La Argentina y el mercantilismo global

El obstáculo para el desarrollo argentino está en una porción de su clase dirigente

 

Desde los chispazos geopolíticos hasta los avatares de la economía trazan el escorzo en el cual observar el grado de dificultades que se enfrentan para conseguir a corto, mediano y largo plazo las divisas que engorden las reservas y paguen las acreencias y que permitan crecer sin mayores sobresaltos. El gran telón de fondo que se yergue tras las situaciones que hacen al interés estratégico argentino de encontrar los caminos que saquen al país de la mala hora está confeccionado con la fase actual —a cara descubierta— del perenne mercantilismo.

Es la política económica que acompañó al capitalismo desde su amanecer.  Esto quizás debe ser matizado. Es que Aristóteles decía en su libro Política que “en relación con el comercio, la ciudad no debe pensar más que en sí misma, y nunca en los otros pueblos”. Eso fue en el siglo IV A. C. La conciencia de que la única forma de enriquecerse de un pueblo es a costa de los demás viene de lejos, y en el capitalismo, más específicamente en el plano del comercio exterior, expresaba el rasgo esencial del sistema: vender antes que producir, vender como sea, donde sea y —sobre todo— vender más que comprar, esto es: exportar más de los que se importa. El mercantilismo significa superávit comercial permanente.

Bueno tenerlo presente ahora —y no sólo por la coyuntura, sino por la ideología (la falsa consciencia) del asunto—, cuando se cumplen tres siglos del nacimiento de Adam Smith (05/06/1723). Smith acusó a los mercantilistas de ilusionarse con que la riqueza estaba en el oro, en el símbolo y no en lo que simboliza e incumbe: la producción. Creía que la forma de deshacerse del superávit comercial era invirtiendo el excedente en el exterior y así la división del trabajo aumentaba la productividad y el crecimiento. David Ricardo sostenía que lo de Smith era un error, que lo mejor era tener un resultado comercial de cero. Ni déficit ni superávit. Forjó la teoría de la ventaja comparativa para mostrar el camino para llegar a esa solución. Smith, Ricardo y los mercantilistas eran todos creyentes de la teoría cuantitativa de la moneda, entonces el primero estaba equivocado respecto de los terceros: nunca confundieron el símbolo con lo que simboliza. Bien al contrario.

Como lo expresó un mercantilista eminente como Thomas Mun en 1609, cuando escribió que “la abundancia o escasez de dinero hace que una cosa sea cara o barata, y este dinero de más o de menos es perdido o recuperado por el déficit o el excedente de la balanza comercial”. En la época de Mun, en rigor, en toda la historia humana hasta fines del siglo XIX, el desempleo era terrible, rara vez menor al 50 % de la fuerza de trabajo, y los mercantilistas aprendieron que con más oro por el excedente comercial, más precio y más empleo y —entonces— menos pobreza, y actuaron en consecuencia.

Los mercantilistas actuales —el pleno del G-7— entienden que el sistema necesita vender antes que comprar. Dicen necesitar una nueva narrativa para tapar la desnudez del proteccionismo, ya que la hoja del verso librecambista de siempre cubre poco y nada. Como no todos se pueden proteger al mismo tiempo y sin superávit comercial no se puede pagar una deuda externa, el endeudamiento externo de la periferia se encuentra en estado de “mírame y no me toques”. Pero de ilusiones también se vive y el cierre de la Cumbre del Nuevo Pacto Financiero Global en París, el viernes 23, fue un episodio de buena voluntad en el mejor de los casos. El Presidente francés, Emmanuel Macron —anfitrión de la Cumbre—, durante la conferencia de prensa del cierre, dijo: “Estos dos días nos permitieron construir un nuevo consenso para el planeta. Hemos concluido con un documento que detalla una visión política compartida que estructura el camino hacia una profunda reforma de la arquitectura y la gobernanza financiera internacional”.

