La cuerda del acuerdo

La renuncia de Máximo abre un debate necesario

 

Cuando en el Día Internacional de los Derechos Humanos y a 38 años de la recuperación democrática Cristina Fernández de Kirchner recordó ante el pueblo que colmaba la Plaza de Mayo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) “vivió condicionando la democracia” y cómo le había soltado la mano a Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa, el Presidente Alberto Fernández respondió: “Si el FMI me suelta la mano, voy a estar agarrado de cada argentino”. Sin embargo, es el organismo el que le ha sujetado las manos con la cuerda del acuerdo recientemente anunciado. La carta de renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de Diputados del Frente de Todos (FdT) lo evidencia al “llamar a las cosas por su nombre: no hablar de una dura negociación cuando no lo fue y mucho menos hablar de ‘beneficios’”.

Nuestro país ingresó al FMI durante el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu en septiembre de 1956. El primer crédito se acordó en 1958 y desde entonces –hasta 2005– las acciones del organismo fueron determinantes para la política económica argentina. La Argentina cumplió estrictamente sus programas basados en la extracción de excedentes fiscales y externos para pagar deuda externa –ajuste coyuntural, le dicen–, pero también impuso el ajuste estructural, que consistió en el achicamiento el Estado, la privatización de empresas estatales y del sistema jubilatorio, la restricción del gasto público y del crédito y la apertura económica a las mercaderías y capitales externos, entre otras medidas que promovieron la hegemonía del capitalismo financiero sobre la soberanía productiva de la nación.

El 15 de diciembre de 2005, gracias a la decisión política del entonces Presidente Néstor Kirchner de cancelar la totalidad de la deuda contraída con el organismo, el país recuperó soberanía. La perdió luego durante el mandato de Mauricio Macri y su insensatez de meternos nuevamente en el FMI con un endeudamiento atroz de 57.000 millones de dólares. Que el acuerdo de Alberto Fernández sea cambiar deuda por deuda no convence a quien vio a su padre “quemar su vida en este tipo de situaciones”.

La decisión del líder de la organización política más importante que tiene el Frente de Todos de renunciar a la presidencia del bloque de Diputados de la coalición gobernante, en discordancia con el acuerdo alcanzado con el FMI, lejos de ser una actitud irresponsable –como algunos opositores y oficialistas han querido señalar–, inyecta una discusión necesaria e interesante que se profundizará en el Congreso.

El diputado Máximo Kirchner realizó una lectura política crítica del acuerdo, que algunas voces intentan ponderar con cierta dificultad en los medios. Por ejemplo, el titular del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Miguel Ángel Pesce, entrevistado por Alejandro Bercovich en el programa Brotes Verdes, sostuvo que “estamos alcanzando un acuerdo novedoso con el Fondo” y que el programa prevé crecimiento en el primer año del gasto en capital, que se seguirá aplicando la norma que fija aumento de jubilaciones y pensiones y que no prevé caídas reales del gasto ni reformas laborales. Cuando el periodista, citando a la carta de renuncia del diputado Kirchner, señaló que no eran buenos los resultados, Pesce respondió: “Bueno, los resultados los vamos a ver cuando se ponga en práctica el acuerdo. Pero yo creo que sí, que son buenos. El programa prevé crecimiento para el año que viene y para todos los años del programa”, detalló. Al parecer Máximo Kirchner no puede ver los resultados que Pesce avizora aún sin que haya iniciado la ejecución del acuerdo. Obnubilado por sus supuestas bondades, no nota sus contradicciones.

 

Los resultados serán y son buenos.

 

 

Pesce también dijo que “hay que analizar nuestro sistema impositivo, especialmente en lo que hace a la contribución de sociedades y a la contribución de personas. Debería haber cambios porque el impuesto a las ganancias, en el caso de las empresas, tiene una tasa fija. Un profesional que gana más dinero tiene que pagar más, (pero) una persona que es dueña de una empresa no tiene que pagar más por recibir mayores dividendos. Creo que ahí hay que hacer un análisis”, destacó. Más allá de los amagues del ministro de Economía, Martín Guzmán, el gobierno tampoco llevó adelante una reforma impositiva integral, que hoy resultaría imprescindible para saber a quién ajustará la cuerda del acuerdo. En esa línea, ante el resultado de las negociaciones entre el gobierno y el FMI, el diputado Hugo Yasky expresó: “Debemos discutir sobre quiénes recaerá el mayor esfuerzo para cumplir con las metas pautadas”. Ese es el debate que se generará en el Congreso, motorizado aún más por la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de Diputados del FdT.

 

 

 

Despabílense

Resulta relevante evocar que, en los momentos previos a la caída del Presidente Fernando De la Rúa, el personal técnico del FMI trabajaba en un programa económico que incluía un nuevo régimen cambiario (devaluación y dolarización o flotación), ajuste fiscal permanente, reformas estructurales para respaldar el ajuste fiscal y, en caso de que se optara por la dolarización, proporcionar liquidez al sistema bancario. Se tenía todo listo para un nuevo préstamo a la Argentina a partir del cual se reemplazaría el circulante de pesos por dólares, como quedó revelado en el informe de la Oficina Independiente de Evaluación del FMI. Queda muy claro que la institución creada en 1944 –a fines de la Segunda Guerra Mundial– ayuda a los países desarrollados y perjudica a los países pobres. Lo sabía muy bien Juan Domingo Perón, quien tomó la decisión de no dejar ingresar al FMI. En una entrevista en su exilio en España, concedida al escritor, periodista y caricaturista uruguayo Carlos María Gutiérrez, enfatizó: “Nosotros le negamos la entrada al FMI porque dejar entrar al Fondo es dejarse robar, literalmente”.

En 2004, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz –quien trabajó para el Fondo– señalaba que no se explicaba por qué el FMI aconseja aumentar el gasto público al país desarrollado que entra en recesión para reactivar el consumo y la producción, pero que a un país de escaso desarrollo, cuando entra en recesión, le sugiere lo contrario: más ajuste del gasto. Así, la teoría económica queda doblegada a los intereses del gran capital internacional. El organismo, con su máscara de neutralidad e independencia, funciona como ente regente de los intereses imperiales.

Las loas a que el país seguirá creciendo y que ese crecimiento generará las condiciones para poder afrontar los pagos y las metas que asegurarán los próximos desembolsos del organismo no alcanzan para refutar que hemos quedado totalmente condicionados. La historia se ha encargado de demostrarnos una y otra vez la constante tensión entre las imposiciones del FMI y la determinación del país en fijar sus propias políticas. La decisión de Néstor Kirchner de finalizar con medio siglo de una dependencia que condicionó y degradó la política económica, haciendo añicos nuestra soberanía, es lo que no olvida el diputado Kirchner y lo que tampoco deberíamos olvidar todos los argentinos.

 

 

 

 

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