Heredarás el arsénico

Un poco de comedia negra, para estar a la altura de estos tiempos

 

Hace unas semanas se confirmó que Juan José Campanella realizará una remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico, la magistral comedia estrenada en 1976 por José Martinez Suárez que, según el director ganador del Oscar, es la película más ingeniosa de la historia del cine argentino. Esperemos que Campanella dosifique la misma dosis de arsénico para esta nueva versión, y que sobre todo conserve ese ingenio que celebra con tanto acierto ya que este es el ingrediente indispensable, más que la palta en el guacamole, para hacer una buena comedia negra.

En el cine argentino no abundan las comedias negras, son relativamente escasas dentro de una filmografía que sí ha tenido a la comedia como uno de sus pilares. Y eso que la historia política e institucional de los últimos cuarenta años nos dio materia prima como para hacerlas en serie. Por algún motivo, en el cine no hemos aprovechado la eficacia catártica que tiene el humor negro, algo que sí ha sucedido en la literatura o en el humor gráfico. Sé que para muchos puede suponer una frivolidad y hasta un sacrilegio hacer películas humorísticas sobre temas delicados. Los invito entonces a revisar lo que filmaba García Berlanga durante el franquismo, o lo que hicieron Mario Monicelli y Dino Risi en la Italia de posguerra. Ellos lo explicarían mejor que yo.

Para cuando Martínez Suarez realizó Los muchachos… nuestro cine tampoco era un vergel de comedias negras (llámelas cáusticas, corrosivas, y por qué no arsénicas, creo que ya sabemos de qué estamos hablando). Pero sí había una realmente sobresaliente y es la que ocupa nuestra nota, se llama La herencia, fue escrita y dirigida por el debutante Ricardo Alventosa y se estrenó en 1964.

Se trata de una adaptación de un cuento de Guy de Maupassant, que en su época se hizo un festín con la decimonónica burguesía francesa. Alventosa la traslada de manera notable a la Buenos Aires de los años '60, pero no a los ¡60 de Tanguito y del bar La Perla sino a los viejos '60: la película fue hecha durante la presidencia de José María Guido.

Juan Verdaguer es el señor Selva, inexpresivo personaje que cumple rigurosamente con su tarea en una oficina pública mientras sus compañeros se rascan. Uno de ellos es Don César (el gran Nathan Pinzón) quien se acerca a Selva para pedirle que lo ayude en un posible ascenso, ya que en breve le llegará el momento de jubilarse y quisiera asegurarse una mejor pensión. Como Selva es un tipo poco decidido, Don César juega sus cartas.

La primera es su hija, una bonita muchacha que está en edad de casarse y muy lejos de las chances de levante del señor Selva. La segunda carta, la más fuerte al fin, es la propia hermana de César, la tía Carlota (Alba Mugica), una estricta solterona que hace rato viene anunciando que al momento de su muerte legará sus bienes para el futuro hijo de su sobrina, siempre y cuando este nazca dentro de un plazo determinado. Si esto no sucediera, la herencia irá a parar a la beneficencia. El plan parece muy sencillo, pero algún motivo el hijo no llega y habrá que buscar otra solución, la cual no develaremos por respeto al futuro espectador de esta película.

No es nada fácil llevar al cine una obra literaria tan distante, terreno en donde varios realizadores resbalaron. La receta de Alventosa tiene tanto de la historia de Maupassant como de los arquetipos porteños: manipuladores, ventajeros y de moral solapada. Parecerá un abuso de los tópicos nativos, pero este tipo de comedias suele afinar la mira sobre este tipo de víctimas. Entre estos personajes sobresale sin dudas aquel interpretado por Verdaguer (sostengo que es su mejor papel en el cine, por encima del de Rosaura a las 10), que además de todo es un tipo capaz de sostener una tremenda autohumillación con tal de asegurarse cierto bienestar. Es el pusilánime de los chistes de Quino, el que asume como un gran triunfo poder viajar sentado en el colectivo. Y no puedo dejar de mencionar la breve y deliciosa participación de Alberto Olmedo como vendedor de ataúdes.

Otra herramienta que el director usa ingeniosamente (oh, otra vez el ingenio del que habla Campanella), es el de los exteriores de la ciudad de Buenos Aires, los rasgos de su vida cotidiana. Hay una escena realmente notable en la que suegro y yerno circulan por el centro midiéndose en sus posturas políticas, y entre frases de manual como “hay que cuidar las instituciones” aparecen carteles de tránsito como “prohibido girar a la izquierda” o “conserve su derecha”, todo esto mientras pasan cerca del Obelisco, exhibido como un símbolo patético de una virilidad porteña que el pobre señor Selva claramente no posee.

Como el lector podrá imaginar, La herencia tuvo sus problemas a la hora del estreno, que demoró dos años en celebrarse. Con el paso del tiempo, y gracias a que se pudo conservar su copia intacta, se ha ido convertido en un film de culto, uno de esos clásicos malditos a los que tarde o temprano deberán llegar aquellos que creemos en los efectos devastadores del arsénico y de la comedia negra.

 

 

 

 

FICHA TECNICA

Título original LA HERENCIA / Año de estreno 1964 / Duración 78 min. / País Argentina / Dirección Ricardo Alventosa / Guion Ricardo Alventosa (basado en un cuento de Guy de Maupassant) / Música Jorge López Ruiz / Fotografía Américo Hoss / Reparto Juan Versaguer, Nathan Pinzón, Alba Mugica, Marisa Grieben, Ernesto Bianco

 

 

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