Jóvenes son los trapos

Uno de cada cuatro no tendrá empleo ni estudiará en 2025

 

La exclusión de una buena parte de la juventud interpela a la sociedad planetaria. Se trata de más de 260 millones de jóvenes de entre 14 y 24 años en todo el mundo que integran la categoría de los NiNi, es decir, los que no trabajan, no estudian, ni tampoco logran realizar algún tipo de formación artesano-profesional. La tendencia es preocupante y va en aumento. Según el Informe 2024 de la misma OIT, en 2023 los NiNi eran uno de cada cinco jóvenes del mundo, es decir, el 20,4%. En tanto, se mantiene la discriminación de género: la tasa mundial de NiNi de las mujeres jóvenes duplicó en 2023 la de sus pares masculinos (28,1% y 13,1%, respectivamente).

Al quedar fuera del mercado de trabajo y del mundo educativo, los NiNi reflejan la compleja tendencia llena de obstáculos hacia la integración de la juventud en el mundo laboral. En un reciente artículo publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Niall O’Higgins, uno de sus investigadores estrella, trata de clarificar con palabras simples el concepto de los NiNi. Incluye “a todos los jóvenes desempleados que no están cursando estudios, así como un grupo mucho más amplio de jóvenes que no tienen trabajo y no participan en ninguna actividad de formación formal, pero que, por una u otra razón, tampoco buscan trabajo activamente”. 

O'Higgins explica que aunque la tasa de NiNi no es en absoluto un indicador perfecto de cómo se comportan los mercados laborales juveniles, “es difícil imaginar un indicador único que lo sea o pueda serlo”. Según el investigador, para medir dicho comportamiento la tasa de NiNi es más adecuada que la tradicional tasa de desempleo juvenil que se utilizaba anteriormente y que continua a emplearse en muchos estudios y estadísticas oficiales. 

 

Un drama cotidiano para casi un cuarto de la juventud mundial. Foto ADITAL.

 

En ese sentido, afirma O’Higgins, “la proporción de NiNis en la población es un indicador más informativo de la magnitud del reto que supone el empleo juvenil”. Los jóvenes NiNi superan el número de sus pares desempleados. La mayoría de ellos son mujeres jóvenes y a una parte numerosa le gustaría trabajar, pero no busca un empleo activamente, ya sea por falta de disponibilidad, por escasez de puestos de trabajo, o porque otros obstáculos como las responsabilidades de cuidado familiar le impide aspirar a integrarse en el mundo del trabajo formal. En 2015 las Naciones Unidas adoptaron como objetivo número 8 acápite 6 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de lucha contra la pobreza la reducción sustancial de la tasa de NiNi. Significa que dicha tasa es el instrumento en que internacionalmente se puede evaluar el progreso hacia la integración efectiva de los jóvenes en el mundo laboral. Teniendo en cuenta tal criterio, según el investigador de la OIT, “los avances hasta la fecha han sido bastante modestos”.

En ese marco, subraya O’Higgins, la condición de NiNi es un indicador más fiable que el concepto de desempleo para analizar la vulnerabilidad o la fragilidad social. En contextos en los que el acceso a la protección social es limitado o inexistente los jóvenes solo pueden permitirse estar desempleados durante un tiempo mientras buscan oportunidades de trabajo razonables si sus familias tienen recursos para mantenerlos. Los jóvenes más pobres y vulnerables no pueden permitirse ese “lujo”. Incluso aun en los países de ingresos altos, los jóvenes NiNi, fuera del mercado laboral, corren un riesgo mayor de exclusión económica y social a largo plazo. Realidad que se agrava en el caso de las mujeres jóvenes con responsabilidades de cuidado, es decir, aquellas que se dedican a la atención de familiares mayores, menores o enfermos.

Con la revisión de las estadísticas internacionales sobre el empleo, para ser considerado como empleado es condición recibir una remuneración. Esto significa que los jóvenes que realizan trabajos no remunerados, como la agricultura de subsistencia, no se consideran activos laboralmente y, por lo tanto, si no están cursando algún tipo de estudio, se les identifica como NiNi.

 

 

Latinoamérica, presente y tendencia

En América Latina, coincidiendo con las estadísticas mundiales, uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años no estudia ni cuenta con un trabajo asalariado. De ese total, más del 70% son mujeres dedicadas exclusivamente a los cuidados del hogar.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) las tasas de informalidad juvenil alcanzan en el continente latinoamericano cerca del 60%, en comparación con el 47,5% de los adultos, en tanto los ingresos de las personas jóvenes representan el 60% de los ingresos de los adultos.

