Jubilaciones sin júbilo

El sistema previsional, rumbo a convertirse en bomba de tiempo

Foto: Luis Angeletti.

 

La composición del Congreso no podrá aludir desconocimiento, porque un organismo bajo su órbita lo analizó y publicó. El sistema previsional concentrado en la Anses demuestra una fragilidad estructural cuyos principales factores surgieron o se agravaron al cabo de la última década, por la retracción de empleos y salarios formales que deberían nutrir su autosuficiencia, y las reformas del esquema tributario que socorre sus cuentas.

Como ocurre con otras variables de la economía, el universo previsional de la Anses en los últimos tres lustros describe dos periodos de diferencia nítida:

  • el de expansión y relativa solvencia desde 2008, cuando se recuperó el sistema de reparto unificado y se abandonó el de capitalización individual por las AFJPs; y
  • desde el inicio del macrismo, un deterioro no resuelto por el gobierno del Frente de Todos, que hasta el presente afecta tanto a la caja como a sus aportantes y beneficiarios.

De ese modo lo expuso la Oficina de Presupuesto del Congreso, en un informe que circuló en la segunda semana de octubre. Sus datos resultan un insumo para comprender el país de los últimos quince años y discutir el que vendrá, mientras el oficialismo procura ofrendar al Fondo Monetario Internacional reformas regresivas en lo laboral, previsional y tributario. El domingo próximo se conocerán sus posibilidades concretas de llevarlas a cabo.

Al FMI sólo le preocupa una asistencia social mínima, que preserve la estabilidad política de sus pagadores. En esa dirección, el gobierno nacional aumentó las partidas de la Asignación Universal por Hijo, originalmente concebida como un dispositivo más de salida de la pauperización, no como único paliativo en el reingreso a ella. Durante el primer año del gobierno de Javier Milei, la AUH fue la única de las prestaciones sociales que creció, con un 40,6% en términos reales.

 

Prestaciones sociales al cabo del primer año de Milei. Fuente: OPC.

 

En el mismo lapso, las jubilaciones cayeron 15%, única variable para explicar la disminución del déficit financiero de la Anses desde el comienzo del gobierno anarcocapitalista.

Contrariamente a lo instalado, desde la recuperación del sistema unificado de reparto la etapa más deficitaria de las arcas de la Anses fue inaugurada por el gobierno de Mauricio Macri, cuando comenzaron a resultar insuficientes incluso los recursos tributarios de afectación específica.

No había ocurrido lo mismo en el periodo anterior, entre 2009 y 2016, años en que crecieron tanto los haberes y el número de beneficiarios como los salarios formales que sostenían la caja. Si bien el balance entre ingresos y egresos exclusivamente previsionales arrojaba déficit, su cuantía se cubría sin problemas con recursos impositivos surgidos del consumo al alza.

 

Punto de quiebre

La masa de beneficios del sistema previsional a cargo de la Anses continuó extendiéndose desde 2015, pero a expensas de una caída del poder adquisitivo de los haberes, producto de las retracciones de la formalidad laboral y los salarios de los trabajadores en actividad, fuentes de financiamiento del sistema.

El quiebre se produjo en 2017, cuando la modificación en la fórmula de actualización derrumbó el poder de compra de los haberes. Desde entonces y hasta cerrado 2024, las prestaciones previsionales de la Anses retrocedieron 2,8 puntos, medidas en relación al PBI. La actualización por inflación que Milei impuso por decreto significó una módica recuperación, a costa de cristalizar la mayor parte de lo perdido hasta entonces.

 

Fuente: OPC.

 

Actualmente, según cálculos de la OPC en base a datos oficiales, la remuneración media del régimen general cubre en promedio sólo el 37,9% del salario que el jubilado percibiría de continuar como activo. En cuatro de los siete regímenes especiales –que demandan aportes adicionales–, la denominada tasa de reemplazo real se ubica por debajo de la técnica, calculada en 82%.

