Inesperado y ajeno

La incomprensible elección del sinuoso Massa como precandidato peronista

 

El cierre de presentaciones a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del binomio presidencial del Frente de Todos, reconvertido muy recientemente en Unión por la Patria, terminó en un barullo de proporciones. El largo sostenimiento de la candidatura a Presidente de Wado de Pedro, impulsado por la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, terminó mal. De Pedro es, sin dudas, un dirigente joven repleto de capacidades políticas, inteligente y abierto que, además, lleva consigo un atroz pasado de noche y de niebla que le tocó vivir siendo muy niño aún, condiciones todas que lo enaltecen.

El esquema elaborado por CFK para las PASO se descuajeringó a último momento, cuando se cerraba ya el tiempo para la presentación de las candidaturas. Lo cual dio lugar a una movida de alborotos, de presiones y de pujas de última hora del que brotó, finalmente, un tan inesperado como sorprendente resultado: un nuevo binomio presidencial integrado por Sergio Massa como precandidato a Presidente y Agustín Rossi a Vice.

Digo inesperado y sorprendente porque el nuevo candidato, Massa, hace tiempo ya que dejó de ser peronista. Tiene desde 2013 un partido propio, el Frente Renovador, que forma parte hoy de la coalición Unión por la Patria. Y es cuanto menos curioso que fuera elegido en lugar de un peronista, dado que su espacio es una entidad de mucha menos envergadura que el Partido Justicialista. Nótese, por ejemplo, que el FR no ha obtenido hasta la fecha –conforme a los resultados de las recientes elecciones de gobernadores y las PASO en distintas provincias– ningún triunfo en este rubro. Se han realizado 13 elecciones provinciales: 11 relativas a PASO y dos de gobernadores, en Jujuy y La Rioja. En la primera ganó un partido provincial y en la segunda el peronismo. En cuanto a las PASO, el peronismo predominó en cuatro provincias: Córdoba, Formosa, La Pampa y Tucumán; la UCR/Cambiemos en una: Misiones; y JxC/Cambiemos en dos: San Juan y San Luis. En las cuatro restantes se impusieron fuerzas provinciales: Neuquén, Río Negro, Salta y Tierra del Fuego, en el último caso con fuerte vinculación con el peronismo.

¿Y el Frente Renovador? No figuró ni a placé. Y probablemente no alcanzará a ganar en ninguna de las que faltan.

No es fácil comprender por qué en esta circunstancia preelectoral Cristina Fernández decidió ceder la posición presidencial a Massa, un político de sinuosa trayectoria y baja apreciación electoral en los últimos tiempos. Ciertamente, De Pedro no terminaba de levantar vuelo. Pero no faltaban dirigentes peronistas capaces para reemplazarlo como candidatos a Presidente. Menciono dos pero la lista puede ser más larga: Agustín Rossi y Jorge Taiana.

Lamentablemente se impuso, entre discusiones y pugnas de último momento, una completa y exclusiva primacía de la coyuntura, con escasa atención al cuadro de situación política más general. Y con el único objetivo de ganar la elección como quiera que fuere.

 

El zigzagueante Massa

Massa, nacido el 23 de abril de 1972, inició su militancia política a comienzos de los años ‘90. Su primera conexión fue con la Unión de Centro Democrático (UCEDE), partido de tendencia centro-liberal, organizado y regenteado por el ya fallecido economista Álvaro Alsogaray, un pertinaz liberal de aquel entonces. Entre 1992 y 1994 fue presidente de la Juventud Liberal.

En 1991 se casó con Malena Galmarini, hija de Fernando “Pato” Galmarini y Marcela Durrieu, ambos integrantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de la Facultad de Medicina de la UBA en los años ‘70, que mantuvieron luego su militancia dentro del peronismo. Probablemente imbuido por el “clima” que reinaba en la familia de su esposa, Massa se fue acercando al movimiento fundado por Juan Domingo Perón. En 1998 fue designado asesor de “Palito” Ortega, en ese entonces ministro de Desarrollo Social en la segunda presidencia de Menem. Y en 1999 alcanzó un escaño como diputado provincial bonaerense por la Concertación Justicialista por el Cambio, integrada por el Partido Justicialista, la UCEDE y otros partidos.