 

Las jóvenes, aún más excluidas que sus pares masculinos. Foto ONU.

 

Por su parte, en noviembre de 2024 la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) publicó el Estudio prospectivo del empleo juvenil en América Latina. El mismo concluye que las perspectivas hasta el 2030 no son demasiado optimistas: “continuará la tendencia de desplazamiento de las y los jóvenes desde la agricultura y manufactura hacia el sector de los servicios”. Según la CEPAL, en el marco de un escenario realista que incluye datos de 16 países de la región (y sólo considerando el aumento en la tasa de finalización de secundaria como variable estratégica en el análisis prospectivo), más de 1,2 millones de jóvenes dejarían el sector agrícola, cerca de 640.000 el manufacturero y más de 1,8 millones ingresarían al sector servicios, que, en la región, se caracteriza por bajos niveles de productividad laboral. Es decir, en caso de confirmarse esa tendencia, se dará una degradación de la calidad y la productividad del trabajo juvenil.

Cifras que podrían aumentar debido a la intensificación de la migración interna producto del cambio climático y de la reconfiguración de la migración intrarregional. Según el estudio de la CEPAL, si no se implementan medidas para anticipar estos cambios podría ocurrir que el mayor número de jóvenes que busca empleo supere la demanda existente, en particular, en zonas urbanas. Más aún, el desajuste entre oferta y demanda podría profundizarse debido a los procesos de automatización, grave riesgo que enfrenta en particular la población juvenil. Esta situación impactaría en mayores niveles de desocupación en ese grupo etario y en el aumento de los sectores informales.

 

 

Radiografía escalofriante de un caso europeo

No sólo los NiNi pagan el precio de la marginalidad en los países en desarrollo. También en naciones y regiones de altos ingresos la juventud experimenta golpes cotidianos a sus aspiraciones de progreso social. La segunda semana de agosto un informe del Sindicato Comisiones Obreras (CCOO) de España diseñó una radiografía impactante de la situación en ese país europeo. Según el sindicato, los jóvenes ganan un 25% menos que la media nacional; un 43% ha trabajado sin contar con un contrato formal y una de cada tres corre el riesgo de caer en la pobreza o en la exclusión social. El informe presenta un sombrío balance retrospectivo y llega a la conclusión que la juventud gana actualmente un 20% menos de lo que percibían “nuestros padres y madres a nuestra edad”.

 

 

Pau Garcia Orrit, secretaria confederal de Juventud de CCOO, sostiene: “Aunque en los últimos años se han producido avances significativos en el ámbito laboral juvenil —mejoras en el acceso al empleo y condiciones de trabajo, incluso en un contexto marcado por sucesivas crisis y situaciones excepcionales— la precariedad estructural sigue condicionando profundamente la vida de la juventud en España”. Si bien el desempleo juvenil ha descendido a mínimos históricos, el país ibérico continúa en el primer lugar de precariedad juvenil en Europa. Agravado por un fenómeno no menos preocupante: el 85% de la juventud sigue viviendo con sus padres y madres. “El acceso a un alquiler asequible se ha convertido en una odisea, y la emancipación es un horizonte cada vez más lejano. Comprar una vivienda es directamente imposible para la mayoría de la juventud”.

La central sindical advierte que el presente sin estabilidad ni certezas ha convertido a la juventud en una categoría cada vez más vacía de significado. Ser joven hoy ya no es una etapa en la que se aprenda a construir un proyecto de vida, sino que es sinónimo de inseguridad, precariedad y falta de expectativas. Una juventud “vaciada de contenido real”.

La precariedad laboral y educativa de la juventud continúa siendo un flagelo con profundas repercusiones sociales. Aunque golpea principalmente a países del Sur Global, no se limita a este marco geográfico. Diez países europeos tienen tasas de desempleo juvenil que oscilan entre el 19% y el 25%. A la cabeza España y Rumania, con una o un joven cada cuatro en el desempleo, seguidos de cerca por Suecia. En tanto Finlandia, Italia, Bélgica, Portugal y Francia se ubican en torno de uno cada cinco. La exclusión juvenil aparece así casi como una norma, en un mundo regido de más en más por los hombres adultos.

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí