El mundo está asistiendo impasible a la transmisión en vivo y en directo de una monstruosa operación de limpieza étnica en la franja de Gaza. Según las informaciones provenientes de algunos pocos medios israelíes críticos con las políticas del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, existe una operación deliberada de destrucción de todos los edificios existentes en la franja, ya se trate de viviendas, escuelas, hospitales o centros culturales, para “aplanar el área” y de este modo garantizar que “el regreso de la gente a estos espacios no suceda”. La mayor destrucción de edificios se consigue no solo con los bombardeos, como se piensa habitualmente, sino también mediante operaciones deliberadas de derribo por áreas mediante el uso de explosivos en tierra y máquinas excavadoras Caterpillar. Estas circunstancias demuestran que no estamos ante “daños colaterales” de los combates, sino ante operaciones fríamente planificadas y ejecutadas. Bezalel Smotrich, titular de Finanzas de Israel, lo ha reconocido al declarar: “Llevamos año y medio acabando con Hamás y desmantelando la forma de Gaza, dejándola con un nivel de destrucción completo y sin precedentes, y el mundo aún no nos ha parado”. Por su parte, Netanyahu ha anunciado abiertamente que abandona las negociaciones para alcanzar un alto al fuego y que Israel tomará el control total de Gaza para expulsar a la población gazatí y convertir la Franja en la Riviera Maya de Oriente Medio.
La ceguera de la sociedad civil israelí
Al haber tomado al conjunto de la población palestina que reside en Gaza como objetivo militar, se entiende el elevado número de niños y mujeres asesinados. La ONU emitió un informe en el que señala que casi el 70% de las 54.000 víctimas mortales de la guerra en curso en Gaza son mujeres y niños. Benjamín Netanyahu se defiende afirmando que el objetivo de los bombardeos son únicamente los “terroristas” y culpa a Hamás de “cualquier víctima civil”. Pero como señala Enrique de Ayala, “es difícil comprender cómo todos los israelíes que apoyan a Netanyahu y a su gobierno ultraderechista y ultraortodoxo consiguen procesar y asumir la terrible realidad del exterminio del pueblo palestino, un genocidio que debería recordarles el que sufrieron sus ancestros y que está haciendo más daño a la imagen y al aprecio de los judíos que todos los antisemitas de la historia juntos. Incluso aunque estén sujetos a propaganda de guerra, incluso si no les muestran las imágenes de niños despedazados o muriendo de hambre que vemos en Europa, ¿hacen como los alemanes frente al Holocausto, decir que no sabían nada? ¿Quién entre ellos puede seguir creyendo que lo que está pasando ahora tiene algo que ver con la defensa contra el terrorismo? Es de suponer que en Israel también habrá personas honestas, demócratas, que aborrecen lo que sus dirigentes y sus fuerzas armadas están haciendo”.
Para el historiador israelí Ilan Pappé, ignorar el genocidio en la Franja de Gaza y la limpieza étnica en Cisjordania es un acto deliberado porque no estamos en el año 1948, cuando el verdadero alcance de los acontecimientos se conocía mucho tiempo después. Considera que “tanto las acciones de los israelíes como el lenguaje que las acompaña son demasiado visibles para ser ignorados, a menos que los políticos, los académicos y los periodistas decidan hacerlo”. Señala que este tipo de ceguera es en parte el resultado de una eficaz campaña de presión israelí, que se ha valido del complejo de culpa de los europeos por el Holocausto, y que también se alimenta de la actual islamofobia europea. En el caso de Estados Unidos, opera desde hace muchos años el lobby israelí, que condiciona la política exterior mediante cuantiosos aportes en las campañas electorales de los senadores.
Pappé encuentra una explicación de este silencio ominoso ante la barbarie en el fenómeno de lo que denomina el “pánico moral”. Señala que “el pánico moral es una situación en la que una persona tiene miedo de adherirse a sus propias convicciones morales porque ello requeriría un cierto valor que podría tener consecuencias. No siempre nos vemos sometidos a pruebas que requieren valor, o al menos integridad. Cuando ocurre, es en situaciones en las que la moralidad no es una idea abstracta, sino una llamada a la acción. Por eso, tantos alemanes guardaron silencio cuando los judíos fueron enviados a los campos de exterminio, y por eso los estadounidenses blancos se quedaron mirando cuando los afroamericanos fueron linchados o, antes aún, reducidos a la esclavitud y maltratados”.
