La anexión de Cisjordania

El Parlamento israelí pone en peligro el alto el fuego

Colonos judíos instalan tiendas de campaña y banderas israelíes en Bruqin, norte de Cisjordania. Foto: Nasser Ishtayeh.

 

En la Cisjordania ocupada por el ejército israelí desde 1967, la temporada de cosecha de aceitunas es uno de los momentos más importantes para miles de familias palestinas. Como en años anteriores, se han vuelto a reproducir los ataques por parte de colonos israelíes que agreden a los agricultores palestinos, según denunció al martes pasado Ajith Sunghay, jefe de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en los territorios palestinos ocupados. Según el informe, en los primeros seis meses de 2025 se registraron 757 ataques de colonos protegidos por el ejército israelí que causaron daños a personas o propiedades. En estas acciones golpean a los recolectores, se apropian de sus cosechas, talan los olivos, o tratan de impedir que los agricultores palestinos accedan a sus tierras, situación que también es consecuencia de la instalación por el ejército de nuevos puntos de control y portones de hierro que aíslan a los agricultores de sus tierras. El impacto de esta violencia se traduce en pérdidas millonarias para la economía palestina. Se calcula que, en 2023, cerca de 96.000 dunums de olivos (una medida similar a la hectárea) quedaron sin cosechar debido a las agresiones y las restricciones de acceso. Como señala Ajith Sunghay, en la cultura y economía palestinas, la cosecha de aceitunas representa mucho más que un producto agrícola: es un vínculo histórico con la tierra y un pilar fundamental para las comunidades rurales. Es en este marco que debe situarse la noticia de que el Parlamento israelí (la Knéset) aprobó el miércoles en lectura preliminar una propuesta para anexionar el territorio palestino ocupado de Cisjordania. Si tal cosa sucediera, el infierno que espera a los palestinos sería aún más atroz.

 

Cosecha de aceitunas en Cisjordania. Foto: Agricultural Development Association.

 

Una iniciativa de anexión fallida

El proyecto de ley para aplicar la soberanía israelí sobre los territorios de Judea y Samaria (la denominación bíblica de lo que hoy es Cisjordania) fue aprobado en lectura preliminar por 25 a 24 votos, pero requería nuevas votaciones adicionales para convertirse en ley. El diputado Avio Maoz, líder del partido ultra Noam, que era el impulsor de esta ley, declaró durante la sesión parlamentaria que “el Señor, bendito sea, dio al pueblo de Israel la Tierra de Israel”. Es el argumento que utilizan los partidos políticos que en Israel representan a los grupos de fanáticos religiosos que aspiran a conforman la Gran Israel desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y están convencidos de que Dios le prometió al patriarca Abraham cederle estas tierras en el siglo XV antes de Cristo. Suponiendo que existiera un dios antropomórfico dotado de voluntad para otorgar castigos y premios –algo que pocos creyentes sostienen todavía–, lo cierto es que, en ese caso, los titulares de esos derechos serían los pobladores palestinos actuales que son probablemente los descendientes biológicos de los judíos del siglo I de la nueva era que estaban allí asentados. Así lo reconoció el propio David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel, en el año 1922, circunstancia registrada por el historiador judío Shlomo Sand en su libro de La invención del pueblo judío (Ed. Akal). La supuesta promesa hecha a Abraham no implica tampoco arrogarse el derecho a la posesión de la Tierra Prometida, como queda ilustrado por el hecho de que Abraham insistió en pagar el terreno en el que iba a enterrar a su esposa Sara (Génesis 23:3-16), sostiene el profesor de historia de la Universidad de Montreal, Yakov Rabkin, especializado en las relaciones entre el judaísmo y el sionismo.

