LA DEUDA EN EL ESCENARIO GLOBAL

Solución de compromiso del pasivo externo entre lo posible y la urgencia

 

El principio de acuerdo alcanzado a mediados de semana para una porción considerable del endeudamiento externo soberano argentino, la correspondiente a los bonistas privados, sirve para controlar los daños eventuales pero no es el mejor de los mundos posibles y máxime cuando todavía falta vérselas con el FMI. No se debe perder de vista que el gobierno buscó una solución de compromiso entre lo posible y la forma más urgente de alcanzarlo. Ese crudo devenir surge de inscribir el cuadro de situación doméstico en el escenario internacional, porque el bloque de intereses que enfrenta la Argentina tiene por definición raigambre mundial. Esto que luce como bastante obvio no lo es tanto, por el tono de algunas voces críticas cuya honestidad intelectual no hay por qué poner en duda. En todo caso, el acuerdo permite que por un par de años no se malogre el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos por efecto de erogar la deuda externa. Ahora eso supone un buen resultado del componente principal de la cuenta corriente que es la cuenta comercial (exportaciones menos importaciones) que depende de lo que haga de ahora en más el gobierno en materia de política económica. La descompresión acordada deviene efectiva a partir de lograr ese resultado.

Por otra parte, hay que sopesar la repercusión de la singular etapa por la que atraviesa una porción de cierta magnitud de la sociedad civil argentina teñida de política facciosa, cuyo accionar aumenta la capacidad de sofocar a los márgenes de los que dispone el país en el plano de las finanzas globales. Tales márgenes van recortando su perfil con distinto grado de nitidez ni bien se recorre el espinel donde están enganchados, tanto en la faceta coyuntural como tendencial. Es ahí donde Joseph E. Stiglitz y Hamid Rashid (PS 31/07/2020) advierten que el daño que continúa haciendo la pandemia de Covid‑19 encuentra a “más de cien países de ingresos bajos y medios todavía [con] un total combinado de 130.000 millones de dólares de vencimientos de deuda este año, de lo que alrededor de la mitad se debe a acreedores privados. Con buena parte de la actividad económica suspendida y la recaudación fiscal en caída libre, muchos países no podrán evitar el default. Otros juntarán escasos recursos para pagar a los acreedores, recortando gastos imprescindibles en salud y prestaciones sociales. Y otros tratarán de patear la proverbial piedra para adelante apelando a más endeudamiento, en un momento en que parece fácil, dada la abundante provisión de liquidez por parte de bancos centrales de todo el mundo”.

Esos muchos países que no podrán evitar el default a causa de la pandemia, para la mandamás del FMI Kristalina Georgieva con más exactitud son 44. En cuestiones de testear resultados, la Argentina no sólo fue elegida para ser parte de las ensayos clínicos por uno de los laboratorios farmacéuticos que están intentando dar con la vacuna para el Covid-19, sino que también por el significado cuantitativo y cualitativo de su endeudamiento externo encabeza el lote de mercados emergentes en donde se pone a prueba hasta donde ir para que las finanzas globales no derrapen más de lo que ya se ha derrapado por efecto de un potencial default generalizado.

 

 

 

Tornquist y Roca

En los negocios de la deuda externa de la periferia, propios y ajenos interesados para hacerlos rentables deben educar al gobierno de turno, impartiendo la lección de que su tarea consiste en bajar el gasto interno para aumentar el saldo del comercio internacional y con eso pagar las acreencias. Los gobiernos de sociedades pobres o empobrecidas de corriente, salvo excepciones —y la del gatomacrismo fue una—, son elegidos para aumentar el gasto. Por cierto, los de las muy prósperas también. Entre la amenaza del freno productivo por imposibilidad de financiar importaciones y de la inflación desbocada por la inestabilidad cambiaria, para citar las más usuales advertencias, las contradicciones y las crisis políticas están en la orden del día. Tras el adelgazamiento del mercado interno por el ajuste, la salida de capitales en economías donde escasea completa el desasosegado panorama.

