Juanjo y la valva

Importar más y producir menos, meta de la política energética oficial

 

En la Argentina, la casi totalidad del sector de la energía está para atrás. Esto, en medio de un extravagante tarifazo. Impulsa la inopia, el brazo ejecutor de la política energética presidencial, el ministro de Energía Juan José Aranguren (Juanjo). A corto plazo, el alza de las tarifas percute sobre el consumo de energía bastante menos que proporcionalmente. Se dejan de consumir otras cosas para erogar el mayor gasto. De seguir en esas alturas y en vista de que el empeño del gobierno es bajar los ingresos, a mediano plazo caerá el consumo de energía. Si el horizonte es de menos ingresos reales, esto no tiene otra forma de materializarse que no sea por medio de menos consumo. La caída de la producción global de energía va en esa dirección.

Aranguren fue presidente de la Royal Dutch Shell (RDS, filial argentina) durante 12 años y hasta justo antes de asumir el actual cargo. Por si las moscas, la RDS argentina acaba de pasar a manos amigas brasileñas. No sea cosa que los injustos paguen por el pecador. Juanjo tiene el 80 por ciento de su patrimonio radicado fuera del país. Declaró que no lo trae porque continúa sintiendo la misma desconfianza que lo llevó a expatriarlo. También en este plano, el primer mandatario se respalda a sí mismo cuando respalda al ejecutor de su política energética. El argumento presidencial va más lejos. Menta que hay que estar agradecido con Juanjo. Se la juega por el país cuando podría seguir engrosando su fortuna. Igual reflejo de la subjetividad presidencial.

El propósito histórico de las petroleras multinacionales en la Argentina ha sido importar petróleo. El interés nacional es el autoabastecimiento. De otra forma, malgastamos dólares que se necesitan para sostener la mejora de los ingresos. Hasta nueva orden, siempre va a ser más barato importar petróleo que producirlo acá. Los indicios y señales que manifiestan objetivamente el comportamiento de Juanjo, lo marcan como lo que es: un cuadro de una multinacional petrolera; una de las más importantes. Lo que es bueno para el balance de la multinacional si es bueno para el país, mejor. Si no, mala suerte. Mala suerte, entonces. El mismo razonamiento, por ejemplo, aplican las empresas productoras de electricidad. Con las tarifas dolarizadas, es cuestión de conseguir lo más barato posible el combustible que queman.

Las tendencias de largo plazo del sector petrolero agregan presión importadora. Distintos estudios estiman que para el 2030 por el shale, los EE.UU. —el principal consumidor global de crudo que dejó de importar—, empezará a exportarlo. Hoy ya exporta gas. Entretanto, la batalla interna librada en el campo del cambio climático entre los fundamentalistas del combustible fósil, generalmente republicanos, y los entusiastas de las nuevas energías, por lo común demócratas, no se resuelve. La solución de compromiso que encuentren, por la propia lógica del cambio tecnológico en materia de energía, lo más probable es que deje como saldo más petróleo y gas para exportar.

El repaso de unos pocos episodios que van saltando en el tiempo y que tienen protagonista a la RDS, dan cuenta en el presente como historia del comportamiento de Aranguren, la confirmación de que el objetivo de la política petrolera oficial es asirse al interés de las multinacionales petroleras: importar lo que haya que importar. Incluso, el potencial de Vaca Muerta deber ser leído e inscripto en esta lógica que entra en directo conflicto con el interés nacional.

 

Carta de Ricardo

En una carta que Ricardo le remite a Malthus alrededor de 1820, este le señala que "si con cada acumulación de capital pudiéramos agregar una porción de tierra nueva y fértil a nuestra isla, las ganancias no bajarían jamás". Las llanuras fértiles, incultas, de Canadá, Australia, los EE.UU. y la Argentina, obvio, no se podían agregar a Inglaterra, pero se pusieron a su servicio mediante el envío de sus productos. El resultado fue el mismo.

En ese engaste radica la razón de que la RDS, que opera en la Argentina desde 1914, hasta más allá de mediados del siglo pasado tuviera acá espalda política para acotar mucho, y de diversas maneras, a la norteamericana Standard Oil, el otro gran pulpo del mercado mundial, para convertirse por lejos en la principal importadora de petróleo. La Argentina ya en 1930 era un mercado muy interesante para el petróleo. Por caso, con medio por ciento de la población del globo, tenía el quinto mercado de automóviles del mundo. La ecuación cerraba a partir de importar la mayoría del consumo. Era más barato para ellos. Más caro para el país. La RDS había capturado a YPF para frenar la perforación. Las perforaciones de ambas, y de pocas otras, nunca lograban el autoabastecimiento. Este proceso fue bien historiado por Arturo Frondizi, en su ensayo Petróleo y política (1954).

Durante 1949 y 1950, los petroleros ingleses disputaron fuerte con sus pares norteamericanos. La pelea era entre la sterling oil y el dollar oil (esterlina petróleo y dólar petróleo, respectivamente), que tenía como telón de fondo el reemplazo de la libra por el dólar como moneda mundial. Según el economista Horst Mendershausen, en 1949 el gobierno inglés estimaba que más de la mitad del déficit en dólares del área de la libra podía subir en 1950 por el petróleo. Los ingleses en su área de influencia cortaron la actividad petrolera norteamericana. Los norteamericanos reaccionaron acelerando el reemplazo de los ingleses en Medio Oriente y el resto de Asia como productores de petróleo. Los ingleses declararon no estar dispuestos a transferir créditos en libras de otros países a las petroleras norteamericanas. Fuera del área de la libra, firmaron acuerdos comerciales bilaterales con Egipto, Suecia, Brasil y la Argentina, entre otros. El firmado con nosotros en 1949, con la sterling oil vía la RDS, sustituyó el 42 por ciento de las importaciones argentinas de crudo y refinados norteamericanos. Los precios eran bastante más altos que los norteamericanos. En 1950 ingleses y norteamericanos llegaron a un acuerdo global. Básicamente, los déficits de dólares serían compensados con superávits en esterlinas provenientes del petróleo. Los norteamericanos recuperaron una porción del mercado petrolero argentino, y pusieron un crédito del Eximbank para pagar en gran parte esas importaciones.

 

1958

Que la falta de autoabastecimiento obedecía al interés de la RDS lo prueba 1958. En esa fecha, la decisión nacional que aunó un pequeño puñado de empresas extranjeras perforadoras menores junto al monopolio de comercialización de YPF logró en dos años lo que no se había conseguido en los cuarenta anteriores: el autoabastecimiento. Fue toda una novedad muy mal digerida por los intereses británicos que tuvieron que subirse a ese tren. Frondizi rehizo en la práctica la aplicación que había hecho en Petróleo y política del erróneo esquema del imperialismo de Lenin. Ya en 1905, cuando Lenin escribió su ensayo, los capitales se iban de la periferia, no iban a la periferia. La profusión de datos que aporta Frondizi, al contrario de lo que infirió el autor, permiten observar que el conjunto de las empresas inglesas no traían capital al menos desde 1920. Para esa época, la inversión total inglesa en el extranjero la explicaba la reinversión de los ingresos del capital puesto en el exterior. Esto es una capitalización continua de intereses y dividendos. Los cupones regresaban regularmente a Londres y continuamente se negociaban nuevos préstamos o emisiones de acciones. Los títulos nuevos reemplazaron a los viejos en las mismas u otras manos. Para la economía inglesa en su conjunto, el resultado fue el mismo. Su activo sobre el extranjero aumentó sin el envío efectivo de fondos, por lo tanto, sin exportación de capital, sin aligerar la acumulación interna.

Lo que hicieron correctamente Lenin y Frondizi fue recurrir al capital extranjero para extraer petróleo. Y acá digirieron tan mal esa decisión del Estado argentino que anular los contratos petroleros se convirtió en un objetivo clave, particularmente motorizado por la RDS. Lo prueba, entre otros hechos, el cable enviado por la embajada norteamericana al Departamento de Estado, el 22 de mayo de 1965, dado a conocer por el director del Cohete a la Luna, cuando era columnista en Página/12, el 26/02/2012. El tema, la anulación de los contratos petroleros por el presidente Arturo Illia y las trabas para remitir utilidades. El cable informa de un ambigüo tramado.

El embajador Martin rechazó los afanes golpistas. Defendió a Illia. Respecto a la anulación de los contratos petroleros, en la cena Martin sugiere volver a los contratos de riesgo – que eran el núcleo de la política frondicista. Puriccelli y Joe dijeron: Imposible, los radicales se negarán. Junto al banquero argumentaron algo más, y más importante. Hicieron una defensa cerrada sobre la importación de petróleo. La crítica a la política petrolera de Illia se debía a que este quería sacar petróleo con YPF. Alegan que es muy costosa e inefectiva. También que los radicales, al darse cuenta de que sin los contratos de Frondizi no alcanzarían el autoabastecimiento, redoblaron la apuesta sobre YPF, generando una irracional e inútil asignación de recursos. La estrechez del sector externo se agravaba con la importación. Las petroleras querían que el manejo del sector externo se basase en su interés de seguir importando y al mismo tiempo remitir libremente utilidades. Curiosamente, el nombre de Ricardo Balbín no aparece en todo el cable.

 

Multinacionales

La conducta presente de Aranguren es en todo coherente con su condición de alto directivo de una multinacional y con los antecedentes históricos de esa multinacional, que vale tener en cuenta porque la canción sigue siendo la misma: cuesta más extraer acá que importar. El menoscabo al interés nacional es todo lo que se debió, debe y deberá esperarse como resultado de su gestión.

De todas formas esto plantea la decisiva cuestión de cómo negociar con las multinacionales. Particularmente, en vista de que como toda nación interesada en su desarrollo, la Argentina necesita sin opciones recurrir a las multinacionales. Los que impugnen este sendero harían bien en explicitar cuál es la alternativa para acelerar el desarrollo. Hasta ahora lo más coherente que se ha escuchado entre los detractores es propugnar el cambio de modelo de consumo. O sea: solucionar el problema suprimiendo su causa. O sea, bicicletas y baleros en vez de autos y baratijas electrónicas.

El interés nacional puede y debe encontrar una solución de compromiso que sea preservada en la negociación con las multinacionales. El acuerdo firmado con una multinacional petrolera por el gobierno anterior con miras a la explotación de Vaca Muerta es un buen ejemplo de que es posible. Aranguren encarna exactamente el ejemplo contrario.

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