“Te sentirás acorralada
Te sentirás perdida o sola
Tal vez, querrás no haber nacido
No haber nacido
Pero tú siempre acuérdate
De lo que un día yo escribí
Pensando en ti
Pensando en ti
Como ahora pienso
La vida es bella, ya verás
Como a pesar de los pesares
Tendrás amigos, tendrás amor
Tendrás amigos
Un hombre solo, una mujer
Así, tomados de uno en uno
Son como polvo, no son nada
No son nada."
José Agustín Goytisolo
Godard escribe en Historia (s) del cine: “la imagen (es) capaz de negar/la nada/es también la mirada/de la nada sobre nosotros/la imagen es liviana/ y la nada es/ inmensamente pesada/la imagen brilla/ y la nada es/ese espesor difuso/en el que nada/ se deja ver.
Brillos y oscuridad, nada y presencia, liviandad y espesor, claros y oscuros, días y noches, nitidez y difuminación, calidez y frialdad, sombras y luces. Tonos rosas y azulados/verdes, espacios que se opacan y escenas que encandilan. Manos que se enfocan mientras se mueve una pieza, cuerpos que se ennegrecen, luces rojas que refractan tonos rojizos, luces que entran por las ventanas, que vienen de atrás o de arriba para mostrar las hermosas/complicadas/difíciles/estresantes/angustiantes partidas de ajedrez.
En Gambito de Dama como en toda producción audiovisual (en este caso, una serie), la iluminación es una clave fundamental para entender la historia, para analizar qué vemos y qué no, que se resalta y qué queda opaco, cómo se expresan los estados anímicos de los personajes, que queda fuera de foco, qué es lo que está presente y lo que permanece ausente.
Comenzamos con el primer capítulo de la serie porque nos parece importante para entender lo que vendrá. Beth está en plena oscuridad, sale casi ahogada de la bañera en la que se metió para apurarse a bañar. Se cambia, maquilla y viste. La urgencia y el acelere se debe a que la partida con Borgov (campeón mundial de ajedrez) ya empezó, pero ella se quedó dormida mientras el jugador ruso la está esperando en la sala para llevar a cabo la partida final del torneo. Beth pasa de la máxima oscuridad mientras termina de cambiarse y de tomar las pastillas verdes, a la luz total, porque abre todas las cortinas que iluminan la habitación del hotel en donde está alojada mientras su amiga Cleo duerme en una cama. La protagonista corre, sin los zapatos puestos para ir más rápido, baja el ascensor donde es observada por una niña que está con su padre, entra a la sala y los flashes de los periodistas que están cubriendo la partida y esperándola (como todxs) la encandilan. Se sienta en la mesa, pide perdón por el retraso, y comienza la partida. Los dos personajes están muy bien iluminados. La iluminación es bien frontal, lo que nos permite ver a Beth en un primerísimo primer plano (se enfoca sólo su rostro) que transpira, le caen gotas de sudor, respira raro, mientras el jugador ruso, todo un señor muy correcto y muy serio la mira sorprendido cuando se lo enfoca también en primer plano. No entiende qué le pasa a su contrincante. La imagen cada vez se vuelve más luminosa, vemos un plano detalle de los ojos de la protagonista ya al borde del llanto, que nos genera una angustia profunda, nos angustiamos con ella, porque es notorio que esa partida es casi imposible de ganar. Finalmente ella abandona la partida. Pierde.
Lo que después nos enteramos en una conversación que tiene con su amigo/compañero/amante Benny es que Beth llega borracha o con resaca a jugar. Benny se enoja, Beth se siente muy frustrada porque era fundamental ganar para convertirse en la campeona del mundo. Pero eso no sucedió.
