Imperialismo por invitación

Milei reclama a Washington niveles de injerencia sin precedentes

Milei sonríe mientras habla el virrey Bessent, principal artífice de la inyección de apoyo a la economía argentina.

 

El historiador noruego Geir Lundestad acuñó, durante la década de 1980, el término “imperialismo por invitación” [1] para estudiar las relaciones entre los Estados Unidos y Europa Occidental en la post-Segunda Guerra Mundial. Su tesis giraba en torno a dos cuestiones: primero, que la expansión de Washington fue un fenómeno global de mayor alcance que la expansión soviética, que se limitó en gran medida a sus territorios contiguos. Segundo, y en contraste con las interpretaciones clásicas, que este “imperio” estadounidense se construyó —según Lundestad— “por invitación”. En Europa Occidental, los gobiernos no solo dieron la bienvenida a la injerencia estadounidense, sino que la solicitaron activamente en los ámbitos económico y militar. Se trató, en esencia, de un modelo de control del centro sobre la periferia basado en el consentimiento periférico.

Por su parte, la académica y ex embajadora de Colombia ante la ONU, Arlene Tickner, empleó el término “intervención por invitación” [2] para referirse a la política exterior colombiana, consistente en la internacionalización del conflicto interno durante los gobiernos de Andrés Pastrana (1998-2002) y Álvaro Uribe (2002-2010). Desde su perspectiva, Colombia intensificó su histórica asociación con los Estados Unidos, solicitando una mayor injerencia de Washington en asuntos internos relativos a la lucha antidrogas y contrainsurgente. Para asegurar esta intervención, estos gobiernos proyectaron —según Tickner— una imagen del país como un “Estado problema” o una “amenaza regional”, incapaz de resolver su crisis doméstica sin ayuda externa.

Con este trasfondo conceptual, podemos pasar revista a los niveles desconocidos de intervencionismo foráneo que, en los planos económico, político y militar, exhibe el gobierno de Javier Milei. En ese marco, el salvataje financiero de Scott Bessent —conjuntamente con la decisión estadounidense de asumir el rediseño político del gobierno libertario— se presenta no solo como un pretendido salvavidas para la administración libertaria, sino también como una herramienta para afianzar la hegemonía militar y desplazar a China de un área estratégica del Cono Sur.

 

La cumbre de la condicionalidad

El 14 de octubre, Donald Trump recibió a Milei en la Casa Blanca. Este encuentro, el primero oficial en la residencia presidencial de Washington DC., se produjo 12 días antes de las elecciones legislativas que se celebran hoy, donde los votantes emitirán su veredicto sobre el experimento libertario. La reunión sirvió para sellar un inédito plan de salvataje financiero a la devastada economía argentina.

Durante la conferencia de prensa en la que Milei tuvo apenas una participación de reparto, Trump declaró su apoyo total al Presidente argentino, asegurando —con su habitual combinación de egocentrismo y megalomanía— que el partido de Milei mejoraría en las encuestas a raíz del encuentro en la Casa Blanca. Ello revela, por supuesto, la histórica y persistente incapacidad de los líderes estadounidenses para interpretar la idiosincrasia de los electores argentinos. Milei, por su parte, se deshizo en reverencias y destacó que el acuerdo de intercambio de divisas (swap), anunciado por Bessent, abriría una ruta que permitiría a la Argentina “transitar tranquilos” los próximos dos años y “demostrar al mundo que las ideas de libertad funcionan”.

El eje del evento, en lo relativo a la relación entre Washington y Buenos Aires [3], estuvo dado por la fenomenal condicionalidad impuesta por Trump, quien advirtió que la continuidad del apoyo dependería de un triunfo electoral de los libertarios. “Si pierden, no vamos a ser tan generosos con la Argentina”, afirmó el magnate, a la vez que ligó directamente su generosidad a la eventualidad de la derrota de la “extrema izquierda”.

El mensaje de Trump generó una reacción negativa inmediata en los mercados, con bonos de la deuda argentina cayendo hasta un 7%. Aunque el gobierno argentino intentó hacer control de daños argumentando que Trump se refería a las elecciones presidenciales de 2027, el propio Trump aclaró en redes sociales que se refería a los comicios legislativos del 26 de octubre.

 

Bessent y la sombra de Wall Street

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha sido el principal artífice de la inyección de apoyo a la economía argentina, que se encuentra, según este ex administrador del Soros Fund Management, en un “momento de grave iliquidez”. Bessent justificó su inédita intervención financiera bajo el argumento de que evitar que la Argentina se convierta en un “Estado fallido” es, en definitiva, una forma de poner a “Estados Unidos primero” (America First). Por su parte, Trump esbozó —cinco días después de su monólogo ante Milei y a bordo del Air Force One— un panorama todavía más desolador sobre la Argentina: “No tienen dinero, no tienen nada (…) se están muriendo”.

La intervención financiera de Washington se ha materializado a través de esta serie de medidas:

  • 24 de septiembre: Bessent anunció la negociación de un swap de monedas por 20.000 millones de dólares con el Banco Central. También planteó la posibilidad de un préstamo a través del Fondo de Estabilización Cambiaria (ESF) y aseveró que Milei está “comprometido a sacar a China de la Argentina”.
  • 9 de octubre: el Tesoro norteamericano instrumentó la compra directa de pesos argentinos en el mercado local. Esta intervención fue descrita como una “medida excepcional” para estabilizar los mercados, procurando —sin éxito hasta el cierre de esta nota— calmar la corrida y reducir la brecha cambiaria.
  • 15 de octubre: el Tesoro de los Estados Unidos realizó una segunda operación de compra de pesos. En ese contexto, Bessent reveló que estaría dispuesto a negociar un paquete extra de otros 20.000 millones de dólares con el sector privado (bancos y fondos soberanos) dirigido al mercado de deuda.
  • 17 de octubre: en una muestra de “Lealtad” acorde a la fecha, Bessent confirmó haber comprado pesos e intervenido por primera vez en el mercado financiero del dólar, específicamente en el Contado con Liquidación (Blue Chip Swap). Se estima que se compraron alrededor de 339 millones de dólares en pesos.
  • 20 de octubre: el Banco Central anunció, a través de una nota oficial, la suscripción de un acuerdo de estabilización cambiaria con el Departamento del Tesoro por un monto de hasta 20.000 millones de dólares.

Esta asistencia ha generado fuertes críticas en los propios Estados Unidos, especialmente por parte de la oposición demócrata, que acusa a Bessent de emplear fondos de los contribuyentes para salvar a sus amigos de Wall Street. El premio Nobel de Economía, Paul Krugman, señaló que el dinero del rescate podría fugarse; y apuntó directamente a Robert Citrone, titular de Discovery Capital Management, viejo amigo y excolega de Bessent. Efectivamente, “Rob” Citrone apostó en su momento fuerte por Milei y compró activos argentinos justo antes de uno de los anuncios de Bessent. Cabe recordar que Citrone, junto a su socio Matt Dellorfano y al CEO de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), Matt Schlapp, fueron recibidos por Milei en la Casa Rosada el 14 de abril de este año.

 

Bennett, el armador político

En un movimiento que tiene sus semejanzas con el papel que tuvo Spruille Braden durante los cuatro meses de 1945 en que fue embajador en la Argentina, el lobbista Barry Bennett se ha erigido en una suerte de “jefe” del proyecto de reconstrucción política del mileísmo. Así como Braden nucleó en la “Unión Democrática” a las fuerzas que enfrentaron a Juan Perón en 1946, Bennett —asesor de Trump y socio de la firma Tactic Global (presuntamente contratada por la SIDE, a través de su vínculo con Santiago Caputo)— aleccionó durante dos horas, por pedido del “Mago del Kremlin”, a figuras de los bloques colaboracionistas de la Cámara de Diputados (Rodrigo de Loredo de la UCR, Miguel Pichetto de Encuentro Republicano Federal y Cristian Ritondo del PRO).

Este descomunal nivel de injerencia política de Washington lo reveló el periodista de La Nación, Carlos Pagni, quien describió así lo acontecido en el cónclave: “Bennett dijo que el gobierno norteamericano va a pedirle sustentabilidad política a Milei a cambio de la ayuda que le está dando. Para eso necesita acuerdos políticos, que el gobierno debe negociar con los jefes de bloques dialoguistas y gobernadores amigables. La administración Trump quiere, agregó Bennett, que Santiago Caputo crezca dentro del gobierno. Les gustaría verlo en el gabinete”.

