LA CANCIÓN SIGUE SIENDO LA MISMA

Mientras empeora la economía, se confunde reducir impuestos con mejorar salarios

 

El miércoles el INDEC dio a conocer la variación correspondiente a agosto del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que alcanzó el 12,4% frente al nivel de julio. Lo cual se esperaba, en vista del incremento del tipo de cambio oficial que tuvo lugar el lunes 14 de agosto, cuando se elevó de 287,29 pesos por dólar a 350.

Para el mes que viene, la expectativa general es de una variación menor, pero todavía en torno a los dos dígitos. Existen dos razones para esperar esto. La primera es que normalmente el IPC crece por encima de la tasa de devaluación, y en agosto queda una brecha de 10,3 puntos porcentuales con respecto a la devaluación del 26,7% para todo el mes que significó el salto cambiario, lo que significa que los precios aún no absorbieron plenamente su impacto.

La segunda es el motivo que explica esta dinámica. Los precios están determinados por otros factores además del valor del dólar, que consisten en costos básicos, como el pago de salarios, o los precios de la energía y el combustible. Luego de que hayan tenido lugar aumentos de los combustibles y las tarifas en el mes pasado, el gobierno definió que los mismos se congelarían hasta finales de octubre, al igual que el dólar. Pero para los próximos meses habrá aumentos paritarios, que contemplan hasta un punto el efecto de la devaluación.

Con todo, si el único factor inflacionario obedeciese a las actualizaciones salariales, es posible que los precios se aquietaran y los salarios recuperaran parte del terreno perdido durante septiembre y octubre. Claro que se trata de una batalla en la cual los trabajadores vienen muy perjudicados. El efecto de las medidas anunciadas por Massa y ciertos indicadores del nivel de actividad económica se aúnan a los precios para conformar el panorama político caliginoso en el que se desenvuelve el proceso electoral.

 

Otra vez Alimentos

Con la variación del IPC de este mes, el nivel de precios mantiene una diferencia del 124,4% con respecto al mismo mes del año anterior, y acumula un incremento del 80,2% en este año. El aumento es el más alto de 2023, superando en 4 puntos porcentuales a la variación de abril, el pico previo a la devaluación, que alcanzó una tasa del 8,4%.

El principal impulso lo dio la categoría Alimentos y Bebidas no Alcohólicas, cuyo crecimiento fue del 15,6%. Además de ser la de mayor peso relativo por ponderación en el índice, es la que más aumentó. Hasta julio era la que explicaba, en su mayor parte, la desaceleración del IPC. Le sigue Salud, que llega al 15,3%. Dos indicios de que los gastos más elementales representarán una tensión creciente en la vida de los argentinos.

Dentro de los alimentos, el mayor aumento mensual se observa en Carnes y Derivados, que rondó el 25% en todas las regiones en las que se subdivide el IPC, con la excepción de la Patagonia, en la cual fue del 18%. En el caso de Verduras, Tubérculos y Legumbres, el aumento fue del 19,3% en el Gran Buenos Aires, del 20,9% el Noreste del país, del 15% en la Patagonia, y en las otras tres (La Pampa, Noreste y Cuyo) estuvo comprendido en torno al 17%. El dato interesa porque en los últimos dos meses las bajas tasas de variación de estas categorías explicaron la caída en la variación general del índice de precios de los alimentos.

Un hecho a tener en cuenta en el análisis de la inflación es que, por fuera de las circunstancias locales, el barril de petróleo crudo Brent, la referencia internacional se encuentra en torno a 92 dólares, por el efecto de los recortes en la producción que impulsaron en conjunto Rusia y Arabia Saudita.

Esto ya tuvo repercusiones en otros países. El IPC estadounidense tuvo un incremento en agosto del 0,6%, lo que significa que el aumento es del 3,7% en la medida interanual, superando al valor de julio, que fue del 3,2%. Los pronósticos esperaban una variación interanual del 3,6%, y fue el efecto del petróleo el que efectivamente explica la elevación del índice. Si se excluyen los efectos de la comida y la energía, y se mide lo que se denomina la inflación núcleo, el aumento interanual cayó del 4,65% en julio al 4,35% en agosto. El resultado final para la Argentina depende de cómo afronte los hechos mencionados con sus políticas regulatorias.

 

Alerta de recesión

Ya se conocen los indicadores de producción industrial, actividad en la construcción, y utilización de la capacidad instalada para el mes de julio. Los tres muestran una tendencia unívoca hacia la disminución de la actividad, de lo que se puede inferir que hasta ahora no se consolidó una recesión  (si se aísla el efecto de la caída de la producción agrícola-ganadera en este año), pero no se está lejos de ello.

