado dentro de la población. Esta orientación se les entregaba a los agentes de inteligencia para que generaran de manera sistemática lo que ahora se definiría como fake news.

Con un tono en exceso enunciativo y sin grandes valoraciones ideológicas que sostengan el accionar que plantea —a lo largo de sus 50 páginas—, se pueden leer las pautas dirigidas a los ejecutores. “La guía proporciona una síntesis de las prescripciones y principios de aplicación universal que servirán de base al planeamiento de actividades psicológicas secretas. Estas son dirigidas, ya sea en la paz o en la guerra, a los públicos-blanco enemigos, neutrales y amigos, a fin de provocar actitudes y conductas favorables al logro de los objetivos políticos y militares propios”, señala en su introducción.

En los primeros apartados aparecen distintos léxicos para definir las intervenciones, según intensidades, formas, blancos, modalidades, pero todos con el objetivo final de “provocar la creación, afirmación o modificación de emociones, actitudes y conductas”. Para eso se valdrán de lo que denominarán en varias páginas como Guerra Psicológica, Campaña Psicológica y Operaciones Psicológicas simples y de consolidación.

Dentro de lo que el manual denomina como “propaganda especial” se destaca la “propaganda negra”, utilizada en campañas para lograr que otros dijeran lo que ellos pretendían. “Este tipo de trabajo requiere una gran destreza, conocimiento y habilidad para realizarlo en forma anónima. Ello depende en gran medida de una precisa Inteligencia”, argumenta quien lo redactó. “Son ejemplos de propaganda negra: los rumores a través de murmuraciones, la preparación de pornografía (sic); la difusión de slogans sin autoría; la propalación de chistes o bromas ridiculizantes; la creación de un clima de superstición temerosa mediante la credulidad en ritos ocultistas; la promoción de literatura tendenciosa”.

 

 

 

 

La naturaleza oculta de esa operación “negra” es —según se resalta en la guía— lo que la vuelve más difícil de contrarrestar y así la respuesta contra ella resulta mucho menos efectiva. Al analizarla remite de manera directa a las prácticas actuales en redes, donde las campañas de desprestigio impactan de una manera muy efectiva.

La divulgación de rumores también está encuadrada en la guía como una acción efectiva y que genera impacto social. Allí menciona la instalación de versiones en los medios de comunicación “abierta”, con “comentarios y apreciaciones” y de comunicación “encubierta” con emisiones clandestinas. “(El rumor) ofrece la posibilidad de transformar verdades, asuntos, temas, en creencias, vulgaridades, provocando distracción, diversificación y división”, explica.

Menciona además las operaciones con radiodifusión “negra”, que consistía en la producción de mensajes desde emisoras clandestinas. “La programación debe ser de alta calidad y verosimilitud para evitar descubrir que la estación es parte de una acción psicológica encubierta”. Suma también a las operaciones la propaganda subliminal en cine y televisión. La define como “una proyección subrepticia de imágenes que influye en el subconsciente, que de tan veloz no puede impresionar en la mente consciente”. “Pero, en cambio, se mete en el sistema nervioso, y si se repite con suficiente frecuencia ‘se mete en la cabeza’”, agrega.

Para estas actividades de imposición de discursos y versiones la guía hace un reparto de tareas y funciones de los agentes que las deben llevar adelante.  Así aparecen los agentes de rumores, polemistas callejeros, agitadores de reuniones públicas, agentes provocadores, rompehuelgas, falsificadores y otros tantos.

 

 

 

 

Como ejemplo de lo que debiera ser una acción psicológica extendida la guía menciona la Campaña Claridad, un plan de la dictadura que apuntó a los “focos subversivos” en la cultura, el arte y el periodismo a través de persecución de personas, que implicó la censura, listas negras y desapariciones.

Durante esa época, la Central Nacional de Inteligencia la integraban la SIDE, el jefe de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto y los jefes de Inteligencia de Ejército, Armada, Fuerza Aérea y de la Superintendencia de Seguridad. Pero el secretario de la SIDE tenía el cargo de director de la Central, con lo cual los materiales que la Secretaría elaboraba tenían un fuerte peso sobre las acciones psicológicas que todas las fuerzas ejecutaron a nivel nacional.

Las doctrinas de las Fuerzas Armadas históricamente estuvieron influenciadas por las corrientes francesas y estadounidenses, sobre todo después de las experiencias en las guerras de Argelia y Vietnam. A partir de esos conflictos bélicos la concepción de enemigo se amplió hasta incluir a la población como una amenaza y un medio para la expansión de las insurrecciones. Con el oponente mezclado entre la sociedad y la convicción de que los grupos insurreccionales sólo triunfarían si tenían su apoyo, se amplió el foco de la acción de las doctrinas militares. En este contexto fue que se publicaron guías como la que se encontró ahora en la SIDE. En este manual, además, se incluyó la doctrina británica y se citó el libro Guerra Psicológica, de Paul Linebarger, porque es el que incorpora a las propias tropas como blanco de operaciones para mantener su moral alta, incluso en base a noticias falsas.