La pedagogía para enseñar a los Presidentes a ser victimarios de su pueblo primero y luego víctimas –a veces fatales— de la crisis política que alimentaron, recuerda mucho a la trayectoria hacia la nada que Perry Anderson traza del marxismo occidental en la posguerra. “Así como Marx se había trasladado en sus estudios de la filosofía a la política, y de aquí a la economía, el marxismo occidental invirtió esta trayectoria. Los grandes análisis económicos del capitalismo en un marco marxista desaparecieron en su mayor parte tras la Gran Depresión; el examen político del Estado burgués decayó tras el silenciamiento de Gramsci […] Su lugar fue ocupado por un restablecimiento progresivo del discurso filosófico propiamente dicho”, dice Anderson. Objetivamente tal comportamiento redundó en la pérdida de contacto con la realidad política inmediata y de cualquier peligro de que esas ideas puedan transformarse en guías para cambiar el orden establecido.

Con similar espíritu, los Presidentes deben ser educados en la disciplina de que la economía es alguna cosa seria del tipo inescrutable que tiene que ver con los mercados y que más vale ni intentar ningún tipo de mejora en los ingresos populares porque el remedio es peor que la enfermedad (gran pilar de la retórica de la reacción delineada por Albert Hirschman). Puede ser una caricatura, pero no hay mucho más que eso. Entonces la tarea del educando primer magistrado es la de entender filosóficamente la consecución del poder político, lo que genera que el otro yo del Dr. Merengue se encarne en un gran rosquero que observa como se le escapa el poder de las manos pero en vez de comprender que es a consecuencia de su pésima gestión económica, por efecto de la alienación con la que ha transigido, especula con que las oscuras fuerzas del alma nacional le están jugando su peor mala pasada. Hay circunstancias en las cuales la aproximación apuntada se usa para justificar el uso despiadado de la violencia política.

Este proceso pedagógico, que ni siquiera es nuevo ni propio de la periferia, podría hallar un episodio primigenio en la historia argentina conforme lo registra el ensayo de Geoffrey Jones y Andrea Lluch, “Ernesto Tornquist: Amasando una Fortuna en las Pampas", publicado en 2007 por la Harvard Business School. El trabajo híbrido pero de interesante historiografía lo encabeza una cita del tenebroso Estanislao Zeballos de octubre de 1903, por entonces canciller argentino, en la que describe que “el año 1880 fue seguido de 23 años consecutivos de total inestabilidad política. Dos fuerzas han ejercido una influencia casi absoluta en la dirección del país: el General Roca en la política, el Sr. Tornquist en las finanzas”. Tornquist, primer gran exponente de lo que después se ha dado en llamar la oligarquía diversificada, y que según Jones y Lluch causó el estancamiento argentino, era el representante en la Argentina del Banco Baring Brothers, de acuerdo al documentado ensayo de Agustina Vence Conti: “Ernesto Tornquist y el proyecto de unificación de deudas de 1901”, publicado en una revista de la FCE de la UBA en 2017.

Relata Vence Conti que “en las últimas décadas del siglo XIX la Argentina vivenció un endeudamiento acelerado que fue una de las principales causas de la crisis de 1890. Los intentos para aliviar el peso de los servicios de la deuda sobre las cuentas públicas se demoraron más de una década”. En 1901 Tornquist consiguió hacer sancionar el plan de unificación de deuda pero, “ante los disturbios y la creciente convulsión política y social, el Presidente decidió sacrificar el proyecto de unificación antes de poner en riesgo el sustento político de su presidencia”. El Zorro Roca terminó su segundo mandato en 1904. Lo sucedió Manuel Quintana quien falleció en 1906. Fue con el Vicepresidente de esa fórmula, José Figueroa Alcorta, a cargo de la presidencia, que en 1907 finalmente se firmó la renegociación. ¿Cuánto le debe Hipólito Yrigoyen al país que surgió de la renegociación, cosa no advertida por los orgullosos festejantes del Centenario? Luce como una pregunta tan interesante como de respuesta especulativa, o no tanto, si se considera al gatomacrismo como el último avatar del comportamiento endeudador patológico.

 

 

Brodie Informa de Nuevo

A todo esto, Trump ni quiere oír que los mercados caigan. Esa tiene pinta de ser la verdadera razón de haber ordenado al FMI que le dé el dinero necesario para que no se venga abajo la Argentina de Macri, dejando a un lado importantes inhibiciones formales. Mauricio Claver Carone, el funcionario que Trump quiere que ocupe la presidencia del BID, rompiendo la tradición de 61 años de vida del banco de siempre su presidencia ser ocupada por un latinoamericano, dijo que lo que motivó el desproporcionado estipendio fue apoyar la reelección del gobierno de Macri. Si no fuera porque su principal rival a la poltrona del BID es el argentino asesor presidencial Gustavo Beliz y asimismo que Claver busca simpatizar con los electores latinos dentro de los Estados Unidos, la provocación podría ser considerada con alguna seriedad.

Para la administración Trump, la buena salud de los mercados es una cuestión clave. Puso a Larry Fink al frente de la negociación con la Argentina, el mismo sujeto a quien le encargó la tarea de rescatar los bonos corporativos estropeados por la pandemia. Fink es el que manda en el fondo cotizado más importante del mundo  (ETF, sigla en inglés de Exchange Trade Fund), el BlackRock. Los que invierten en ETF compran y venden el índice que estos ofrecen, el que reproduce exactamente los movimientos de los grandes índices bursátiles. Si el S&P subió 1,5% el que compró el ETF manejado por BlacRock ese día gana 1,5%. Cobran menos honorarios que los históricos asset managers por no verse obligados a seguir acciones individuales. Eso hizo a los ETF muy grandes (cuatro o cinco manejan el estofado) y puso a Fink en el trono de Wall Street. La columna Schumpeter de The Economist (13/01/2018) inquiriendo quién es el más importante financista en el centro mundial de las finanzas contrasta que “los dos empresarios más exitosos en Wall Street de las últimas dos décadas trabajan en lados opuestos de Park Avenue. Larry Fink, de 65 años, es un demócrata […] y dirige BlackRock desde la calle 52. Stephen Schwarzman, de 70 años, es un republicano que usa camisas a rayas con cuellos lisos y dirige Blackstone entre 51 y el 52. Los dos son ex colegas, pero tienen opiniones muy opuestas sobre inversión y gestión. Sus trayectorias ilustran cómo están cambiando las finanzas. Fink, una vez el que llevaba todas las de perder, está en la cima”. Fink fue empleado de Schwarzman, un típico asset manager, y se independizó para impulsar a mediados de los ’90 la novedad de los ETF.

Queda claro que al nominar al demócrata Fink, la administración Trump recurrió al equilibrio bipartidario para no toparse con el menor escollo político que impida avanzar en el sostenimiento de los mercados. Stiglitz, que fuera jefe de asesores económicos de Obama y es tan demócrata como Fink, en la columna con Rashid citada dice que “la larga lucha de la Argentina para reestructurar su deuda con acreedores privados recalcitrantes, cortos de miras, testarudos e insensibles muestra que las cláusulas de acción colectivas pensadas para facilitar esas reestructuraciones no son tan eficaces como se esperaba”. El asunto que Stiglitz no parece tener en cuenta y que un hombre práctico como Fink sí, es el de los quintacolumnistas nacionales.

Fink apretó la cuerda no por obtuso, sino porque la porción de la política facciosa interna opera en una sociedad civil que remite en gran forma a lo que el misionero escocés David Brodie le informó a su Majestad a mediados del siglo XIX acerca “de la región que infestan los hombres monos (Apemen) [en la que] tienen su morada los Mlch, que llamaré Yahoos, para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial”, de acuerdo a lo que refiere Jorge Luis Borges. Informa Brodie que “la tribu está regida por un rey, cuyo poder es absoluto, pero sospecho que los que verdaderamente gobiernan son los cuatro hechiceros que lo asisten y que lo han elegido. Cada niño que nace está sujeto a un detenido examen; si presenta ciertos estigmas, que no me han sido revelados, es elevado a rey de los Yahoos. Acto continuo lo mutilan (he is gelded), le queman los ojos y le cortan las manos y los pies, para que el mundo no lo distraiga de la sabiduría. Vive confinado en una caverna”. Una descripción mejor de la neurosis de los argentinos con su gobierno, difícil.

“Los Yahoos, bien lo sé, son un pueblo bárbaro, quizás el más bárbaro del orbe, pero sería una injusticia olvidar ciertos rasgos que los redimen”, consigna Brodie a la vez que señala que “representan, en suma, la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados. No me arrepiento de haber combatido en sus filas, contra los hombres-monos. Tenemos el deber de salvarlos. Espero que el Gobierno de Su Majestad no desoiga lo que se atreve a sugerir este informe”. A igual que Brodie, los demócratas Fink y Stiglitz, que no ven contradicción en que la moneda de su país funja de moneda mundial y que los países crónicamente superavitarios en el comercio mundial sean el verdadero problema, tratan de salvar el orden establecido de las finanzas globales. Se diferencian en recurrir a distintas estrategias áulicas para enseñar a los Presidentes.

 

 

 

 

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