La iniciativa de los partidos religiosos ultraortodoxos judíos que abrazan el sionismo pretendía ser una respuesta a las recientes declaraciones de varias naciones del mundo que reconocieron el derecho de los palestinos a la posesión de su propio Estado. Pero en momentos en que rige un precario alto el fuego en Gaza, la iniciativa parecía una provocación deliberada para incrementar la tensión en la zona. Toda esa fantasía quedó sepultada cuando, en una entrevista con la revista Time efectuada antes de la votación, el Presidente Donald Trump dejó claro que la anexión “no sucederá” y que, si Israel osa aprobarla, perderá “todo el apoyo” de Estados Unidos. Sus palabras exactas fueron las siguientes: “No sucederá. No sucederá porque di mi palabra a los países árabes. Y eso no se puede hacer ahora. Hemos tenido un gran apoyo árabe. No sucederá porque di mi palabra a los países árabes. No sucederá. Israel perdería todo el apoyo de Estados Unidos si eso sucediera”. La reacción del Vicepresidente J.D. Vance fue mucho más áspera. “La política de la administración Trump es que Cisjordania no será anexionada por Israel” manifestó cuando acababa de llegar de Israel. “Pregunté a alguien al respecto y me dijeron que era una votación simbólica para anexionar Cisjordania”, y añadió: “Si fue una maniobra política, fue una maniobra política muy estúpida. Y personalmente me siento un poco ofendido por ello. Cisjordania no va a ser anexionada por Israel. La política de la administración Trump es que Cisjordania no será anexionada por Israel. Esa seguirá siendo nuestra política. Y si la gente quiere hacer votaciones simbólicas, puede hacerlo, pero desde luego no nos ha gustado”.

 

 

Para arreglar el entuerto, el gobierno israelí emitió una declaración explicando que la votación del miércoles en la Knéset fue “una provocación política deliberada por parte de la oposición para crear discordia durante la visita del Vicepresidente J.D. Vance”. Como la declaración había sido votada por algunos ministros que integran el gobierno, la excusa es caricaturesca pero indicativa del grado de presión a que viene siendo sometido Netanyahu por sus amigos americanos para que no rompa el alto el fuego. Luego de su visita, Vance manifestó que el proceso de desarmar a Hamas y reconstruir Gaza sería una tarea muy difícil y añadió que Washington no establecería un plazo para que Hamas se desarme bajo el acuerdo, lo que supone un freno inequívoco al belicismo de Netanyahu.

En relación con la formación de un Estado palestino, la posición del sionismo representada por Netanyahu ha sido siempre muy clara: negativa total. Así lo manifestó en su discurso de las Naciones Unidas y lo reiteró durante la ceremonia de firma del proyecto de expansión de 3.600 viviendas en la colonia judía de Maala Adumin en Cisjordania. “Cumpliremos nuestra promesa: no habrá Estado palestino, este lugar nos pertenece”, declaró Netanyahu, dejando así bien claro que la anexión está siempre presente en el imaginario del sionismo. En febrero de 2024 la Knéset, a propuesta de Netanyahu, aprobó una declaración apoyada por 99 de sus 120 miembros rechazando“los dictados internacionales para el reconocimiento unilateral del Estado de Palestina”. Pocos meses después, el 19 de julio de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló que Israel debe revocar toda ley que favorezca la ocupación de Cisjordania, calificándola como ilegal. En este sentido, llamó a que Israel desmantele todos los asentamientos, el muro de separación que levantó en territorio ocupado y evacue a todos los colonos.

 

Tres declaraciones importantes

En el curso de esta semana se han producido varias declaraciones muy importantes sobre el conflicto palestino. Sin duda, la más relevante es una nueva declaración de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminando por diez votos a uno que, como potencia ocupante en Cisjordania y Gaza, Israel es responsable de brindar ayuda a los palestinos y permitir que la UNRWA, el organismo de ayuda a los palestinos de Naciones Unidas, pueda operar en Gaza. Como es sabido, Israel había alegado, sin pruebas, que unos nueve miembros del personal de una agencia que tiene 30.000 integrantes en la región habían participado en el ataque del 7 de octubre de 2023. La CIJ declaró que Israel “no había fundamentado sus acusaciones de que un número significativo de empleados de UNRWA eran miembros de Hamás”.

Sin embargo, pocas horas después, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, afirmó desde Israel que la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés) no puede tener un papel en la Gaza del futuro porque es “una filial de Hamás”. Estas declaraciones se producen a pesar de que el punto 8 del plan de Trump establece que “la entrada de distribución y ayuda en la Franja de Gaza se llevará a cabo sin interferencias de las dos partes a través de las Naciones Unidas y sus agencias”.

