La cuarta ola

La variante Delta se proyecta como actor virulento de esta tragedia social que parece no tener fin


Esta nueva ola se está acelerando debido, principalmente, a los contagios entre la población adulta joven, advirtió la tercera semana de agosto el Instituto Robert Koch (RKI), organismo alemán de prevención y control de enfermedades.

Los casos de infección se han incrementado una vez más desde inicios de julio, luego del paréntesis de abril a junio. El número de hospitalizaciones también aumenta, con una diferencia neta con respecto a las olas anteriores: ahora la franja de edad predominante es de 35 a 59 años. Si bien en Alemania hacia la tercera semana de agosto un 63.8% de la población ha recibido al menos una dosis de la vacuna—y un 58.25% las dos—el RKI considera que el riesgo de contagio es siempre mucho más alto entre los no vacunados y los inmunizados con una sola dosis. La variante Delta representa el 99% de la incidencia pandémica total en ese país.

 

 

El caso suizo

Realidad semejante a la que se vive en Suiza, donde los epidemiólogos también reconocen que la cuarta ola ya está instalada en el país, con casi 3.000 casos diarios a fines de agosto y más de 500 personas hospitalizadas afectadas por el coronavirus, para una población de 8.5 millones de habitantes. Proporcionalmente correspondería a casi 18.000 casos diarios en Argentina o España, 24.000 en Francia o bien 45.000 en México. A pesar de esta tendencia ascendente, el número de decesos diarios a causa de la pandemia se mantiene bajo si se compara con el de los meses anteriores.

Para evaluar el estado de la situación sanitaria expertos internacionales sostienen que es necesario medir el porcentaje de pruebas de detección que han dado positivo, es decir, la “tasa de positivos”. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) si esta cifra no supera el 5%, se considera que la pandemia está controlada. Si supera ese umbral, se corre el riesgo de que la pandemia se descontrole. 

 

 

Grupos antivacuna en proselitismo en pleno centro de Berna, Suiza. Foto: Sergio Ferrari.

 

 

El 20 de agosto, en Suiza, esa tasa llegó al 12.9%, casi la mitad del máximo alcanzado durante el peor momento de la crisis, en noviembre del año pasado (26.9%). Sin embargo, mucho mayor que unas pocas semanas atrás, a inicios de julio, cuando no alcanzaba al 1%. Constatación adicional de que la pandemia vuelve a intensificar su impacto.

La tercera semana de agosto Tanja Stadler, la nueva responsable del Grupo de Trabajo Covid-19 de la Confederación Helvética, compartió su preocupación a raíz del violento aumento de casos. El último mes, las admisiones hospitalarias se han duplicado, sucesivamente, tres veces. El 90% de las mismas son personas no vacunadas y casi la mitad son residentes que regresan al país luego de las vacaciones, en particular de la región de los Balcanes. Si en septiembre se mantuviera esta constante, se igualaría el nivel de hospitalizaciones durante noviembre pasado, el peor momento de la segunda ola. Lo que pondría nuevamente a prueba el funcionamiento de un sistema hospitalario nacional al límite de sus capacidades.

En las dos últimas semanas, es decir, hasta el 20 de agosto, se registraron 31.000 nuevos casos, o sea un 143 % más por cada 100.000 habitantes que en las dos semanas precedentes.

Según Stadler, el problema es que ahora el país se confronta con una dinámica que se desarrolla velozmente, propia de la naturaleza de la variante Delta: cada siete días la epidemia crece un 50%. Todo esto en un momento del año muy particular debido al regreso de las vacaciones veraniegas de julio y agosto; el comienzo del año escolar y la caída paulatina de las temperaturas, lo que limita las actividades al aire libre y concentra la vida social en espacios cerrados. Señala dicha experta que, alrededor de este mismo periodo el año pasado, factores semejantes no contribuyeron a frenar la explosión de una segunda ola, que impactó en noviembre y diciembre y que en definitiva fue la más agresiva desde que el Covid-19 comenzó a golpear.

El ámbito científico insiste en la necesidad imperiosa de extender la vacunación a niñas y niños a partir de los 12 años y extender el pasaporte Covid-19 a bares, restaurantes y actividades culturales. Y propone que a partir de octubre todos los tests –hasta ahora mayoritariamente financiados por el Estado— sean sufragados por los usuarios, como una forma indirecta de estimular la vacunación, la cual seguirá siendo gratuita.

En este marco global el problema se profundiza por la enorme resistencia de casi la mitad de la población suiza a vacunarse. A pesar de campañas oficiales y la existencia de stocks abundantes, hasta la última semana de agosto solo el 50.77% de la población se había inmunizado con ambas dosis. Este porcentaje aumenta al 56.44% cuando se incluye a las personas que recibieron una dosis.

 

 

La situación europea

Según la OMS, en las últimas dos semanas y hasta el lunes 23 de agosto, la situación de casos en Europa vuelve a ser preocupante en varios países. Gran Bretaña contabilizaba 423.000 nuevas infecciones (+ 14 % en relación a la incidencia por 100.000 habitantes de las semanas precedentes); Francia 314.000 (+ 1%); Alemania 79. (+128%); Gran Bretaña 423.000 (+ 14%) e Italia 88.000 (+12%).

Albania con + 422%; Bosnia Herzegovina con +344; Bulgaria con + 204% se ubican entre los países más fuertemente afectados por el incremento exponencial pandémico. España, a pesar de sus 134.000 nuevos casos en las dos últimas semanas, registra una disminución de la incidencia de -52%. Junto con Turquía, Portugal, la Federación Rusa, Finlandia, Bélgica y Uzbekistán son las únicas naciones del continente que en los últimos quince días no vieron aumentar la incidencia del Covid-19.

