La derecha tiene y tuvo caras distintas a lo largo del tiempo. Como sus expresiones más importantes se dieron en la década del ‘30 del siglo pasado, que tuvo, a la vez, al fascismo italiano y al nazismo alemán, el fascismo termina resumiendo las formas totalitarias de los gobiernos y regímenes de la derecha.
A punto tal que prácticamente todos los gobiernos de extrema derecha son tildados de fascistas. Esta fue una práctica característica de los partidos comunistas a lo largo del siglo pasado. Sin embargo, se trata de una visión esquemática que reduce la diversidad de expresiones de la extrema derecha al fascismo. Expresión que pasó a ser sinónimo de todo tipo de gobiernos de extrema derecha.
Pero el fascismo es una contrarrevolución de masas. No es sólo un régimen extremista de derecha con ideologías racistas. Tiene o tuvo brigadas populares, de gente organizada, que salía a atacar a los sindicatos y a los símbolos democráticos y de la izquierda. Asimismo, el fascismo apunta a un futuro de supuesta redención de la sociedad.
Las dictaduras militares, gobiernos característicos de América Latina de la segunda mitad del siglo pasado, son muy distintas del fascismo. Son regímenes estatales, que militarizan a los Estados, pero que no tienen raíces en la sociedad. No apuntan a un futuro, sino al retorno a un pasado donde no habría subversión, ni fuerzas sociales anticapitalistas.
Y los gobiernos extremistas contemporáneos –como el de Javier Milei en la Argentina–, tienen rasgos distintos, tanto del fascismo como de las dictaduras militares. Son gobiernos de extrema derecha de la era neoliberal. Como tales, adhieren a las tesis del Estado mínimo. Milei odia tanto al Estado que llegó a decir que entre el Estado y la mafia prefiere a la mafia. Estos gobiernos rechazan toda forma de intervención del Estado en la economía, privatizan todo lo que puedan, desarticulan entidades estatales volcadas a los temas de derechos humanos y afines, odian a las universidades, odian a la cultura.
Al promover el Estado mínimo, están promoviendo, a la vez, el mercado máximo, la mercantilización de las relaciones sociales. A expensas de los derechos de todos. La educación y la salud dejan de ser un derecho para volverse mercancías, que el que tiene puede comprar, y el que tiene más plata compra lo que le parece mejor.
Así se viene desarticulando uno de los Estados más fuertes de América Latina, el argentino. Igual a lo que hace su referencia internacional, Donald Trump, que desarticula a todos los organismos estatales norteamericanos, incluidos los que desarrollaban políticas intervencionistas en otros países.
Trump pone en práctica una política de tarifas que supuestamente defiende los intereses de los Estados Unidos, aplicando tarifas altas a las economías de otros países, incluida China, donde se fabrican gran parte de los productos importados por los Estados Unidos, incluidos los producidos por empresas norteamericanas en China.
Los Estados Unidos abandonan áreas de influencia en el plano internacional, facilitando la expansión de la influencia de China en todo el mundo. El Estado mínimo norteamericano debilita su rol de Estado imperialista en el mundo. A la vez que el que pretendía ser el modelo de democracia para todo el mundo, se revela como un sistema político frágil, incapaz de atender las demandas de su propia población.
Así, la extrema derecha en la era neoliberal es distinta, tanto de los fascismos como de las dictaduras militares. Son tres formas distintas de gobierno, todas expresiones de la derecha radicalizada, en períodos históricos distintos y con formas distintas de ejercicio de su pensamiento y acción política.
* Artículo publicado en Página/12.
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