Plata, nada; consenso y comprensión, toda. Lástima que es únicamente con lo primero que se pagan las deudas. Y el mercantilismo está haciendo efecto. Los estadounidenses, chinos y europeos han reducido sus préstamos e inversiones en el extranjero. De acuerdo a datos oficiales de los países nombrados en 2021, el valor bruto de las transacciones financieras transfronterizas en las que participaron Estados Unidos, China y la zona del euro ascendió a unos 7,9 billones de dólares. En 2022, esa cifra fue de sólo 2,8 billones de dólares. Y los analistas esperan que continuará en esos bajos niveles durante los próximos años. En cuanto a los flujos comerciales, el congelamiento de la OMC, la organizadora de los intereses multinacionales ahora cuestionados por el POTUS Joe Biden, y por su predecesor, Donald Trump, facilita el avance del proteccionismo como lo expresan los datos del Banco Mundial.

 

 

  

El guante de terciopelo

Trascendió —sin confirmación oficial— que la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, planea viajar a China a principios del próximo mes de julio. Se reuniría con He Lifeng, que es vice primer ministro de China y es la contraparte de Yellen, pues es el responsable de la política económica. En los medios especializados se afirma que Lifeng, que asumió el cargo recientemente, es un hombre de absoluta confianza de Xi desde hace largo tiempo.

Todo parece indicar que Yellen va a suavizar el impacto de la inminente profundización de las medidas restrictivas de trasferencia de tecnología norteamericana a China, en particular en el área de los semiconductores. El guante de terciopelo en el puño de hierro tiene que hacer relaciones públicas en otros sectores. Dos docenas de miembros del Congreso han pedido a la SEC (Securities and Exchange Commission) que detenga la salida a la bolsa de Nueva York de una muy popular marca de ropa china hasta que se investiguen las denuncias de trabajo forzoso. Por lo pronto, las acciones de las empresas chinas amenazadas por este tipo de sanciones actuales y potenciales ya están yendo a la baja en las principales bolsas del mundo donde cotizan.

Una imponente masa de analistas ven esto como la manifestación más importante de la disputa geopolítica de las dos economías más grandes del mundo. No es así. Es del todo curioso que en esa observación tan extendida se deje completamente a un lado el hecho central de que si importa tanto el cese de la transferencia, es porque la tecnología china es totalmente dependiente de la capacidad de innovación norteamericana. Y es lógico que sea así, porque se innova para el mercado (que es el que paga la muy costosa cuenta de conseguir una patente) y el gran mercado por volumen per cápita es el norteamericano.

Tribulaciones de un chino en la China

El que expresó con claridad qué clase de juego se juega fue el primer ministro de China, Li Qiang, en el discurso que dio el martes 27 en el Foro Económico Mundial (FEM) en la ciudad de Tianjin, en el norte de China. Li es el número dos en la jerarquía del Partido Comunista después del Presidente chino, Xi Jinping. Al FEM se lo alude como el “Summer Davos” (el Davos de verano), tal la importancia que tiene para la inversión multinacional. Luego de cuatro años de ediciones virtuales por la pandemia, se hizo nuevamente presencial. Acudieron más de 1.500 participantes, entre los que se encontraban los primeros ministros de Nueva Zelanda, Vietnam y Barbados y altos funcionarios de Arabia Saudita.

 

 

Li dijo con énfasis en su discurso: “Algunas personas en Occidente están promocionando los llamados conceptos de reducción de la dependencia [de China] y eliminación de riesgos. Yo diría que estos conceptos son proposiciones falsas”. Se refería a que Biden y sus aliados europeos han establecido que es necesario “eliminar el riesgo” que conlleva la economía china. Por tal acción se entienden los pasos conjuntos dados para impedir que China sea abastecida por las cadenas de provisión de tecnología que pueden usarse para mejorar su fuerza militar. Suzanne Clark, la presidenta de la U.S. Chamber of Commerce (Cámara de Comercio de los Estados Unidos), todopoderosa gremial empresaria de las grandes corporaciones, se quejó sobre el tema en un discurso el mes pasado en el que puntualizó: “No puedo subrayar esto lo suficiente: si tratamos cada interacción económica como un riesgo, perderemos el enfoque en aquellas que realmente representan una amenaza”.

