Philippe Sands es inglés, está casado con una española, conoce muy bien la Argentina y, como abogado especialista en derecho internacional, participó en el juicio por las papeleras en la Corte de la Haya y en el juicio contra Augusto Pinochet cuando fue detenido en Londres en 1998. Allí, según ha reconocido, desempeñó un papel secundario en el proceso judicial, cuya recompensa fue un asiento en primera fila en uno de los casos penales internacionales más importantes desde Núremberg. Pasó el tiempo pero Sands –además profesor de derecho y escritor– no olvidó la experiencia, como tampoco las historias ni los personajes involucrados.
Mucho después se estaba documentando para su libro Ruta de escape, una investigación sobre la ruta utilizada por un alto mando nazi para tratar de escapar de la ciudad de Lviv y del continente europeo rumbo a Sudamérica. Estaba en eso cuando vio lo impensado: en el archivo de una familia austríaca encontró una carta escrita por un antiguo dirigente nazi llamado Walter Rauff. Perseguido por crímenes de lesa humanidad y genocidio, el hombre de las SS ofrecía su consejo a un viejo camarada. Luego supo que, al cabo de una década, el autor de la carta se había trasladado a la Patagonia, en el sur de Chile, donde dirigiría una conservera que envasaba carne de centolla en latitas. Como hicieron otros nazis para borrar un pasado sombrío, fue la perfecta pantalla para camuflarse como buen vecino y pequeño empresario en la comunidad.
“Entonces no se me ocurrió que Pinochet y Rauff pudieran estar relacionados, pero las vidas de ambos hombres resultarían hallarse profundamente entrelazadas. Esta es la historia del viaje realizado para descubrir la interconexión entre ambos y sus consecuencias, un viaje que abarca cuestiones de historia, derecho, política y literatura. También evoca ciertas ideas sobre la memoria, y sobre la línea que, según se dice, separa la realidad y la ficción, la verdad y el mito”, escribe Sands en una nota introductoria al atrapante Calle Londres 38, dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia, editado recientemente por Anagrama, con el propio autor presentándolo en la Argentina hace unos meses.
Además de intervenir en tribunales como la Corte Penal Internacional, donde trabajó en los crímenes de guerra en Yugoslavia, el genocidio de Ruanda y las torturas en Guantánamo, entre otros hechos, Sands escribió ensayos como Lawless World, sobre la ilegalidad de la guerra de Irak, y Torture Team, sobre el uso de la tortura por parte de la administración Bush, y es colaborador habitual de publicaciones como Financial Times, The Guardian, The New York Review of Books y Vanity Fair. No es Sands un escritor breve ni mezquino: sus libros suelen ser ladrillos de más de 500 páginas, donde sus experiencias en primera persona ofician de hilo conductor para penetrar en tramas complejas y abordar personajes tan entrañables como siniestros, tan lejos y tan cerca de su Londres natal, donde es reconocido como uno de los juristas de derechos humanos más prestigiosos del mundo, a veces vestido de toga negra y peluca de rulos blancos. Algo que sólo suele hacer en los máximos estrados internacionales, donde la tradición del uniforme es obligatoria, porque nada más alejado del protocolo que este hombre diletante, un outsider ligado tanto más al periodismo y las letras que a su propia expertise.

Un abogado-escritor que, con el tiempo, ha sabido construir una red de contactos y de trabajo obsesivo sobre expedientes, documentos y acontecimientos tristemente célebres de la historia que antes no habían sido mirados o narrados tan en detalle, tan al hueso, con la precisión y el suspenso de un thriller político. Aquí, en Calle Londres 38, Philippe Sands compone la crónica en simultáneo de dos casos de impunidad, las pesquisas contra el general Pinochet y el nazi Walter Rauff, que huyó a Chile después de la guerra y asesoró a la dictadura en la planificación represiva más atroz, con su experiencia en desarrollar las cámaras de gas móviles en los campos de concentración nazis. Porque Sands, más allá que su physique du rol sugiera otra cosa, no es un abogado cualquiera: es alguien extraordinariamente inquieto, que se mueve como un anfibio entre lenguajes y disciplinas.

“Este libro es consecuencia de una invitación que me hicieron a visitar Lviv, Ucrania, allá por 2010, y puede considerarse el tercer volumen de una Trilogía de la calle Este-Oeste. Hice la primera entrevista en 2015 y desde entonces he disfrutado de la ayuda y el apoyo de un gran número de personas e instituciones de Gran Bretaña, Chile, Alemania y España, así como de otras partes. Unos me han ayudado mucho y de manera continuada, otros más informalmente e incluso con uno o dos recuerdos. Les estoy profundamente agradecido a todos. Si se me han colado errores u omisiones, solo yo tengo la culpa”, dice en la parte final de agradecimientos, dando cuenta de la meteórica y rigurosa búsqueda de testimonios y documentos, de obras de ficción y de no ficción sobre la vida de Augusto Pinochet y de Walter Rauff, sobre lo ocurrido en Chile y sobre cuestiones de derecho internacional, así como documentales, películas y programas de radio. De Roberto Bolaño a la escritora Mariana Callejas, la espía que organizaba tertulias literarias en un cuartel de la DINA, de Bruce Chatwin a Raúl Zurita, de Martin Cüppers a las películas de Patricio Guzmán, Pablo Larraín, y el filme de Netflix Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile.