La baja capacidad de las jubilaciones para reemplazar la remuneración en activo alimenta un círculo vicioso, con la caída del consumo del sector y la presión sobre el llamado mercado laboral de jubilados que no llegan a fin de mes y aún están en condiciones de intentar completarlo. La quita de beneficios que resultan en salario indirecto, como la interrupción de la cobertura total en medicamentos, empeora el cuadro. El anarcocapitalismo responde al problema cada miércoles, en el dialecto de los palos y gases lacrimógenos.

 

Volver al futuro

Conjugado en futuro, el escenario se vislumbra aún peor. Los datos que obran en poder de la Anses dan cuenta de que apenas el 17% de los varones de 64 años y el 10% de las mujeres de 59 tendrán completos los aportes al cumplir la edad requerida para jubilarse, dentro de los siguientes doce meses.

La Pensión Universal para el Adulto Mayor, instrumentada durante el macrismo para personas de más de 65 años sin jubilación, equivale al 80% del haber mínimo. De no existir moratorias accesibles, una porción de quienes no cuentan con aportes pero sí con la edad para retirarse engrosará las filas del ejército laboral de reserva o continuará en sus puestos, retrasando aún más el ingreso al mundo del trabajo de las generaciones más jóvenes.

Actualmente, el 63% de la población económicamente activa de entre 16 y 24 años transita el empleo informal. Por consiguiente, no realiza aportes directos con que sostener a la otrora llamada clase pasiva. Sí contribuye mediante su declinante consumo, porque el IVA sigue siendo uno de los impuestos que nutren al sistema, lo que revela falaz la hoy encajonada caracterización de los fondos de la Anses como únicamente pertenecientes a los jubilados.

A las mermas de empleo y salarios registrados se suma el cambio verificado al interior de la clase obrera formal, con una reconversión de la relación de dependencia hacia el monotributo, cuyos aportes previsionales son inferiores.

Entre 2009 y 2024, la cantidad de monotributistas estuvo cerca de duplicarse, pasando de 1,7 a 3,3 millones. Por su parte, el número de aportantes en relación de dependencia inició el periodo en 6,3 millones y experimentó una tendencia creciente hasta 2015, cuando se estancó en torno a 7 millones.

 

5 a 1

Considerando los alicaídos haberes actuales, el cálculo de la OPC sobre la cobertura del sistema resulta en que se necesitan 1,7 trabajadores activos para sostener a uno jubilado. Los registros indican que existe 1,5. En otras palabras: por cada cinco jubilados, falta un activo. La multiplicación arroja que se necesitaría incorporar 1,3 millones de aportantes. Podría obtenerse de

  • la masa de desocupados, que el Indec estima en 1,1 millones sólo en los principales 31 aglomerados urbanos y contando en ellos a quienes no renunciaron a buscar trabajo;
  • los 5,75 millones que el mismo organismo calcula bajo imperio del empleo informal; o
  • mejorando las condiciones de los aportantes actuales, que sufren salarios a la baja o han debido cambiar su condición en los últimos años, de relación de dependencia a monotributo.

 

Evolución de la remuneración imponible promedio de trabajadores estables. Fuente: OPC.

 

Pese al retroceso de las prestaciones previsionales, las cuentas de la Anses cayeron desde 2017, por la contracción en los aportes. Los gráficos dibujan también dos etapas nítidas:

 

 

Ingresos de la Anses, medidos como porcentajes del PBI. Fuente: OPC.

 

De esa manera, los compensatorios ingresos tributarios fueron ganando importancia dentro del financiamiento del sistema previsional dependiente del organismo nacional. Un riesgo accesorio lo acerca la composición de los impuestos afectados, que se modificó también durante el macrismo, reemplazando total o parcialmente los de mayor estabilidad y base amplia por otros más volátiles, como el que grava débitos y créditos bancarios.

A diferencia de lo ocurrido en el periodo previo, entre 2017 y 2022 los ingresos impositivos no alcanzaron para compensar el déficit entre aportes y beneficios. Con su proverbial capacidad pragmática, Milei se decidió a solucionar el problema sin conmoverse por los costos humanos que podía inferir a uno de los sectores vulnerables de su pueblo: consolidó una brutal caída en los haberes, interrumpió beneficios que reportaban salario indirecto y eliminó el impuesto PAIS, que gravaba la compra de divisas y en un 60% se destinaba a la Anses.

 

 

 

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