El nacionalismo étnico
Peter Beinart, periodista y escritor judío residente en Estados Unidos, acaba de publicar un libro titulado Ser judío tras la destrucción de Gaza: un ajuste de cuentas, del que manifiesta: “Está dirigido a mis conciudadanos judíos” y critica lo que él caracteriza como el creciente predominio del sionismo como parte de la identidad judía. “La comunidad judía está estructurada para sacralizar la existencia de un Estado judío, un Estado que privilegia a los judíos por encima de los palestinos, (…) elevando el etno-nacionalismo —un Estado judío— por encima del propio judaísmo”, afirma Beinart. Considera que detrás de esta concepción se esconde una mirada que niega las raíces explícitamente coloniales del sionismo e ignora que el Estado de Israel se construyó mediante el desplazamiento forzoso de la población palestina, para preservar un predominio étnico judío. “Creo que lo que ha ocurrido en las comunidades judías de los Estados Unidos y de todo el mundo es que una religión, una religión inmensa, que habla con muchas, muchas voces diferentes, pero que hace hincapié en la dignidad de todos los seres humanos, se ha visto engullida por el etno-nacionalismo”.
Muchos judíos están convencidos de que los problemas en Medio Oriente comenzaron cuando los países árabes lanzaron la guerra en mayo de 1948. Pero Beinart sostiene que esa idea es falsa porque las mayores poblaciones palestinas como Haifa y Jaffa habían sido objeto de limpieza étnica antes de mayo de 1948. En las memorias de Ben-Gurión aparece clara la idea de que el nacimiento del Estado de Israel requería la existencia de una mayoría étnica judía que solo se podía alcanzar mediante el desplazamiento forzado de los residentes palestinos. De igual modo, se invoca el argumento de que los países árabes se negaron a aceptar la partición dispuesta por las Naciones Unidas, lo cual es cierto, porque ningún país acepta que se le prive de una parte de su territorio ancestral. Pero lo que se olvida es que, si Israel es el fruto de una resolución de las Naciones Unidas, debe ser tomada en su integridad, sin seccionar partes de esta, es decir, respetando el derecho de los palestinos a constituir su propio Estado.
Qué hacer
Muchos ciudadanos del mundo consideran que no será posible detener el genocidio en Gaza si no se somete al régimen de Israel a un bloqueo económico, comercial, diplomático y político total, similar al que permitió la desaparición del sistema de apartheid en Sudáfrica. En España, aproximadamente 500 organizaciones de la sociedad civil han impulsado un proyecto de ley de embargo total del comercio de armas con cualquier país investigado por genocidio por la Corte Penal Internacional (CPI), por lo que la resolución sería directamente aplicable a Israel. La iniciativa ha sido registrada por cinco partidos de izquierdas, entre los que se destacan Sumar y Podemos, a los que se han unido, para aprobar su tramitación, el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Nacionalista Vasco. En este sentido, debe tenerse presente que el Tratado Internacional sobre Comercio de Armas (2014) ya establecía la prohibición de transferir material militar a destinatarios que puedan usarlo para cometer crímenes de guerra como ataques a civiles, crímenes de lesa humanidad o genocidio. Por su parte, la Corte Internacional de Justicia, que investiga desde hace más de un año la demanda por genocidio presentada por Sudáfrica contra Israel, solicitó el pasado mes de julio a todos los países medidas para impedir las relaciones comerciales o de inversión que contribuyan al mantenimiento de la situación ilegal creada por Israel en el territorio palestino ocupado. También la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó en septiembre una resolución de condena a la ocupación ilegal israelí con la misma petición de la Corte de La Haya para suspender comercio e inversiones con el ocupante.
Es difícil esperar que los Estados Unidos cambien su tradicional posición diplomática de apoyo incondicional al gobierno de Israel y que los países europeos, divididos en torno al conflicto palestino, adopten una posición común. Por lo tanto, una estrategia que podría detener la operación de limpieza étnica que tiene lugar en Gaza es que los Parlamentos de los diferentes países del mundo, presionados por las opiniones públicas, adopten medidas que contribuyan al aislamiento internacional de Israel. Es difícil, pero no imposible.
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