El Índice de Producción Industrial Manufacturera (IPI) ahondó la contracción que exhibió en los últimos meses. Su variación con respecto al mismo mes del año pasado fue de 2,4 pp en junio y de 3,9 pp en julio. La variación acumulada frente a igual período del año anterior disminuyó del 1,3% al 0,5% en estos dos meses, quedando próxima al terreno negativo.

El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) no siempre coincide con el del resto de la economía, debido a que se trata de una sola rama, si bien esta se subdivide en varias categorías de producción, pero es interesante observar que desde abril cae tendencialmente frente a los niveles alcanzados en el transcurso del año pasado.

El nivel general de la Utilización de la Capacidad Instalada en la Industria se encuentra desde mayo en niveles inferiores a los del año pasado, y en julio se redujo en 3 puntos, ubicándose en el 65%. La diferencia con respecto al mismo mes del año pasado es de 2,9 pp, la más alta en los tres meses que componen esta trayectoria declinante.

 

 

Impuestos no son salarios

La desaceleración de la actividad económica que está teniendo lugar es una consecuencia del rezago que mantienen el salario y las transferencias de ingresos frente a la inflación, y no es un resultado sorprendente ni novedoso. Lo que sí merece una observación es que todos los datos relacionados con el desarrollo de este estado de cosas convergen en una acentuación. Seguramente los indicadores de agosto y septiembre, que son los dos meses en los que los efectos del incremento del impuesto PAIS de julio y la devaluación directa del tipo de cambio tendrán mayor incidencia sobre los precios, presentarán una agudización de esta debacle.

Las reacciones más recientes que adoptó el actual ministro de Economía y candidato a Presidente consistieron en elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias por medio de un decreto de necesidad y urgencia el lunes, llevándolo de 700.875 pesos a 1.770.000, y en anunciar el miércoles que por las compras de bienes comprendidos en la canasta básica alimentaria realizadas con tarjeta de crédito se otorgará una devolución de hasta 18.800 pesos mensuales de IVA.

Dentro de los sectores políticos que conforman Unión por la Patria, se reciben estas disposiciones con cierto grado de confusión. Se las trata como políticas direccionadas a recomponer los ingresos que anticipan los rasgos del potencial gobierno de esta fuerza política, pero no es una apreciación razonable. La devolución del IVA es equiparable a un subsidio por la compra de alimentos parcial, no a una mejora general en la capacidad de compra de los asalariados. No deja de ser una política sustituta del aumento de retenciones, que no figura entre las prescripciones para estabilizar el sistema de precios. Lo que no quita que pueda resultar efectiva, aunque con un alcance modesto.

Peor es la decisión sobre el Impuesto a las Ganancias, que Massa promete eliminar en el caso de acceder a la presidencia. Que el mínimo anterior fuese 700.875 pesos de ingresos corrientes significa que los trabajadores que lo pagaban no son la mayoría, sino los de más altos ingresos. Se puede dimensionar esto teniendo presente que la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables equivale en julio (último dato disponible) a 324.997 pesos, poco menos de la mitad. Más claro es el hecho de que, para cuando finalizó el gobierno de Macri, este impuesto alcanzaba al 16% de los trabajadores registrados. Se espera que con la nueva modificación solamente se llegue al 0,8%.

Es lógico que se apliquen impuestos a quienes perciben ingresos de cierta magnitud, porque de esa forma se mantiene un control sobre ciertos usos de los mismos que tienen incidencias macroeconómicas. En este caso, limita la capacidad de ahorro, lo que en la situación actual de la economía significa reducir la compra de dólares. Esta era una de las razones por las cuales les interesaba tanto a ciertos dirigentes sindicales la eliminación del impuesto durante el gobierno de Cristina Kirchner, que había detectado que se encontraban entre los principales compradores.

Naturalmente, se trata de una preocupación de un sector de la clase trabajadora totalmente disociada del que padece la situación acuciante que se vive en estos días. El apoyo irreflexivo que recibe la reducción de los impuestos evidencia una falta de compromiso de algunos dirigentes sindicales con sus bases, y en otros casos, desorientación. Tanto de quienes mostraron una preocupación incuestionable por favorecer a los asalariados, como de los que encabezan la estructura política de UxP. Olvidan que una vez que surtan efecto, incluso si fuesen benévolos, el salario normal es el mismo que produce el estado de empobrecimiento colectivo que caracterizó al gobierno del Frente de Todos.

A quienes dicen que el salario no es ganancia, se les podría responder que reducir impuestos no equivale a mejorar el salario. Sería interesante que se lo comprenda en UxP, para facilitar el acceso al gobierno. E incluso, si esto se diese y permaneciese este entendimiento de la política económica, la canción seguirá siendo la misma que la del FdT, con la única diferencia de que medie una alquimia en la nomenclatura.

 

 

 

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