En 2001, ya con Eduardo Duhalde como Presidente interino, fue designado director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). Se mantuvo en ese cargo durante la presidencia de Néstor Kirchner y en un primer tramo de la de Cristina Fernández. En 2008 la Presidenta dispuso la salida del entonces jefe de gabinete Alberto Fernández y su reemplazo por Massa, quien a su vez renunció en marzo de 2009. No es difícil imaginar que ya no se hallaba cómodo con el kirchnerismo, como sí lo había estado con Menem & Duhalde. Es comprensible: un hilo primigenio lo había llevado a Alsogaray, un pertinaz liberal. Y obviamente se sentía más cómodo con un Menem rendido al neoliberalismo que con Néstor y Cristina Kirchner.

Luego de un corto período regresó al foro político. En 2013 fundó el Frente Renovador, con el que obtuvo un muy buen resultado en las elecciones de medio término de ese año: quedó tercero con 17,75% de los votos. El Frente para la Victoria, ganador, había conseguido 32,82%. En las presidenciales de 2015 tuvo también una buena performance en primera vuelta: tercero –de nuevo– con 21,39% de los votos, contra 37% del antedicho Frente, que fue el triunfador y que sería derrotado en segunda vuelta por el frente Cambiemos.

En las legislativas de 2017, el Frente Renovador hizo en cambio una muy mala elección: solo alcanzó el 5,76% de los sufragios, contra el 41,75% de Cambiemos y el 33,56% del peronismo. En las presidenciales de 2019, quizá para evitar otro fracaso electoral, se presentó asociado al Frente de Todos, que alcanzó el 48,24% de los votos. Massa –vale recordarlo– obtuvo así la presidencia de la Cámara de Diputados. Y en las legislativas de 2021 se mantuvo en el Frente de Todos, que sufrió una importante merma de votos.

 

Para finalizar

Es poco comprensible que la conducción del peronismo haya impulsado y/o admitido adjudicarle a Massa la precandidatura a Presidente para las elecciones de octubre, decisión que puede convertirse en un grave error. Es, como se ha visto más arriba, capaz de cambiar de sombrero político según le convenga, lo que lo convierte en un muy competitivo oportunista. Es, por otra parte, un desafortunado mensaje para no pocos dirigentes que sí son justicialistas competentes y podrían manejarse muy adecuadamente si alcanzaran esa posición.

Por otra parte, conviene tener en cuenta que los movimientos nacional-populares no han nacido para siempre. Y que por lo tanto deben –o deberían– prestarle atención a su propio decurso.

El mexicano Partido Revolucionario Institucional (PRI) –decano de esta clase de movimientos en América Latina– viene transitando desde hace tiempo ya un camino de deterioro y decadencia que parece difícilmente reversible. La corrupción ligada al narcotráfico, a la manipulación política e incluso al asesinato de dirigentes –como sucedió con el candidato a Presidente del PRI con Donaldo Colosio en 1994– son ejemplos suficientes de la declinación de ese partido. Y es por eso que se han desarrollado nuevas organizaciones políticas como el MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) –que gobierna hoy México– que opera de una manera mucho más democrática y se afianza como superador del PRI.

La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), creada por Víctor Raúl Haya de la Torre en 1924, en cambio, ya no existe. Podría decirse que murió junto a Alan García –dos veces Presidente de Perú y líder del APRA en ese entonces– quien se quitó la vida en su casa, en abril de 2019, cuando la policía fue a buscarlo por estar muy comprometido con el caso Odebrecht.

El peronismo, por su parte, se encuentra hoy por arriba de los dos casos anteriores. Pero debería poner las barbas en remojo: contiene sectores todavía dispuestos y empeñosos pero también lastres pesados. Deberá neutralizar a estos últimos y favorecer a los primeros para seguir siendo competente y positivo. Y deberá además comprender que si a lo que se le presta atención es sólo a la mera coyuntura quedará empantanado.

Atender el estado de situación tanto internacional como local, señalar metas y operar sobre lo coyuntural es imprescindible. ¿Será capaz el outsider invitado por el PJ a sentarse –si gana las elecciones Unión por la Patria– en el rivadaviano sillón, a hacerse cargo de todo eso sin chocar con su socio mayor? Lo dudo.

 

 

 

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