La dignidad no se embarga

El día que un fondo buitre pretendió apropiarse de la Fragata Libertad y las gestiones para repatriarla

 

La construcción debió resultar imponente aun para los habituados a los grandes proyectos: la nave tendría casi una cuadra de largo, o dicho con más propiedad, la eslora sería de algo más de 100 metros. El propio Presidente de la Nación dio comienzo a la obra colocando el primer remache de su quilla el 11 de diciembre de 1953. El barco estaba destinado a ser el buque escuela de la Armada, una fragata con tres palos y motores auxiliares. El diseño fue realizado por el primer ingeniero naval graduado en el país, la construcción se hizo en el Astillero Río Santiago. El nombre de Fragata Libertad le fue impuesto en abril de 1956 por el gobierno de la autotitulada Revolución Libertadora; realizó su primer viaje como buque escuela en 1963 cuando todavía no se le había colocado el mascarón de proa.

 

 

 

La mar estaba serena

Faltaban 15 días para la llegada del invierno de 2012 cuando la fragata inició un nuevo viaje de instrucción. Era sábado y familiares y amigos de los viajeros se apiñaban en el puerto de Buenos Aires para despedirlos. El regreso estaba previsto para el 8 de diciembre. Pero el viaje iba a tener complicaciones.

Inicialmente la hoja de ruta preveía tocar 16 puertos de América, Europa y África antes de regresar a casa. El itinerario que la Armada trasmitió al ministro de defensa Arturo Puricelli incluía a Brasil, Surinam, Guyana, Venezuela, Portugal, España, Marruecos, Senegal, Nigeria, Angola, Namibia, Sudáfrica y Uruguay. Sin embargo, a mediados de mayo la Armada introdujo una modificación en ese plan: el puerto de Nigeria fue sustituido por el de Ghana aduciendo “razones operativas”.

Si bien los hechos posteriores despertaron todo tipo de suspicacias, en ese momento el ministro Puricelli se limitó a acusar recibo y retrasmitió el cambio de itinerario al Ministerio de Relaciones Exteriores.

El 6 de junio comenzó el viaje. La fragata fue bordeando la costa de Uruguay y Brasil hasta hacer escala en San Salvador de Bahía. Luego siguieron los puertos de Paramaribo, Georgetown y La Guaira. Desde esta ciudad venezolana comenzó el cruce del Océano Atlántico hasta llegar a la Isla de Madeira, situada a más de 600 kilómetros de la costa africana y casi 1.000 kilómetros de la próxima escala, la ciudad de Lisboa.

Tras visitar la capital portuguesa el navío siguió viaje hasta Cádiz, desde allí cruzó a Casablanca, en Marruecos, y posteriormente hizo escala en las Islas Canarias y en el puerto de Dakar, en Senegal. Para entonces ya iban más de tres meses de navegación y todo se desarrollaba sin inconvenientes.

El lunes 1º de octubre la Libertad llegó al puerto de Cema, en las afueras de la ciudad de Acra, la capital de la República de Ghana. Era la primera vez que un buque escuela argentino visitaba ese país. La escala había sido incluida por los jefes de la Armada un par de semanas antes de que se iniciara el viaje. Fue una decisión extraña porque allí no había ni siquiera un agregado naval argentino, pero siempre es un buen momento para comenzar a conocerse y esa misma noche se realizó una cena para agasajar a las autoridades ghanesas. Hasta ese momento todo era confraternidad, la sorpresa vendría al día siguiente.

El martes el abogado Ace Ankomah se presentó ante el juez del Tribunal de Comercio, Richard Adjei Frimpong, para solicitar que la Fragata Libertad fuera retenida en el país hasta que el gobierno argentino pagara una deuda pendiente. Cuando hay mucho dinero de por medio siempre es posible encontrar un juez amigo, y éste lo fue: inmediatamente resolvió que el barco no saliera del puerto de Cema, aunque para ello tuvo que violar la Convención de Viena sobre inmunidad diplomática.

Una aclaración necesaria: el abogado Ankomah actuaba en representación del fondo buitre NML Capital Limited, con sede en las islas Caimán, una guarida fiscal británica.

 

La Fragata Libertad durante su secuestro en Ghana.

 

 

 

 

Sobre amigos y enemigos

El gobierno argentino hizo la caracterización del fondo buitre. “El Grupo NML pertenece al especulador internacional Paul Singer y es el principal financista del lobby que opera en la Justicia y el Congreso de los Estados Unidos con el nombre de ATFA (American Task Force Argentina) para perjudicar a nuestro país”. Y agregó: “Difunden informaciones falsas para utilización de algunos medios de prensa monopólicos argentinos, con el objetivo de extorsionar a la Argentina a fin de obtener ganancias usurarias a partir de la compra de bonos argentinos por centavos realizada durante la crisis del 2001, y negándose a sumarse al 93% de los inversores que acordaron la reestructuración de la deuda”.

Era un combo peligrosísimo formado por un fondo buitre que reclamaba 3.500 millones de dólares más intereses, lobistas operando desde el Congreso estadounidense, jueces ghaneses reteniendo la fragata Libertad mientras jueces norteamericanos aceptaban demandas en tribunales en Nueva York. Junto a ellos los medios hegemónicos argentinos atacando al gobierno para que cediera a los reclamos. Pero si los enemigos eran peligrosos, algunos “amigos” daban miedo.

Mariano Mera Alba, hijo del ex ministro menemista Julio Mera Figueroa, fue portador de una oferta de los buitres: si el gobierno pagaba los 4.000 millones de dólares que le reclamaban, el Grupo NML estaba dispuesto a invertir la mitad de esa cifra en YPF. Nunca se supo cuál sería la comisión del intermediario; lo que ejemplifica sobre la catadura del personaje ocurrió años más tarde: secuestró a una empleada doméstica para que testimoniara contra su ex pareja, permaneció prófugo durante tres años, y al ser detenido en enero del año pasado dijo ser víctima de una conjura política.

Por su parte, los jefes de la Armada, que antes habían cambiado la ruta del barco, dijeron que el capitán del puerto de Tema estaba dispuesto a dejar escapar a la fragata. El plan sedujo al ministro de Defensa argentino pero quien lo volvió a la realidad fue el canciller: Héctor Timerman le explicó que la fuga dejaría al país al margen del derecho internacional. Y por si eso no fuera suficiente, había un destructor británico navegando en las inmediaciones para apresar al barco cuando se fugara.

También el diputado Alberto Asseff quiso tener su minuto de gloria: presentó un proyecto de ley para que se formara un Fondo Patriótico que permitiera pagar el rescate de la fragata secuestrada. La fama le llegó mucho después y no del modo que él hubiese querido, cuando junto a otros legisladores de su coalición fue denunciado por reclamar parte del sueldo a sus colaboradores en el Congreso.

 

 

No ceder frente a los buitres

Cuando el barco llegó a Cema todo era una fiesta, los tripulantes creían estar arribando a un puerto amigo, no imaginaban que el cazador estaba esperándolos. Los jóvenes marinos se habían mostrado como navegantes competentes, hábiles para conducir un barco por el mar, pero como militares… como militares tendrían mucho para reflexionar. En una exposición magistral, Cristina lo sintetizó de esta manera:

“La formación de un soldado es también la formación profunda en la defensa de los intereses de la nación, el juramento de defender la Constitución. El juramento de defender los intereses de la Patria no solamente se hace en un campo de batalla o no solamente tiene una connotación militar, tiene también una profunda connotación política”.

La Presidenta dio instrucciones muy estrictas: nada de ceder frente a los buitres. El jefe de Estado Mayor de la Armada fue pasado a retiro mientras otros altos jefes navales quedaron en disponibilidad. El error en el mando –si es que había sido un error– debía corregirse de inmediato. No era momento para gestos amables, había que resolver un problema difícil y cualquier vacilación podía pagarse muy cara, mucho más cara que la cifra reclamada por los conjurados de afuera y de adentro. Uno de los colaboradores de mayor confianza, el canciller Timerman, hizo las primeras presentaciones ante los organismos internacionales; Cristina completó sus primeras instrucciones con una frase terminante: “Podrán quedarse con la fragata, pero no se van a quedar con nuestra dignidad”.

Ahora los desconcertados fueron los buitres y sus cómplices. Caramba, que ellos también tenían su dignidad y no se iban a dejar llevar por delante… y menos por una mujer, y encima populista. El juez ghanés dijo que si el gobierno argentino no negociaba con el fondo NML Capital Limited ordenaría cortar todos los suministros a la nave. Privada de combustible, la fragata no podría hacer funcionar los generadores, se quedaría sin luz y sin servicios internos tan esenciales como los sistemas contra incendios, las bombas de achique, los baños, las duchas, la conservación de alimentos, etc. La respuesta argentina fue denunciar el nuevo atropello ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, evacuar a la mayor parte de la tripulación y contratar un avión para repatriarlos. Una guardia mínima fue dejada a bordo con la orden de resistir cualquier intento de violación territorial, incluso haciendo uso de las armas.

 

 

 

Volver a casa

Los graznidos de buitres, opositores y prensa hegemónica se volvieron ensordecedores: tanta soberbia gubernamental era intolerable. El juez ghanés quiso que la fragata fuese removida de su lugar en el puerto porque era demasiado grande y entorpecía a otros navíos; la orden desde la Argentina fue que la Libertad no se moviese de donde estaba… salvo para regresar a casa.

El secuestro se prolongó durante 70 días; finalmente el Tribunal del Derecho del Mar, con sede en Hamburgo, ordenó que la nave fuese liberada. El arribo al puerto de Mar del Plata se produjo el 9 de enero de 2013, una multitud estaba esperando y quien había encabezado la resistencia le dio la bienvenida: “¡Señores y señoras oficiales y suboficiales de nuestra Fragata Libertad, bienvenidos a la Patria!”

En su discurso, Cristina dijo que la firmeza mostrada por el país durante esos 70 días simbolizaba el respeto a su soberanía y dignidad nacional. Señaló que muchos de los que habían reclamado ponerse de rodillas frente a los buitres eran los mismos que endeudaron a todos los argentinos. Y hasta se permitió una referencia irónica a “un matutino centenario” que clamaba para que se honrara la deuda con los buitres al mismo tiempo que se resistía a pagar los impuestos que adeudaba.

La Presidenta había cumplido con su promesa de defender la soberanía y la dignidad nacional, la fragata estaba de nuevo en el país y ella se preparaba para continuar dando batalla. Las palabras con que cerró aquel acto siguen resonando en la actualidad y, después de diez años, parecen haber sido dichas para quienes siguen confiando en ella:

“Me interesa la patria, defiendo la bandera, quiero que la memoria de él, de mi compañero, quede bien en alto y por eso voy a seguir luchando siempre desde cualquier lugar por el bienestar del pueblo, por la grandeza de la nación y por la felicidad de todos los argentinos”.

 

 

 

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