Hipercódigo

Un hipercódigo neoliberal financiero, de inteligencia y seguridad prevalece sobre la democracia

 

Aunque durante años fue posible dar sentido a muchas conductas de Mauricio Macri y del gobierno de Cambiemos, siempre quedaban muchos signos sin interpretar, y, sobre todo, resultaba imposible alcanzar una comprensión en profundidad de las reglas del código que sistematizaba las relaciones entre significantes y significados en su estrategia comunicacional como praxis política.

Había muchas cuestiones inexplicables. Una de ellas era el uso de la mentira. “Estamos mejor que en el 2015”, dijo Macri el 1° de marzo en el Congreso Nacional, y enumeró una larga lista de los supuestos avances logrados por su gobierno. Las críticas de diversos referentes de la oposición coincidieron sin fisuras en señalar que el Presidente había mentido, tanto en su afirmación general como en el detalle de sus políticas, y demostraron su falsedad con rotundas evidencias. Pese a esto, diez días después, el jefe de Gabinete Marcos Peña insistió: “En todos los temas estamos mejor que en el 2015”.

Ese uso deliberado movía a perplejidad: ¿cómo se sostenía socialmente, en modo no disruptivo, ese uso de la mentira como principio, si se sabe que una sociedad no puede funcionar prácticamente bajo esa condición? Por eso es que otra cuestión inexplicable era la observación de conductas que percibiendo esa realidad la negaban, en una disociación o escisión entre lo que las personas sabían por su experiencia y aquello en lo que creían.

 

Íconos y desmentidas

Peña reiteró la admonición presidencial que había despertado la más estruendosa aclamación de los suyos en el Congreso: “Nada bueno puede salir de volver a un modelo de absoluto fracaso, comparable con Venezuela en el uso del poder en beneficio propio”. El signo “Venezuela” había pasado a representar en los usuarios del código simbólico de Cambiemos, el mayor ícono comparativo del populismo, con el cual se podía juzgar no sólo al kirchnerismo sino también a otros gobiernos. Sin embargo, resultaba inexplicable observar que personas que habían mostrado toda una vida aparentemente desinteresada en cuestiones políticas, y mucho más en cuestiones de política internacional, aun con el mismo grado de ignorancia previa, de repente expresaban su repudio al gobierno de Venezuela.

En igual sentido, me dicen de una persona que lo primero que hace cuando cobra su sueldo es deshacerse de los billetes con la figura de Eva Perón, y que cuando le preguntaron si no le resultaba peor quedarse con los de Roca, respondió: “¡No me importa!” Algo parecido a quienes, luego de escuchar la extensa lista de males causados por el gobierno, dicen: “Ya lo sé... pero aun así los voy a votar”.

En psicoanálisis, esa expresión representa a la “desmentida” que consiste en negar las consecuencias de una creencia que se quiere sostener. No es que el sujeto no percibe la realidad, sino que no la acepta. Ese reemplazo del saber por la creencia hace que la representación de la realidad sea reemplazada por otra de significado contrario. Es un mecanismo de defensa con el que el yo se escinde al separarse del mundo real. Pero en política, el sujeto es un colectivo al que mal haríamos en tratar de comprender cabalmente con categorías del psiquismo individual, aunque el complejo sistema de signos del vivir individual y colectivo se entrelace.

 

El código Enigma

 

 

Resulta difícil comprender los códigos de la mentira deliberada, los signos icónicos que actúan como estímulos en los que la voluntad queda anulada por un sistema ideológico reflejo, y la desmentida o rechazo de la realidad. Pero a veces, como resulta con las cuestiones inexplicables del lenguaje de Cambiemos, comprender un código no resulta fácil. Así le pasó a Alan Turing y el equipo que buscaba descifrar el funcionamiento de la máquina Enigma utilizada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial para generar códigos secretos para sus operaciones militares. Y así le había pasado a Champollion al intentar descifrar los jeroglíficos egipcios de la piedra Rosetta.

En su Tratado de Semiótica General, Umberto Eco dice que “la semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda considerarse como signo”. Pero Eco marca una diferencia entre “condiciones de significación” propias de la semiótica y “condiciones de verdad” de las expresiones, propias de otras disciplinas. El proceso de significación supone la secuencia fuente-emisor-canal-mensaje-destinatario, y un código cualquiera lo que hace es establecer las reglas de ese proceso en un campo dado: médico, científico, periodístico, político o judicial.

Pero en el proceso de significación de una noticia, por ejemplo, en las fuentes de origen de la misma o en el destinatario a quien se la envía –el redactor que ha de publicarla— se puede introducir una mentira, y de todos modos el código habrá funcionado y la noticia falsa será publicada. Podemos ocuparnos de dar cuenta del código de significaciones de la lengua española sin que esto requiera que demos cuenta de las verdades o mentiras que se dicen en español, porque los códigos no designan objetos sino que expresan contenidos culturales (y políticos). Y por eso dice Eco: “La semiótica es (…) la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”.

 

La piedra Rosetta de Cambiemos

El miércoles 13 de marzo, el juez Alejo Ramos Padilla informó a la Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados, entre muchas cuestiones relativas a la detención de Marcelo D'Alessio, sobre la relación nacional e internacional en ejes comunicacionales de campaña auxiliados por el Consejo de asesores del Presidente de los Estados Unidos, organizaciones de espionaje, organismos de inteligencia y seguridad del Estado, periodistas y funcionarios políticos y judiciales.

Ramos Padilla focalizó su presentación en las condiciones de verdad del material obtenido, pero a la vez, en el marco de las evidencias que presentaba sobre los medios de comunicación y el sistema judicial, el juez abogó por la obligación de los medios de brindar información verídica y del sistema de justicia de perseguir la búsqueda de la verdad. Se dirigió así a las condiciones de significación en los códigos judicial y mediático. Su impresionante presentación desenmascaró las reglas de un código en el que las fuentes, emisores, canales, y mensajes, violan los supuestos éticos y legales de los códigos políticos, judiciales, periodísticos y de las relaciones internacionales, para manipular personas y a la Argentina como comunidad. Una de esas evidencias fue el “Cuaderno D'Alessio”, esa suerte de piedra Rosetta del gobierno.

 

Inteligencia + Seguridad= Hipercódigo

 

Cuartel general de la NSA.

 

La presentación de Ramos Padilla puso en evidencia que el gobierno utiliza el mismo código que los servicios de inteligencia: suministra información, pero eso no significa que esa información sea veraz, ya que muchas veces se vuelca información falsa para dañar. La mentira se explica entonces como propia de un código de inteligencia que se dirige a manipular a los ciudadanos. Es una escala más alta que la de los consejos de Durán Barba. Y al ver las conexiones internacionales de la mentira, con los organismos israelíes y estadounidenses de seguridad e inteligencia, recordamos la historia del problema en el espionaje de antecedentes como los de Nixon y Bush Jr., las mentiras de este último sobre armas de iraquíes de destrucción masiva, el ataque de la derecha norteamericana y europea a los “populismos” como el de Venezuela, etc.

Aún más: en 2002 el New York Times reveló la autorización de George Bush a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) para escuchas de comunicaciones sin autorización judicial dentro y fuera de los Estados Unidos para su Programa de Vigilancia Terrorista. Inteligencia más seguridad. En 2008 Bush firmó una ley para proteger legalmente a las compañías de comunicaciones y de internet (Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, YouTube, Skype, Apple) por su participación en estas escuchas.

 

NSA- Programa de espionaje PRISM.

 

En 2010 se comprobó la existencia de UKUSA, un tratado de colaboración entre los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, llamado Club de los Cinco Ojos; que usa el programa ECHELON para la vigilancia tecnológica. En 2013 Edward Snowden reveló el espionaje masivo y selectivo que realiza la NSA y después se supo que la Agencia instala programas y software en computadoras personales para su vigilancia.

La revelación en nuestro país y en el extranjero de todo este sistema de sistemas de significación y comunicación nos permite empezar a comprender lo inexplicable del gobierno de Cambiemos. La utilización por operadores políticos del sistema judicial y de los medios de comunicación, como fuentes y canales de comunicación, ha parasitado los presupuestos de verdad tradicionalmente atribuidos a los mismos, para introducir desde ellos signos de información falsa.

Un hipercódigo es aquel que se impone para anular la potencialidad en la producción de significados que tienen los códigos particulares. Hoy empezamos a comprender mejor el hipercódigo neoliberal financiero, de inteligencia y seguridad, que se impone sobre los códigos de nuestra democracia.

 

 

 

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