Esta “intromisión por invitación” de Bennett no hace más que confirmar lo anticipado por el embajador estadounidense, Peter Lamelas, cuando el Senado norteamericano todavía no había aprobado su pliego. Vale la pena recordar sus dichos:

  • “Hay 23 provincias y cada una tiene su propio gobierno, que puede negociar con fuerzas externas, con los chinos (...) Uno de mis roles como embajador sería viajar a todas las provincias para tener una verdadera asociación con esos gobernadores”.
  • “Mi papel es asegurarme de que Cristina Fernández de Kirchner reciba la justicia que bien merece”.
  • “Tenemos que seguir apoyando a la presidencia de Milei durante las elecciones de mitad de mandato y hasta el próximo período”.
  • “Sigue habiendo un movimiento kirchnerista. Está probablemente más a la izquierda que el movimiento peronista. Y eso es algo que tenemos que seguir vigilando”.
  • “De ser confirmado, me mantendré firme contra la influencia maligna de potencias adversarias en la región, ya sean actores maliciosos o regímenes autoritarios como (…) China”.

 

El papel del Comando Sur

La caracterización de Tickner de “intervención por invitación” para dar cuenta de la proactiva solicitud de un actor periférico para traccionar una mayor injerencia de Washington en sus asuntos internos aplica al caso argentino. También encaja la estrategia, advertida por Tickner, de proyectar al país como un “Estado problema”. En este sentido, no resultan casuales las referencias del Tío Bessent a la “relevancia geopolítica” del salvataje financiero o sus declaraciones previas relativas a evitar que la Argentina se convierta en un “Estado fallido”. También en esta línea debe inscribirse la genuflexión de funcionarios argentinos que dicen de China cosas que ni los propios organismos militares de los Estados Unidos afirman [4].

En este marco, conviene repasar brevemente —como hicimos con los aspectos económicos y políticos de la injerencia consentida de los Estados Unidos— lo que ha sucedido en el plano estratégico-militar. El alineamiento dogmático de la Argentina en materia geopolítica ha convertido al país en un “campo de batalla” para desplazar cualquier iniciativa china. Las políticas del Comando Sur en los últimos dos años reflejan, como se describe a continuación, esta preocupación por la “penetración” de Beijing:

  • 4 de abril de 2024: la generala Laura Richardson, entonces titular del Comando Sur, impuso a Milei demandas específicas, incluyendo quitar el respaldo a un puerto multipropósito en Río Grande con capitales chinos, excluir empresas chinas de la privatización de la Hidrovía, y cancelar proyectos de desarrollo nuclear con financiamiento de Beijing (Atucha III y Carem).
  • 5 de mayo y 21 de agosto de 2025: el almirante Alvin Holsey, sucesor de Richardson, visitó la Casa Rosada y Ushuaia. En dichos periplos, Holsey alertó que China busca exportar su “modelo autoritario”, extraer recursos y establecer infraestructura de doble uso, lo que amenaza la soberanía y la neutralidad de la Antártida. En ese marco, Washington considera que su asistencia fue crucial para “evitar que China se integre (…) en el aparato militar argentino”. Como ejemplo, Holsey destacó la asistencia para que la Argentina iniciara la adquisición de 24 aviones F-16 a Dinamarca [5], en lugar de los cazas JF-17 de origen chino-pakistaní.

Asimismo, Holsey —que recientemente anunció su retiro anticipado, presuntamente por diferencias con el secretario de Defensa, Peter Hegseth, y su política de ejecuciones sumarias en el Caribe sudamericano— ha impulsado la instalación en Ushuaia de una base naval integrada, presionando por un punto de abastecimiento para submarinos nucleares estadounidenses y procurando la creación de un centro logístico con proyección antártica.

  • 29 de septiembre de 2025: Milei autorizó, por presión de Washington, mediante el decreto 697/2025 y violando la Constitución (artículo 75, inciso 28) y la ley 25.880 (de entrada y salida de tropas), el ingreso de Fuerzas Navales de Operaciones Especiales del Comando Sur para realizar el ejercicio “Tridente”, lo que implica que tropas norteamericanas de élite se desplieguen en puertos estratégicos de la provincia de Buenos Aires y se adiestren en una zona de crucial importancia como Tierra del Fuego. Esto consolida la presencia extranjera del principal socio de Gran Bretaña en el sur del país y el interés por una región de enorme valor geopolítico.

 

Colaboracionismo periférico

Llegados a este punto, conviene recordar que estudiosos de la historiografía y de las relaciones internacionales se han enfocado, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en un asunto relativamente inexplorado y de estrecha relación con el “imperialismo por invitación” descrito por Lundestad o la “intervención por invitación” desarrollada por Tickner: el rol de las élites colaboradoras de la periferia.

Este tema permaneció durante mucho tiempo fuera del radar académico, dado que el foco de los especialistas estuvo puesto en los estudios clásicos sobre el colonialismo. Puesto en los términos de la literatura especializada, las corrientes dominantes se concentraron en el imperialismo formal, es decir, en aquellas relaciones entre centro y periferia en que —según Michael Doyle [6]— la sustancia del imperio coincide con las formas tradicionales del imperio.

