El héroe de la mitología griega, Ulises, lo es porque en el viaje de regreso a Ítaca triunfa sobre mares peligrosos y todo tipo de obstáculos. El primer hombre/héroe de la literatura capaz de torcer a la naturaleza, gracias a la astucia, es el símbolo de la fuerza de lo humano frente a algo mayor: los dioses.
“A los 86 años el Dr. C. debutó como acróbata”. Alberto Cormillot, de 86 años, se balanceó por el aire y bailó en altura una danza aérea. Todos los medios festejaron el triunfo del hombre/héroe que logró vencer los impedimentos naturales que presenta un cuerpo de edad avanzada para experimentar piruetas de riesgo. La lucha contra el abuelismo es una epopeya que no busca un regreso hacia alguna tierra, sino todo lo contrario, no llegar nunca a destino. El médico nutricionista se casó a los 81 años con una mujer de 33 (48 años menor que él) y este año, a los 82, fue padre; a los 86 se colgó de un arnés en el circo Servian, bailó tap y realizó trucos de magia a 15 metros de altura: “Si tuviera que dar un ejemplo sería de no decirse ‘viejo’ antes de tiempo”, reflexionó tras la función. Tiempo. Antes de tiempo. ¿Cuándo es el antes de tiempo? ¿Cuándo se es viejo? ¿Cómo se percibe que llegó ese momento? En la Odisea, Ulises llega a la isla de Ogigia en donde la ninfa Calipso le ofrece quedarse para siempre, ser inmortal y joven. Ulises sucumbe, claro que sí y se queda siete años, pero finalmente el deseo de regresar es más fuerte y los dioses lo liberan.
La filósofa Ester Díaz se declara en guerra contra el edadismo y en cada entrevista que brinda dice que “el deseo sexual no muere nunca, que las mujeres somos cogibles hasta aproximadamente los cuarenta y después, las mujeres más que los hombres, se dejan colonizar por la idea de que con la edad se termina todo”. Díaz publicó este año Una filosofía de la vejez, un texto dedicado a la etapa que según ella es la más larga de la vida, la más invisibilizada y patologizada; sin embargo, aclara en cada entrevista: “Si tenés las condiciones de una existencia mínimamente digna, es la edad de la libertad”. Habría que poner en contexto que son las condiciones de una existencia digna, que dicho en un solo párrafo parece sólo un detalle, un asterisco. Un miércoles a la semana salen miles de personas que viven “esa etapa de la vida” a protestar por las condiciones de la existencia, jubilaciones mínimas que no cubren ni la mitad de la canasta básica, remedios que ya no son distribuidos por el Estado, prestaciones médicas que nunca llegan.
¿Cómo cambia el deseo con los años? ¿Cómo deseamos a otros cuerpos viejos, no jóvenes, no turgentes? ¿Cómo nos reconocemos deseantes y deseados? Díaz afirma ser una gran defensora del autoerotismo, en la peripecia por sostener el deseo propone la práctica de la masturbación. Si el sexo es el lugar del encuentro con el otro y sus neurosis, para evitar convites fallidos el camino más fácil es el de no encontrarse con nadie más que con uno mismo. La lógica del individualismo. La lógica de la auto explotación neoliberal. El cuerpo que “puede hacerse a sí mismo” cirugías mediante, se gusta y se auto-disfruta. El deseo cambia a lo largo de la vida porque la biología acontece perfecta, sincroniza con el equilibrio (alterado, sí) de la Tierra. Las hormonas son las mensajeras químicas de las señales del deseo, el descenso de los estrógenos y la progesterona en los cuerpos femeninos es el “infierno” de las Ulises. Como pasa con casi todos los temas, las mujeres hablamos más que los hombres y se conocen más los efectos de la “menopausia” que los de la “andropausia”: el déficit de testosterona en los varones. Cuando se produce un descenso de la hormona responsable de la producción de espermatozoides puede haber problemas de erección y disminución de la libido, y aparecer además otras disfunciones como falta de fuerza muscular y energía. El cuerpo va presentando limitaciones concretas y es natural que esto ocurra.
Sin embargo, así como Ulises triunfa sobre los fenómenos de la naturaleza, en pleno siglo XXI la tecnociencia puede correr en auxilio de lo que la cultura impone: seguir siendo joven, viril, bella, deseable. Hay tratamientos para superar a la biología, es posible no parecer vieja, tener un rostro sin arrugas, formatear el cuerpo para ser deseado y para seguir penetrando y ser penetrada.
Todos los días títulos periodísticos dan cuenta de un fenómeno que deja de ser excepción: “Fisicoculturista gana concursos a los 92 años”, “D.J. Gloria, de 85 años, sacude las pistas de baile”, “La abuela Iris B. conoció el fitness a los 80 y es influencer en Tik Tok”. “Los 5 hábitos que revierten la edad biológica”. “Descubren el mineral de la juventud eterna”. El imperativo es tener un envejecimiento activo, feliz y sexual.
En el caso de Díaz, la filósofa expresa un elogio por los tratamientos estéticos: lifting y abdominoplastía (cirugía de abdomen) son los que confiesa. Recurrir a los tratamientos disponibles serían algunas de las condiciones mínimas, según ella, para vivir una vejez activa y sexualizada, además de mantener ejercicio físico.
El mito de la belleza es un texto del año 1990 que Naomi Wolf escribió para dar cuenta de las exigencias a las que son sometidas las mujeres para llegar a modelos de belleza inalcanzables. La tesis sostiene que, una vez logrado el control de la vida sexual y reproductiva y el ingreso al mundo laboral, universitario y político que las coloca “afuera de sus casas”, el nuevo corset para sojuzgar a las mujeres lo impone la industria de la estética. En la convivencia social, el proceso de envejecimiento tensa los lazos entre las mujeres: las maduras se sienten desplazadas y reemplazadas por las jóvenes, las “viejas” no están dispuestas a ser excluidas del mundo laboral por otras sin experiencia, etcétera. La diferencia generacional y económica (es el dinero el que permite detener el tiempo) impide la identificación de unas mujeres con otras, y se produce el choque de mujeres contra mujeres. ¿Quién critica más el aspecto (lifting sí, canas no) de otras mujeres? Las que se arreglan la cara son criticadas por las acusadoras compulsivas. El imperativo de ser joven y deseable ocasiona mujeres y hombres exigidos por la negativa sistemática de vivir, de ir hacia adelante.
Hay una gran ambigüedad en esta avanzada de la sociedad de rendimiento que busca optimizar la sexualidad en la vejez al negar los límites de la naturaleza. Distintas encuestas revelan que más del 50% de los sujetos en el mundo laboral presenta algún diagnóstico de salud mental. Los principales trastornos son la ansiedad generalizada y el trastorno depresivo mayor. Otras encuestas a lo largo del mundo indican que, por estar demasiado cansados y apegados a las opciones de entretenimiento audiovisual, se tiene diez veces menos sexo en la actualidad que a finales del siglo XX. La sociedad que se muestra como “la más sexualizada” de la historia contemporánea es la más apática e individualista hasta el momento. Habría que precisar, ¿qué es la lucha contra el edadismo? Porque si es la exigencia de optimizar la vida sexual en la vejez, entonces es parte de la sociedad del rendimiento, del “tú puedes ser tu propio jefe”, “tú puedes explotar el orgasmo y multiplicarlo”, la auto-motivación y auto-optimización como imperativo capitalista, actual forma de dominación.
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