En concordancia con Clark, el mandamás Li sostuvo en el Davos propio —y también durante su viaje a Europa, la semana pasada, para cortejar a las grandes corporaciones del Viejo Continente— dijo que las decisiones de “eliminación de riesgos” deben ser tomadas por las empresas en lugar de por los gobiernos. Además, subrayó: “Estamos dispuestos a trabajar con empresarios de todo el mundo para apoyar con firmeza la globalización, mantener con firmeza la economía de mercado, apoyar con firmeza el libre comercio y liderar la economía mundial hacia un futuro más inclusivo, resistente y sostenible”. Por si las moscas, y para mostrar voluntad de acuerdo con los objetivos de la administración Biden, el gobierno chino, el mes pasado, impidió que las empresas nacionales que manejan información crítica compraran chips fabricados por Micron, citando “problemas de ciberseguridad relativamente graves”. Esta herida por mano propia fue ampliamente comentada como indicio de una escalada en la guerra comercial, cuando pinta exactamente lo contrario, de momento que los chinos no tienen cómo reemplazar esos chips.

 

 

Modi blues

Mientras Blinken estaba en el asunto del Imperio medio, Biden recibió al primer ministro indio, Narendra Modi. El corolario aparente de esa visita de Estado de la semana pasada se leyó en la declaración conjunta de Biden y Modi, al caracterizar que los dos países están “entre los socios más cercanos del mundo”. La cooperación militar y en el espacio formó parte de los acuerdos firmados. Con más perspectivas se puede colegir que Biden con la India está tomando un reaseguro. Al tensionar la relación China-India, la inversión multinacional en esas zonas devendrá muy puntual y no masiva, como fue hasta hace unos años. Un editorial del medio oficialista chino Global Times maltrató la visita de Estado de Modi y afirmó que al “convertirse en un peón en la contención de China por parte de Estados Unidos, no se alinea con los intereses y principios de India, ni preserva su dignidad como una gran potencia”.

Los estrechos vínculos de Pakistán con China son otra espina clavada en el costado de Delhi. India ve a Pakistán como su principal amenaza. El interés diplomático estadounidense y las inversiones financieras casi se han secado. Esto ha empujado a Pakistán a abrazar a China y sus costosos préstamos vinculados a la Iniciativa Belt and Road de Beijing. Es el quinto país más poblado del mundo, donde 220 millones viven bajo un sistema político en el que el sexto ejército más grande del mundo (y con poder nuclear) ha gobernado Pakistán directa o indirectamente (junto a los servicios secretos) durante la mayor parte de los últimos 75 años desde la independencia. Actualmente, enfrenta actos terroristas afganos en su territorio y una fuerte inestabilidad política. Los altos precios, los cortes de energía y la eliminación de los subsidios públicos han erosionado rápidamente el apoyo al nuevo gobierno. Aunque las autoridades lo nieguen, el mercado cree que Pakistán va derecho al default de la deuda externa si el FMI no hace operativo el rescate número 23. El primero fue en 1958. El FMI quiere que Arabia Saudita sea garante. 

De todo esto se puede inferir que el gran problema argentino es el superávit comercial. La relación con China no presenta mayores problemas porque no hay inversiones multinacionales que amputar. Por su parte, el mercantilismo se detiene donde hay materias primas. Ahí no jode. Así que, pasado este mal trago, el problema más agudo es el de siempre: la considerable proporción de la clase dirigente empeñada en joder en gran forma a su propio pueblo, empobreciéndolo, haciendo gratis de alcahuetes y jugando al libre cambio.

 

 

 

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