Los británicos John Gallagher y Roland Robinson hicieron, por su parte, un aporte sustantivo al poner en discusión aquellas relaciones de control entre centro y periferia que no respondían al modelo imperante de anexionismo territorial [7]. En definitiva, la pregunta giraba en torno a cómo caracterizar aquellas relaciones de dominación informal, en donde no estaban presentes las tradicionales formas de transferencia legal de la soberanía, pero sí la esencia del imperio. A estos fines, Gallagher y Robinson comenzaron a emplear el término “imperialismo de libre comercio”, una variante de imperialismo informal [8].

Al margen de esta discusión académica, conviene detenerse una vez más en un aspecto clave para este artículo: el rol de las élites (políticas, económicas, militares) que conforman lo que Gallagher y Robinson denominaron “estructuras de colaboración periférica”.

Desde luego que para materializar una relación imperial no basta solamente con la existencia de una estructura de colaboración a nivel dirigencial. Doyle señala que el imperio supone “una relación, formal o informal, en la que un Estado controla la soberanía efectiva de otro, pudiendo lograrlo por la fuerza, la colaboración y los medios económicos, sociales o culturales” [9]. En consecuencia, el control imperial requiere no solo élites subordinadas al centro sino también una profunda internalización de la subordinación por parte de la sociedad periférica.

Afortunadamente, nuestro país cuenta con una memoria colectiva resistente, que trascenderá incluso a un Presidente genuflexo como Milei. Este 26 de octubre, las urnas comenzarán a demostrar que aquello de “patria sí, colonia no” no es solo parte del folclore popular. Sectores importantes de la sociedad argentina exhibirán su resistencia a consumar la invitación —cursada por Milei y los Caputo— para que la Casa Blanca, Wall Street y el Comando Sur se hagan cargo de los destinos de este país.

 

 

 

* Luciano Anzelini es doctor en Ciencias Sociales (UBA) y profesor de Relaciones Internacionales (UBA-UNSAM-UNQ-UTDT).

 

[1] Lundestad, G. (1986). “Empire by Invitation? The United States and Western Europe, 1945-1952”. Journal of Peace Research, 23(3), 263-277.
[2] Tickner, A. (2007). “Intervención por invitación: Claves de la política exterior colombiana y de sus debilidades principales”. Colombia Internacional, (65), 90-111.
[3] Trump no sólo no mantuvo un encuentro a solas en el Salón Oval con Milei, sino que dedicó la mayor parte de la conferencia a reflexiones sobre Medio Oriente y la política doméstica norteamericana.
[4] Un siempre generoso secretario del Ministerio de Defensa, que reporta a Agote 2412, se “sobregiró” como es habitual: le recriminó al ex canciller Santiago Cafiero haber “entregado soberanía en la Patagonia para una instalación espacial”. Pero resulta que el funcionario no se tomó el trabajo de leer el informe “Instrumentos de la influencia militar china en Argentina”, que produce la Oficina de Estudios Militares Extranjeros (FMSO) del Comando de Entrenamiento y Doctrina (TRADOC) G2 del Ejército estadounidense: “Desde 2018, la Fuerza de Apoyo Estratégico del Ejército Popular de Liberación (EPL) de China opera una estación espacial en la Patagonia (…) La base no se utiliza con fines militares y no hay motivos para esperar que esto cambie”. Por otra parte, como el documento precisa, China opera la estación desde 2018, cuando gobernaba Mauricio Macri (momento en que, según una fuente consultada para esta nota, este funcionario había sido “prestado” desde el piso 5 del edificio Libertad a la Secretaría de Asuntos Estratégicos de Presidencia).
[5] Cada vez resultan más evidentes las limitaciones para que, de no correr la misma suerte que los “tanques del general Alais”, los F-16 puedan operar. Así lo advierte un lapidario informe de la Fuerza Aérea Argentina sobre el tema.
[6] Doyle, M. W. (1986). Empires. Ithaca and Londres: Cornell University Press, p. 19.
[7] Robinson, R. y Gallagher, J. (1953). “The Imperialism of Free Trade”. Economic History Review, 6(1), 1-15.
[8] Anzelini, L. (2019). Imperialismo informal militarizado: Un estudio de caso sobre las relaciones entre los Estados Unidos y la República Dominicana durante el siglo XX. Tesis de doctorado. Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
[9] Ibídem.

 

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