La abogacía popular

Los desafíos de estos tiempos y la respuesta colectiva

 

Por sexta vez, cientos de abogadas y abogados de todo el país que intervienen en las causas de lesa humanidad representando a víctimas del terrorismo de Estado, nos reunimos para pensar colectivamente los desafíos profesionales y políticos en el proceso de juzgamiento que suponen estos tiempos.

Santiago del Estero fue la sede de este nuevo encuentro del Colectivo Mario Bosch, como decidimos llamarnos luego de la prematura partida de nuestro entrañable compañero chaqueño, en el que contamos por primera vez con la presencia de abogadxs que vinieron desde Chile y Uruguay para narrar las experiencias en aquellos países.

En dos extensas jornadas de trabajo abordamos algunos temas que nos generan honda preocupación, como el dictado de resoluciones absolutorias, faltas de mérito u otorgamiento de prisiones domiciliarias sin fundamento. Repasamos la situación de las distintas jurisdicciones y pusimos en común la lentificación de los procesos y de los juicios; las amenazas a funcionarios judiciales, víctimas, testigos y abogadxs, como también el impacto que tiene en la tarea cotidiana el desmantelamiento y desfinanciamiento de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.

Las jornadas cerraron con un panel en el que Fernanda Raverta, diputada nacional e hija de desaparecidos, y Pablo Verna, hijo de Julio Alejandro Verna —médico con grado de Capitán Retirado del Ejército Argentino, que trabajó en el hospital que funcionaba dentro del centro clandestino de detención y exterminio de Campo de Mayo— presentaron un proyecto de ley para modificar la prohibición a los familiares directos de los imputados de prestar testimonio, en los procesos que investigan los crímenes de lesa humanidad.

El padre de Pablo está imputado en la causa que tiene de víctima –entre otras— a la mamá de Fernanda. Ella fue quien presentó el proyecto en la Cámara de Diputados. Pablo Llonto es el abogado de Fernanda y quien los puso en contacto; la belleza de la trama humana que hay detrás de este proyecto hizo que ese momento fuera conmovedor. Escucharlos, saberlos éticos, se convirtió en un acto reparador, dándole un nuevo sentido a las batallas y las luchas que se sostienen hace décadas.

El Colectivo Mario Bosch es la demostración cabal de que la abogacía popular y comprometida de la que nos han dejado huella Rodolfo Ortega Peña, Mario Hernández, Emilio Mignone, Roberto Sinigaglia, Eduardo Luis Duhalde y Carly Slepoy entre muchos otros, sigue más viva que nunca. La renovación de las nuevas generaciones, jóvenes de menos de treinta años que ponen el ejercicio de su profesión al servicio de la lucha contra la impunidad del Terrorismo de Estado en estas épocas aciagas, es un bálsamo.

Este colectivo es uno de los tantos que nuclea a abogadxs que de alguna manera se apartan del rol tradicional, en el sentido de no adscribir al modelo de profesional hegemónico, actuando como miembros de un organismo, movimiento, sindicato, comunidad u organización, con decisión de que su trabajo enfatice la transformación social, politice la demanda jurídica y anime a la organización colectiva de los sujetos de derechos.

Profesionales que ejercen la abogacía con una perspectiva crítica a partir de la cual piensan y realizan sus prácticas jurídicas. Por eso mismo en la actualidad cumplen un rol central en la denuncia de la función que cumple el derecho —el mantenimiento y la legitimación de las relaciones sociales— y el poder judicial como operador político al servicio de distintos poderes fácticos.

Uno de los rasgos característicos es el ejercicio colectivo de la práctica profesional. A diferencia del rol tradicional de la abogacía que propone un ejercicio individual, los abogados populares entendemos esencial que las estrategias deben ser pensadas y diseñadas en forma colectiva. Por un lado, junto a quienes representamos, ya sean víctimas del terrorismo de Estado, movimientos sociales, comunidades indígenas, presxs politicxs, de modo de pensar la intervención jurídica dentro de la estrategia política, y, por el otro, junto a otros profesionales del derecho y de otros campos de estudio para poder ampliar nuestras miradas, aprender y nutrirnos de otros saberes y otras experiencias.

En este último sentido, reunirnos una vez al año —abogados y abogadas que llegan desde cada provincia a puro esfuerzo, algunos muy jovencitos, otros peinando canas como Eduardo Tavani y Pablo Llonto— se vuelve vital para la práctica diaria de cada unx de nosotrxs. Se trata de encontrarnos, de sabernos herederos de aquellos que ya no están, parte de un colectivo que nos integra y a la vez nos supera. Cuando sentimos que logramos una porción –aunque sea pequeña— de justicia y nos entristecemos al saber que la impunidad gana alguna una batalla, nos emocionamos juntos.

Pero, sin lugar a dudas, nos encontramos cuando nos volvemos unx en una ronda de baile al compás de una chacarera, donde nos mezclamos, nos confundimos y reímos, alegres y con la certeza que el futuro está en las manos de todxs los que luchan.

30.000 compañeros y compañeras detenidxs desaparecidxs. ¡Presentes,  ahora  y siempre!

 

 

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