Nos detenemos en este comienzo porque esta primera secuencia nos va marcando ciertas tendencias sobre el uso de la iluminación: no siempre la luz será algo agradable, puede herir/molestar a la protagonista (como son los flashes de las cámaras de los periodistas en reiteradas ocasiones), la oscuridad no siempre será negativa: varía y se transforma. En este caso Beth se había quedado dormida y se estaba bañando porque la noche anterior había salido a disfrutar de la noche con su amiga aunque esa mañana la oscuridad de la bañera era muy asfixiante; las escenas pueden pasar rápidamente de ambientes oscuros a claros y las partidas siempre, pero siempre, van a estar muy bien iluminadas. La luz vendrá de las lámparas que están arriba de los tableros, de las luces generales de los salones, o de las dos juntas, pero siempre veremos con claridad el juego. Por último, la luz de los personajes cuando están ya en los torneos (no antes) van a ser muy altas: veremos perfectamente sus rostros y las sensaciones que van experimentando a medida que el reloj y la partida avanza.
Siguiendo estas ideas entonces intentaremos descifrar los usos de la iluminación ya que como insiste Godard el cine es cifrado, es decir, a veces, es difícil entender qué es lo visible y cuál es su sentido, requiere cierta mirada atenta, cierto análisis, un “volver a ver” para ir develando qué sucede ahí.
Luego de esta primera escena ubicada en París en 1967 (como señalamos en la nota anterior) se produce un flashback en donde aparece la madre de Beth y ella juntas en el auto. En la mayoría de las escenas que remiten a ese pasado, los colores son bien pálidos, la iluminación también es baja, todo parece muy descolorido. Excepto la escena en que la madre luego de pelear con el padre de Beth decide quemar todo: ropa, tesis doctoral, libros, etc. Ahí la luz del fuego es intensa, las ilumina fuertemente, generando a su vez muchas sombras. El padre lo ve Beth en una noche oscura por la ventana dos segundos antes de que se suba al auto. Él la mira, la imagen es clara y definida, y en plena noche, la luz lo resalta.
Los colores pálidos y la luz baja se sostiene en el orfanato. Con el plus o agregado de que las paredes están empapeladas con colores oscuros por lo que las imágenes de ella ahí dentro son muy tenues. Sin embargo, el sótano donde conoce a Mr. Shaibel (conserje que le enseña a jugar al ajedrez) es un lugar oscuro pero ahí Beth encuentra luz cuando ve el tablero, cuando descubre lo que hay arriba de esa mesa.
Por las noches y durante toda la serie cuando Beth tome las pastillas verdes y ve el tablero invertido las imágenes se vuelven escalofriantes o siniestras: las luz, a veces viene de la ventana, por lo que la calidez es bien fría, y en una escena cuando ella ya está en la casa de su xadres adoptivxs, mientras está en la cama recostada (sobre sábana blancas y con un camisón del mismo color), observando cómo se mueven las piezas, su cuerpo se va manchando desde arriba hacia abajo, se va tiñendo de negro, se va ennegreciendo quedando prácticamente oscurecida. El uso del contraluz aparece en otra escena muy importante cuando la madre adoptiva de Beth, Alma, en una habitación de un hotel en México, se mira al espejo y se refleja toda oscura, como una forma anticipatoria de su enfermedad y próxima muerte.
Fuera del orfanato, ya en la casa de sus nuevxs xadres, la iluminación es más amable, es más cálida, (por momentos): los empapelados llenos de rosas ayudan a que el ambiente sea más ameno. Sin embargo, cuando Alma está muy triste por la inminente pérdida de su marido, se la ve sentada al piano o en su cama y aunque haya más luz, la sensación que transmite la escena es de profunda tristeza y dolor, la luz no significa necesariamente algo “bueno”. Diferente es cuando está viendo televisión y la imagen que sale del aparato refracta sobre su rostro. La imagen nos devuelve solo su rostro, todo lo demás queda fuera de campo. La oscuridad y la luz no siempre significan lo mismo y en este caso se usa de las dos formas. La depresión del Alma es permanente con o sin luz.
Ese juego de luces y sombras y de ambientes claros y oscuros predomina toda la serie. Lo que sucede en los aviones es otro ejemplo. Mientras Beth viaja con Alma, los colores son más claros, están muy contentas las dos, porque ella está ganando cada vez más y más. Pero cuando muere su madre, los viajes en los aviones están teñidos con una luz azulada, Beth se sienta al lado de la ventana y está en penumbras. Cuando viaja a Rusia, años más tarde, implica que está mejor anímicamente, la luz sigue teñida de azul pero ya no está ensombrecida o a oscuras.
