HAMBRE Y URGENCIA CLIMÁTICA

Ciudades verdes, la iniciativa de la FAO para mejorar la vida en las urbes

 

La inercia puede ser tan fatal como las hambrunas. Y si la pandemia anticipa nubarrones antisociales cada vez más oscuros, la búsqueda de alternativas se vuelve una necesidad imperiosa. Los organismos internacionales promueven iniciativas. La juventud ambientalista gana las calles.

En una sociedad global cada vez más urbana, la lucha contra el hambre y el mejoramiento nutritivo en ciudades y periferias se vuelve un objetivo central. Para los movimientos ambientalistas suizos que el lunes y martes de esta semana ocuparon la Plaza Federal de Berna –frente a la sede del gobierno– todas las iniciativas pueden ser insuficientes si no se reduce la actual tendencia climática. Lo que está en juego es la Tierra misma, enfatizan. La emergencia climática exige medidas drásticas, inmediatas y a corto plazo. El hambre y sus problemas derivados van de la mano de un calentamiento global irreversible y suicida, resultado del actual sistema hegemónico mundial, sostienen.

 

 

Más alimentos

Un centenar de centros urbanos serán escenario en los próximos tres años de una iniciativa promovida por la FAO que acaba de ser anunciada en la tercera semana se septiembre. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura busca integrar a 15 metrópolis, 40 ciudades intermedias y 45 pequeñas en un proyecto al que considera “innovador, global y coordinado”, que se impulsará en al menos quince naciones. De la lista provisoria, seis son de América Latina y el Caribe: Colombia, Ecuador, Perú, Cuba, Haití y Jamaica. El resto de África, Asia y Oceanía.

Un paso previo lo había dado ya la FAO —que viene impulsando estas propuestas desde hace más de veinte años—, cuando presentó en 2014 el Informe “Ciudades más verdes en América Latina y el Caribe”. Incluía en ese rango, por entones, a La Habana, Ciudad de México, Antigua y Barbuda, Tegucigalpa, Managua, Quito, El Alto, Lima, Belo Horizonte y Rosario, de Santa Fe.

La actual Iniciativa “Ciudades Verdes” 2020 se propone mejorar los medios de existencia de ese centenar de polos urbanos. La perspectiva: extender esta propuesta a mil centros urbanos hasta el 2030. Busca mejorar el entorno urbano, afianzar los vínculos entre el mundo rural y el mundo citadino y reforzar la resiliencia de los sistemas, servicios y poblaciones ante las perturbaciones externas. En el trasfondo del proyecto se visualiza “la contribución potencial de las ciudades a la reducción de los efectos de la pandemia del Covid-19, sobre la salud, la seguridad alimentaria de las personas y la mitigación de los efectos del cambio climático”, señala la FAO.

La propuesta intenta también garantizar el “acceso a un entorno saludable y a dietas adecuadas provenientes de alimentos sostenibles”. Y proyecta la creación de una “red de ciudades verdes”, con la idea de asegurar el intercambio de experiencias sobre las mejores prácticas, éxitos y lecciones, así como promover la cooperación entre las mismas.

En concreto, la Iniciativa analiza los aportes de la FAO a cada uno de los tipos de casos.  Para las ciudades metropolitanas (capitales o muy pobladas), que desempeñan un papel crucial en el crecimiento y la riqueza nacional, se propone aportar tecnologías innovativas verdes para la alimentación, para la infraestructura ecológica, para mejorar los sistemas de distribución de alimentos, así como para la gestión de residuos de alimentos y agua.

En cuanto a las ciudades intermedias, aportará al equilibrio entre entornos verdes y saludables y la productividad, a la producción de alimentos locales y a las conexiones entre productores y mercados locales, centros de alimentos de elaboración agrícola innovadores, empleos verdes, mercados y economía circular.

Para las ciudades pequeñas, que se caracterizan en particular por la disponibilidad de tierras, el acento será puesto en el potencial de dietas más saludables y la proximidad e interacciones cercanas a la fuente de producción de los alimentos. Propone centrarse en la gobernanza de los territorios, la innovación y las tecnologías verdes, infraestructuras y sistemas alimentarios, centros de elaboración de productos agrícolas mejorados y vínculos urbano-rurales.

Traduciendo los conceptos en imágenes, el informe de la FAO finaliza presentando una serie de ejemplos que ya se están implementando desde algunos años. En América Latina destaca un gran huerto colectivo en la Plaza de la Revolución, Cuba. Reivindica la esencia ambientalista de Curitiba en Brasil. Ilustra la producción agrícola urbana y periurbana de Caracas, en Venezuela. Señala con curiosidad la experiencia de cultivos en contenedores en el techo del Instituto de la Juventud del Distrito Federal en Miguel Hidalgo.

 

 

Agricultores urbanos en Quito, Ecuador.

 

 

El “Sur”, crecimiento explosivo

En un anterior estudio sobre el mismo tema, publicado en 2014, la FAO señalaba que las ciudades en los países en desarrollo crecen a una escala sin precedente. Si hacia inicios del siglo un 40% de la población del mundo en desarrollo vivía en centros urbanos, en apenas diez años creció en más de 500 millones de personas, lo que equivaldría a casi cinco nuevas ciudades de Beijing (de cerca de 22 millones de habitantes en 2018) cada doce meses. Anticipaba entonces que esa cifra podría representar en el 2025, 3.500 millones de personas.

Si en Europa y América del Norte la urbanización tomó siglos, “estimulada por la industrialización y el aumento constante de los ingresos per cápita, en el mundo en desarrollo se producirá en el lapso de dos o tres generaciones”, subrayaba el informe. En cuanto a las causas de ese crecimiento, en muchos países en desarrollo no está ligado a opciones laborales o económicas sino fundamentalmente a las altas tasas de natalidad y a la inmigración interna masiva proveniente del campo, escapando del hambre, la pobreza y la inseguridad.

Para 2025, la población urbana de los países menos avanzados de Asia crecerá de 90 millones a 150 millones, según proyecciones, y se prevé que Dhaka se convierta en la quinta ciudad más grande del mundo con 21 millones de habitantes.

Esta tendencia se ha denominado «la nueva bomba demográfica» y constituye una pesadilla para la gobernabilidad. Con ciudades que se desbordan, degradadas y empobrecidas, y saturadas por una población numerosa y vulnerable de personas socialmente excluidas, jóvenes y sin empleo, enfatizaba dicho informe seis años atrás.

 

 

Mundo citadino

La hipótesis de base que impulsa la iniciativa recientemente anunciada por la FAO en el marco de la 75 sesión de la Asamblea General de la ONU es la cada vez mayor concentración demográfica en las zonas urbanas. Las proyecciones indican que, dentro de 30 años, casi el 70% de la población mundial se concentrará en el medio urbano. Y no menos del 70% de los suministros totales de alimentos serán consumidos por sus habitantes.

Esa tendencia de concentración y la acelerada urbanización implican cambios nutricionales. Así como una mayor demanda de bienes y servicios básicos. Según la FAO, a los gobiernos locales cada vez les cuesta más dar respuestas a las demandas de ciudades y zonas periféricas. Lo que se ve agravado por el Covid-19, que ha producido trastornos de los sistemas alimenticios, pérdida de empleos, inestabilidad del trabajo informal e inseguridad alimentaria, factores que conspiran esencialmente contra los sectores socialmente más vulnerables.

En perspectiva, se intentará lograr que estas nuevas “ciudades verdes” aseguren una mayor viabilidad ambiental. En la actualidad, las ciudades consumen casi el 80% de la energía total producida a nivel planetario. Y están a la base del 70% de los desechos mundiales y de un porcentaje similar de las emisiones totales de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía.

Para la FAO, las ciudades deben imperativamente asegurar sistemas alimenticios durables y mayor cantidad de espacios verdes, consagrados a la agricultura urbana y a los bosques, logrando así amortiguar los efectos nocivos del cambio climático.

 

 

Huerta en Rosario, Santa Fe.

 

 

La urgencia climática

Centenares de jóvenes militantes ambientalistas ocuparon en la madrugada del lunes 21de septiembre la Plaza Federal de Berna, lugar simbólico de las grandes movilizaciones político-sociales del país.

Bajo la consigna “De pie por el clima”, diversas organizaciones (Huelga del Clima, Extintion Rebellion etc.), con métodos masivos y no-violentos, respetando la disposición del porte de barbijos, anunciaron que la ocupación duraría cinco días. Justo en un momento clave en que, a pocos metros, en la sede del Parlamento nacional, los diputados deberían discutir a mitad de semana una nueva ley de protección del clima.

El mundo político y mediático suizo vivió un verdadero terremoto ante ese paisaje particular de una Plaza Federal (equivalente a la Plaza de Mayo en Buenos Aires), ocupada durante la actividad parlamentaria a pesar de la prohibición explícita de manifestaciones durante las sesiones.

Luego de dos días, en la madrugada del miércoles, los ocupantes fueron desalojados por la policía. Habían, sin embargo, reforzado un debate que cada día se inserta con mayor fuerza en la sociedad suiza y europea: el de la urgencia climática. La Tierra, al borde de sus fuerzas, amenaza derrumbarse. El clima pega gritos. La tarea es intentarla salvar hoy, no mañana. Única forma, al decir de los movimientos juveniles resistentes, de asegurar no sólo la lucha contra el hambre sino la supervivencia misma del planeta. Guiñando así, indirectamente, un ojo a la FAO y sus iniciativas. Todo será insuficiente para paliar las hambrunas si no se cambia el paradigma de modelo económico hegemónico. El debate de sociedad aparece ya al rojo vivo.

 

 

 

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