Así es que Sands explora la verdad oculta tras las relaciones del nazismo y el régimen de Pinochet como un autor monumental: allí cruza, con una prosa ágil, rigurosa y fluida, las historias de dos hombres entre Londres y Chile que componen un rompecabezas apasionante, entre la memoria social, las atrocidades de una dictadura latinoamericana, el poder y sus sombras, la historia europea contemporánea con centro en el Holocausto y la saga del derecho internacional. “La detención de Rauff prefiguraba lo que más tarde le ocurriría a Augusto Pinochet: dos hombres detenidos a las once de la noche, acusados de perpetrar matanzas, con sendas peticiones de extradición de un país a otro”, adelanta, en uno de los capítulos.
Como buen cronista, Sands pone el cuerpo y entabla vínculos para lograr que sus protagonistas le cuenten los detalles más inesperados, como la búsqueda intensa y demorada de León Gómez Araneda, el profesor que desafió a Pinochet con sus libros Que el Pueblo Juzgue, historia del golpe de Estado y Tras la huella de los desaparecidos. Sands es un investigador implacable y paciente, capaz de dedicar años a dar con una fuente: conecta dato tras dato y escena por escena con una destreza detectivesca, pasión de historiador y una maestría narrativa que le permite recrear tanto la rutina de un nazi como la de Pinochet antes de ser acorralado por la justicia tras una vida de impunidad: “A sus ochenta y dos años, con el difuso encargo de comprar armas para su país, Pinochet emprendió el viaje junto con su esposa Lucía. La pareja cenó con amigos en varios restaurantes de lujo. 'Me encanta Londres', le dijo a Thatcher mientras tomaban el té. La pareja fue de compras –un abrigo de Burberry, un libro sobre Napoleón en la librería Hatchards de Picadilly– y luego él se preparó para una intervención quirúrgica menor en la espalda”.
Especializado en trabajar figuras jurídicas como crímenes de lesa humanidad y genocidio, hace unos años Sands escuchó testimonios de las víctimas de la última dictadura militar. A punto tal que, poco tiempo después, imaginó una trama y se atrevió a escribir una novela. Se llama Memorial, transcurre en Buenos Aires y aún está inconclusa. “Durante mucho tiempo me fasciné por la experiencia de la memoria y la lucha de los organismos de derechos humanos en la Argentina”, confesó en una entrevista. “Es algo complejo, extraordinario, notable. Tanto es así que hace unos años, en 2010, pasé un verano entero en la escritura de un proyecto de novela, que por ahora está guardada en mi computadora, esperando el momento de continuarla. Alguna vez trabajé en el caso del represor Ricardo Cavallo, conocí la historia de la Armada argentina. Y entonces me largué a escribir inspirado en un relato que había investigado”.
La tarea insoslayable de Sands, en rigor, es la de reconstruir, interpretar, mirar al sesgo, recopilar información y yuxtaponerla: demuestra, entre otras cosas, que todo lo que nos han contado sobre el pasado reciente y sus arquetipos sigue siendo insuficiente, incompleto. El pasado como un oasis de resignificación desde el presente, como un museo de imágenes quietas que necesitan, para volver a moverse y encontrar nuevas representaciones, no solamente la mera voluntad de un individuo sino el enorme trabajo de alguien dispuesto no sólo a retratar a otros sino a cuestionarse a sí mismo: a su propia historia como europeo, a su condición de hombre de justicia.
En efecto, Calle Londres 38 se lee con ritmo y fluidez como si fueran relatos o fragmentos bajo la estructura de una caja china, donde se despliega una literatura del yo que nunca resulta forzada. A la vez, los géneros –el ensayo histórico, el thriller judicial, la crónica en primera persona– se amalgaman y conviven a la luz de las historias entre víctimas y victimarios, verdugos, cicatrices y negacionismo –una buena parte de la sociedad chilena todavía defiende a la dictadura y hasta la tortura y la desaparición–. Las percepciones-sensaciones-reflexiones de Sands, quien conduce el hilo de la narración y se involucra sin ser autocomplaciente, funcionan como un paseo íntimo y a la vez colectivo que despiertan identificación, asombro y tensión entre los grandes temas del “largo siglo XX”, como lo denominó el teórico Giovanni Arrighi: la identidad, las guerras mundiales, la memoria, las dictaduras, el terrorismo, el olvido, los genocidios y la Justicia.
“La lección es que la historia y la experiencia humana son un conjunto de círculos y ciclos. Nada es lo mismo, ni es totalmente diferente”, escribió. Ha dicho que Europa está actualmente viviendo una fractura histórica y la última vez que algo así ocurrió fue en los años '30. Algo similar, con sus matices y contextos diferentes, también pasa en la Argentina y parte de Latinoamérica.
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