El manual de la SIDE resalta que la Acción Psicológica conforma “un sistema de armas constructivas que pueden consolidar la unión nacional, estructurar un Frente Interno Nacional, crear imágenes favorables del gobierno, mantener informado al público evitando la génesis de rumores negativos y fomentar las relaciones cívico-militares”. Respecto del enemigo, explica que esas operaciones “pueden vulnerar y reducir la eficiencia combativa de sus tropas enemigas y promover disidencias y deserciones en sus filas”.

La guía también tiene un apartado dedicado a acciones más violentas y que denomina “prácticas de acción compulsiva” que buscan generar miedos más profundos. “La presión psicológica que engendrará angustia; la angustia masiva y generalizada podrá derivar en terror y eso basta para poder tener al blanco psicológico a merced de cualquier influencia posterior. Por lo general este método será acompañado e impulsado por esfuerzos físicos. La fuerza y el vigor reemplazarán a los instrumentos por la razón”.

Para las Fuerzas Armadas el escenario era muy distinto del momento del golpe. Si bien había atención a los informes sobre la contraofensiva montonera, en su directiva 604 de mayo del 79 el Ejército consideraba que las fuerzas armadas “habían logrado una contundente victoria contra el oponente” y establecía los lineamientos futuros con una intervención mayor de acciones psicológicas y tareas de inteligencia.

“Entre el comienzo del ‘79 y el ‘80 hubo un cambio político de las fuerzas. Tenían a los organismos internacionales mirándolos y muchas de sus iniciativas estaban puestas en buscar legitimidad, en generar propaganda e incidencia mediática. En paralelo se comenzaba a ver una estrategia de judicialización de la represión, con blanqueo de detenidos. En ese marco es que las acciones de inteligencia toman aún más importancia”, explica Federico Schmeigel, de la Comisión Provincial por la Memoria.

La resolución 047/78, que había entrado en vigencia a finales de 1978 ya mencionaba a las “acciones psicológicas subrepticias” que debía llevar adelante la SIDE y la Secretaría de Información Pública (SIP). También ese año, según aparece en el fondo documental de la DIPBA, la dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense, la SIP había girado un dispositivo de acción psicológica articulado con los medios de comunicación, la SIDE, el Batallón 601 y las distintas unidades de inteligencia, en función de difusión de propaganda.

Muchas de las pautas que promovía la guía hallada ahora se vieron reflejadas en los medios masivos de esos años. La historia de Alejandrina Barry, en las revistas de Editorial Atlántida, muestra la estrategia de imponer información falsa como parte de ese relato oficial. Las publicaciones mostraban las fotos de una nena de tres años y titulaba que estaba sola en Uruguay porque su madre se había suicidado y a su padre lo habían matado en un enfrentamiento. La realidad era que a los dos los habían asesinado en un operativo del Plan Cóndor. También se puede sumar a esas campañas la entrevista a Thelma Jara de Cabezas, que estaba detenida en la ESMA y que fue presentada como “la madre de un subversivo que dice la verdad”, en la revista Para Ti en septiembre de 1979.

Fue un plan muy amplio que puso el foco desde la campaña a favor del Mundial del ‘78, para contrarrestar las críticas externas, hasta la Guerra de Malvinas. Con recomendaciones a los medios de lo que debían publicar sobre el curso de los acontecimientos bélicos hasta el seguimiento e inteligencia a los primeros ex combatientes que cuestionaron lo que había sucedido en las islas. Es decir que las prácticas ordenadas en la guía se realizaban al menos desde dos años antes y continuaron después.

Para llevar adelante estas tareas la SIDE también utilizó la agencia de noticias Saporiti, que había comprado un par de años antes pero controlaba desde hacía más tiempo. Los trabajos de sus periodistas en ese tiempo estuvieron señalados como parte de las tareas de la Secretaría y sus coberturas servían para recabar información que interesaba en las esferas de inteligencia. Un caso testigo fue el asesinato de Noemí Molfino en Madrid, en julio de 1980. Fue presentada como el suicidio de una “subversiva” y la nota desmentía que hubiera sido secuestrada en Perú, como denunciaban los grupos de derechos humanos. La nota apareció en varios diarios argentinos firmada por un corresponsal de Saporiti.

Desde el comienzo de la intervención en la AFI fueron encontrados infinidad de documentos. Álbumes con fotos de personas secuestradas, que pasaron por centros clandestinos o por cárceles y otras que siguen desaparecidas. Decenas de registros de los métodos sistemáticos del terrorismo de Estado. Para relevar esos materiales se creó una unidad para la protección, clasificación y archivo. Estos hallazgos demuestran que desde el regreso de la democracia, toda esta documentación convivió con los que trabajaron en el edificio de la calle 25 de Mayo y que las distintas gestiones negaron tener.

 

 

 

 

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