Es interesante reparar en que los ambientes vinculados a su madre, a Alma, y por lo tanto a su adicción, al alcohol, casi siempre aparecen teñidos de luz rosa o con luz blanca pero con tanto color rosa en los empapelados, en la ropa, en las lámparas, que queda identificado con su madre adoptiva. Mientras que Beth casi siempre está más vinculada con la luz blanca, y a medida que va creciendo cada vez más. Su imagen se vuelve más brillante, más clara, mientras se va embelleciendo, cambiando de cortes de cabellos, comprando vestidos, blusas, trajes de ese color y volviéndose más glamorosa.
Beth va de a poco convirtiéndose en esa dama blanca que será directamente lo que suceda al final cuando camine por las calles de Moscú toda vestida de blanco, juegue la partida con los viejos rusos y comunistas.
Las ciudades son iluminadas de diferentes maneras: Ciudad de México está llena de color, brillan los rojos, los verdes, se proyecta la luz por los vitraux de colores. En ese viaje Alma y Beth están muy felices, sobre todo Alma que está muy entusiasmada con su nuevo amor, aunque termina trágicamente el viaje con su muerte prematura. París se la representa muy gris, acompaña la tristeza de Beth, que está de duelo, porque hace poco tiempo su madre ha muerto. A New York Beth la ve por la ventana mientras Benny va manejando, se le ilumina la mirada porque ve esos rascacielos llenos de luces: se representa a la ciudad super brillante, atractiva aunque después la vida cotidiana de los personajes transcurra en un depto que parece más un sótano. Otra vez cierta oscuridad (que puede vincularse con el primer sótano donde aprende ajedrez con Sr. Shaibel) es ameno para ella. Finalmente Moscú se ve preciosa, la cámara muestra en un plano aéreo la plaza llena de color, luego el hotel está todo el tiempo en clave de luz alta. Todo brilla. De hecho como allí transcurre el campeonato final, las partidas son pura belleza, las piezas están hermosamente filmadas, resaltadas.
En las escenas más íntimas, de sexo o de romance, por lo general, se usa una luz más blanda: son momentos en que la protagonista está a gusto, se siente bien, comparte cierto amor o deseo. Cuando por alguna razón, por ejemplo, una escena termina en desamor o en decepción si se pone mas dura la luz y se ensombrece un poco, volviendo casi siempre a lo azulado o verde oscuro.
Por último me gustaría terminar con una idea muy hermosa que también retomamos de Godard: “el espíritu sólo es verdadero/cuando manifiesta su presencia/y en la palabra manifestar/se insinúa ‘mano’/el amor es la cumbre/del espíritu/y el amor por el prójimo es un acto/es decir una mano tendida”. En todas las partidas las manos están siempre iluminadas pero en la partida final con Borgov, él le da la mano a Beth, le cede la última pieza: las manos se iluminan y entrelazan. Luego se abrazan. Con mucho afecto, se alegra que ella sea la nueva campeona del mundo. El amor de los rusos se manifiesta entonces en esa partida final y como epílogo en las tendidas de manos de los viejos que están en la plaza esa mañana: que la reciben, la reconocen, felicitan y están dispuestos a seguir jugando con ella.
Para concluir entonces, entendemos que la claridad y oscuridad, la opacidad y el brillo, son parte del mismo juego, son metáforas del ajedrez, del tablero, que se juega con piezas blancas y negras todo el tiempo, y mientras las partidas avanzan los dos colores se van mezclando en el tablero, desapareciendo algunas fichas, quedando otras. A veces se juega con las negras y otras con las blancas, pero ambas son fundamentales porque sin ellas no hay juego posible.
() Agradecimientos: Franco Cerana, profesor de Comunicación Audiovisual (UNLP), director de fotografía y realizador. Analía Cerva Fris, realizadora audiovisual.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí