La cultura del más o menos

El peligro de saltar de la militancia a la función de gobierno. Cómo conciliar ideales con capacidad para gestionar

 

No creo que exista otra cultura que, como la nuestra, tenga en el habla popular tantas expresiones para denotar la ligereza para afrontar cuestiones importantes, la falta de seriedad: “chantada”, “sanata”, “a la bartola”, “masomenismo”, “lo atamos con alambre”, “el clavo provisorio” y muchas otras.

Desde hace unos años, ha crecido el número de personas que ya no leen un libro, a lo sumo leen las solapas o resúmenes por internet. Es más, recientemente aún hasta los mails son dejados de lado porque no dejan tiempo para practicar uno de nuestros deportes favoritos, el “dolce far niente”. Mucha gente, sobre todo los jóvenes, limitan su umbral de atención a los mensajes de WhatsApp. No les da para más y, poco a poco, su cerebro se va atrofiando. Son los candidatos a votantes a ciegas, a seguidores fieles de TN o algún troll avispado, que no tienen pensamiento crítico, no reflexionan. Hace ya varias décadas, Giuseppe Sartori decía que el homo sapiens había sido reemplazado por el homo videns que recibe mensajes pasivamente. El humor argentino ya les ha creado un mote: los goriloros.

Lamentablemente –mal de muchos consuelo de tontos– esto no es sólo un fenómeno vernáculo: véase, por ejemplo, la influencia rusa en las elecciones de Estados Unidos, el accionar de Cambridge Analytica, o las mentiras repetidas con énfasis por Donald Trump o Jair Bolsonaro.

Ni la derecha, que siempre se muestra más seria, se salva de esta cultura “a la bartola”. Los eternos dueños del país, que lo administraron con gran eficiencia para la consecución de sus objetivos hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX, hoy ya no saben gobernar. Han sido cooptados por este “masomenismo”. El caso más dramático fue el de Mauricio Macri, que con “el mejor equipo de los últimos cincuenta años” no fue capaz de durar más de cuatro, debido a la incapacidad notoria de los miembros de su equipo y de él mismo. Sus habituales reflexiones eran –y siguen siendo– de una pobreza intelectual notable y casi siempre están vinculadas a metáforas futboleras. Para muestra basta el título de su reciente libro: “Primer Tiempo”.

Sin que esto signifique adherir a modelos autoritarios, vale la pena analizar qué diferente es la metodología china en materia de formulación de políticas y en la selección de cuadros dirigentes.

Basta al respecto mencionar un par de ejemplos detallados por Xie Chuntao.

Afirma este autor que en un discurso de 1992 Deng Xiaoping aseveró que los cuadros debían ser “más revolucionarios, más jóvenes, mejor educados y profesionalmente más competentes”. (Xie Chuntao, ¿Cómo gobierna el Partido Comunista de China? Buenos Aires: Corregidor/New World Press, 2020. Página 239.)

Por otra parte, explica las once etapas de elaboración del 12º Plan Quinquenal chino (12PQ):

  1. Marzo a diciembre 2008: evaluación intermedia del 11PQ.
  2. Fines de 2008 a fines de 2009: estudios preliminares de 12PQ.
  3. Diciembre 2009 a febrero 2010: elaboración de la idea básica de pensamiento para el 12PQ.
  4. Febrero a octubre 2010: proyecto de Sugerencia sobre la estipulación del 12PQ.
  5. Octubre 2010: adopción de la Sugerencia por parte del Comité Central del Partido Comunista Chino.
  6. Octubre 2010 a febrero 2011: formulación del 12PQ.
  7. Octubre 2010 a enero 2011: aprobación del Programa en el Comité de expertos de la Comisión Estatal de Planificación
  8. Enero a marzo 2011: solicitud de opiniones dentro y fuera del Partido.
  9. Marzo 2011: examen y aprobación del Programa por la Asamblea Popular Nacional
  10. Marzo 2011; publicación oficial del 12PQ.
  11. Marzo 2011 en adelante: implementación del 12PQ (Xie Chuntao, op.cit., páginas 30 a 32).

En resumen: ¡se emplearon tres años para formular un plan de gobierno!

Lo difícil en este siglo tecnocrático es conciliar en un sistema los ideales e imperativos democráticos y la necesidad de una necesaria expertise por parte de los cuadros dirigentes, de modo que se excluya totalmente la cultura “bartolera” y “masomenista”.

Existen en el mundo algunos –no muchos– regímenes políticos en los que la democracia va de la mano con un cuerpo de funcionarios técnicamente capacitados para las funciones que tienen a su cargo.

En este sentido deben evitarse diversos peligros latentes en la construcción de un sistema que sea a la vez democrático y eficiente.

El primer peligro es la transformación de la democracia en una tecnocracia. En un creciente número de países, si bien el pueblo vota, este voto no llega a alterar la orientación de la élite “que sabe”. Esta élite puede pertenecer a diferentes partidos pero comparte un ideario básico. Tal fue el ejemplo del sistema político norteamericano hasta la irrupción de Donald Trump. Esta tensión puede advertirse hoy en día en numerosos países y se han acuñado en la academia diversas denominaciones para este fenómeno: democracia cesarista, democracia iliberal, demoburocracia, etc.

El otro peligro es el trasvasamiento de activistas políticos a funciones burocráticas, como premio a su fidelidad y a su esfuerzo en las campañas electorales. Esta práctica, muy arraigada en nuestro país, atenta contra la eficacia de la acción de gobierno, que tiene una agenda cada vez más técnica que no puede ser llevada adelante por militantes sin capacitación para la tarea asignada. En este sentido la experiencia de las “Fundaciones” (Stiftungen) ligadas a los partidos políticos alemanes es un ejemplo a tener en cuenta: los militantes, terminada una campaña, no pasan a integrar la administración pública, sino a fundaciones que reciben financiación estatal en cantidades proporcionales a los votos obtenidos en las últimas elecciones. Estos militantes desarrollan en estas organizaciones las tareas que les son específicas y para las cuales se encuentran capacitados: elaborar la doctrina del partido y ajustarla a la realidad, desarrollando planes de mediano y largo plazo. La ausencia de responsabilidades gestionales les permite superar el escollo del cortoplacismo que muchas veces “devora” a los responsables de la gestión estatal. Una aproximación a esta idea y práctica se ha plasmado en el Instituto Patria, think tank del Frente de Todos. Es esta una iniciativa positiva, que otros partidos y sectores no han desarrollado con similar intensidad.

En resumen: es mucho más útil al país que los militantes que han participado en una campaña electoral se aboquen a elaborar estrategias políticas de mediano y largo plazo, confrontando la ideología con la realidad, a través de contactos con los protagonistas de la gestión gubernamental y también con académicos especializados, sean éstos expertos en temas de ingeniería, de tecnología, de educación, de salud, de administración judicial, de programas de ayuda social, etc.

Los desarrollos intelectuales de estas instituciones son, luego de su elaboración, trasvasados a los responsables de la gestión diaria del Estado y, en definitiva, a los ejecutores de políticas.

Por medio de esta potencialmente armoniosa interacción entre pensadores políticos, intelectuales, académicos, responsables de la conducción política del Estado y ejecutores de la gestión estatal, se puede maximizar la eficiencia de la acción estatal y, como lógica consecuencia, se puede mejorar de modo sistemático y armónico la calidad de vida de los ciudadanos de a pie.

En definitiva, lo que se propone es que los militantes dejen de lado en alguna medida el pensamiento dicotómico bueno-malo basado de modo superficial en mensajes de WhatsApp y dediquen algún tiempo mayor a leer, a informarse con profundidad y a hacer aportes serios al pensamiento y la planificación de la acción política. Como dice Alejandro Grimson: “Pensar con matices no significa no asumir posiciones claras… hay dos maneras diferentes de abordar esa cuestión. Una manera parte de la identidad: me pregunto quién hace la propuesta: si son los buenos, la apoyo; si son los malos, la rechazo. Otra manera parte del contenido: entiendo la propuesta; si contribuye a una mayor democracia e igualdad, la apoyo; si apunta en sentido contrario, la rechazo”(Alejandro Grimson: Mitomanías argentinas. Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2018. Páginas 241/242).

Siguiendo estos lineamientos, seguramente la calidad de la acción de gobierno y, en consecuencia, la vida de los argentinos, darán un salto cualitativo hacia adelante.

 

 

 

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