 

 

La vacuna sigue siendo el mejor arma contra la pandemia según la Organización Mundial de la Salud. Foto: Le Courrier.

 

 

Con respecto al porcentajes de inmunización, al 23 de agosto, el 69% de la población de Dinamarca ya estaba completamente vacunada. En España y Portugal, 67%; en Gran Bretaña, 62% y en los Países Bajos, 61%. El porcentaje cae por debajo del 60 % en Italia (58%); Francia (56%) y Grecia, (52%). En menos de 50% se encuentran los países nórdicos a excepción de Suecia con 50.5% de su población inmunizada. El porcentaje se precipita bruscamente en la Europa Oriental; en Rusia apenas llega al 24%.

El avance de la vacunación en Europa ha experimentado desarrollos dispares. En algunos países como Francia la resistencia a los programas de inmunización se ha expresado a través de significativas movilizaciones callejeras. Y en formas menos masivas en Italia, Grecia, Irlanda, Gran Bretaña y Suiza, entre otros. De una u otra manera, esas expresiones de protesta, así como el áspero debate continental en torno a la crisis pandémica, ponen de manifiesto la marcada polarización que experimenta la sociedad europea en el presente.

 

 

 

La protesta

La dinámica europea de los vacuna-escépticos es muy diversa y expresa condimentos nacionales específicos.

En Francia, por ejemplo, el sábado 21 de agosto, miles de personas protestaron en gran parte del país contra el pasaporte sanitario. Era el sexto fin de semana consecutivo de manifestaciones. El arranque se dio el 24 de julio, jornada sobre la cual diversas fuentes, como Liberation, hablaron de 160.000 participantes. En la convocatoria del 15 de agosto el Ministerio del Interior contabilizó 214.000 manifestantes en todo el país. Por su parte, el colectivo militante Nombre Jaune, que publica un recuento ciudad por ciudad, calculó más de 388.000 participantes a nivel nacional.

Según el cotidiano Liberation, “este movimiento heterogéneo, que comenzó a mediados de julio y que reúne a personas más allá de la galaxia de los escépticos o los antivacunas, ha crecido de forma inédita en pleno verano”. En paralelo a la entrega del pasaporte (o tarjeta) sanitaria, que pasó a ser obligatorio en bares, restaurantes y hospitales. Desde el lunes 23 de agosto, más de 120 grandes centros comerciales y tiendas de la región de París y de la mitad sur de Francia están obligados a comprobar sistemáticamente este documento, como ya sucedía en vuelos de línea nacional, trenes, etc.

Este diverso conglomerado que continúa ganando las calles en Francia expresa desacuerdos de fondo con las políticas gubernamentales. El “anti-Macronismo” —en referencia al Presidente Emmanuel Macron—, es el elemento unificador. Y para muchos la protesta contra las medidas sanitarias vigentes no es más que un pretexto para cuestionar al gobierno. Desde las esferas oficiales responden que la cantidad de gente que ha acudido a vacunarse es más significativa que los que vienen protestando desde julio.

 

 

Afiche suizo contra la vacuna. Foto: Sergio Ferrari.

 

 

En Suiza, la “resistencia” antivacuna reúne a sectores y actitudes muy diversas, aunque, en este caso, el discurso antigubernamental no es dominante.

Concuerdan sectores conservadores de derecha y grupos reaccionarios. Junto con activistas ambientalistas o de izquierda, críticos contra el poder de las transnacionales farmacéuticas a las que acusan de sacar el principal provecho de la actual crisis.

Se le suman grupos juveniles que esgrimen dos argumentos principales: no constituyen la fracción etaria que puede padecer los principales efectos brutales del Covid-19 y nadie puede garantizar de forma absoluta —debido a lo novedoso de las vacunas utilizadas—, que eventualmente las mismas no causen efectos secundarios a mediano o largo plazo.

Iglesias fundamentalistas de todo tipo, así como sectores extremos que se autodefinen como constitucionalistas, quienes consideran las medidas anti Covid-19 como restrictivas de las libertades individuales, se suman al rechazo de la vacuna. Punto común de todos los refractarios: la preeminencia de la decisión individual sobre la colectiva. Para ellos, la contribución a una solidaridad social, especialmente hacia los sectores de mayor riesgo, con el aporte a cortar la cadena de contagios, no es un argumento decisivo como para concurrir a los centros de vacunación.

Dos visiones de una coyuntura sanitaria que crispa espíritus e intensifica la brecha societal entre vacunados y no vacunados que comienza a convertirse en un nuevo tipo de contradicción identitaria cotidiana. Y que exaspera a algunas autoridades cantonales, que incluso proponen pasarles la factura de los gastos hospitalarios a los pacientes no vacunados, medida extrema que atentaría contra principios constitucionales esenciales.

En la Suiza enriquecida, el debate con respecto a la vacuna, sea con argumentos de derecha o de izquierda, no hace más que robustecer la retórica social del privilegio. Cada individuo que rechaza inmunizarse sabe que, en el peor de los casos, nunca le va a faltar una cama de hospital, una máscara de oxígeno o la máquina respiratoria si tienen que entubarlo.

Más aún, este debate posterga la reflexión sobre la sociedad global, la solidaridad activa entre naciones y la necesaria lucha mancomunada para generalizar y democratizar el acceso a la vacuna en el mundo entero. Única fórmula para derrotar, verdaderamente, al Covid-19 y sus actuales y futuras variantes.

 

 

 

 

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