En otra declaración, destacadas figuras judías de todo el mundo han solicitado a las Naciones Unidas y a los líderes mundiales que impongan sanciones a Israel por sus acciones en Gaza. En una carta firmada por 450 políticos, artistas e intelectuales judíos, denuncian el genocidio y piden el final de la ocupación de Israel sobre Palestina. La declaración la firma, entre otros, el ex presidente de la Knéset, Avraham Burg, el ex negociador de paz israelí Daniel Levy, el escritor británico Michael Rosen, la escritora canadiense Naomi Klein y el cineasta ganador de un Óscar, Jonathan Glazer. “No olvidamos que muchas de las leyes, cartas y convenciones establecidas para salvaguardar y proteger toda vida humana se crearon en respuesta al Holocausto”, escriben los firmantes. “Inclinamos la cabeza con inmensa tristeza ante la acumulación de pruebas que indican que las acciones de Israel serán juzgadas como genocidio según la definición legal”, reza la carta.

 

La responsabilidad de Europa

La relatora de Naciones Unidas para los Territorios Ocupados Palestinos, Francesca Albanese, bajo el título “El genocidio en Gaza: un crimen colectivo”, ha publicado en la página web de la ONU un extenso informe en el que considera que “el genocidio en curso en Gaza es un crimen colectivo”, sostenido por la complicidad de numerosos Estados influyentes, que han tolerado las prolongadas y sistemáticas violaciones del derecho internacional por parte de Israel. En sus conclusiones denuncia cómo operan “narrativas coloniales que deshumanizan al pueblo palestino”, con las que “esta atrocidad retransmitida en directo” ha sido facilitada, mediante “el apoyo directo, la ayuda material, la protección diplomática y, en algunos casos, la participación activa” de esos Estados. También denuncia la existencia de “un abismo sin precedentes entre los pueblos y sus gobiernos, traicionando la confianza sobre la que descansan la paz y la seguridad mundiales”. “Sin la participación directa, la ayuda y la asistencia de otros Estados, la prolongada ocupación ilegal israelí no podría haberse sostenido”, señala. También destaca “la falta de voluntad para que Israel rinda cuentas” como otro de los factores clave que ha permitido a Israel “consolidar su régimen de apartheid colonial”.

Yakov Rabkin, en Israel: violencia perpetua (Editorial Icaria), considera que el sionismo es un proyecto europeo producto del nacionalismo étnico que arraigó en Europa Central y Oriental. Los judíos nacionalistas nacidos en Polonia o Ucrania adoptaron los aspectos intolerantes y beligerantes del nacionalismo polaco y ucraniano, y son la base del movimiento sionista y de gran parte de la actual sociedad israelí. Muchos de ellos habían integrado las brigadas revolucionarias que asaltaron el Palacio de Invierno en Rusia y consideraban la violencia como una herramienta legítima de la lucha política. Estos grupos, originariamente irreligiosos, se apoderaron de la terminología religiosa con fines políticos y convirtieron a “el Pueblo de Israel”, definido tradicionalmente por su vinculación con la Torá, en una etnia o una nacionalidad. Este nacional judaísmo es el que nutre a la ideología de los colonos que actualmente organizan en Cisjordania los pogromos contra los habitantes palestinos.

Según la denuncia de la relatora de Naciones Unidas para los Territorios Ocupados Palestinos, mientras la Corte Internacional de Justicia sigue considerando plausible que Israel esté cometiendo un genocidio contra los palestinos en Gaza, los Estados Unidos siguen suministrando municiones a Israel. Por su parte el Reino Unido, junto con Francia y Alemania, hacen otro tanto, mientras Holanda abastece de piezas para los aviones F-35 utilizados en Gaza. Es decir que los países centrales, con una larga tradición de racismo y colonialismo, siguen prestando ayuda militar a Israel, convirtiéndose en cómplices morales y tal vez jurídicos del genocidio. Por su parte, una gran mayoría de israelíes, que no se perciben como colonizadores, actúan convencidos de que están defendiendo el retorno a la tierra prometida a los profetas bíblicos. Mientras esa alianza ilógica entre judíos fanáticos y dirigentes europeos culpabilizados por el Holocausto no se rompa, los palestinos seguirán sufriendo la violencia genocida. Por eso en la actualidad necesitan, más que nunca, construir una estructura estatal que los proteja, por más débil y precaria que pueda parecer. El ataque del 7 de octubre de 2023 y la respuesta genocida de Israel obligan a replantear todas las elucubraciones anteriores sobre este largo conflicto y a buscar una protección efectiva para los palestinos. Afortunadamente, las sociedades civiles en Europa y en Estados Unidos parecen haberlo entendido y se levantan airadas contra los mercaderes de la muerte.

 

 

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